Presentamos la poesía de Sergio Eduardo Cruz Flores (Estado de México, 1994). Estudia Lengua y Literatura Inglesa. Es prosista y poeta.
Vinlandia
Mañana, cuando den las primeras luces,
estos barcos que ves flotar perpendicularmente
del cielo habrán zarpado
lejos, hacia la tierra de los osos. Dentro, los hombres
que ahora preparan sus viajes
estarán remando (sudor en el pecho) y habrán
de entretenerse contando las sagas
que contaron sus ancestros. Algunos no resistirán
el largo viaje sin descanso. Otros perecerán en guerras.
Otros clavarán sus espadas en la historia
y sus nombres serán recordados por nuevos poetas.
Aún nada de esto pasa
y los barcos,
en su lenguaje de contracciones, discuten
rumores de maravillas que a todos esperan
en el sur.
El doctor se arrepiente
Qué melancolía regresar
una y otra vez
al mismo punto. Cuando mandé flores
a la tumba de mi madre,
no sabía
que la forma de cada caricia describía mi propia alma
y que el centro de mi cuerpo era el centro de la noche.
Ahora todo se apaga
frente a mí, convertido
en paraíso de miembros decadentes
pero hermosos
que nunca terminaré de apilar.
Principio
Escucho la música de Berlioz como un vidrio roto
en que ningún hálito de sonido
trasciende
las partículas ínfimas
de despertar.
Escucho la música de Berlioz como un gusano
que rodea la sagrada piel frágil, tersa
de una manzana verde
y, tomando fuerza,
la penetra.
Escucho la música de Berlioz como un sitio
de taxis a la una de la mañana
hacia el cual camino
un poco ebrio, lentamente,
pensando navegar
de mi boca al sueño
y fugarme hacia la nada que regresa.
Guerrero
Llegaron los días de la cosecha
a través del cielo y el mar,
y este paraíso se convirtió en herrumbre.
Quiero desenterrar a los muertos, ahora
que es luna llena en el abismo
y los lobos y los chacales, henchidos de placer,
aúllan profecías.
Quel obscur objet du désir ?
Choqué contigo en la avenida más transitada de la ciudad
a la hora más transitable. Era necesario.
“Justo estaba recordándote”, me hubiera gustado decir,
pero tú rodeaste el cuerpo tenso de reencuentro
y besaste el cuello lenta, corta, duramente: así te gusta.
Era necesario ver tu silueta flaca en medio
de la banqueta recién convertida en espacio de accidente,
plataforma de choque, día de muerte. La muerte de una época
en que cada rostro se convierte en paradoja,
cada paradoja en sueño, cada sueño en distancia,
cada proceso de la vida en algo diferente. Era necesario.
Era necesario perderme en la búsqueda de alguien
que no eres tú, yo sé, pero qué importa
cuando el cielo se alinea perfectamente en el te-busco
y nadie, ni por miedo al hado al infierno o a la guerra de Troya,
escapa
de la indeterminada sutileza, quién sabe,
de la pasión.
Billy Budd, marino
I am sleepy, and the oozy weeds around me twist
-Herman Melville
En este país se mata a la belleza. No hay nada
que hacer cuando el cuchillo ejecutor
desciende, con argucia de carnicero,
por la garganta delgada del ser que tú amaste
y separa grasa muerta de carne aprovechable
para alimentar a los perros. En este país
se mata a la belleza. El bien y el mal, Dios
y la distancia inenarrable están siempre chocando
unos con otros, con el caótico pasar de ciclos
y estaciones improbables que nunca se resuelven;
el tiempo nada más puede encimarse
con el espacio que nunca regresa. En este país se mata
a la belleza. Marinero, tú que sabes el color de la soga
cuando ciñe su garganta líquida en mis manos, dime
si así es el mundo entero
o si así se recibe nada más al inocente que tartamudeó en el juicio
y vio, delante de él,
cómo las puertas infinitas del destino
se le cerraban.
En Thiais
para Paul Celan
Esta es mi última profecía:
un hombre de sal ascendiendo en el cielo
hacia un nuevo cielo inevitable.
Confío en ella. La sé. La he visto
marcada en el nombre de los árboles,
abrasada en los campos veraniegos.
Confío en ella. Mi profecía
un día dejará de arrullarme
y abriré mis brazos a la tierra prometida,
confío también
en ella. Mañana, si Dios quiere,
me levantaré temprano y echaré agua
a los campos donde mis muertos florecen;
si encuentro una flor blanca
que me recuerde a tus manos, prometo
no cortarla: la juntaré con los olores de la tierra
para guardar su voz entre tus regalos
y te la ofreceré como caricia
para siempre.