Corina Oproae nació en Transilvania en 1973 pero reside en Cataluña desde 1998. Escribe en español, traduce del rumano y del inglés al catalán y al español. Enseña inglés en un instituto de enseñanza secundaria y conduce un taller de poesía en la escuela de escritura Laboratori de Lletres de Barcelona. Ha participado en diversas lecturas de poesía en Barcelona, Girona, Cadaqués, Madrid, Praga, Iași, Cluj-Napoca, Bucarest. Ha traducido al catalán o al español autores como Marin Sorescu, Lucian Blaga, Ana Blandiana, Norman Manea, Gellu Naum, Mary Oliver. En 2016 publicó su primer libro de poemas, Mil y una muertes, La Garúa Poesía, Barcelona. Su segundo libro de poemas, Intermitencias, al cual pertenecen estos poemas, acaba de ser publicado por Sabina Editorial, Madrid, 2018. Actualmente está preparando un tercer libro de poemas.
metamorfosis
Una mañana,
hace unas cuantas vidas,
me desperté y decidí ponerme a prueba.
Me dije:
serás mujer y hombre,
pez, insecto y pájaro,
montaña y grano de arena.
Como quien disfruta leyendo el final de los cuentos
antes de comenzarlos,
primero fui grano de arena
perdido en la infinitud inexorable
reflejada en la permanencia de las cosas.
Fui también montaña
extraviada en el inconsciente de los mortales
y descansé tanto durante esas vidas
que tuve la tentación de ser,
cuanto antes, hombre o mujer.
Pero dejé que las cosas siguieran su curso
y fui insecto —multiplicidad
reflejada en mi telúrica existencia.
Luego fui pez
debatiéndome entre el atávico
ir y venir de los mares.
Esa forma de vida me hizo albergar
deseos de alzarme
y entonces fui pájaro,
desplegando mis alas con la cadencia del infinito.
Fue cuando sentí tanta admiración
que en sueños entablaba conversaciones
con héroes que habían sido capaces de superar
prueba tras prueba hasta llegar a conquistar
el reino y la belleza.
También decidí hacer una pausa
y durante alguna vida
sencillamente no fui nada.
Ahora soy hombre. Ahora soy mujer.
No os extrañe si os confieso
que he sido muchos hombres y muchas mujeres,
y que de todas esas vidas conservo un recuerdo
más nítido que el alma de la palabra primera.
No acabaría nunca si os contara todo lo que fui.
Mujeres y hombres
que habían sido granos de arena,
montañas, peces, insectos y pájaros
y una infinidad de otras cosas y de otros seres.
Hombres y mujeres extraviadas dentro de unas vidas
que, la mayoría de las veces, no eran las suyas.
Hombres y mujeres que sin embargo supieron ser ellas
y reconocerse a sí mismas cuando se llamaban
Adán y Eva, Orfeo y Eurídice, Romeo y Julieta,
Él y Ella, Tú y Yo.
fingir
Escribo poemas invisibles
que todo el mundo mira
pero nadie ve.
Los escribo
sobre espejos al mirarme,
sobre nubes que cabalgo,
sobre ventanas
que se abren y se cierran sin más
al detenerme.
Los escribo
apenas queriendo,
como quien prolonga
un sueño al despertarse
y nunca lo recuerda.
Aun así, sigo adelante.
Camino sobre la hierba espesa
del deseo.
Quizás sea
este fingido desapego
la mano que abra o cierre
los ojos de los versos que escribo.
De una vez por todas.
Amén.
la lengua en la que escribo
La lengua en la que escribo
es un sueño que dilata la pupila hasta que cabe el mundo,
es la fragancia de un puñado de tierra húmeda
que arrojo cada día sobre la tumba de aquel poeta exiliado,
es un cuerpo que se derrite en la incandescencia de la arena.
La lengua en la que escribo
la componen retazos de vida y recuerdos que desafían el olvido,
aquel río callado que se quedó ahí en la infancia,
un banco de madera colocado para poder conversar con estrellas,
punzantes vuelos de abejas sobre la tierra baldía de la soledad
y el eco rodado de todos los versos que jamás se han escrito.
