Un poema inédito de Cecilia Podestá

Presentamos un poema inédito de Cecilia Podestá (Ayacucho, 1981). Ha publicado Fotografías Escritas (Premio Dedo Crítico de Poesía, 2002), la pieza teatral Las Mujeres de la Caja y la plaquette Tranvías. Podestá es una de las voces más interesantes de la poesía peruana contemporánea.

 

 

 

 

 

Correccional

 

 

I

 

Compartimos el hedor de nuestras almas

y cuando hizo falta

un algodón bañado en aceite negro

porque quemaron nuestra piel.

 

Fuimos temeros del ruido

sospechamos de cada silencio,

de la luz del día

tan amarilla como la locura desteñida

que salía por nuestras bocas

despertando el castigo

y ratas amables

por las que supimos que la noche era un miserable rincón

que sólo las escondía a ellas.

 

Fui uno de ellos y el Señor lo sabe

 

Fui uno de los muchachos que creció

alumbrado entre los pasadizos

por las luces que se colaban desde la calle

y saltaban a nuestras caras a pesar de las ventanas y falsos barrotes

del albergue de San Miguel,

-casa de menores-

 

 

 

II

 

Cuando tuve trece años me llamaron asesino.

Mi madre no lloró por mí.

 

Solo las más feas, las más usadas e infelices mujeres

lloraron por mi acto tan puro.

 

El que dicen que fue mi padre

se encerró dos días con una pistola vacía

a pegar la lengua en las paredes de una vaso roto.

 

Deseaba que una bala lo salve de la caricia de su niño asesino

y acabe con su piel grasienta

y movimientos inútiles

sobre mujeres inútiles también.

 

Quedó a solas con la misma pistola

con la que penetraba a las putas que se hicieron hermanas en el hambre.

Las amenazaba con disparar en el centro exacto de su cuerpo

el ángulo perfecto de su miseria

y quemar las entrañas

que recibieron hijos, clientes, pinzas e infecciones.

 

 

 

III

 

Mi madre era otra puta miserable

que llenó mi estómago con dedicación.

 

Dio el olor que dejaban bajo las colchas perfumadas a mi infancia

e hizo de sus gemidos una nausea carraspeando

iguales a la del hombre que me maldice y penetra

acostumbrado a dejar su baba en mí.

y la breve luz de cuando la puerta entreabre.

 

Cuando termina

esconde los dientes

saciado

se limpia con descuido

sube sus pantalones

y se pierde entre los pasadizos

exhausto

aun con el temblor y el pálpito

con el goce

sin delito

 

 

 

 

IV

 

La llamaron Clara.

 

Era la segunda vez que se escuchaba el llanto de uno de los hijos del burdel.

Todos los otros habían sido enterrados antes de nacer

pero la tierra que los poseía era corrupta

y el perfecto umbral al infierno

en el que Clara y yo debimos desaparecer

 

En cambio a eso fuimos abrigados por esas colchas

apenas humedecidas

 

Y donde las mujeres reunían agua para lavar sus piernas

Lloró Clara por última vez

Asintiendo mi corazón,

y aceptando el agua

como manos que la recibían.

 

 

 

 

 

Datos vitales

 

Cecilia Podestá nació en Ayacucho, Perú, 1981. Escritora. Estudió literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado los poemarios Fotografías escritas (Premio Dedo crítico 2002) reeditado en el 2007 en Lima, Perú; La primera anunciación (2006) reeditado en Paraguay por la editorial Felicita cartonera 2010, Muro de carne (Lima, 2007), Desaparecida (2008) y Vía Crusis en Chepén (2010); las obras dramáticas Las mujeres de la caja (2003), La repisa de los juguetes vacíos y el libro de cuentos De cabeza sobre el pasto amarillo (Lima, 2011) y La orina Tibia de tu cuerpo (Lima, 2013).Dirige Máquina Purísma (proyecto editorial)

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