Aquí: nueva antología de Alí Calderón

Recientemente se ha publicado en el sello Lectorum y su colección Álamo, coordinada por Rogelio Guedea, la antología Aquí de Alí Calderón,, este libro se suma a la iniciativa de publicar lo mejor de la poesía mexicana contemporánea. El libro puede conseguirse en todas las librerías del país y sus páginas web.

 

 

 

 

Desde sus primeros poemas, Alí Calderón mostró un especial interés por recuperar dicciones poéticas muy alejadas de su tiempo. Pero no sólo dicciones, sino también identidades, presencias y nuevas formas que pudiera atisbar en el porvenir. Este ejercicio de religarse con el pasado y de aventurarse al futuro no lo ha abandonado hasta el día de hoy, pero pasó de ser una mera voluntad evocativa a convertirse en prácticamente una manera de reconstruir su propia actualidad, sólo para reconfirmarse (y reconfirmarnos) que, aunque el lenguaje está en constante transformación, la esencia del hombre permanece intacta. Esta “correspondencia” de tiempos le dan a su poesía un aire de tradición y novedad a un mismo tiempo. Por ello, lo que se ha dicho sobre la obra de Edmond Jabés es lo que se puede decir sobre la poesía de Alí Calderón: que la suya es el lugar en donde el pasado, el presente y el futuro convergen y se disuelven el uno en el otro, confundiéndose para convertirse en un perpetuo aquí.

Rogelio Guedea

 

 

 

 

 

Democracia mexicana

 

otro cadáver encontrado en una bolsa negra
cerca de ahí un cuerpo el viento un puente
a dos cuadras: una cabeza hirsuta ojos abiertos

entre otras noticias: treinta ejecutados el fin de semana tiro de gracia algunos con marcas de tortura el rescate fallido de un secuestro un dedo un anillo un hato de periódico

entre otras noticias: terminaron e iniciaron las campañas hay buena voluntad en Washington la reforma migratoria este bimestre se abate en un punto la pobreza el bienestar la dicha

a lo lejos el escape de un camión

y después el silencio

abren la bolsa negra
el hedor el moho en la carne:

una recién nacida

 

 

 

 

 

E subimos las ciento y catorce gradas longas de aquel cú
Sus piedras ennegrecidas nos quemaron las manos de tan ásperas

Vide allí los pueblos comarcanos
el tianguiz de ocote y tigres
Tlatelulco
Fue desde la placeta que arriba muy se face que oteamos
el agua dulce que se viene de Chapultepec
Iztapalapa Tlacopan Tepeaquilla todo señoreado por nos ojos
Tornamos las espaldas e vimos
a constelación
bultos y cuerpos de sus ídolos
malas figuras
todos de muy mayor estatura que un gran hombre
y contrahechos
de arcilla y masa y de legumbres
amánsalas con semillas y sangres de cuores despojos humanos
ansí tal farina
En una torrecilla y apartamiento a manera de sala
dos altares
dos bultos
dos altos cuerpos harto astrosos
uno dellos
                    Uichilobos
Tenía la su cara y rostro muy ancho y los ojos disformes espantables
untado el cuerpo de engrudo y raíces y aljófares
sangre y otras varias excrecencias
y colgantes ceñidas al plexo unas caras de indio
arrancadas a sus cráneos
tantas para abangar un roble
y acezando por los humos del sahumerio
hube visto
todas las paredes de aquel adoratorio
tan bañado y negro de costras
y plasma asimismo en el suelo
que un rastro no exardece tal hedor e catadura

Y allí tenían un atabor de cuero crúdel áspid
que cuando le tañían
tal era la tristura de sus tumbos
los infiernos se allegaban

Tomábanlos cinco
dos por las piernas dos por los brazos
uno más por la cabeza y otro postema y landre rajábales
con ambas manos pedernal a modo de lanzón los pechos
y por aquella abertura metíale la mano
y le sacaba el corazón

y el cuerpo desasido en oscura laceria
descoyuntado era comido de todos
y los basófilos tomados granate y bermellón los rostros
purpurecidos cientos de azumbres de aloque caudal hasta la plaza
y echaban los restos a rodar
y otros eritroci
                           vestían sus pellejos
los muñones los tajos carne viva linfocitos

Derramaban también sangre los sátrapas fuera de los cúes
frente al Uichilobos y en degüello
tiernas cabezas de hombres hirsuta pelambrera
desmembrados los coágulos muslos
y antebrazos tibias allí asoma el hueso entre la grasa
y la carne después aislante cinta
les rodea narices esnifadas bocas y de unos puentes entonces
lo ponen a colgar
y el viento de las madrugadas desbravó sus fauces
envueltas en bolsas negras
allí vienen los retenes.
Oydo he decir que millones de hematíes
y también normocromáticos derraman
las testas cercenadas que se apilan
sobre tórax cuya carne se remueve
al contacto sólo de los dedos
y allí abdómenes mamas huesos frontales
ojos
axilas anos páncreas rafagueados
pudriéndose en los belfos
de las ratas

Señoras de esta tierra

 

 

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