La revista QUÉ, que contó únicamente con dos números, fue creada por Aldo Pellegrini y Elías Piterbarg, y pretendía dar cauce a las confluencias estéticas europeas del surrealismo dentro del panorama argentino de los años 20 y 30. En el texto, podemos notar una clara reelaboración de las ideas de Breton, de Éluard o de Artaud, pero también el dejo de una perspectiva desde la periferia –tanto espacial como temporal– la cual nos permite notar la evolución o diseminación del surrealismo en América; también queda aquí un desencanto, una imposibilidad, un quizás llegar demasiado tarde.
***
MANIFIESTO MUY SENTIMENTAL
Una mañana en la vida cuando arrojemos el cobertor de los arrepentimientos. No simular la satisfacción si en cada uno de nuestros actos se desenvuelve un suspiro. Únicamente los ojos conformes con barrer el suelo y el vientre podrían negar esa hartura de nuestras manos torpes, cansadas de retorcerse, cuando a través de los ojos empinados se filtra un hálito blanco.
Nuestros pasos son pequeños para el latido de nuestros deseos, que envainan el mundo. La angustia de querer.
Somos un arma mellada en manos del Destino; la expresión de aquellos que en el abrazo supremo de sus sueños sólo cogieron el vacío.
Bajo la piel arde lo que nadie pudo captar. La vida la sentimos desperezarse henchida de intenciones gigantes, de visiones inconmensurables; pero, apenas asoma convertida en acto, comprobamos nuestros esfuerzos humillados: la ruina de una tempestad de soles. Pedimos el reconocimiento de nuestra inculpabilidad. Cuestión de grados, la potencia. Todo acto es una traición a sí mismo. Una idea apuñalada, el sueño de juventud por tierra. Y el mundo marcha sobre estos cadáveres del hombre.
Una engañifa. Empresa, la vida, en la que se embarcan todos los avíos, para seguir ¿qué ruta?
Entre tanto, al primer alumbre de un rayo, a la primera ristra de nubecillas, degollamos, atemorizados, nuestros sueños. Dios, la Humanidad. El Progreso. Pretextos.
El instinto de vivir en la proa del nacer, las excusas muy tarde, a remolque.
¿Fracasados? Es posible. Sin embargo nos sería fácil callar, la boca llena de mendrugos. No carecemos de las condiciones ordinarias. Mas de esa misma imposibilidad de callar ¿quién es el responsable? Sentimos la impotencia de la realización como una mordaza aún en nuestros gritos. Nos rebelamos contra el destino. Desconocemos vuestras jerarquías de valores.
Sobreestimamos la vida en sí, desnuda en la risa, que sangra en las palabras rudas, en el chasquido animal del beso, en el gesto suicida, en los focos admirativos de la calle. Es lo único que nos incita: poseer la vida hasta la saciedad, que nunca será. Mirarla en los ojos, honda.
Desenvolver como un tapiz el cerebro, quizá lleguemos a conocer las complejas filigranas de nuestros motivos, a iluminarnos por dentro. Es el interés fundamental que nos hace persistir. A él subordinamos todas las preocupaciones, que giran en su órbita. Lo demás, adorno.
Por hallar este resorte secreto daremos todo: la ingenuidad, los pasos en falso, la tontería, el énfasis, la pose, el fracaso, la chispa, el talento. Nuestra tartamudez en llamas rodará por esta pendiente impresa que tienes entre las manos, muy estimado lector y caerá entre tus dedos temblorosos, porque también tú eres la máxima contradicción hecha ovillo. Porque mientras tus ojos ríen plácidos, la boca babea muecas imbéciles.
Confiesa que no eres lo que añorabas y si es así ¿puedes permanecer resignado? Eres un hilillo de humo en un ciclón, tienes el ansia de subir recto y el Destino te tuerce. Resolución interna. Una nueva ordenación de la vida íntima. Una hilera propia en el revoltijo de valores. Primero, lo inútil; nuestra vida indeterminada, sin objeto, bullendo.
Nuestros sacrificios valen más que nuestros dioses.
Nuestras oraciones más que sus obras.
Bajo nuestras alegrías en danza desenfrenada, los sudarios de los suicidas.