Presentamos una muestra del trabajo del poeta y narrador español Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976). Con Vida y leyenda del jinete eléctrico mereció el Premio Jaime Gil de Biedma y con Las Ollerías, publicado por Visor en 2011, el Premio Internacional de Poesía Loewe. Actualmente vive entre Bruselas y Madrid.
De Las Ollerías (Visor, 2011)
EL LABERINTO
Ella estaba detrás del laberinto.
Lo supe al conocerla.
Aunque al principio, al relumbrar su cuello
en la puerta fugaz de aquel hotel
(creo que podía ser el Miguel Ángel,
y había un piano-bar), jamás me habría creído
que era posible entrar con tanta suerte
ni en ningún otro hotel, ni en cualquier otra parte.
Tenías que haberla visto. Tenías que habernos visto.
Era casi imposible imaginar
a dos seres tan frágiles,
con un fulgor tan raramente humano.
Y el brillo se quedó dentro del pecho,
como un tibio dolor del corazón.
Poco después moriste, pero ya pude ver
que había una hebra invisible, un deseo capilar,
en ti y en ella,
de no tener más freno que la muerte.
Y se lo dije entonces, quizá hasta un poco antes:
eres como un cachorro de león asustada.
Tú sólo tienes miedo de tener
ese miedo más grande que la vida.
Eres como un cachorro de león asustada,
porque un león no se rinde,
no cesa ni claudica,
se encrespa en la batalla,
apenas retrocede
y muere de un impulso o ruge y toma aliento
y vence a dentelladas.
Me gustaría decirte que fue fácil.
Me gustaría decirte que aún es fácil.
Pero ella está detrás del laberinto
y no hay salida fuera de sí misma:
es un hotel costero abandonado
donde todas las puertas nos llevan hasta el mar.
LOS NADADORES
1
La primera inmersión es la que cuenta,
quizá porque las otras
son apenas un eco en mitad de su origen:
aprender a nadar, con cuatro años,
es la reminiscencia apresurada
de su final de impulso, de exilio o de regreso
hacia el néctar amniótico.
Así extender los brazos
y dar una patada hacia delante, hacia un delante incierto,
en un magma templado
por un temblor desnudo en las rodillas,
tan sólo es una huida de nosotros,
de nuestro miedo público.
En el Parque Figueroa, nadar era jugar a ser de agua,
familiar y espumosa.
Luego, en el Club Albaida, nadar era dejar de ser de agua
para vencer la curva medular,
para buscar al hombre que anidaba
en aquella columna maleable.
Mi padre, entonces, cuando era un hombre joven
y en el pleno verano me arengaba a seguir esforzándome en la vida,
quizá ya descubrió que yo iba a ser de agua,
que había un sueño de sal detrás del cloro,
en todas las baldosas como un mosaico abstracto,
junto a aquellas rejillas con los barrotes anchos y muy turbios
en las que un niño antiguo,
indefenso y sin nombre,
había muerto atrapado en el desagüe.
Nadar era crecer.
Nadar para empezar a ser un hombre,
con la espalda de un hombre y la voluntad de un hombre,
con los hombros de un hombre y la verdad de un hombre,
mientras mi espalda débil, que había de sostenerme,
iba remodelando una nueva firmeza
hacia un bordillo duro y soleado,
justo donde mi padre me esperaba
para darme un pulmón de oro macizo.
2
He vuelto a nadar a ratos con mi padre.
Quizá lo razonable sería que ahora yo nadara con mi hijo,
con mi verdad de padre, que ahora le enseñara que nadar
no es sino evadirse de lo ajeno,
liberarse en el agua
para también ser agua y renacer
en el extrarradio de uno mismo.
Quizá algún día lo haga.
Ahora, al menos, nado con mi padre,
aunque muy pocos días, quizá uno o dos al año,
y ese hijo invisible que navega en el silencio de nuestras conversaciones
es sólo una calma melodiosa, es un rumor de agua que nos limpia
de una sequedad muy de diario, de nuestras manos grandes
de hombres acostumbrados a nadar
sin eludir el pulso a la corriente.
LA CONTRACTURA
La vieja contractura de la espalda
ha vuelto a aparecer,
como un amigo incómodo que un día
nos viera cometer los pecados feroces.
La noto entre las vértebras más altas,
como una garrapata aferrada a mi ánimo,
que es una incisión fina y consciente
sobre cada escalón de mi memoria.
La poesía no debe ser confesional,
porque todos tenemos una historia;
quizá, al menos, no deba ser confesional
únicamente: hay que darle el barniz
de la escritura, travestirla en lenguaje.
Recordar esta vieja contractura en la espalda
es hablar también de mis quince años,
de su primer chasquido como un fósforo ardiendo
sobre el lomo de felpa de un antílope.
Todo era duro en mí, todo diamante.
La poesía ha de ser honesta, la poesía es un artificio,
la poesía ha de ser mentira en su verdad objetiva.
Todo entonces también era muy cierto
hasta ese primer golpe en mitad de los hombros,
ese crujido tosco, su punzada de luz
convertida en incendio al sacudir la tierra
que también era cuerpo, y un temblor de onda corta
para amansar la lumbre de mi espalda creciente.
