Sobre Premio Cervantes, libro de Constantino Molina

El poeta y teólogo español Antonio Praena escribe sobre Constantino Molina (Albacete, 1985), sobre su libro Premio Cervantes (Renacimiento, 2025). Ha merecido distinciones como el Premio Adonáis, el Premio Nacional de Poesía Joven, el Premio Institución Alfons el Magnànim y el Premio de Poesía Hermanos Argensola. Antonio Praena, en 2024, obtuvo el Premio Internacional de Poesía Hermanos Argensola por La belleza del otro.

 

 

 

Premio Cervantes; Constantino​​ MOLINA. Renacimiento, 2025. 98 pp.

 

 

A quienes se han adentrado en ambos géneros les resulta​​ más difícil​​ escribir​​ una comedia que una tragedia.​​ Al menos eso nos dicen.​​ Una comedía requiere​​ de una​​ inteligencia que no devenga​​ en​​ erudición;​​ un tono irreal que resulte creíble;​​ chispa en unos diálogos que no resulten una sucesión de chistes;​​ naturalidad que no se convierta en superficialidad;​​ ritmo,​​ sobre todo,​​ buen ritmo. En el drama,​​ un cierto manejo de los sentimientos puede funcionar como recurso solvente que involucre al espectador y cubra con un aceptable chantaje emocional, incluso con cierta pátina trascendente, las carencias​​ del ingenio.​​ 

Esto vale también en poesía. Por eso, aunque​​ Premio Cervantes, el último poemario de Constantino Molina, no es una comedía ni exactamente un divertimento, el lector agradece la distancia,​​ la ironía y​​ las dosis sabiamente administradas de intrascendencia que​​ caracterizan​​ a buena​​ parte de​​ estos poemas.

Era una tendencia que venía haciéndose ver en la trayectoria de un poeta de arranque más clásico y de trayectoria consolidada. Ahora, con​​ Premio Cervantes, Constantino Molina​​ explora​​ esa veta​​ y lo hace con la soltura de quien entiende que la seriedad no puede ser aburrida.​​ Sin​​ caer en reduccionismos, el tema de este libro​​ podría ser​​ el amor. El amor,​​ ma non troppo;​​ en esa​​ justa dosis que​​ reclamamos​​ al arte porque, en el fondo, siendo lo más necesario,​​ el amor​​ es​​ aquello en lo que cometemos nuestras mayores equivocaciones​​ y dislates.​​ 

En poemas como “Como perros”​​ o​​ “Amar en Puerto Hurraco”,​​ Constantino Molina rebaja deliberadamente el romanticismo con la peculiaridad de dejar al descubierto las herramientas​​ disolventes, como​​ son, por ejemplo,​​ las​​ imágenes crudas, animales,​​ incluso cinegéticas. También una fricción rasposa a la vuelta de algunos párrafos.​​ 

Entre estos mecanismos​​ resulta​​ especialmente expresivo el uso de arcaísmos que,​​ administrados en escuetas y cómodas dosis,​​ provocan un efecto cursi​​ cuya respuesta por parte del lector no puede ser otra que la de una muesca irónica o descreída.

Juegos con la ortografía, ripios de resabio cani, una banda sonora propia de los coches de choque: un Camela aquí​​ y​​ un Los​​ Chunguitos​​ allí​​ que, sin más transiciones académicas,​​ nos zambullen​​ en el almíbar de la voz de Julio Iglesias.​​ 

No es fácil resultar popular​​ cuando venimos de ser​​ cultos. Y eso es lo que más agradecemos en este​​ Premio Cervantes​​ de Constantino Molina. Porque, si lo pensamos bien, el vehículo de la lengua española,​​ donde realmente se la juega,​​ es​​ en lo diales de las radios de los coches y las peluquerías. En los sermones de los telepredicadores y en los mensajes de amor o sexo de los móviles, esos a los que la R.A.E. no llega, pero que son, sin embargo su futuro, la superficie abrupta a la que dar esplendor, si es que resisten la velocidad de los tiempos, que esa es otra.

Un poeta no tiene que justificarse. Ningún artista debe hacerlo, porque​​ los poemas y las obras de arte, si realmente lo son, se abren paso solas; fundan regiones y nosotros sencillamente las habitamos con​​ el gozo​​ que​​ propician​​ la verdadera libertad y la aquilatada sabiduría.

Velázquez inmortalizaba enanas y borrachos. Constantino Molina sube al pedestal a una barrendera del barrio de Argüelles sin más licencia que​​ la​​ del ayuntamiento carnal.

Haciendo referencia a la cita de T. S. Eliot que este libro deja para la página final, hay lectores que prefieren engancharse con lo ficticio y adulterado de su propia época, por ser más fácilmente asimilable que lo genuino. Los poemas​​ de Premio Cervantes​​ no sólo visibilizan lo genuino, una especie de realismo hispano cuyas raíces se cruzan con el realismo de la estética de Aristóteles, sino que lo recrean, porque la recreación es la manera de relacionarnos con la realidad sin que esta quede reducida a nuestra pre-visión. La recreación transmite no solo formas y contenidos, sino gérmenes.

Recomiendo la lectura de esta obra.​​ Hay que escribir buenos tratados sesudos para poder llegar a escribir con soltura una sonata de verano como la que nos regala Constantino Molina.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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