Tres poemas de Álvaro Solís

Álvaro Solís IIPresentamos tres textos de Álvaro Solís (Villahermosa, 1974). Ha merecido, entre otros, el Premio de Poesía Joven Gutiérrez de Cetina, el Premio de Poesía Clemencia Isaura, el Premio Nacional de Poesía Amado Nervo. Recientemente fue incluido en la antología “Vientos de siglo.  Poetas mexicanos 1950-1982”. Es uno de los poetas fundamentales de su generación.

 

 

 

EL AGUA Y LOS SUEÑOS

 

 

… Luego todas esas aguas calmas son de leche

Y todo lo que se derrama en las blandas soledades de la mañana.

Saint-John Perse

 

Siempre quiso ser un pez.

Caían rayos y nadaba sin parar, se negaba al cansancio,

buscaba el rostro de mi abuela en las aguas del río que le vio nacer,

nadaba por horas y extrañas aletas se le emparejaban,

lo miraban como si fuera un pez

y mi padre dormía bajo el río, pero despertaba antes de ahogarse,

soñaba que un inmenso cuerpo de agua lo tomaba por el cuello,

lo sacudía una y otra vez,

entonces despertaba y seguía nadando contra la corriente,

siempre contra el río a quien nunca pudo vencer.

 

Mi padre, solo por el mundo de las idolatrías,

esperaba la vuelta de mi abuelo que se embarcaba en el Carmen

y se dormía al esperar,

soñaba que un inmenso cuerpo de agua,

que lo sacudía por el cuello,

lo injuriaba.

Y mi padre se despertaba entonces,

subía al mástil de los barcos,

se lanzaba al río

queriendo ser un pez que sabía volar,

nadaba por horas contra la corriente

hasta el cansancio, hasta el sueño

donde un inmenso cuerpo de agua lo sacudía por el cuello

y le cantaba las canciones que mi abuela no pudo.

 

Mi padre pasaba horas enteras sentado en las bancas del parque

creyendo que Dios era una mierda,

se quedaba dormido y sudaba las aguas del aire,

soñaba que un inmenso cuerpo de agua lo abrazaba de pronto

con cariño maternal,

y se reconocía en el sueño, sin querer despertarse

recordaba los bailes alrededor de mi abuela

y nadando de frío por las calles silenciosas de la ciudad,

se emparejaba a furibundas aletas describiendo diminutas eses en el agua.

 

Mi padre encontró la felicidad en el nado,

en la imagen femenina del agua, diría por esos mismos años Gaston Bachelard,

quien trabajaba en lo mismo,

quien soñaba con inmensos cuerpos de agua que lo tomaban

por el cuello queriéndolo injuriar,

y  muy temprano con el canto de las aves, mi padre y Gaston

salían a las rutas que el servicio postal les asignaba,

repartían las cartas mientras ambos pensaban en el agua,

en los sueños femeninos, en la imagen ausente de la madre

y nadaban,

uno por el agua de los sueños,

mi padre contra el agua lunar.

 

(Los días y sus designios)

 

 

 

 

 

DISTANCIA

 

Fuimos bajando hasta el fondo

por las calles del puerto. La noche

remaba en el abismo de los ojos.

Jorge Fernández Granados

 

Habíamos encontrado muchas luces en la selva,

pero perdimos el camino de regreso a casa.

Oscuridad por todas partes, sólo luces ululantes, voladoras,

algunas encerradas en nuestros frascos de mayonesa.

 

La noche se fue cerrando sobre nosotros

ocultándonos unos de otros. Las luces atrapadas languidecieron,

avanzada la noche nuestra casa estaba más lejos cada vez que respirábamos.

Parados en medio de la selva oscura, dijera el florentino,

esperábamos el amanecer que estaba a diez horas de distancia,

y la selva rujia mientras tanto,

y quebradizos aleteos de lechuzas coronaban nuestro miedo.

—No se alejen demasiado, advirtió mi padre,

pero seguimos nuestra vocación de nunca hacerle caso.

No había camino de vuelta, estábamos ahí para noche,

sus negras raíces fecundaban la tierra.

 

¿Cómo pudo la luz emboscarnos en la nada?

Habíamos encontrado muchas luces en la selva,

pero perdimos el camino de regreso a casa.

 

(Los días y sus designios) 

 

 

 

 

LA NOCHE ENTERA 

 

Fuensanta:

¿tú conoces el mar?

dicen que es menos grande y menos hondo

que el pesar.

Ramón López Velarde

 

 

I

 

Nunca miramos el mar,

nunca nos detuvimos a mirarlo inalcanzable.

su furia contenida por años ruge sin parar y las palmeras inmóviles,

oleadas de sofocación, cortinas, entrecerradas ventanas.

Tanto calor como para fundar diez mil infiernos;

arden las paredes y mi cabeza arde en las brazas de este tiempo.

 

Nunca miramos el mar, nunca entrecerramos los ojos para mirar el mar de abril.

 

 

 

II

 

Apoyado en la ventana te esperé la noche entera.

La noche era un camino que no se podía recorrer con calma,

extendía sus fronteras hacia donde no era posible esperar.

Porque el corazón no puede soportar las heridas que produce la esperanza,

la noche era un sesgo que nunca aprendí a tomar con sigilo.

 

Tú me atormentabas diciendo que llegarías más tarde

con la indiferencia que se da la hora a algún desconocido.

Mi corazón era un volcán extinto que de repente exhala pequeñas fumarolas recordando el tiempo de erupción.

Pero aquel día mi paso fue más lento, y llegué tarde,

me esperabas con los jeans color rosa y tu cinta para el cabello y tus zapatos,

y tu bolso de mano y tu llavero y los rasgos de tu blusa y tu indiferencia del mismo color.

Parecías no advertir que te miraba,  y pensé que estabas sola, que no esperabas,

que estabas muy lejos de casa, de los sabores resecos del invierno,

que no pertenecías a nadie, ni a ti misma,

mientras te maquillabas sin prisa mirándote al espejo y agachabas la cabeza como avergonzada.

Ese día llegué tarde pero hicimos el amor con toda calma,

luego te pusiste mi camisa color vino

y pedimos comida china, relucían tus blancas piernas donde yo recostaba mi cabeza  para recordar tu gesto entristecido de la espera.

 

Porque la noche extiende sus dominios sobre todos los que anhelan el retorno de alguien que nunca volverá,

mi corazón contiene aun las furias de aquel mar que siempre nos fue inalcanzable.

Nunca miramos el mar,

nunca entrecerramos los ojos para mirar el mar de abril.

 

(Los días y sus designios)

 

 

 

 

Datos vitales

Álvaro Solís (Tabasco, 1974) ha publicado los libros de poesía Todos los rumbos el mar (2011), Ríos de la noche oscura (2008), Los días y sus designios (2007), Cantalao (2007), Solisón (2005) y También soy un fantasma. Ha recibido, entre otros, los siguientes reconocimientos: Premio Nacional de Poesía Joven Gutiérrez de Cetina 2007. Premio Nacional de Poesía Clemencia isaura (2007), Premio Nacional de Poesía Amado Nervo (2006), Premio Tabasco de Poesía José Carlos Becerra 2003. Fue becario de la Fundación para las Letras Méxicanas y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.

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