Detrás de la rotura hubo una sed,
tan delicada y tierna como una amante joven
en su mitad del sueño, el visillo turgente
amasando las horas para enviarlas después
a cualquier otra parte. (Entonces no había tiempo,
porque tiempo era todo lo que el sexo tenía).
La vieja contractura, como entonces y ahora,
reapareció en la noche despierta de un hotel,
en un amanecer sobre el hambre en La Habana
y tras una pelea que resolví con suerte.
Así suele venir, sin avisar,
como todo el dolor de cualquier biografía.
El poema, ¿por qué ha de travestirse? ¿Por qué ha de ser lenguaje?
¿Por qué no puede ser, hoy nada más, una verdad honrada?
Así ha venido ahora la vieja contractura,
como un recordatorio de la vida.
La he reconocido nada más levantarme
y le he buscado sitio en mi asiento del tren,
le he pedido algo para desayunar
y he tratado al fin de protegerla
al coger las maletas. Y me he puesto a escribirla.
Cuántos poemas caben en el puño de un hombre.
De qué sirve escribir cuanto no cabe en el puño de un hombre.
Pensando en ella he visto las antiguas lesiones:
las muñecas abiertas, un esguince de agua en los tobillos,
el menisco cansado de golpear el cemento
como un gran paredón de hierba seca.
Y también unas cuantas cicatrices
que a veces me acarician con una suavidad de mariposa.
En ella puedo ver mi única verdad
como una herida antigua que no nos hace daño:
me hace percibir que estoy en casa,
que a pesar de las costras y de las vidas nuevas
nunca me he movido de mi casa.
PUENTE ROMANO
Qué imprecisión del cielo, con qué cordura de ante,
envoltura estelar, silbido de genista,
latigazo en la sien, logística de pájaros,
bóveda de aluminio, imprecación al agua
que atada al friso nos revivirá,
mortaja en la visión de teselas probables
podremos deshacer un lazo de oro,
un antifaz de cúpulas ardiendo,
la constancia embozada como una escaramuza
detrás del llanto de la pedrería.
¿Puedes reconocerme? ¿Sabes cantar mi voz?
Anuda el artificio a su voracidad,
dame de beber luz, qué buena estaba el agua,
las manos de mi padre amasando tu frente
mientras la anochecida es un telón rojizo.
¿Vienes desde tan cerca? ¿De verdad puedes tocarme?
¿Caminas mi lenguaje? ¿Soy expresión o norte,
un borrador o fiebre, una sombra aterida
o el fogón que deslumbra en un vacío de nieve?
Hay balas de mercurio embalsamando el aire.
No estoy aquí. ¿No ves
que la esperanza drena con metal amarillo,
que las pestañas cortan el humo de las fuentes?
¿Dónde me esconderás ahora que ardo,
que soy la tea que alumbra el camino gigante?
Somos dominación. No hay más latidos
que la campana encinta de un amanecer frágil,
que la bebida maternal del aire
bajo el sol de la esponja, su erupción inclemente
en los tobillos de cada ojo de buey,
de cada arco siniestro sobre el puente vigía
detective trivial de una impostura,
las mujeres del dátil, bailarinas de noria,
los primeros azotes contra piel de pizarra
curtida a la intemperie, hoy respiramos
la esmeralda en las córneas, el ramaje en los dientes:
cualquier paso anterior fue nuestro paso,
su escarlatina de fabulación.
El ungüento fulgura bajo el álbum dormido.
Tras la casa vacía, en su rapto de peces,
quizá me reconozcas bajo el vientre de escamas
porque he salido a flote y soy la eternidad.
