El poema crea un interior. En torno a Elizabeth Bishop

La poeta y novelista inglesa Lavina Greenlaw reflexiona en torno a la relación entre la pintura y la poesía de Elizabeth Bishop (1911-1979). Reflexiona que la construcción de interiores en la pintura explicita toda una poética. El texto, “Interior With Extension Cord”, fue publicado por la revista Poetry el año 2000. La traducción es de Juan Pablo Torres Barrera.

 

 

 

 

El poema crea un interior

 

El poema crea un interior. Un strange barn, según Robert Frost, tiene leyes y una arquitectura propia. Es íntimo, ya que toma las cosas ininteligibles y les da forma. Sin importar su alcance, el poema se debe componer para que una vez dentro, se pueda ver todo con una sola mirada. Del mismo modo debe tener una puerta o una ventana que insinué una perspectiva amplia, algo más allá.

Elizabeth Bishop describe sus acuarelas (reunidas en William Benson Exchanging Hats) diciendo que “no son arte, para nada lo son”. Aunque sus cuadros, habilidosos y encantadores, no son notables como pinturas pero son una ilustración viva de su poética. Interior with Extension Cord es, en efecto, un granero muy extraño que exploro como una imagen que explica cómo debe construirse un poema.

A pesar de “no ser arte”, esta pintura es increíblemente artística. La pizarra, los muros blancos y el techo, que ocupan todo el espacio, están ligeramente delineados; esta tenue estructura está cimentada por densas líneas negras que delimitan el borde de las paredes y la puerta. Actúan como flechas que dirigen la mirada hacia la esquina. Mostrándonos cómo y qué ver, qué es lo que le interesa del lugar; este manejo de la perspectiva es para el poema más importante que el realismo.

No solamente es la composición lo que interesa a Bishop, sino también lo que el efecto significa para la mirada, para la perspectiva. La extensión increíblemente larga, es una línea negra y gruesa, la cual parte de la pequeña lámpara que enciende, recorre todo el muro, cruza el techo en un primer plano, sesga y distorsiona la perspectiva.  Las líneas que dibujan el piso reflejan aquellas en el techo, y contribuyen al empuje que conduce la vista hacia la esquina, pero se detienen de golpe, justo antes de encontrarse en un primer plano. Es detenida por un par de golpes horizontales e impacientes, los cuales se alinean con la extensión. Esto crea un cuadro dentro de la pintura, como aquellas obras del siglo XVII que retrataban interiores alemanes y recuerdan en el espectador que aquello que contemplan ha sido meditado y delimitado por el autor.

Para mí, el deseo de encontrar un sentido al funcionamiento de las cosas es lo que me impulsa a escribir un poema. Este impulso puede ser un juego o una lucha de fuerzas e incluso un enigma visual como el que genera aquí con la esquina y el cable. Pintar es otra forma de explorar signos, patrones, engranajes y diseños, como hizo todo el tiempo Bishop en su poesía. Transforma los rayos crepusculares del amanecer en el acoplamiento de vagones que cambian de rieles. Su paciencia se encuentra, con lujo de detalles, en el banco de cuatro patas con sus doce riostras, siendo éste el objeto más sólido del cuarto. Bishop aprendió mucho de observación y perspectiva a través de Marianne Moore, de quien dijo: “si ella habla de una silla, prácticamente te puedes sentar en ella para cuando haya terminado”. Moore puede ser más elegante, pero el tambaleante banco de Bishop no es un mero artificio.

La descripción por sí sola, aunque bella y precisa, no es suficiente. Necesita drama. En un poema de Bishop, el paisaje y los muebles son parte de la acción dramática, y es lo que sucede con esta pintura. El banco se encuentra entre una mesa y una puerta, acentúa la ausencia humana indicando las posibles direcciones a las que pudo irse la persona que estaba sentada. El banco es tan austero e incómodo como la habitación misma, lo que genera en el ambiente es una fugacidad efímera que se manifiesta en las paredes diluidas. A través del piso, la extensión, colocada sin cuidado, afecta también a las indescifrables pinturas de la pared. Todos estos elementos contribuyen a crear una sensación torcida en las paredes. La mesa es una tabla adaptada en donde la lámpara está precariamente balanceada. El único mueble robusto es un aparador blanco que, aunque ha sido delineado, se pierde en el muro perturbando la gravedad de la pintura. Al mismo tiempo, hace eco al poema de Bishop, “El amor se encuentra durmiendo”:Mientras nos acostamos para dormir el mundo da media vuelta/ en noventa negros grados/ el bureau se apoya en la pared.” Esto es una reminiscencia de Vuillard, a quien Bishop admiraba mucho y cuyos interiores están galvanizados de modo semejante. En uno de ellos, su hermana se disuelve en el fondo del papel pintado.

Los silenciosos y diluidos colores de la pintura son tan confusos como el tono poético de Bishop. Debajo de la suave superficie conviven extremos de ánimo y perspectiva: el banco negro, las paredes blancas, el sólido color de la lámpara amarilla y el cable que lo altera todo, más parecido al detonador de una bomba. Me parece que entre más coherente sea la superficie puede albergar una mayor intensidad, la cual requiere de un conflicto sutil para que sea simplemente más interesante. Pero la piel de un poema debe ser lo suficientemente tensa para que el lector rastree lo que se encuentra por debajo, de lo contrario será una superficie fría. Bishop, una experta en el equilibrio, es capaz de mantener la emoción sin dejar de ser coherente y clara. Todavía sigo buscando este equilibrio.

Además de barrer el piso y las cosas que están en las paredes, hay otros cuadros en la pintura, incluye un grueso perchero con rueditas cerca del borde. En lugar de permitir que las líneas de la pieza deambulen, Bishop decide detenerlas con una repentina línea vertical que dirige la mirada hacia la fuente del cable, en la esquina interior izquierda. Lo plateado de los muros es casi cristal permitiendo ver a través del perchero, convirtiéndolo en un espejo. Pensé que era un espejo hasta que me percaté del tablero y la pizarra detrás. Al generar una doble mirada, Bishop insistirá en esto lo que resta de la pintura, como si fueran “sombras o llanos”, “invertidos y distorsionados. No. Quiero decir/ revelar y distorsionar;” “puede ser sólido o hueco”.

También hay una puerta, fuertemente delineada y sin color, afuera puede haber un arbusto con flores o una tierra salvaje amontonada. Como sea, esto es más que un mero jardín.  A lo lejos se ve una leve línea que se diluye en proporción y escala con la suave pincelada del cielo, parece ser una montaña, lejos en la sierra, en cualquier caso, perspectiva y profundidad.

Lo emocionante de la pintura, de los poemas de Bishop, es la puerta abierta y el cable eléctrico: la distancia que se puede recorrer, la doble mirada, hacen del viaje algo sorprendente. Por encima de todo, tiene la percepción dinámica que Bishop admiraba de Hopkins, “revisión, ritmo y repetir el movimiento que pone en libertad a la mente”. Bishop incentiva al poeta a escurrirse y encaminarse hacia, como le dijo a Miss Pierson, “el misterio y la sorpresa y después de eso existe una gran cantidad de trabajo”. Y como dijo a la suertuda desconocida de Miss Pierson, “es importante no olvidar nunca el sello propio”.

 

 

 

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