Presentamos, en el marco del dossier Poetas de Miami, preparado por Francisco Larios, algunos textos del poeta cubano Joaquín Badajoz (Pinar del Río, 1972) es Miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), de la American Comparative Literature Association (ACLA) y de la American Association of Teachers of Spanish and Portuguese (AATSP).
La curiosidad
Para un poeta la curiosidad ha sido el comienzo de todo.
Es invierno, pero acá el verano es casi una condición humana.
Has conocido a una mujer solitaria
vistiendo una sombra de lágrimas
una claridad de nácar y peces
como un moribundo girasol.
Sientes su respiración húmeda,
que no alivia ninguna palabra.
Se acerca tímida, de una manera sospechosa,
que aprendes a amar demasiado.
La soledad siempre es patética.
Pero ella reduce tu desarraigado y vegetativo ser de contemplaciones
hasta que quepas en una pupila
o en el piercing que lleva bajo el labio.
No puedo amarla, me conformo con su pálida ausencia,
una libélula flotando sobre una cárcel de agua.
Ella repite: nunca.
Como si una palabra bastara
para que desaparecieras.
Viene escoltada por pájaros negros
que recuerdan que se acerca la noche.
No tiene nombre esta mujer ni rostro,
es solo piedra golpeando la tormenta.
Sumando ausencia a tu plan de mañana
para que la vida continúe su poderosa caída.
Podemos dejarnos ir y ser libres
pero no de la memoria.
Olvidar es perder dos veces.
Vendrá puntual, vendrá
como una mariposa de fuego
que crece hasta cegarte.
Euritmia
Fray su nombre lo he olvidado variaba los acordes
de antiguas concupiscencias con su órgano potente
componiendo registros que embalsaman y hieren
silbados al vaciar las espadas en los moldes.
Empeñado como está en la casadera sobrina en enaguas
atizar el infiernillo de las fraguas lo sofoca
y resiste posesiones de ángeles tentados en las sienes
que alocados palmotean tamborines y panderos.
Estas dobles visiones del confesionario el martillo
en el yunque las aldeanas de generosos senos
sudando los entrepechos explotan los corpiños.
Hades y limbos y cielos desciende en sus ascensos
que de herrero y corifeo le tiemblan las carnes
tan cerca del infierno como está cuando se salva.
Anusim: La herida (I)
Una huella por donde quiera, un hilo de agua, el rastro.
Donde digo cierro los ojos, voy ligero,
escribo alguien suspira, entra al mundo tristísimo,
lo azotan, le deshollinan los pulmones.
Hombre sin ombligo, hilando la madeja solar sobre la hierba,
tienes una herida abierta, te escapas en vendaval por el costado.
El hueco donde la duela se convirtió en vihuela,
y fabricaste de tus entrañas una mujer amada.
¿A dónde fue a parar la carne, la arcilla adónde
en su vuelo de albatros enterró su pico,
dejándote más desolado que un cadáver?
Hemos cambiado de nombre, de religión, de idioma.
Pero esa hebra tenue que ensarta los siglos,
la gota de resina que fulminó a la abeja en pleno vuelo,
la sangre que se oxidó sobre la piedra,
el cáliz que recogió el semen vital y fecundó su vientre,
han dejado su rastro ¿o no?
En la ciudad de los brazos abiertos, la aldea que nadie recuerda,
entre tambores y panderetas, bailan las jóvenes descalzas.
Una nube se levanta del suelo, la mano gira, los otoños pasan.
Tras ese remolino se ven zarpar barcas en la noche.
Casi nadie sobrevivió al doloroso parto de las naciones.
Fueron cayendo como guillotinas las fronteras,
un ras de mar, un diluvio de ejércitos barrió con todo.
No sé cuando comenzamos este viaje que no termina,
que no conduce a ningún sitio. Partimos de una aldea
que no era mejor que esta aldea nuestra del exilio.
Entonces, como ahora, nos despertábamos
sudando frío a medianoche, con la boca reseca.
Fue entonces que comenzó este juego de confundirnos.
Ponernos una máscara, cambiar de nombre,
volvernos agujas… este juego de aprender a olvidar.
Sangre de Benjamín. Llanto de Jeremías. Grito de Aarón.
Nos volvimos la hoguera en el vientre del pez.
Ahora caminamos entre rostros petrificados,
seres que la nostalgia y el rencor hizo mirar atrás.
En el próximo crepúsculo, bajo el mismo sol que alguna vez
alumbró la ciudad sepultada por tormentas de arena,
escucho el restallar de las lenguas órficas,
la lumbre de la casa
donde comenzó el ritual de la fecundidad eterna.
No sé cómo he llegado a este lado del mar.
Mientras sueño con una tierra de la que nunca he partido.
Romperé el ánfora de los siete sellos.
Viviré una maldición que es sólo mía.
Mientras lo miran absortos los fijos, los errantes y los mixtos,
repitiendo un ritual de hace 14 siglos, un hombre reparte en Zephath
trozos de pan del árbol de la vida.
Judah Loew defiende la judería de Josefov
Un hombre acorralado, armado solo de palabras,
puede engendrar un monstruo más grande que su miedo,
hilvanar los cuerpos de los que lo rodean,
atraer como un imán humano energías desconocidas
hasta tejer una masa compacta
inexpugnable como un muro de piedra.
Un hombre a punto de perderlo todo
suele recibir estas revelaciones.
Por ejemplo, que una clavija indómita toma forma en tu mano
cuando has llegado al hueso de la palabra.
Detrás se esconde un mundo de energías caóticas
a punto de estallar.
Un mundo que se abre,
una llave que te dieron desde la infancia
para que la pulieras hasta entrar en la cerradura.
La palabra hecha carne
tiene una fuerza que a todos nos aterra.
Datos vitales
Joaquín Badajoz es Miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), de la American Comparative Literature Association (ACLA) y de la American Association of Teachers of Spanish and Portuguese (AATSP). Miembro de los consejos editoriales de Glosas (ANLE), RANLE (Revista de la ANLE) y OtroLunes (Madrid/Berlín). Ha publicado ensayos, reseñas, crítica de arte, poesía y narrativa en revistas y antologías de EE.UU., España, Francia, México, Panamá, Polonia y Cuba. Coautor de Enciclopedia del Español en Estados Unidos (2008), Hablando bien se entiende la gente (2010) y Diccionario de Americanismos (2010). Es columnista de El Nuevo Herald (EE.UU.), editor de portada y noticias de Yahoo y director editorial de Editorial Hypermedia (Madrid).