Poesía colombiana: Juan Pablo Roa

Leemos una selección de poemas de "En la mano que escribe. Poesía reunida (2007-2022)" de Juan Pablo Roa (Bogotá, Colombia, 1967)

 

juan pablo roa delgado​​ (Bogotá, Colombia, 1967). Tras un viaje por Portugal e Italia (1993-1997), se estableció en Barcelona (España) en el año 2000, donde trabaja como editor y librero.Ha publicado los libros de poesía​​ Ícaro, (Bogotá, 1989),​​ Canción para la espera​​ (Bogotá, 1993),​​ El basilisco​​ (México, 2007)​​ Existe algún lugar en donde nadie​​ (Palma de Mallorca, 2011; Zaragoza, 2017) por el que obtuvo en 2010 el XXXV premio de poesía Vila de Martorell,​​ Cuaderno del Sur, (Madrid, El Sastre de Apollinaire),​​ Renga​​ (Barcelona, Animal Sospechoso, en colaboración con Alberto Silva y Misael Ruiz Albarracín)​​ Este día, este momento​​ (Zaragoza, Pregunta Ediciones, 2022) y​​ En la mano que escribe. Poesía reunida 2007 – 2022​​ (Barcelona, 2023, RIL España). Ha traducido obras de las poetas italianas Amelia Rosselli (Poesías, Montblanc, 2004), Ana Maria Giancarli (Arqueología​​ del​​ presente, Madrid, 2013) y Antonella Anedda (Desde el balcón del cuerpo, Madrid, 2014). Es fundador y director de Animal Sospechoso (editorial especializadas en poesía) y de la de la revista anual de poesía​​ Animal Sospechoso​​ de Barcelona.​​ 

Asimismo, trabajó con Nicanor Vélez Ortiz en la Colección de Poesía y en la de Obras Completas del sello Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg de entre 2000 y 2010.

 

 

 

 

En la mano que escribe. Poesía reunida (2007-2022)

 

 

 

Jardín de las delicias

 

La imagen es precisa. Ella plancha tarde en horas de la madrugada mientras él le llena la cabeza de recuerdos, de músicas extrañas. Le cuenta su vida como si viniera de otra geografía. Ella elogia su desnudez al lado de la​​ plancha. Cada vez demora más el paso del calor sobre la ropa: quiere que la noche no termine.

 

Pero él le llena la cabeza de recuerdos, de músicas extrañas. Su vida, su desnudez, sus palabras. Todo pende de un hilo delicado, y, sin embargo, a la hora del amor, nada parece más fuerte que sus palabras. La plancha, su desnudez, sus gestos.

 

[De​​ El basilisco]

 

 

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Regreso

 

 

Dejemos nuestra casa en orden antes de cerrar, por última vez, sus puertas.

virgilio piñera

 

No puedo abrir la boca sin dejar pasar una cierta admiración.

Una puerta abierta en su mugre de casa vieja, de patio y baldosines de ajedrez, la boca abierta de un niño que grita, que llora ya sin llanto.

 

Su voz está en otra parte. En otra casa tal vez, o a lo mejor el niño llora sólo en sueños: ha crecido, ha restaurado y comprado la casa. La puerta estará ya cerrada para que no se pierdan otras cosas, para que el elemento salobre de las semanas no comience a invadir el mañana y el después de cada día.

 

Mientras escribo no puedo ya hacer nada. Ese hombre adulto llora en sueños, sin voz. Sus gritos se fueron a otra parte.

Abro la boca con cierta admiración y dejo pasar al niño. Es más: dejo siempre abierta la puerta.

 

[De​​ El basilisco]

 

 

***  ​​​​ ***  ​​​​ ***

 

Voy​​ hacia​​ la luz que me trasciende,

hacia la palabra trascendida sin buscarte

y allí estás oculto en tu agua,

en el secreto ejercicio

de tomarnos por la mano,

yo hijo y tú hierba voraz contra el viento.

 

Extrañas oraciones que de tu boca sigo amando

y que en mí bajan como animal enorme,

palabra-mamífero hecha de sorpresas.

 

[De​​ Existe algún lugar en donde nadie​​ ]

 

 

***  ​​​​ ***  ​​​​ ***

 

Una luz​​ de ausencia susurra aún

en el pinar de mis catorce años,

los árboles cantan, me llaman

desde un tapiz color de llama,

las piedras, las esporas venenosas,

eran forma atrapada en movimiento.

 

Pero los árboles aún cantan,

cantan aún en mis palabras

cuando en ellas busco la arboleda primera,

la casa transparente

que va conmigo a todos los jardines:

 

la mano de la higuera de mi padre,

el ciprés ebrio de mi hermano

y mi madre que corre aún entre sus raíces como agua.

