Novedades editoriales: Juan Bautista Villaseca

Este mexico triste

El poeta, traductor y ensayista José Manuel Recillas nos presenta “Este México triste”, que rescata la poesía de Juan Bautista Villaseca. Este autor, en palabras de Recillas es, posiblemente, uno de los mayores poetas mexicanos del siglo XX. Murió olvidado en 1969.

 

 

Juan Bautista Villaseca y la historiografía literaria oficial

 

La historia literaria del país se construyó (y se sigue haciendo) bajo el esquema de los vencedores, que desde la época de la Conquista hasta nuestros días, sólo da voz y consagra a un solo lado de la historia: aquellos que tuvieron el poder y se promovieron, por sí y ante sí mismos, como los poseedores de la verdad y del poder consagratorio. Ha sido siempre una historia vertical, en la que los vencidos no tienen derecho siquiera a ser escuchados.

Juan Bautista Villaseca murió en 1969, en la ciudad de México, en medio de la más extrema pobreza (cuando dicho término no se acuñaba aún en la historia del país), sin dinero siquiera para el entierro (que fue pagado por una de sus amantes), y sin que ningún miembro de la comunidad literaria del país se enterara porque tampoco hubo dinero para pagar una esquela en algún periódico. Literalmente, no dejó nada detrás de sí que no fuera un montón de papeles manuscritos, unas pocas ediciones de autor de las que nadie en el medio literario se enteró jamás.

Desde entonces sus escasos escritos comenzaron la ordalía de hallar un cauce para su difusión, pero en 40 años no hubo un solo investigador ni académico que escribiese su nombre en una reseña. Salvo la reproducción de un poema en algunas antologías líricas sobre el movimiento de 1968, su nombre no vio jamás la letra impresa, ni halló eco entre los colegas. Hasta Rubén Bonifaz Nuño, el humanista, se negó a publicarlo a mediados de los setenta en la UNAM, y despidió con olímpico desprecio la antología Variaciones de invierno que le propusiera Roberto López Moreno.

Cuando uno suma las generaciones literarias que le han sucedido y las dos, al menos, que le precedieron, cuarenta años efectivos de silencio equivalen a un siglo de total mutismo. La edición de Este México triste (Taller Ditoria, 2011), una selección de alrededor de sesenta poemas, viene a subsanar ese enorme cerco lingüístico en la obra de un poeta al que le fue negado todo: hasta tener lectores.

Se trata de una primera entrega de poemas manuscritos, que preludia la próxima aparición de sus obras completas, y que verán la luz también en Taller Ditoria, un proyecto editorial y de rescate e investigación inéditos en nuestra historia literaria. El trabajo de rescate ha significado la digitalización de incontables manuscritos, así como su paleografía, y su catalogación y pormenorizada descripción.

No es una exageración decir que a Villaseca se le podría llamar El Hölderlin mexicano, por ser el único de los poetas hispanoamericanos cuya escritura entera está filtrada y compuesta enteramente por la luz. Él se declara, con claridad meridiana, «partidario de la luz» («Corazón, perro de luto», verso 13), y al hacerlo redime al mundo que le rodea no a través de lo que posee sino —a través de una asombrosa inversión de valores que el propio Nietzsche habría envidiado—de lo que no, a través de lo que he denominado, en su caso, de proceso de desposesión.

Por la calidad de su escritura lírica, por la originalidad de su expresión verbal —sus manuscritos dan cuenta puntual de ello—, Villaseca conformar el orgulloso póker de ases de la poesía hispanoamericana del pasado siglo, con Pablo Neruda, César Vallejo y Federico García Lorca. Recuperar su obra no es sólo un elemental acto de justicia para un poeta que fue ignorado durante casi medio siglo; lo es principalmente para sus lectores.

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