Enrique Verástegui: Diario de Menorca

En la primavera y el verano de 1977, Enrique Verástegui vivió con Carmen Ollé y con su hija en Menorca. Allí escribió una especie de diario o notas de escritura que ahora, en la edición de Julio C. Buitrón, publica Vértigo Editores a través de Vulgata. Leemos aquí unos pocos fragmentos de ese texto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nuestro estilo de vida bastante​​ décontracté, bastante​​ footloose: nuestra libre sexualidad bastante alejada de cualquier tipo de moralidad feudal, son por supuesto el buen pretexto usado en Perú para rechazar nuestra literatura. Pero eso no nos importa: nos leen los mejores escritores en otros​​ países que no son el Perú de las dictaduras fascistas (¿nos leerán algún día en Perú?)

Andén Mártires del Atlante, n° 1 / Mahón: esa es nuestra dirección actual.

 

 

 

 

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Amar es ser una persona liberada de traumas, prejuicios, imbecilidades de todo tipo. Sin amor nada puede moverse en este mundo y tampoco nada, sobre todo, se construye. Sin amor no vale la pena existir para vivir. Como tampoco puede uno vivir exclusivamente de la aprobación (que puede estar equivocada, o no) de sus coetáneos. Nos aprueba la pasión de nuestro amor por enlazarnos en las colinas de la carne.

 

 

 

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Escribir un diario es tan fatigoso como redactar un ensayo ciertamente aunque el ensayo exija tal vez mucha mayor concentración mental que espontaneidad en la redacción de un diario: sin embargo, en el diario brotan las ideas que el ensayo, analizándolas en relación a su referente, desarrollará posteriormente.​​ 

 

 

 

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Lo ideal para mí, –le explico y mi esposa me escucha atentamente porque a ella le encanta todo lo que hago como a mí todo lo que ella escribe, y ambos nos damos a leer mutuamente nuestras cosas–, consiste no sólo en leer rítmicamente las palabras, por lo que ya muy pocos llegan a la perfección, sino, sobre todo, emplear cada signo gráfico de aquellos que la máquina de escribir permite ahora como una notación musical para los elementos del cuerpo capaces solo de emitir sonidos de acuerdo a los signos empleados.

 

 

 

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Si al trabajar el poema el acento del estilo se produce como un distinguirse, por cierto que elegantemente, del referente se habrá producido entonces la poesía. Si esa transformación de la realidad logra eliminar el símbolo para producir el lenguaje elevado de una cotidianidad no reificada (una cotidianidad sin alienación) se habrá producido el hecho poético: ciertamente producir un texto desde una dialéctica de la negatividad que permita la crítica de la alienación en un modo de producción histórico determinado permite la transformación de las estructuras mentales de una sociedad para el periodo en que ese texto hace época.

 

 

 

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El inconsciente es esa zona donde la luz se coagula y se torna pesada como un macizo de muslos. Tal vez el problema sea no solamente penetrar en el inconsciente sino fundamentalmente representarlo en la vida exterior (y subrayo:​​ representarlo): teatralizar nuestros gestos, nuestras ideas, nuestras reflexiones, nuestros éxtasis, nuestras proposiciones y nuestras posiciones.

 

 

 

 

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Violentar aquello que Marcuse definió como​​ Establishment, sean cuales sean las formas literarias que, como necesidad histórica, puedan inventarse para asumir la tierna violencia de la crítica, violencia que es un acto de amor: violentar el​​ Establishment, que es la forma práctica de ejercer la libertad, aunque la libertad por ahora solo pueda asumirse en el espacio de la esquizofrenia –una esquizofrenia hecha literatura como forma de vivir la vida absoluta que la sociedad fascistoide nos niega al ofrecernos solo el fantasma de una vida irreal que rechazamos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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