Presentamos siete textos del poeta español Manuel Gahete (Fuente Obejuna, 1957). Ha merecido premios como el “Ricardo Molina”, “Miguel Hernández”, “San Juan de la Cruz”, “Ateneo de Sevilla” o “Salvador Rueda”. Es Vicedirector de la Real Academia de Córdoba y Presidente de la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE-A). Recibió la Medalla de Oro del Ateneo de Córdoba. Actualmente es Cronista oficial de Fuente Obejuna.
1.- Nacimiento al amor (Córdoba, 1986)
Nunca he abierto tanto las ventanas para un corazón. Nunca –lo sabes– porque cada día rompes una sombra precisa a través de la escarcha.
Nunca –te digo– me atrevería a lanzarte el águila venial que me devora, cruel y mortal, los ojos.
Pero quiero que tiembles, que te sientas nacer y vivir y ser muerte bajo la tensa carne de mi ausente juventud tan amada, ya desprendido cuerpo de la tierra en ti, unicornio único; por ti, sangre azul única.
Y te hubiera besado cuando nadie besaba esos ojos bellísimos, cuando el aire obstinado te evitaba, porque ansiaba tu amor (¿no lo comprendes?) y la mácula gris de tu desprecio era la rosa negra más fragante del cerrado jardín de las hespérides.
Yo lo supe más tarde, dormitaba en tu pecho un bengalí de cera y era roja la espuma y tu piel algodón de aquel paisaje donde supe de nuevo que el amor que, en la luz, había nacido era ya nuestra historia de una hora o la vida.
2.- Capítulo del fuego (Alicante, 1989)
Confesión final
Sí, tiemblo, sí. No miento más. Renazco.
Cabalgo bronces, brújulas, acentos.
Vibro en el seno dulce de mi amada.
Me desconozco. Esparzo mi semilla.
Sí tiemblo, sí. Me malvendí. Pretendo
reconquistar la albura. Los colores.
La mística en la cimbria del silencio.
Las vocálicas ansias de mi boca.
El pájaro de sangre por mi vientre.
Mis alas que ya buscan
un ardido retorno en que ocultarse:
latebra entre tus manos que amanecen sobre el tálamo dócil
cuando acude la luz a tu cintura
y sacude en el vértigo
una espiga de plata
la oropéndola.
Sí, me estremezco. Tiemblo. Me complazco.
Abro mi corazón a la simiente.
No juzgo mi pasado. Voy de paso.
Voy con el prisma urgente del deseo,
con mis dedos de fuego a los rincones.
Hurgo en los arrabales.
Urge una paz que alivie las heridas.
Vislumbro la esperanza en un otero álgido de espumas.
Me arranco el corazón ya semillado.
Yo soy el que persigue los corales.
El que busca tu piel. El malherido.
El que clama en las plazas por si el viento retumba,
por si el hombre se olvida
de nacerse otra vez y no se arroba.
Yo soy el que mahiere cada fibra de fe por donde vagas.
Quien aprieta los labios contra el muro tensado de tu pecho.
El que desnudo implora una caricia
y tañe la dulzaina de nuestro amor cumplido.
Tiemblo porque he de ser en luz y sombra.
Tiemblo ante ti y tiemblo ante los hombres.
Tiemblo ante Dios y tiemblo ante la muerte.
3.- Íntimo cuerpo sin luz (Madrid, 1990)
Ella
No profanéis su voz tan nueva y fresca,
tan fuente de mi voz, tan tierra mía.
Tronzad la grama o yerba que ha tocado
el tallo de su pie y oiréis a oraje.
Porque ella es aire y agua en que respira
la densidad y el culmen de mi fuerza.
Ella es madera y flor, vigilia y sueño
y toda leche y mar. Su ser es vida.
Y es ala. Y es clamor. Sin ella nada
tiene sentido ya. Basta su vientre.
Vedla dormida aquí. Traed la llama
y acercad a sus labios vuestra pena.
Ella es la luz y el alba palidece
en tándem con el sol cuando me mira.
Es nardo y azafrán, caña y canela,
áloe e incienso es. Hermana y novia.
Y es tan niña en edad que hasta los pájaros
beben la plenitud del tiempo en ella.
No la dejéis llorar. Sabed que sangra
el corazón del mundo cuando llora.
4.-La región encendida (Ávila, 2000)
Amor más poderoso que la vida
Ella camina en sombras, ciega a la luz, y ríe.
Su corazón entonces es una oscura piedra
que un racimo de lluvias bruñe bajo su carne.
Ella conoce el mar y la palabra
aunque jamás pronuncia su humedad y su ruido.
