A continuación una reseña de Samuel Espinosa sobre El oro ensortijado. Poesía viva de México que apareció hace unos días bajó los sellos de Eón, Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, La Universidad de San Marcos de Lima, Perú, La Universidad del Paso Texas y Círculo de Poesía.
A propósito de El oro en sortijado
Resulta difícil imaginar que, en la actualidad, una antología de poesía pueda sorprendernos al publicarse. En términos generales, y no sin suficientes ejemplos para probarlo, estamos acostumbrados –acostumbrados hasta el cansancio– a encontrarnos con retorcidos árboles genealógicos ideados para exaltar a algún patriarca y su respectiva “parentela”, o, al contrario, con una lista interminable y plana de autores agrupados a partir de simples proximidades geográficas o cronológicas. En el mejor de los casos, las antologías que logran sostenerse, lo hacen gracias al hecho de que los poemas recogidos en ella se defienden solos, muchas veces a pesar de los propios “responsables” de la antología.
Es en medio de este panorama, entonces, que resulta muy atractiva la reciente aparición de El oro ensortijado, Poesía viva de México[1], por ser una antología que, aun desde el título, se antoja atrevida, desafiante. De entrada, y como el mismo nombre lo señala, se trata de una selección de poetas y poemas vivos. Poetas que, a decir de sus antologadores, se encuentran, al menos en su propio trabajo –que es lo que en el fondo nos interesa–, en una búsqueda similar o paralela, de una “poesía signada por la precisión expresiva y por la pasión, la emotividad, la síntesis de lo apolíneo con lo dionisiaco” (25). Una poesía viva, no sólo por ser leída y disfrutada, sino por el aliento infundido, por la respiración presente en cada poema, que se contrapone a la construcción plástica, a veces monumental, instaurada dentro de nuestra tradición por Paz, y continuada –con mucho menos monumentalidad– por el conjunto de poetas reconocidos y reconocibles entre lo que los autores llaman la “Tradición de la ruptura”.
Así, independientemente de su cercanía o afinidad ante los diferentes círculos de poder dominantes en nuestro país –y en esto el atrevimiento es, por contraste, realmente notable–, y por qué no decirlo, independientemente de los mismos poetas, nos enfrentamos a un amplia gama de poemas, algunos fundacionales, memorables desde la infancia –si fuera usted un poco menos bella…–, y otros altamente discutibles desde el bastión del propio gusto, que sin embargo, –y en esto radica uno de los aciertos del texto en cuestión–, coinciden siempre con el criterio de selección expresado claramente en el comienzo de la antología. Ahí, Mendoza nos advierte que, si bien es prácticamente imposible escapar de la arbitrariedad al realizar una selección de poetas y poemas, la manera más coherente de enfrentarla, la menos impositiva, sólo puede valerse de “un gusto honesto y una idea de la poesía” (18).
Al respecto, considero que además de la rica y minuciosa selección de poemas, –que a todas luces es el plato fuerte en este menú del día–, es muy digno de atención el prólogo a cuatro manos de Mario Bojórquez y Jorge Mendoza. Primero, porque ambos deciden –acertadamente, a mi parecer– respetar siempre el espacio esencial que a la poesía, a la obra que habla por sí misma se le debe, pero sobre todo, porque no deja de lado la necesidad urgente de enfrentar un asunto que, quizás a manera de calca de los enjuiciamientos al sistema político de nuestro país, se aborda sólo veladamente, en los cafés y cantinas. Con una mirada aguzada, firme, pero sobre todo estricta, ceñida a un afán académico y con la poesía como la primera prioridad, Bojórquez y Mendoza nos señalan lo que para ellos es necesario transformar en las políticas culturales de nuestro país, y además, nos presentan una alternativa real y tangible, para “generar nuevos significados, nuevas lecturas, nuevas interpretaciones” (25) de la muy diversa y cambiante poesía mexicana contemporánea.
Cierto, Mendoza sigue a Fernández Granados al reconocer que “toda antología es un ejercicio de poder” (18). Sin embargo, y a diferencia de antologías que pretenden normar gustos y criterios, la que motiva este texto nos sorprende, como pocas, con un ejercicio de resistencia, de frescura, de voluntad por encontrarse frente a frente con lo que en verdad nos interesa, la poesía.
[1] Bojórquez, Mario, Alí Calderón y otros (2009). El Oro ensortijado, Poesía viva de México. Puebla, University of Texas at El Paso/ Escuela de Letras de la Universidad Mayor de San Marcos de Lima/ Secretaría de Cultura de Puebla.