Presentamos, en versión del poeta y traductor nicaragüense Alain Pallais, algunos textos de la poeta australiana Sarah Holland-Batt. Con su primer poemario, titulado Aria, ha sido merecedora de varios reconocimientos, entre los que se incluyen el Premio de Poesía Judith Wright, Premio de Poesía Thomas Shapcott y el reconocimiento Anne Elder. Su poesía ha sido publicada en numerosas antologías, periódicos y revistas como la New Yorker y Poetry. Su último poemario se titula The Hazards.
Penélope en las tinieblas
Escucha, ya estoy cansada
de este cuento, ese
donde hacemos el papel de amantes suspirando
quienes sólo conocen imágenes
de ellos en otra vida,
nuestros corazones cerrados
como mejillones muertos,
en astuta oscuridad, que sella
ese núcleo amargo: tú y yo.
El cuento nos hace ver como sicópatas.
Pues en él nunca notamos
los cambios del mundo;
aguardamos en la ventana
como perros dementes
que la muerte gire la llave –
Si estuvieras muerto, yo sería feliz.
Podría anudar los años, apretarlos como puños.
Podría dormir.
Pero no estás muerto;
Simplemente olvidaste tu papel en el cuento.
Estás en una isla remota,
persiguiendo sirenas. Dime, Odiseo –
cuando ellas cantan
¿lo hacen como yo?
En el imperio despojado del mañana
bajo hasta la costa
y observo a pescadores en la matanza.
Seguramente nunca los viste,
sus manos en lo profundo de lo plateado
como alguna muestra de piedad –
Penelope in Darkness
Listen, I am sick to death
of this story, the one
where we play the pining lovers
who only know images
of each other from another life,
our hearts clenched shut
like diseased mussels,
crafty black, sealing off
the same sour centre: you and I.
The story makes us sound like sociopaths.
Because in it we never notice
that the world changes;
we just wait by the window
like demented dogs
for the dead to turn the key –
If you were dead, then I’d be happy.
I could knot off the years, tight little fists.
I could sleep.
But you’re not dead;
you’ve forgotten your part in the story.
You’re on an island somewhere,
after the sirens. Tell me, Odysseus –
when they sing
do they sound like me?
In the sacked empire of morning
I go down to the shore
and watch the fishermen butchering.
You must never have seen them,
their hands deep in the silver
like some idea of mercy –
Las limitaciones de la forma
Para BLOW-UP de Michelangelo Antonioni
Lo que conocemos sobre la forma
lo mantenemos gobernado con limitaciones,
así la experiencia asume solo cierto
rango de formas, más allá
de lo que se convierte en deseo – sin huesos,
sin pliegues, como la formación
de una idea. Un hombre y una mujer
caminan por el parque como en un poema.
Él le toma los codos, la observa
como si quisiera violentarse
contra ella, contra cualquiera. Quizá ella es usada
como una definición de la palabra tumba:
sus mejillas son altas y pálidas
un acantilado de piedra caliza; su boca pequeña
se abre y se cierra como una bisagra bien aceitada.
Sus alientos son adornos
que se besan y desaparecen.
Todo el cuadro está hecho
como si este tipo de bodegón pudiera existir
más allá del momento en que se enmarcó
como si su atracción escenificara el abedul
rompe vientos, los orioles, el blanco pasto
en una amanerada eternidad rivalizando al cielo.
Luego, la señal de un lugar extraño –
la seca, elástica tos de una pelota de tenis,
dos anónimas manos oscilando
raquetas de madera hacia adelante y hacia atrás –
rompe la formalidad. La suelta,
se separan fácilmente, como erráticos golpes
desde el eco de la cancha de grava hasta sus cuerpos.
Los invisibles jugadores se arman y desarman
en la mente – la forma y sus limitaciones –
y el breve aire de noviembre se espesa
con la impresión de sus movimientos. El hombre
se va por un lado, la mujer
por otro. Esta vez es una separación limpia –
imprudente, literaria – aunque, en la maleza,
un áspero tramo de pasto se afila
en forma de cuerpo. Aun se escucha
la pelota siendo golpeada una y otra vez
donde no existe pelota alguna. Aunque no sea
ningún mito, existe una lección en todo esto. Mira.
Tiene que ver con la percepción y la verdad.
The Limitations of Form
After Michelangelo Antonioni’s BLOW-UP
What we know about form
we keep governed with limitations,
so experience assumes only a certain
range of shapes, beyond which
it becomes desire – boneless,
creaseless, like the formation
of an idea. A man and a woman
walk through a park as though it is a poem.
He holds her at the elbows, and looks
as if he would like to do violence
to her, or to anyone. She might be used
as a definition for the word grave:
her cheeks are high and white
as a limestone cliff; her small mouth
opens and closes like an oiled hinge.
