Poesía española: Irene Gómez Castellano

Proponemos la lectura de algunos textos de Irene Gómez Castellano (Valencia, 1979). Es Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia y obtuvo un doctorado en literatura española en la University of Virginia. Es profesora de literatura en la University of North Carolina at Chapel Hill y editora de la revista académica Romance Notes. Su primer libro de poesía, Natación, ganó el Premio Victoria Urbano de Creación y ha sido traducido recientemente al inglés por Jonathan McClure (Swimming, Valparaíso USA, 2019). Su poema “Piscina/Pool” fue nominado a un Pushcart Prize en 2018. Happy Halloween (RIL editores) es su próximo libro.

 

 

 

 

 

Ella prefería Varón Dandy pero acababa comprando Nenuco

 

Si todavía lo vendían significaba

que alguien todavía lo compraba.

 

En cuanto Barbazul se fue de viaje tras darle las instrucciones

con esos ojos de “ya sabes lo que pasó con la última, alevosa”,

Marie-Hélène tomó la llavecita y abrió la única puerta

que no tenía que abrir derramándose en lo oscuro

como una gorda iluminada por el resplandor de la nevera

en la larga noche de su régimen …

Y cubrió con lejía el suelo que se volvió rosa de repente

desinfectó todas las superficies con toallitas de Bosque Verde

(realmente no eran de Bosque Verde porque no estaba

ya en Valencia sino en Chapel Hill y eran de Lysol)

El olor no se le iría ya nunca de las manos eso lo sabía

y que las toallitas acabarían estrangulando unos delfines

no le importaba porque de corazón siempre fue una maruja,

a qué esconderlo ahora, el delfín estrangulado siempre había sido ella.

Y todas rojas y juntas formando una trenza las tiró por el retrete

aunque ya sabía muy bien el embozo que eso causaría

y que para eso estaba la papelera pero ay el gozo del desborde

de todos los baños en la casa vomitando al unísono.

Mamá subida ayer a la mesa limpiando con Cristasol nuestro cuarto

tumbada en el suelo boca arriba con un hilito de sangre pero viva

las persianas asesinando la siesta con sus agujas luminosas

como un tampón-ancla se agarró a ellas se dejó absorber

por el aroma a sangre y a eucalipto, a lavanda y a azahares de laboratorio

todos los olores como las toallitas siempre separados y a la vez juntos

los coágulos tan hermosos al tacto flotando en un multiverso

también lleno de capas de distintas absorbencias y texturas

como los peces ocupan sus zonas en el mar sin salirse nunca de ellas.

En un chirriante carro de la compra con su euro encadenado

la arrastraron hasta el pasillo de la perfumería del Mercadona

y abrió uno tras otro todos los tapones de los champús y de las cremas

y los suavizantes y las espumas y probó todas las colonias

rodeada de mujeres con zapatos de medio tacón decapitadas

pintándose con pintalabios las bocas que no tenían

bajo la mirada atenta del encargado con su traje oscuro

y la de las cámaras de seguridad y los espejos redondos, submarinos

—ella prefería Varón Dandy pero acababa comprando Nenuco—

Y cuando el cuartito quedó limpio como el maletero

de un asesino en serie echó de menos el olor granate

y deseó tener ojos de mosca y alas tornasoladas

y la paciencia de Sherezade para poder contar

los mil y un peces negros las escamas de plata y los azules de su barba

cuando volviera de su viaje aquella noche, seguramente

la última.

 

 

 

 

NINFAS EN LA PISCINA

 

La una me susurra agorafóbica
que me quede en casa y espere a que llegue

la noche y pueda sumergirse a gusto y sola

sin ojos que juzguen las imperfecciones
de su cuerpo que no sabe a qué atenerse.

 

Sin saludos, sin sonrisas: sola
en el amado silencio submarino.

 

La otra, que ama el bullicio y la fiesta,
no puede trabajar en silencio y se baña
en la luz blanca del mediodía. Cree que la sangre

es sangría y me invita a saludar a todo quisqui

con sonrisa y pareo, y ¡Hola! y gafas
de sol extra grandes, y aun sabe cuidarse
de que no se le moje el pelo al zambullirse
para que no se le pongan verdes las mechas.

 

Los ecos de sus risas vibran
como narcisos en la superficie celeste.
¿A cuál escucho? Las dos son mis amigas,

y a las dos, como a mí, nos gusta el agua.

 

 

 

 

HAPPY BIRTHDAY

 

La casa, impoluta,
muestra orgullosa las cicatrices
que ha dejado en la moqueta
la boca de la aspiradora
con su rictus imperturbable
y deja entrever el perfume
suave y seductor del amoníaco.
Se consume la vela de vainilla incendiada en el baño.
Una tarta chillona aguarda
presa en su caja blanca
el momento del sacrificio.
Los aperitivos están servidos.
Los globos se balancean

suavemente
al vaivén de la brisa que suspira
el aire acondicionado.
Afuera, el césped recién cortado

ahogado en pesticida
muestra su mejor semblante

aunque, rebeldes, las malas hierbas
conspiran con asomar sus cabezas
como vecinos cotillas
como stalkers vagamente familiares.

Ya llegan los primeros invitados
con sus hermosos paquetitos,
fingimos que nos conocemos
y ya llega el baile, la zumba

coreografiada por una mujer de Chile
que dice ser latina y que tiene un apellido

anglosajón y que baila con tristeza de madre
emigrada La cucaracha la cucaracha
ya no puede caminar.
Los niños saltan, mirando al vacío,
mientras alguno, más pequeño, llora
asustado por el ruido en las esquinas.
La gente canta Happy Birthday en inglés;
todos pretendemos estar contentos bajo el toldo

mientras el sol ajeno ve pasar los años de mi hijo
sin importarle que no haya abuelos ni tíos ni primos

en esta fiesta de cumpleaños llena de desconocidos
triste como una gasolinera abierta y solitaria
parpadeando sus luces seductoras
al vacío de la noche.

