Coyoacán Drems
Cuando el tiempo nos guía hacia la mitad del trecho
contamos minuciosamente los días los segundos las horas
que hacia allí nos conducen
y una extraña sensación de despedida inunda
el silencio del mediodía.
Abrimos la vacía la maleta que guarda el secreto
del fluir y la felicidad escapa traicionera
en la carroza del mundo conquistado.
Al otro lado del medio del camino
parece diluirse el paisaje amarillo
que viene de imperceptibles siglos venideros
que son como pasados vagos luceros espejismos
y un raro júbilo
nos anuncia el muelle y la nave que nos llevará
hacia la lenta agonía
A medida que las campanas tañen el nuevo cumpleaños
a medida que la brizna repica sobre la piel desnuda
mientras un inmenso arcoiris se insinúa sobre las amplias
mesetas –que vemos desde alturas heladas–
la vista se hace más clara como si los cristales
de la ceguera recobraran el diáfano destello
del diamante y todo pudiera verse
en su inquietante minucia
en su aciago fluir de catástrofe.
El fantasma
Ningún resquicio
escasos monumentos
reducidas gaviotas
Aires en la sabana
ñandúes en estepas salinas
Un fulgor en los aires
luces
abismos
Nada bajo la sombra
Valery Larbaud en Cartagena
Valéry Larbaud pernocta en Cartagena
y en el Hotel Colón mastica sus murallas
mientras Fermina colecciona relojes
traídos a su estancia desde Brujas
El motivo es su amor por la marquesa
casada ya y cuyo esplendor se agota
en terribles silencios y dolores
calmados por un clown con anestesia
Monsieur Larbaud delira entre sus ánimas
nombrando calles y cañones mustios
atado a la quimera de un ido amor
cuyas cenizas viajan a Goa en trasatlántico
La noche volverá a sus aposentos
donde el confort no calma sus tristezas
y la imposible bella sólo será la parca
que hace mucho trenzó su inútil pluma
Hielo de la Place Dauphine
Escenografía de lo que fue hace siglos
Pero carente de vida, maquillada al extremo,
Deslavada, inerte, fría, espectral,
Como un cadáver recién embalsamado.
Así la place Dauphine a donde vine
En busca del soplo bohemio de Julio Cortázar
relatado en su cuento Las babas del diablo.
Nada. Hasta la arena falsa.
Y todo ahí congelado
En una asfixiante tarde invernal de febrero
En el bar L’Angora
Detrás de la barra en el bar L’Angora
Bastilla, Bulevard Richard Lenoir,
Alguien pregunta:
¿Cómo es posible tanta belleza?
¿Tanta belleza inocente de su propia belleza
Entre artistas, bohemios, ebrios de amor y de arte?
Ella está ahí con las ideas lejos,
Ajena a las tareas encomendadas.
A la mestiza estudiante de antropología
Se le olvidan los clientes y los pedidos
Pasa con fugacidad el trapo de limpiar
Por las superficies del zinc o las mesas
Y pareciera lejos en alguna galaxia,
Lejos de todos y de nadie.
Su espesa cabellera fértil y oscura
Abundante, recogida en moño por ahora,
Su piel de oliva y su rostro de actriz
Inigualable entre Sofía Loren y Claudia Cardinale
Una nueva Penélope Cruz en el siglo XXI.
Ella recién llegada de Madrid
Bella y distraída flor en un desierto de rutinas
Orquídea en la escarpada montaña del silencio
Hermosa dentro de sus amplios jeans y la blusa
Impaciente por terminar el turno
y correr a los brazos del incógnito amado
en que piensa ella, bella y nada más sin saberlo.
14-XI-2014