Murió el poeta mexicano Eduardo Cerecedo

Murió el poeta veracruzano Eduardo Cerecedo (Tecolutla, Veracruz, 1962). Leemos aquí su última colaboración en Círculo de Poesía, de hace apenas unos meses. Publicó libros como Trópicos I. Antología personal, 2015; Trópicos II. Tu cuerpo como un río (Poesía amorosa), /2ª, 2017;  Veleta de sol, 2015. Destrucción del amor, 2015; Trópicos III. Zoología poética, 2016;   El pez que quiso volar, 2016, Soltar el corazón, 2016; Cinco poemas, Una hoja un libro 22, Colección Poetas, Soplo de ceniza, 2019, Las monedas de judas, (Novela) EFE, 2021, Derrumbe de los días, Sipcelas, 2021 y Equinoccio suma poética I (1992-2016), Eterno Femenino Ediciones, 2022. Mereció distinciones como el Premio Nacional de Poesía Crea 1988, el Premio Juegos Florales Nacionales San Juan del Río Querétaro  1999, el Premio Internacional de Poesía “Bernardo Ruiz” 2010 Estado de México, el Premio Nacional de Poesía Alí Chumacero Toluca, 2011, así como la Beca de Escritores con Trayectoria en Letras, género: Poesía, por el Instituto Veracruzano de Cultura/CONACULTA/Gobierno del estado de Veracruz, en 2002, 2006 y 2009. Fue colaborador de Sábado,  Supl. Cultural de Uno más uno. Era colaborador de La Jiribilla Supl. Cultural de El Gráfico de Xalapa, con su columna Página nómada.

 

 

 

 

FLOR DE NIEBLA

 

Tecolutla es una flor
de niebla desde aquí,
una flor
de cielo que se abre
en calor y rompe en olas,
el norte anunciado
cuando amanece.
Sus cuchillos de vapor,
entonces se levanta esbelta
la niebla,
espléndida con el clima
de viento en su portal de arena.
Que se finca de aire al tensar
el agua de lluvia, su regreso.

 

 

 

 

LEVAR  ANCLAS

 
Un hilo de mercurio
la memoria,
flota en el ambiente la ciudad,
un aire del Golfo bajo el salitre
embiste de élitros la noche.
Su follaje entre lo que digo y
la memoria, desde ella levo
anclas del silencio, intenso olor
de mar al golpeo de dique
que el malecón envuelve
con aire de las siete de la mañana
del nuevo día.

 

 

 

 

HACER EL VUELO

 
La mañana me saluda con su vuelo de pericos
con su verde fondo
con su verde agua
con su amarillar de papayas
con su madura de naranjas en el follaje de tiempo
que avanza en el viento fresco de parvadas; rebaños de sabor,
árboles líquidos consagran la mirada para establecer el sello del clima
en mi voz.
Es un instante de marzo en los ojos, donde abril va jalando los cauces del agua a su vientre.
La madura de zapotes galopa en esa proa distante de lo que digo.
Ahora una ciudad para comprender la memoria,
que sea la ventana buscada en este fruto del día que ha de plasmar
en una plaza de sombra al rabear del calor en las horas.

 

 

 

 

LEJOS DEL TORIL

 
El toro y las garzas comulgan el secreto del agua en la sangre,
el primero busca el sabor en ese silencio de agua, las garzas toman
como un té las garrapatas cebadas del lomo, del cuello y una ramazón
líquida entibia lo blanco, lo terso de las plumas al beber de las venas
el campo florido que el viento ha reclinado en esa garganta amplia; estrecha
que tienen los animales al hacer clic al iniciar la marcha el reloj
que ya en la sangre enrojece el ejercicio de la compañía en esta parte
del potrero; donde seguramente dialoga con la misma sangre que
prueban los murciélagos del ganado.

 

 

 

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