 

[De​​ Existe algún lugar en donde nadie​​ ]

 

 

***  ​​​​ ***  ​​​​ ***

 

Ahora que​​ sabemos en lo que el fuego nos convierte

y que todo es fuego en el cuerpo de la llama,

ahora que transitas estaciones iguales a estaciones,

que cambiantes escenarios reclaman tu figura;

ahora que lo transparente se anuncia desde el agua

y desde el aire que desciende,

ahora quiero arrancar tu imagen al cuerpo palpitante de las sombras.

 

Eras hijo del sol y como el sol

eras árbol impasible que devora la cola de la noche.

Nunca hubo muerte en tus palabras

ni tampoco sangre en el lomo herido de la noche

en que fuimos un abrazo en un mismo cuerpo.

 

Ahora que no te extingues en la carne de la llama

y que tu incendio responde a otro cielo dentro de mi adentro

palpo las raíces del cuerpo de espejos que era la noche de tu noche,

y hoy ciudad sin calles donde todo es jardín sin sombra;

 

ahora que ya eres cuerpo palpitante de las sombras,

tan sólo abrazo propicio aunque transitorio,

enciendo mi palabra como una piedra endurecida en el fuego.

 

[De​​ Existe algún lugar en donde nadie​​ ]

 

 

***  ​​​​ ***  ​​​​ ***

 

Como quien​​ cultiva frutos tardíos

miro el paisaje marino que simulan los Andes

con el ojo infantil que ve hacia dentro,

sus vastas olas cuaternarias

en vino verde y tierra

que semeja cansado el vino forastero.

 

Llamado por el desorden del canto

siempre a la orilla de todo, al borde

siempre a punto de,

en el vecindario que juega con lo extremo.

 

Han pasado las olas,

se han mecido las rocas como sobre el mar de lava.

 

Hoy soy yo quien se mueve, soy el movimiento,

hoy el río que nunca vuelve ha subido al verso

reflejo de lo que fui, espejismo

de lo que soy por lo negado.

 

[De​​ Este día, este momento​​ ]

 

***  ​​​​ ***  ​​​​ ***

 

Buscamos​​ el olvido

aunque quisiéramos decir un día

yo estuve allí también en su sonrisa

y en el costillar de la bestia que no ve

ni el ahora ni el hoy de cada día.

 

«Vive hoy»,

lo dice el sol sobre las aguas,

sobre las rocas del acantilado,

a contrapelo del costillar y del auditorio

que no puede dejar de ser un alguien;

 

vive hoy, con un ojo en el ahora

y el otro en la baraja de la coincidencia,

esa mano negra que antes llamábamos​​ destino

y que ahora relegamos a caballo de carrusel

o a la esfera del accidente.

 

No se puede dejar de ser un alguien,

pero se pueden abrir los dos ojos

y hacer del baldío interior

un jardín en donde se aprende

que incluso las arpías aprenden su oficio,

o que hasta el árbol más contorsionado

sigue siendo árbol y habitante del bosque.

 

(non si può smettere di essere qualcuno)

 

[De​​ Este día, este momento​​ ]

 

***  ​​​​ ***  ​​​​ ***

 

Como voces​​ perdidas,

como pájaros de un único vuelo,

a la orilla de la edad y del tiempo,

vuelven a mí desnudos

los elementos y sus accidentes:

el río Arno, más de papel que de agua,

o mi mujer corriendo

con una cumplida parrilla entre las manos

y el don del vino en la sonrisa.

 

El viento serenaba nuestra siesta,

una brisa mecía los olivos

y ventilaba nuestros sueños veinteañeros

a la intemperie de un día de reloj campesino.

 

[De​​ Este día, este​​ momento]

 

 

***  ​​​​ ***  ​​​​ ***

 

Dejar​​ la​​ música de la vida en el lienzo

como jardín podado, borracho de almizcle,

de ramo amputado que trasuda y es blanco,

carne cruda del mueble que vendrá

o no, a llenar la barriga avara del tener y de la compra

dejar la música, decía,

al paso de los años

o al regreso extemporáneo del recuerdo,

ese que interrumpe, invade casa

haberes y hasta la más mínima ocupación,

o que te interrumpe y te hace amargo el trabajo;

 

borracho de almizcle, como jardín podado,

dejar la música de la vida en el lienzo,

la música que suena sola.

 

 

(entre los arrecifes de la noche)

 

[De​​ Cuaderno del Sur]

 

 

***  ​​​​ ***  ​​​​ ***

 

A lado​​ y lado del arcén, como esparcidos,

los deseos en el paisaje

cambiante del automóvil que viaja,

–pero el paisaje de adentro cambia aun más todavía–

se lanzan, como desde una alta torre,

promesas «de un día volveré».

 

Pasan como rasguños por el aire en movimiento

desde un automóvil que no registra la conciencia

pero cuyo viaje aún perdura en ella.

 

Acolchada la conciencia con la promesa

de «mañana será,

volveré por los esparcidos,

y de seguro hablarán entonces también,

de mí, de mi paisaje»,

 

como si el viaje de regreso fuera un viaje aparte.

 

(como detritos de un crucifijo salvado por las olas)

 

[De​​ Cuaderno del Sur]

 

 

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