La lengua en la que escribo
es un libro interminable que cada día renace en llamas,
un pájaro alado que mece en su vuelo la dicha y la desdicha,
una oruga impaciente que devora decepciones y esperanzas,
es una margarita enorme cuyos pétalos me arroja la vida en la cara.
estado aleatorio
Vivo en un mundo
donde desaparece cada día
una palabra.
Por si fuera poco,
cada noche se lleva consigo
su entero campo semántico.
Se retira del diccionario,
hecho que pasa desapercibido
dependiendo de la palabra.
Después de abandonar el vocabulario,
se aleja de los pensamientos,
de la memoria.
La primera palabra en desaparecer
fue morir.
Es una palabra que no se suele buscar
en ningún diccionario.
La siguiente
fue vivir.
Ahora sé que a nacer
le toca ausentarse
y espero impaciente
que las palabras desaparezcan también
de mi recuerdo,
para poder morir, vivir o nacer
según me apetezca.
arqueología
Las palabras
contienen todos los siglos.
Si escarbase un poco,
debajo de una cualquiera
encontraría alas de dinosaurio.
Y con un poco de suerte,
alas de ángel
para sobrevolar todos los muros
alzados por la historia.
los árboles llegaron tarde
Los árboles llegaron tarde.
Después de la muerte.
Después del amor.
Después de la palabra.
Llegaron todos de repente
como un vendaval de dicha
sobre la conciencia
y ya no se han ido
ni se irán jamás.
Lo sé por el crujir
de las hojas secas
al cerrar los ojos
como de huesos calcinados
bajo la luz invasora
del sol a mediodía.
Lo sé por el sabor
a raíces hondas y húmedas
que se me queda en la boca
cuando mi cuerpo
comienza el descenso
por los contornos livianos
de las sombras.
Lo sé por el viento
que amaina en mi estancia
y se me hace verso
que lleva a otro verso,
que lleva a otro verso.
álamos infinitos
La lengua inscrita
en la corteza de los árboles
blancos e infinitos
es la lengua que aprendí
antes de recordar
todo aquello que me oscurece.
Es la lengua
que hablo en sueños
y olvido de madrugada
cuando el miedo
lucha por existir
de nuevo.
No se trata de bosques imaginarios
sino de álamos infinitos
que brotan a mi alrededor
cada vez que consigo
olvidar el mal.
Me vuelvo gigantesca y alargada
y mi piel se hace
corteza blanca.
El miedo
ahí
nunca deja rastro.
Olvidarlo
no significa que no esté presente,
que no merodee.
Olvidarlo
sencillamente
lo intensifica.
O quizás
signifique viajar
a un lugar
de donde ya no volver.
Una nostalgia orgánica irrefrenable,
un acercarse al último umbral.
Una oportunidad
de aniquilarlo,
de poner fin
para poder comenzar
de nuevo.
entre árboles y silencios
Solamente camino
entre árboles y silencios
nunca fuerzo el encuentro
con las palabras
aguardo
— diapasón
que da el tono
a la sinfonía del mundo
soy el imán
que las atrae
a la harmonía me rindo
aunque cada día anhelo
romper estruendosamente
los cristales de la quietud
para seguir andando
en el camino de la esencia.
poema
Poema.
Luna negra.
Rasga el velo
para que ilumine.
No digas nada
ahora.
Camina
hasta el punto preciso
donde nace la voz
que te lo dicta.
Un territorio inmenso,
un desierto estridente
en la punta más lejana
de la memoria.
El dolor acude
para devorar las palabras
antes de ser pronunciadas.
Poema.
Pez
que se escapa
por las ranuras
del tiempo.
Blanco lejano.
Silencio necesario
en este incierto existir.
el último poema
No quiero escribir el último poema.
Mi verso comienza con un punto enorme,
espacio infinito como la piedra antigua
que lleva dentro viento, fervor y tempestades
y es la sombra esquiva de aquello que indago.
Hoy no sabré rasgar aquel vestido de la luna nueva
y no podré esconderme febril entre adjetivos.
Estoy vagando por la periferia de una breve rima
ahora olvidada, de aquel soneto ya envejecido.
No quiero escribir el último poema.
Mi verso se deshace al sol de la palabra.