George Reyes (Ecuador, 1960), además de poeta, es ensayista, narrador, crítico literario, editor, educador teológico, asesor académico y teólogo. Actualmente es residente en México. Ha publicado poesía, ensayo y crítica literaria, y ha participado en recitales de poesía desde su adolescencia y etapa colegial; ha participado en talleres de poesía con reconocidos poetas. Posee una Licenciatura, dos Maestrías y un PhD en Teología. Es autor de los poemarios El azul de la tarde; Ese otro exilio, esa otra patria; El árbol del bien y del mal. Es autor de del I tomo de poemarios de miembros de la Asociación Actuales Voces de la Poesía Latinoamericana (AVPL) de la cual es su fundador/director. Su poesía ha sido traducida al inglés, italiano y rumano, y publicada en revistas rumanas; sus ensayos y críticas literarias están esparcidas en revistas internacionales como Crear en Salamanca, Tiberíades, Letralia; excrítico literario de Casa Bukowski Internacional (Chile); consta en la Enciclopedia de la Literatura en México-FLM –CONACULTA; miembro de la Sociedad de Escritores de Ciudad Juárez.
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De esa angustia que se
llama hombre.
V. Huidobro
¡Qué alegría!
Vendrás sin el frío de ceniza,
después de arañar la vida cual ave diminuta,
después de asedar el talón rajado.
Y DESPUÉS
no he de querer plumaje de huracán
que aviente el polvorón de mi altura.
Ni tiritaré, ni en la antesala,
cuando me abracen los vientos que acaman la espalda,
ni tendré más soledad de playa que extraña el vals de las aguas,
ni sequía de cauce que ayer fue ría.
¡Pobres mis días sin tiempo
que aguantan el peso en su imparaíso
de quilos de lodo en su cuerpo!
POR FAVOR
Si preciso
masticar esa palabra
no la hieras, por favor,
con sabor
de piedra,
ni con atracción
sombría
la señal gigante
de pisadas en pantano.
Porque vivir
cada mañana
dependo de un milagro,
solo déjame, por favor,
a tu sueño
entrar un día
y saborear
el anhelo azul que se hospeda en tu cabeza.
DESDE ADENTRO HACIA FUERA
Allí, https://web.whatsapp.com/
arriba de nada,
donde hacen patria de espalda,
nauseabundos huesos
despiden lamento, de esos velorios que aceleran mis pasos,
de adentro
hacia fuera,
allí donde el aire
hace gritar la ventana,
abre del pecho de gente que come su propia camisa colgando
en su cuerpo
portales de muerte plural.
DE ROSTROS HUMANOS
Parece
que a nadie de aquí
le corre sangre en la frente:
unos
con labios
de rocas chocadas en signo infernal: odio;
otros
con caras
sucias de espumas de golfo.
UTOPÍA INTRUSA
¡Abuxilio,
he piado como pájaro en nido,
a ese oído que oye tanto!
Nadie quiere
que le hierva su figura
en agua que se ha fugado a prisa
por laderas de tus páginas de andanza
ora al norte,
ora al sur,
seca a veces,
a veces húmeda.
AMANECER AL OTRO LADO DEL TIEMPO
Sacudirse el polvo que se trae
con las sílabas perfectas de una diestra;
dormirse en la eficacia
de la cámara del ojo que nos ve;
enroscarse sin temor
a los dientes de las bocas;
al brincar la noche y día,
en tanto el corazón grita pulsaciones
asestar al tímpano
bombazos de clamores,
es amanecer al otro lado del tiempo,
estampilla en la frente del primer signo.
APALABRO EL LABIO
cuando al tuntún de tu triple paso me arrodilla lo sublime,
cuando cáeme rotunda la comedia,
cuando me es tímida la espera.
Este signo es un sinfín retorno;*
duele en la frente espejada;
duele en la lengua sin ropaje;
vuélvese indigente del verbo conjugado en devenir.
Despedazar quisiera
el ritmo con afán de mí,
el ritmo con su labia sobre mí,
el ritmo que en su tránsito me aturde
bajo el asco de las bocas,
pero en mi ventana apalabro el labio: ¡Dios no ha muerto!
*Alusión al “retorno eterno” de F. Nietzsche.
Yo soy el único espectador de esta calle;
si dejara de verla, se moriría.
J. L. Borges
HOY aquietado BAJO EL TONO DEL GRITO
en el borde en que al ayer esperé riente
con zumos salinos tan letales
de un turno
o cé
a ni
c o;
se empotró en el verso,
que se oculta despiezado en la sangre de mi mano.
Mi terceto bueno,
hoy casó mi lodo con rugido de hojalata;
¡ayayay!... de aquí mis ayes cuando en retornos muero
en esas calles de vueltas mediocres,
comiéndose las migas de mi anhelo como un pan.
¿Sabes lo que sé? Despedía yo cada miga de mis líquidos andares
y entre cipresales que venteaban mis recuerdos
se empozó en tu índice,
enjuagó mi olor a yaravíes,
salpicó a ese niño que miraba como vísperas los colores de las flores,
disolvió el siglo que llamé destino.
¡Oye, buen terceto:
gime aquí el instante,
allá grita lo eterno!
¡EL HUMUS AL FIN HA GERMINADO A MI GOTA!
No desear que tu ser caiga en mi diagrama tendido en sombra,
es como agua dulce que grita al mojar un suelo amargo
o tal vez tiza disuelta
en la gota que se alarga
y salta como alazán
a mis linfas que se van secando
de su cristal tempesteado por lagrimal reventado.
¡Al
fin,
el humus
ha germinado a mi gota, sin luz solar,
sin luz solar, ha germinado a mi gota
el humus,
al
fin!