Crónicas de la poesía colombiana: Aurelio Arturo

Iniciamos un dossier con las crónicas de José Luis Díaz Granados sobre poesía colombiana. El primer texto está dedicado a Aurelio Arturo (1906-1974).  Su Morada al sur se ha convertido en un libro paradigmático de la poesía latinoamericana. José Luis Díaz Granados escribe poesía, ensayo y narrativa. Recientemente publicó, bajo el sello del Fondo de Cultura Económica, El laberinto. Antología poética 1968-2008.

 

 

 

 

 

Aurelio Arturo ¿Qué misterio había dentro de él?

 

 

Una tarde, a mediados de 1974, iba yo por Chapinero con Alba Marina, mi compañera entonces, llevando en el coche a Federico recién nacido. Me disponía a escudriñar la enorme vitrina de libros de la “Buchholz” de la 59 cuando vi en la acera de enfrente una figura familiar: Aurelio Arturo, sonriente, con sombrero, gafas, corbatín y gabán, blandiendo su paraguas con insistencia. Pasamos la calle y luego de los abrazos afectuosos, acordamos una cita para el día siguiente en el Café “Victoria”.

A la hora convenida llegué al café, ya repleto de billaristas y jubilados. En una mesa arrinconada, en compañía de viejos funcionarios canosos que fumaban y bebían abundante tinto, descubrí la figura singular del poeta, sentado silencioso, casi ausente, apoyadas las manos en su paraguas y con el sombrero puesto. Cuando me vio, abrió los brazos y me invitó a otra mesa. Pedimos aguas aromáticas y de pronto, como un niño travieso, extrajo del bolsillo interior del saco un periódico cuidadosamente doblado.

— “¡Mira lo que te traje!”, exclamó con tono infantil. Abrió el periódico. Era La Estafeta Literaria de Barcelona, con una foto a seis columnas de la Generación sin Nombre, la misma tomada en “el ya inmortalizado jardín” de la casa de Juan Gustavo Cobo Borda.

Aurelio me entregó el periódico después de haber leído en voz alta los textos que acompañaban la foto, detalle que le agradecí inmensamente.

A las pocas semanas, sin poder conciliar el sueño, se me fue la noche en duermevela realizando en la mente una extraña y casi inconsciente comparación entre el Nocturno de Silva y la Morada al sur de Aurelio Arturo.

El hechizo verbal de aquel verso de Silva que decía:

 

como en esa noche tibia de la muerta primavera

 

me resultaba emocionalmente similar al que me suscitaba el de Arturo:

 

Aldea, paloma de mi hombro, yo que silbé por los caminos,

 

La materia misteriosa que engendró esa reflexión iba creciendo como las sombras en la medianoche sin explicación racional, hasta la fusión de signos y palabras en un solo texto, extraño y penitente. Aurelio y José Asunción eran de pronto “una sola sombra larga…” hasta que, con la claridad del día naciente, me sacó de aquella ensoñación el chasquido del diario colándose por debajo de la puerta.

Bajé a recogerlo. Lo primero que advertí fue un pequeño titular que rezaba: “Falleció ayer el poeta Aurelio Arturo”. Inmediatamente recordé la indagación de Unamuno cuando leyó la obra poética de Silva para escribir el prólogo en 1906: El Nocturno ¿Qué misterio hay dentro de él?

 

 

 

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