Their breaths are ornaments
that kiss and disappear. The whole
tableau is entirely contained
as if this kind of still life could exist
beyond the moment of its framing,
as if his grip might stage the birch
windbreak, the orioles, the white grass
in a mannered forever to rival heaven.
Then, a signal from somewhere else –
the dry, elastic cough of a tennis ball,
and two anonymous hands swinging
wooden racquets back and forth –
shatters formality. He lets her go,
and they split apart easily, as erratic thwacks
from the gravel court echo through their bodies.
The unseen players assemble and fracture
in the mind – form and its limitations –
and the brief November air thickens
with the imprint of their movements. The man
stalks off in one direction; the woman
in another. This time it is a clean break –
careless, and literary – while, in the underbrush,
a rough, textured stretch of grass sharpens
into the shape of a body. And still the sound
of a ball being hit over and over where
there is no ball present. Though it is not
a myth, there is a lesson in all this. Look.
It has to do with visibility and with truth.
El cráneo de una Galah
Lo encuentro en un campo de plumas, cresta rosada,
nudillo limpio hasta los huesos por el viento,
pálida mohawk montada sobre roca.
Me agacho. Vaciadas están
las dos cuencas de su cabeza, dos planetas imaginarios
llenos de sol, asilándose en uno
un milpiés enroscado, hábil y oscuro hipnotista.
Ya pulido, se enrolla en espiral
como una fósil serpiente de Santa Hilda
esas que estudiamos en el vitral de la capilla del colegio.
Tal si el ojo pudiera enterrarse
luego desenrollar una antena hacia afuera, como un helecho.
Volteo el cráneo sobre mi palma como a un guijarro—
no se queda quieto. Sin embargo, todo está inmóvil:
los pastos se agarran, el mundo ya no se inclina.
Incluso la triste postura del matorral crece;
su mente está vacía. Sólo este cráneo
sobrevivirá al verano, un pensamiento se interrumpe,
y yo lo veré cada día que pase
y me detendré, donde el aire afila sus dientes
contra el hueso, donde la mente se recuerde ella misma
como una concha, y lloraré por lo que una vez
fue mundo: un ojo rodó hacia la luna del alba,
el otro se sumergió en la tierra.
Galah’s Skull
I find it in a field of feathers, pink-crested,
a knuckle of bone picked clean by the wind,
a pale mohawk mounted on stone.
I bend down. Zeroed out of its head
are two sockets, two airy planets
full with sun, and taking asylum in one
a millipede is coiled, a slick black hypnotist.
Polished, it spirals in on itself
like one of Saint Hilda’s fossil snakes
we studied in the school chapel’s stained glass.
As if the eye could dig itself into the earth
then extend a curled feeler out, like a fern.
I turn the skull round in my palm like a pebble—
it will not settle. Otherwise, all is still:
the grasses claw in, the world does not tilt.
Even the blue stand of scrub grows over;
it has nothing on its mind. But the skull
will outlast the summer, a thought cut short,
and I will pass it every day as I walk
and stop just here, where the air hones its teeth
on bone, where the mind remembers itself
only as a shell, and I will mourn what was once
a world: one eye rolled to the daylight moon,
the other pressed down into the earth.
Apartamento con jardín, Taube
Hermoso Schumann en los altavoces, bella y platónica
Clara Schumann tras bastidores, decana,
musa de cuartetos finales, quizá durmiendo con Brahms,
toda esa locura y dolor. Cuán rápido nos perdemos
en estos nombres insignificantes—tú y yo, él y ella.
Ahora intentemos encontrarle una palabra alemana
en un montón de hojas, en su apartamento con jardín
sobre el Spree. Y tú, aquel viejo tú
a quien solía hablarle, estarás casado,
te convertirás en un extraño para mí,
un poco de luz, un poco vino turco en su copa,
palomas de cerámica en el alféizar de la calle.
La argelina. Su sonrisa asesina. ¿Durará?
El impasto de los árboles se aniquila verdosamente, muy rápido.
Garden Apartment, Taube
Beautiful Schumann on the speakers, beautiful platonic
Clara Schumann behind the scenes, doyenne,
muse of the late quartets, sleeping perhaps with Brahms,
all that madness and grief. How quickly we are lost
in these petty names—you and I, he and she.
Now we try to find the German word for it
in a tangle of leaves, in his garden apartment
above the Spree. And you, that old you
to whom I used to speak, you will be married,
you will become a stranger to me,
a little sunlight, a little Turkish wine in a glass,
ceramic doves on the sill of your street.
The Algerian. Her killing smile. Will she last?
The impasto of trees annihilates so greenly, so fast.