Los Salieris de Ronsard: Bob Dylan Canta A Bonifaz Nuño

 

El poeta, traductor y ensayista Edgar Amador (Coahuila, 1967) nos presenta una curiosa y muy interesante conexión entre el músico, cantante y poeta norteamericano Bob Dylan (1941), ganador del Pulitzer y del Premio Príncipe de Asturias, y uno de los grandes maestros de la poesía hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX, Rubén Bonifaz Nuño (1923). Edgar Amador es autor de los poemarios Patrón de las ciudades y El sauce y la palma, publicado en Argentina por el Suri Porfiado y Círculo de Poesía.

 

 

 

Los Salieris de Ronsard: Bob Dylan Canta A Bonifaz Nuño

 

 

Algunos temas, con el paso del tiempo, se obligan. Se imponen solos no como una necesidad, sino como una fatalidad.
Un viejo que se recuerda joven. Un hombre o una mujer que un día voltean y que súbitamente no se reconocen al verse. Un día, una tarde regresando a casa, ese hombre recuerda al joven que fue.
Puede ser más dramático aún: los amantes envejecen y en una pausa en el tiempo, voltean hacia atrás y se recuerdan: tórridos y erguidos en la cúspide de su juventud.
Quien inaugura ese tema es sin duda, el príncipe de los poetas; Pierre de Ronsard, quien definió en el siglo XVI muchos de los temas de la poesía de occidente. En uno de los poemas más famosos de la literatura, Ronsard ve en su joven amada a la vieja que recordará su juventud y belleza a través de los versos del poeta:
Quand vous serez bien vieille, au soir, à la chandelle,

Assise auprès du feu, dévidant et filant,

Direz, chantant mes vers, en vous émerveillant :
Ronsard me célébrait du temps que j’étais belle.
Cuando seas ya muy vieja, de noche, ante una vela,
sentada junto al fuego, hilando y devanando,
dirás, maravillada y entonando mis versos:
“Ronsard me celebró cuando era yo muy bella.”
(Versión de Eduardo Lizalde)
Nuestro Rubén Bonifaz Nuño, siempre en el linde sublime de la lágrima y la auto imprecación, se convierte él en la vieja de Ronsard, y le pide a su joven amada hoy lo recuerde en posesión de sus plenos poderes, en ese poema de aceptada cepa Ronsardiana.
Y cuando me haga viejo,
y engorde y quede calvo, no te apiades
de mis ojos hinchados, de mis dientes
postizos, de las canas que me salgan
por la nariz. Aléjame,
no te apiades, destiérrame, te pido;
hermosa entonces, joven como ahora,
no me ames: recuérdame
tal como fui al cantarte, cuando era
yo tu voz y tu escudo,
y estabas sola, y te sirvió mi mano
La hermosa auto flagelación de Bonifaz, sus últimos cuatro versos, siempre me han recordad los últimos versos de una de las más amorosas canciones de Bob Dylan: “Just Like A Woman” (1966)-
And your long-time curse hurts
But what’s worse
Is this pain in here
I can’t stay in here
Ain’t it clear that–
I just can’t fit
Yes, I believe it’s time for us to quit
When we meet again
Introduced as friends
Please don’t let on that you knew me when
I was hungry and it was your World
(y tu vieja maldición me duele
pero lo peor
es este dolor aquí dentro, no puedo ya seguir
¿no queda claro
que nomás no encajo?
Si, creo que es hora de terminar
Cuando nos veamos de nuevo
Y nos presenten como amigos
Por favor no digas que me conociste
Cuando tenía hambre, y era tu mundo)
“Cuando yo era tu voz y tu escudo”/”cuando tenía hambre, y era tu mundo”
El distante maestro Ronsard tiene dos discípulos actuales: Bonifaz y Dylan, quienes como el Maestro, hablan de amantes futuros evocando a aquellos hambrientos y bellos amantes.
El tema es el mismo: el amor y el paso del tiempo. La voz cambia, pero a veces, como en el caso de Dylan y de Bonifaz, suenan a de otro modo, lo mismo.

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