Sobre el nuevo libro de Lucas Margarit. Reseña de Mariano Rolando Andrade

Presentamos una selección y presentación realizadas por Mariano Rolando Andrade del nuevo libro del poeta Lucas Margarit, elis o teoría de la distancia publicado por la editorial argentina el suri porfiado el presente año.

 

 

elis o teoría de la distancia de Lucas Margarit

“Los pájaros ahogados en el agua / flotan hacia la ciudad”. Todo acaba de comenzar en ese enigma llamado “elis o teoría de la distancia”, pero Lucas Margarit ya marca el tono de lo que vendrá y no hay escape. Nos habla de un tal elis, sí. Así, en minúscula, impersonal, inasible. Un elis que no es nadie, que puede ser el propio Margarit, y que no eso otro que el Elis de George Trakl, el de la cita en seis lenguas que abre su poemario y que nos deja entrever ya la múltiples rutas que nos hará recorrer con su poesía distante pero certera. Una poesía moderna, compleja y frondosa como el oscuro bosque donde se esconde el mirlo que llama al Elis de Trakl para anunciarle la llegada del ocaso. Una poesía que revela entre penumbras y con delicadeza, que se mueve de manera oblicua y nos conduce por paisajes en los que los matices marcan el espíritu.

El Elis de Trakl es un joven al que el poeta austriaco dedica dos poemas, escritos en 1913 y 1914, poco antes del suicidio del autor y del inicio de la Primera Guerra Mundial. Como Margarit reclama la herencia de Trakl, Trakl reclama posiblemente a su vez la de E.T.A. Hoffmann y su relato “Las minas de Falun” (Die Bergwerke zu Falun, 1819), que cuenta la historia de Elis Frobom, un joven sueco del siglo XVII que muere en una mina y cuyo cuerpo es recuperado cincuenta años más tarde. Hay en este diálogo poético un linaje que sirve de ancla y brújula para la modernidad de Margarit. No se trata sin embargo de una apropiación sin más. Si el Elis de Trakl y Hoffman es joven y trágico, y por ello romántico, el elis de Margarit es un hombre austero que ha recorrido la vida y se aproxima a la muerte ya anciano, un hombre moderno que no puede vivir más en la inocencia de la juventud. “elis, ya viejo, cierra los ojos frente al dolor / dice ahora la palabra ‘paisaje’ / para cicatrizar sus manos”, leemos en la primera parte del poemario, “las rutas de elis”, donde nuestro héroe bañado de cierto malditismo “dibujará en un mapa de tierra / dos puntos alejados como / la lejanía y el exilio”. 

La voz y el registro de Lucas Margarit están asentados desde hace tiempo en el mapa poético de su país en particular y del mundo de habla hispana en general, y responden a una sólida formación estética y filosófica. La figura de Elis no es un descubrimiento reciente del autor: se encuentra enraizado con esa búsqueda desde hace al menos una década y media, seguramente más. Como los pájaros, o la simbología que emana de ellos. Ya en “el libro de los elementos” (editorial tsé tsé, Buenos Aires, 2007) nos encontramos al mismo Elis que “sentado en la mesa / frente a su madre / repetía literalmente la palabra ‘vogel’”, es decir “pájaro”. Allí están “quebradas las alas de un pájaro muerto / en la plaza”. No es aventurado decir entonces que Elis y los pájaros habitan de manera permanente el mundo de Margarit, son parte de su universo cotidiano. A través de esos símbolos, su escritura escruta la fragilidad de la existencia y la certeza de la muerte, halla su vaso conductor.

“Todos los caminos conducen a la putrefacción negra”, escribió Trakl al final de su vida. Las rutas de elis de Margarit recorren tanto la distancia hacia la muerte como aquella “entre la caricia y el abandono”. En ese recorrido son muchos los hallazgos estéticos. Mencionemos un par: “el viento es un animal oscuro abrazado a la hierba”, por ejemplo. O “dónde están tus manos / cuando caen / como una piedra en el río de los muertos”. La arquitectura general del poemario forma parte de esa estética, sólida y cuidada, y en la que la sorpresa es genuina y no fruto del golpe de efecto. Como al final, cuando comprendemos que elis, como todos nosotros, ha llevado la muerte a cuestas desde el inicio. En su caso, con discreción y una fe no religiosa que lo hace hundirse en el olvido y fusionarse con el paisaje opresivo por el que nos ha conducido: “nadie cubrió con lino áspero el cuerpo lacerado / ni escribió elis en el mármol que trajo / cargando en su espalda hasta la muerte’, nos dice Margarit.

Mariano Rolando Andrade

 

 

*

 

decía elis:
“el cuerpo despojado”
y decaía

los pájaros ahogados en el agua
flotan hacia la ciudad

un animal ve la distancia
como otro velo
que la estepa repite

elis encontró
la marea
y la arena fue la piedra
que se alejó de la montaña

mira en silencio
y sigue cubriendo insectos
en una orilla opaca

elis talla la corteza de un árbol
para enfrentar la palabra a la imagen de la palabra

 

*

 

elis dibujará en un mapa de tierra
dos puntos alejados como
la lejanía y el exilio

trazará los límites de un osario
y de un río oscuro que aclare la distancia
entre los arbustos

rezará en el sacrificio para un dios cansado

 

*

 

naturaleza muerta (siglo XVI)

 

elis describe mientras espera:

botella
agua sucia del río

cuenco de barro
con sangre de ternero

florero de vidrio oscuro
con tallos y hojas

dos naranjas
la mano sucia de un hombre viejo
que da sentido al resto de las cosas

 

*

 

elis lamenta: elegía final

cómo traer hiedra de la montaña
para curar la piel opaca y transparente
y encender la hoguera gris en el pantano

quien viene de lejos canta con las manos ateridas
en este cementerio de arena
donde hay un árbol que esconde sus ramas

nadie cubrió con lino áspero el cuerpo lacerado
ni escribió elis en el mármol que trajo
cargando en su espalda hasta la noche

 

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