Presentamos “Sor Juana trabaja en el jardín”, poema de la novelista, crítica literaria, profesora, poeta y activista Margaret Atwood (Ottawa, 1939). Autora prolífica y polifacética, actualmente es más bien reconocida por su famosa novela El cuento de la criada (1985), convertida recientemente en una serie de televisión. La versión del poema que ahora presentamos corre a cargo de Cristina María González.
SOR JUANA TRABAJA EN EL JARDÍN
Tiempo para hacer el jardín otra vez; para la poesía; para meter
los brazos hasta los codos en lo que quedó
del diluvio, las manos en el lodo, buscando a tientas
entre raicillas, bulbos, canicas perdidas, bocas
ciegas de gusanos, excrementos de gato, los huesos
de tu propio futuro, lo que sea que haya ahí abajo
con sobrecarga, un tenue destello en la oscuridad.
Cuando te paras sobre la tierra desnuda con tus pies desnudos
y el relámpago azota a través de ti, en ambos sentidos
al mismo tiempo, se dice que haces tierra,
y eso es la poesía: un alambre caliente.
Podrías también ensartar un tenedor
en un enchufe de la pared. Así es que no pienses que es solo sobre flores.
Si bien lo es, en cierto modo.
Pasaste esta mañana entre las flores perennes
que chupan la sangre, las peonías esponjadas,
los lirios edificando su estallido,
las hojas de las dedaleras resplandecientes como cobre
martillado, el crujido estático entre las aguileñas espinosas.
Tijeras, la ominosa palita, la carretilla
amarilla e inerte, las briznas de hierba
murmurando como iones. ¿Piensas que no estaba todo trabajando
para algo? Tienes que tener los guantes de plástico
gastados. El brote del trueno en las puntas de los lupinos,
sus matas y sus ráfagas ascendientes, el polen y la resurrección
desplegándose de cada nido impaciente
de pétalos. Tus brazos se agitan, el vello
se eriza en ellos; solo un roce y sientes el golpe.
Es demasiado tarde ya, la tierra se abre en dos,
los muertos se levantan, casi a ciegas y a tropezones
al toparse con la luz de sol diaria
del último día, ángeles de piel peluda revolotean
sobre ti como un enjambre de abejas, los maples
por encima de ti llevan sus ensordecedoras claves
al cielo, la explosión
de tus sílabas se desparrama sobre el pasto.
Versión de Cristina María González
SOR JUANA WORKS IN THE GARDEN
Time for gardening again; for poetry; for arms
up to the elbows in leftover
deluge, hands in the dirt, groping around
among the rootlets, bulbs, lost marbles, blind
snouts of worms, cat droppings, your own future
bones, whatever’s down there
supercharged, a dim glint in the darkness.
When you stand on bare earth in your bare feet
and the lightning whips through you, two ways
at once, they say you are grounded,
and that’s what poetry is: a hot wire.
You might as well stick a fork
in a wall socket. So don’t think it’s just about flowers.
Though it is, in a way.
You spent this morning among the bloodsucking
perennials, the billowing peonies,
the lilies building to outburst,
the leaves of the foxgloves gleaming like hammered
copper, the static crackling among the spiny columbines.
Scissors, portentous trowel, the wheelbarrow
yellow and inert, the grassblades
whispering like ions. You think it wasn’t all working
up to something? You ought to have worn rubber
gloves. Thunder budding in the spires of lupins, their clumps and updraughts, pollen and resurrection
unfolding from each restless nest
of petals. Your arms hum, the hair
stands up on them; just one touch and you’re struck.
It’s too late now, the earth splits open,
the dead rise, purblind and stumbling
in the clashing of last-day daily
sunlight, furred angels crawl
all over you like swarming bees, the maple
trees above you shed their deafening keys
to heaven, your exploding
syllables litter the lawn.
from The Door