Poesía ecuatoriana: George Reyes

Leemos algunos textos del poeta y teólogo ecuatoriano Georges Reyes (1960). Leemos poemas incluidos en Veintiún signos en la frente (Valparaíso Ediciones, 2025). Actualmente vive en México.

 

 

 

George Reyes (Ecuador, 1960), además de poeta,​​ es​​ ensayista, narrador, crítico literario, editor, educador teológico, asesor académico y teólogo. Actualmente es​​ residente en México.​​ Ha publicado poesía, ensayo y crítica literaria, y ha participado en recitales de poesía desde su adolescencia y etapa colegial; ha participado en talleres de poesía con reconocidos poetas. ​​​​ Posee una Licenciatura, dos Maestrías y un PhD en Teología. Es​​ autor de los poemarios​​ El azul de la tarde;​​ Ese otro exilio, esa otra patria;​​ El árbol del bien y del mal. Es​​ autor de del I tomo de poemarios de miembros de la Asociación Actuales Voces de la Poesía Latinoamericana (AVPL) de la cual es su fundador/director.​​ ​​ Su poesía ha sido traducida al inglés, italiano y rumano, y publicada en revistas rumanas; sus ensayos y críticas literarias están esparcidas en revistas internacionales como Crear en Salamanca, Tiberíades, Letralia; excrítico literario de Casa Bukowski Internacional (Chile); consta en la Enciclopedia de la Literatura en México-FLM –CONACULTA; miembro de la Sociedad de Escritores de Ciudad Juárez.

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

 

De esa angustia que se​​ 

llama hombre.​​ 

V. Huidobro

 

 

¡Qué alegría!

Vendrás sin el frío de ceniza,​​ 

 

después de arañar la vida cual ave diminuta,  ​​​​ 

después de asedar el talón rajado.

 

 

 

 

 

 

Y DESPUÉS

 

no he de querer plumaje de huracán ​​ 

que aviente el polvorón de mi altura.

 

Ni tiritaré, ni en la antesala,

cuando me abracen los vientos que acaman la espalda,

 

ni tendré más soledad de playa que extraña el vals de las aguas,​​ 

ni sequía de cauce que ayer fue ría.

 

¡Pobres mis días sin tiempo  ​​​​ 

que aguantan el peso en su imparaíso  ​​​​ 

de quilos de lodo en su cuerpo!

 

 

 

 

 

 

 

POR FAVOR

​​ 

 

​​ 

Si preciso

masticar esa palabra

no la hieras, por favor,

con sabor

de piedra,

ni con atracción

sombría

la señal gigante​​ 

de pisadas en pantano.

 

Porque vivir

cada mañana

dependo de un milagro,

solo déjame, por favor,

a tu sueño

entrar un día

y saborear ​​ 

el anhelo azul que se hospeda en tu cabeza.

 

 

 

 

 

 

 

DESDE ADENTRO HACIA FUERA

​​ 

Allí,​​ https://web.whatsapp.com/

arriba de nada,

donde hacen patria de espalda,

nauseabundos huesos

despiden lamento, de esos velorios que aceleran mis pasos,

de adentro

hacia fuera,​​ 

allí donde el aire​​ 

hace gritar la ventana,​​ 

 

abre del pecho de gente que come su propia camisa colgando​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ en su cuerpo

portales de muerte plural.

 

 

 

 

 

 

 

DE ROSTROS HUMANOS

​​ 

Parece​​ 

que a nadie de aquí

le corre sangre en la frente:

 

unos​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ con labios

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ de rocas chocadas en signo infernal: odio;

otros​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ con caras

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ sucias de espumas de golfo.

 

 

 

 

 

 

 

UTOPÍA INTRUSA

​​ 

¡Abuxilio,  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ 

he piado como pájaro en nido,

a ese oído que oye tanto!​​ 

 

Nadie quiere

 

que le hierva su figura

en agua que se ha fugado a prisa​​ 

por laderas de tus páginas de andanza​​ 

 

ora al ​​ norte,​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ ora al sur,

 

seca a veces,​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ a veces húmeda.

 

 

 

 

 

 

 

AMANECER AL OTRO LADO DEL TIEMPO

 

Sacudirse el polvo que se trae​​ 

con las sílabas perfectas de una diestra;

dormirse en la eficacia

de la cámara del ojo que nos ve;

enroscarse sin temor

a los dientes de las bocas; ​​ 

 

al brincar la noche y día,

en tanto el corazón grita pulsaciones

 

asestar al tímpano​​ 

bombazos de clamores,

 

es amanecer al otro lado del tiempo,

estampilla en la frente del primer signo.

 

 

 

 

 

 

 

APALABRO EL LABIO

 

cuando al tuntún de tu triple paso me arrodilla lo sublime,

cuando cáeme rotunda la comedia,

cuando me es tímida la espera.

 

Este signo es un sinfín retorno;*​​ 

 

duele en la frente espejada;

duele en la lengua sin ropaje;

vuélvese indigente del verbo conjugado en devenir.

 

Despedazar quisiera

 

el ritmo con afán de mí,

el ritmo con su labia sobre mí,​​ 

el ritmo que en su tránsito me aturde

bajo el asco de las bocas,

pero en mi ventana apalabro el labio: ¡Dios no ha muerto!

 

 

 

 

 

​​ *Alusión al “retorno eterno” de F. Nietzsche.

 

 

 

 

 

 

 

 

Yo soy el único espectador de esta calle;

si dejara de verla, se moriría.​​ 

J. L. Borges

 

 

 

HOY​​ aquietado​​ BAJO EL TONO DEL GRITO

en el borde en que al ayer esperé riente

con zumos salinos tan letales

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ de un turno​​ 

 

 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ o cé

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ a ni

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ c o;

 

 

se empotró en el verso,​​ 

que se oculta despiezado en la sangre de mi mano.​​ 

 

Mi terceto bueno,​​ 

hoy casó mi lodo con rugido de hojalata;

¡ayayay!... de aquí mis ayes cuando en retornos muero​​ 

en esas calles de vueltas mediocres,

comiéndose las migas de mi anhelo como un pan.

 

¿Sabes lo que sé? Despedía yo cada miga de mis líquidos andares ​​ 

y entre cipresales que venteaban mis recuerdos

se empozó en tu índice,

 

enjuagó mi olor a yaravíes,​​ 

salpicó a ese niño que miraba como vísperas los colores de las flores,

disolvió el siglo que llamé destino.

 

¡Oye, buen terceto:

gime aquí el instante,

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ allá grita lo eterno!

 

 

 

 

 

 

 

¡EL HUMUS AL FIN HA GERMINADO A MI GOTA!

​​ 

No desear que tu ser caiga en mi diagrama tendido en sombra,

es como agua dulce que grita al mojar un suelo amargo​​ 

o tal vez tiza disuelta  ​​ ​​​​ 

 

en la gota que se alarga

 

y salta como alazán

a mis linfas que se van secando

 

 

de su cristal tempesteado por lagrimal reventado. ​​ 

 

¡Al​​ 

fin,

el humus

ha germinado a mi gota, sin luz solar,

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ sin luz solar, ha germinado a mi gota

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ el humus,

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ al​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ fin!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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