Poemas breves de François Cheng

En versión de Audomaro Hidalgo, leemos algunos poemas breves de François Cheng (China, 1929). Desde 1948 vive en Francia. Mereció distinciones como el premio André Malraux, el premio Roger Caillois, el Premio Femina y el Gran Premio de la Francofonía por el conjunto de su obra. Es miembro de la Academia Francesa desde 2002.

 

 

 

 

 

 

El destino de la vela es arder

cuando sube la última voluta de humo

lanza una invitación a guisa de despedida:

“entre dos fuegos sé el que alumbra”.

 

 

 

 

 

 

 

Al final de la noche, un umbral se ilumina,

nos atrae aún hacia su dulce misterio;

los grillos cantan el verano sin fin,

en algún lado, la vida vivida sigue intacta.

 

 

 

 

 

 

 

En la plenitud del verano

vuelve lo que ha sido:

todos los frutos suspendidos, altos,

toda la sed saciada.

 

 

 

 

 

 

 

No ruegues nada.

No esperes que te paguen.

Lo que tú das traza una vía

que te lleva más lejos que tus pasos.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

Del agua nace el fuego,

del fuego el aire

mezclado al soplo puro

de una cierva dormida.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

De las tinieblas sin fondo surgen los trazos

por ti trazados, hijo de​​ la honda noche.

Al​​ llevar las quemaduras del astro, no eres

sino una antorcha hecha de ramas y de hollín.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

Noche de luna. Alguien, solo, despierta,

se conmueve por lo que desde siempre

tantos y tantos vieron y callaron,

se abre a la corriente ardiente del puro espacio.

 

 

 

 

 

 

 

Sorprendes el vuelo de las luciérnagas,

escuchas la caída de los pétalos,

¿es​​ para ti​​ la hora de las soledades?

¿o​​ es la hora​​ la de la acogida?

 

 

 

 

 

 

 

La inmensa noche del mundo

sembrada de estrellas,

¿tendría​​ sentido

sin nuestra mirada?

 

 

 

 

 

 

 

Perra fiel, la ola vuelve

a​​ lamer tus pies con su lengua amarga.

Olfateando​​ de pronto el miedo arcaico

día​​ y noche en tus venas ladra.

 

 

 

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