Cuando los ríos crecen y la angustia proclama
su condición de géiser,
me ilumina,
me avisa del guijarro que se cierne en mis ojos,
me alerta de los surcos donde el miedo nos hiere.
Un hombre está mirando,
abierto en el dolor pequeño y hondo
de vivir, a quien llega,
con sus manos azules, a vendimiarle el alma.
Un hombre está mirando a una mujer que toca
con sus manos la lumbre.
Ella ríe y no cesa de beber en la sal que deja el beso
con un río de plata por la sangre.
Y me mira y percibe la oscuridad que arrastro desde antiguo
con el vacío de Dios en la mirada.
Hemos reconocido en este eterno celo de mirar y mirarnos
que ni la vida puede abatir con sus garfios amor tan poderoso.
5.- Mitos urbanos (Sevilla, 2007)
Poética
Detenidos,
apenas
un leve gesto sobre el pie desnudo,
una caricia leve,
un leve aliento,
quebradas las rodillas,
el seno,
la mirada,
toda la fe,
la vida,
el color de los mares,
la lluvia,
el verde de los campos fríos,
el hondón de las grietas,
los fémures,
la risa,
el oloroso nombre de los labios,
la sal,
la lengua,
la mirada turbia,
el racimo de salvia,
la saliva,
el fragor de los restos de alquimia de la muerte.
Nada como la lucha abierta de los cuerpos.
Nada es más dulce,
nada que tu boca
y ese vago dominio del amor en la entrega.
El amor que ennoblece a aquel que ama
y embellece al amado.
6.- El fuego en la ceniza (Sevilla, 2013)
Vida
Amo en silencio el ruido y la estampida
de los ríos alados que se yerguen
en el alto cenit del horizonte.
Amo tu sed y vivo cada instante
para gozar el súbito contacto
de tu piel en los besos encendiéndose.
Amo tu cuerpo. Amo la costumbre
de tenerte a mi lado
y despertarme
con tu imagen amiga en la mirada.
Amo tu ser y amo que me ames
cuando el dolor irrumpe
como un potro
por los ríos de fuego de la sangre.
Amo la vida, sí, amo la vida
como la muerte ama
cada germen
de desazón, resuello y arrebato.
Amo la vida. Tanto amor me vence,
me consume, me enerva,
dilapida
el silencio, la sed, tu cuerpo, todo.
Amo la vida en ti,
luz de la sombra,
saliva en la sequía,
flor de la escarcha,
como se ama a un niño perseguido
por el abuso, el hambre y la violencia.
7.- Motivos personales (Madrid, 2014)
Pasaje de lo efímero
Ayer fuimos hermosos como el hondo silencio,
como el dulce lamento de los lagos.
Tus ojos, ahora grises,
advenían azules
colibríes trenzados en las olas del viento;
y, tuitiva tu boca, tersa sobre la herida,
restañaba el acero presto para el esclavo.
Tus cabellos labrados, escorpiones ocultos,
herían la luz negra del alba con su brillo.
Tus labios, lirios de oro plenos bajo la sangre,
derrochaban el vino, la saliva, los besos.
Hermoso era aquel sueño, su fulgor amarillo,
su sonrisa aforada, sus esferas de aire.
Y éramos felices porque éramos hermosos
y tu belleza anclaba la sed de mi belleza.
Hoy contemplo los cuerpos tachonados de lacras,
efímeros,
clavados al pretil de la muerte,
hollando un hueco oscuro bajo la piel, hollando
la juventud, el gozo, las ansias, la fatiga.
¡Éramos tan hermosos!
Sí, también fui hermoso,
y el caballo de fuego que se alfa en tu vientre
bizarro sigue siendo cada vez que te amo.
Córdoba, julio de 2016
Datos vitales
MANUEL GAHETE (Fuente Obejuna, 1957) es catedrático de Lengua y Literatura. Doctor en Filosofía y Letras. Vicedirector de la Real Academia de Córdoba. Presidente de la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE-A). Medalla de Oro del Ateneo de Córdoba. Cronista oficial de Fuente Obejuna. Aunque cultiva todos los géneros, siente especial predilección por su obra poética, reconocida con premios tan prestigiosos como el “Ricardo Molina”, “Miguel Hernández”, “San Juan de la Cruz”, “Ateneo de Sevilla” o “Salvador Rueda”. Analizada en varios estudios monográficos, recogida en tres antologías personales, traducida al francés, portugués, inglés, italiano, rumano, árabe y chino, se orienta esencialmente a la proclamación del amor como salvación del hombre.