 

 

 

JANE EYRE ESCUCHA LA VOZ DE EDWARD ROCHESTER EN MOOR HOUSE

 

Hace frío. Se abre,
de golpe, una ventana
y penetra la voz amada

casi olvidada
de Mr. Rochester
pobre
solo
manco
ciego
viejo
quemado
rodeado de ruinas.

Edward Fairfax Rochester.

Jane, Jane, vuelve…
Así quiero que me llames un día.
Irene, Irene, vuelve…
No tendré miedo de volverme loca.
Haré las maletas, me lavaré el pelo
e iré a buscarte.

Besaré tus muñones
pintaré tus quemaduras

limpiaré las cenizas de tus ojos
y me quedaré a tu lado.

Y al morir vagaré como un fantasma
y atormentaré los páramos
como Cathy atormentaba a Mr. Heathcliff.

 

 

 

 

 

HOMBRE BALA

 

Eres como una de esas balas

suaves y hermosas que solo

dañan definitivamente cuando

han llegado al destino cobijadas

al abrigo del centro de la carne

y lo rompen todo, silenciosas,

desde dentro en una rosa

granada de la muerte.

 

 

 

 

 

 

LA CANCIÓN DEL MELANOMA

Y llega un día
un día como un día cualquiera
parecido como una célula
se parece a otra célula
como una peca
se parece a otra peca
como una estrella
se parece a otra estrella
como una ola es igual
aunque diferente
a la ola que le sigue en la cola
hasta que se rompe en la orilla.
Un día entre muchos
como hoy mismo
mientras lees un libro
mientras pasas el mocho
mientras fríes un huevo
o te compras un bikini
pensando en calorías
y en conspiraciones patriarcales
o mientras escribes un poema
dando rienda suelta a la marea
de tu inspiradora hipocondría
cuando
una célula
más pequeña que un punto
más pequeña que una mota de polvo
una célula en fin más pequeña
que un pequeño grano de arena
de los que te envolvieron tantas tardes
largas en las playas de tu adolescencia
cuando creyéndote inmortal y hermosa
sirena estilosa
dejabas dorar tu piel
bajo los rayos del sol mediterráneo
sin ponerte nunca crema.
Un día como otros muchos
cuando no sabías
o sí sabías pero no te importaba
que esas radiantes caricias
te arrastraban al abismo
escribiendo, escondiendo en tu piel
un tatuaje sonriente
con forma de calavera.
Pero me estoy alejando de mi propósito
como un nadador se aleja sin darse cuenta de la orilla
las frases me crecen cuanto más me esfuerzo por volver a tierra.
Mira ahí la bandera roja que te avisaba del peligro
y mírate a ti con tu trágica hubris solo pendiente
del cuerpo del socorrista con su cruz en el pecho
del gusto de tu propio cuerpo avanzando entre las olas
anticipando los besos de la ducha fresca
tras la merienda de la tarde
el tacto del after sun
el aroma del pelo limpio y mojado

el orgasmo disfrazado de vestidito blanco sobre tu piel tostada y ruborosa
la caricia de las miradas de los hombres
en el paseo de la tarde.
Un día llega cuando una célula
quemada de tanto trasiego
harta de tanto calor
de tanta brazada inútil
presa del desengaño
enfadada con tantas pequeñas penas
que inundan nuestra existencia cotidiana
y se meten tristemente en nuestros poros
como un grano enquistado un día de cita
un día entonces esta célula desgraciada
esta célula cabrona que nunca respetó las reglas
a la que no pidieron el teléfono esa noche en la disco
una célula a la que no le da la gana
ser una célula como las demás células
se pone a taconear como una loca
esparciendo su mierda
echándoles arena en los ojos a sus amigas
que estaban escuchando los 40 Principales
pese a quien pese duela a quien duela
y se rebela contra su comunidad de células
iros todas al infierno, pavas,
y la muy puta va y se convierte en melanoma.

Y ahí empieza la fiesta apta solo para adultos,
el taconeo flamenco
primero tipo rumba
una lágrima cayó en la arena
luego empieza a llorar de veras

pobre niña de los peines
y acaba con el trágico y solitario ay
del Cante de las Minas.
A las flores excesivas
de su vestido empiezan a salirles
patas hermosas
como yedras flexibles
con cada giro con cada enfado
los flecos de su bata de cola se enredan
se deshilachan y empiezan a estirarse
y a abrazar, a estrangular a sus hermanas
y a danzar con ellas su danza de la muerte
las pobres células que no habían roto nunca un plato
todas paseando por el paseo de Cullera con la misma ropa
 y el mismo color de uñas en los pies
hasta que todas ellas mosquitas muertas
las muy cabronas hijas de puta
quién lo hubiera dicho de ellas
que pensabas que eran tus amigas
se te rebelan todas juntas
te arman la marimorena
se escapan de casa
se vuelven autoestopistas
drogatas heroínas pastilleras
se marchan a Ibiza
sin marearse en el barco
sin pagar billete
y sin avisar a sus padres
y un buen día se apoderan
de todo tu cuerpo amado
de tu piel hermosa, sedosa y lisa
y te matan no sin robarte antes
la cartera, y tiran tu cadáver
por la borda y tú apareces
junto con otros peces
a la mañana siguiente en la playa
envuelta en un macabro traje de lunares.

 

 

 

 

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