Maestros del idioma: Piedad Bonnett

Visor Libros México acaba de publicar Lo terrible es el borde. Antología poética de Piedad Bonnett (Colombia, 1951). Es una autora que, junto a poetas como Raúl Zurita, Luis García Montero, Mariela Dreyfus, Rosabetty Muñoz o Mario Montalbetti, se halla en el centro de este tiempo de lectura que podemos llamar "poesía panhispánica". En el centro porque en su obra brillan algunos de los valores que nos permiten la comprensión del género: la condensación emotiva, la tensión del verso, un registro verbal sobrio y elegante, un tono de oscura disforia y la construcción de inquietantes epifanías. Piedad Bonnett mereció el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2024. Recibe este fin de semana en México la Presea Frida Khalo de las Artes 2025 otorgada por Círculo de Poesía y la Feria Internacional del Libro en Coyoacán.

 

 

 

 

 

 

 

 

Ahora que ya no soy más joven

 

Ahora que ya remonto la mitad del camino de mi vida,​​ 

yo, que siempre me apené de las gentes mayores,

yo, que soy eterna pues he muerto cien veces, de tedio, de agonía,

y que alargo mis brazos al sol en las mañanas y me arrullo​​ 

en las noches y me canto canciones para espantar el miedo,

¿qué haré con esta sombra que comienza a vestirme​​ 

y a despojarme sin remordimientos?

¿Qué haré con el confuso y turbio río que no encuentra su mar,

con tanto día y tanto aniversario, con tanta juventud a las espaldas,

si aún no he nacido, si aún hoy me cabe

un mundo entero en el costado izquierdo?

¿Qué hacer ahora que ya no soy más joven

sí todavía no te he conocido?

 

El hilo de los días,​​ 1995.

 

 

 

 

 

 

 

Los estudiantes

 

Los saludables, los briosos estudiantes de espléndidas sonrisas

y mejillas felposas, los que encienden un sueño en otro sueño

y respiran su aire como recién nacidos,​​ 

los que buscan rincones para mejor amarse​​ 

y dulcemente eternos juegan ruleta rusa,​​ 

los estudiantes ávidos y locos y fervientes,

los de los tiernos cuellos listos frente a la espada,

las muchachas que exhiben sus muslos soleados,​​ 

sus pechos, sus ombligos

perfectos e inocentes como oscuras corolas,​​ 

qué se hacen

mañana qué se hicieron

qué agujero

ayer se los tragó

bajo qué piel

callosa, triste, mustia

sobreviven.

 

 

 

 

 

 

 

 

De tarde en tarde

 

A mi madre le gusta ir a ese café de sobrias lámparas,​​ 

pedir galletas de vainilla,​​ 

tomar dos tazas de té negro con parsimonia​​ 

como en un acto ceremonial.

Hoy la he traído, pues, cediendo al gesto filial mi tarde laboriosa.

Tras los enormes ventanales vemos correr la vida afuera​​ 

mientras hablamos de otros días

y la tibieza del lugar sugiere que la felicidad no es más que esto.

De repente,​​ 

como recuperando las palabras de un sueño​​ 

ella dice: «Qué lástima que todo se termina».

Lo dice con sonrisa liviana, pues sabe​​ 

que ser trascendental no conviene a la tarde.​​ 

(Mi madre cumplió setenta y cuatro años​​ 

y alguna vez fue bella).

Al fondo de las tazas el té pinta sus signos.​​ 

Yo no sé qué decir.

Miramos la avenida, las caras planas de los transeúntes,​​ 

los árboles que callan. Anochece.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Rosas

 

Con el estiércol que arrojan a mi patio​​ 

abono yo mis rosas.​​ 

Aéreas en sus tallos, de la luz se alimentan​​ 

aunque lleven la muerte dormida en sus corolas.​​ 

Y su belleza, inútil como toda belleza,​​ 

sus espinas inocuas, hacen cerco​​ 

al corazón, guerrean​​ 

con la bestia que acecha en la tiniebla.

 

Tretas del débil, 2004

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El mundo ancho y ajeno

 

Se trata de Sun Danyong, un joven chino.

Dicen que tenía veinticuatro años,​​ 

que ensamblaba piezas de aparatos electrónicos,​​ 

que vivía lejos de casa, en Hon Hai,

que trabajaba doce horas diarias, como todos sus compañeros,

que dormía en sus horas libres, como todos sus compañeros,

que entre ellos había un diálogo escaso​​ 

porque casi no se conocían.

Nadie sabe otra cosa,

salvo que saltó por la pequeña ventana de su cuarto de dos por dos,

y que es uno de los muchos que han saltado​​ 

en el último año.

Ah, sí. La noticia dice una cosa más:​​ 

que los empresarios de la fábrica​​ 

han puesto mallas en todas las ventanas​​ 

para evitar más suicidios.

 

Leo la noticia en Google, en mi computador portátil,​​ 

por donde puedo ver el mundo ancho y ajeno.

 

Explicaciones no pedidas, 2011.

 

 

 

 

 

 

 

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Gustavo Pereira (Venezuela)

Jorge Pimentel (Perú)

 

 

 

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