De Vida y leyenda del jinete eléctrico (Visor, 2013)
10
quién os hizo creer que la hacienda era vuestra
que era vuestro el jornal que el regadío era vuestro
miedo verde la ley la pericia no es vuestra
la finura el arreo ni la soga ya es vuestra
ni tampoco el domingo la ternura no es vuestra
y los hijos también morirán sin ser vuestros
ni esperanza tendréis ni locura ni esperma
vuestro páncreas también vuestra migraña es nuestra
sacaréis el sofá la madera a la calle
cobertura la red el titular es nuestro
ni vecinos ni amigos vuestra familia es nuestra
vuestras uñas la fe ni la alegría es la vuestra
la negrura el mutismo la sumisión es vuestra
cabellos dientes pies y vuestras manos nuestras
cualquier ideología vuestro contrato es nuestro
sólo la enfermedad que pagaréis es vuestra
y nunca fue más nuestra cualquier poesía política
12
hoy voy a darlo todo el idioma o la vida
culturalismo compromiso bien eso lo hablaremos en otro momento
podríamos decir natalie estás aquí
te ha encontrado al fin ethan pero sin cicatriz en el muslo de agua
no has salido del porche ni has vuelto a dibujar el aullido en la arena
tu madre está aún en casa tus hermanos también siguen siendo unos niños
y tu padre es la sombra del umbral apagado
ojalá estuviera aquí el tío ethan pero cómo decirlo
y aparece de pronto sin espesarse el humo sobre el fósil rocoso
es la llama sensible de la tumba de lee
el sur el sur el sur hoy no desdobles la manta porque hoy venceremos
con capote de lluvia vamos a acariciarnos
ya no tienes que huir por el huerto nocturno
y no pagaré más por tu trozo de falda
irás creciendo aquí te casarás aquí
y nadie tejerá tu piel tostada su temor voluntario
una vez que arrasemos el poblado lactante
recuerda los honores de aquel soldado azul
candice bergen descalza viva little big horn
descubriendo el candor de la frase lisérgica
una amnesia cortante sin pasión o recuerdo
el desorden requiere más espacio que el orden
y suele devengar unas formas sutiles de egoísmo
su orgullo nacional que se canta en las nubes
ácidas sulfurosas de una amnistía fiscal
canción del perseguido por el valle del ámbar
porque un delator siempre conseguirá trabajo
fíjate en elia kazan su arenisca rumiante
una lista el proceso di los nombres de amigos
que una vez brindaron con el vino caliente su idealismo ligero
elia kazan valora ofertas laborales mientras bebe un negroni
13
tony ojos azules campeón de los juegos
guarda el sobre sellado de su intacta tristeza
has visto alguna vez una sonrisa igual
escucha eres muy seria ya estaban entregados
sólo con sonreír te hubieran aplaudido
franco rusia españa en la universidad hubbell sólo es un símbolo
y yo no puedo hacer personajes con símbolos
ni siquiera inscribirlos en el vidrio empañado de nuestra graduación
dame una identidad que salpique en el oro
una incomodidad rubia en la jabalina
las memorias del brillo las esquinas del hambre
nuestro paseo en la playa no volverá a encenderse
en una chimenea de malibú melancolía en octubre
tras carnavales nómadas no prepararé el cóctel
frances price ha muerto hoy nace katie morosky
cómo vas a rendirte defiende tus derechos
mientras te veo correr por la orilla del sol
no existen los derechos no lo sabes aún katie
sólo hay desolación tras la noche de baile
pero jamás tendremos libertad de expresión si no luchas por ella
no la habrá nunca katie la gente tiene miedo
es peligroso y esos hombres y mujeres sufrirán para nada
no importan los principios solamente tú y yo
hubbell mírame yo soy esos principios
las personas el mar somos nuestros principios
incluso nuestra hija que no conocerás
pero no hablemos tanto aún no me he presentado
déjame que acaricie el pelo de tu frente
llegaremos allí en un descapotable jugaremos al tenis
aprenderé a reír y seré divertida igual que tus amigos una tarde lluviosa
o nos encontraremos muchos años después
y tocaré otra vez con mis dedos mojados tu promesa en el aire
14
no soy abraham polonsky y no lo seré nunca
no nací en nueva york un cinco de diciembre
ni guiones ni novelas ni trabajé en la paramount
y tampoco luché en el frente de europa
no leí a thomas mann ni escribí en cuerpo y alma
no bebí con john garfield y nunca he dirigido el imperio del mal
hoy mi nombre se borra lentamente en los créditos
llega el hombre sin rostro con su paso invisible
a veces voy al cine para ver la última de kazan
otra obra maestra sobre la ambigüedad
quién puede perdonar las ofensas de otros quién se atreve a decirlo
la delación resulta ventajosa cincuenta años después
me niego a contestar si pertenezco al partido comunista
me niego a contestar ni he conocido a algún miembro del partido comunista
sólo sé que soy abraham polonsky
que mi nombre sin nombre su brigada homicida
me pertenecerá en las líneas onduladas de atril
cuando escriba el romance de un ladrón de caballos
que escogió defender su derecho a callar
Datos vitales
Joaquín Pérez Azaústre nació en Córdoba en 1976. Actualmente vive entre Bruselas y Madrid, donde obtuvo una Beca de Creación en la Residencia de Estudiantes entre 2000 y 2002 y se licenció en Derecho por la Universidad Complutense. Con el libro de poemas Una interpretación (Rialp, 2001) ganó el Premio Adonais, con Delta (Visor, 2004) un accésit del Premio Jaime Gil de Biedma, con El jersey rojo (Visor, 2006) el Premio Internacional Fundación Loewe de Creación Joven, con El precio de una cena en Chez Mourice (Algaida, 2007) el Premio Vicente Presa, con Las Ollerías (Visor, 2011), el XXIII Premio Internacional de Poesía Loewe y con Vida y leyenda del jinete eléctrico (Visor, 2013) el XXVIII Premio Jaime Gil de Biedma. Reunió algunos de sus poemas en la antología Anatomía poética (Ediciones del Festival de Costa Rica, 2011), y está incluido en las antologías La flama en el espejo (México, 2001), Edad Presente (Vandalia, Fundación José Manuel Lara, 2003) Veinticinco poetas españoles jóvenes (Hiperión, 2003), Andalucía poesía joven (Plurabelle, 2004), Los senderos y el bosque (Visor, 2008), Por dónde camina la poesía española (Letra Internacional, 2008), La inteligencia y el hacha. Un panorama de la Generación poética de 2000 (Visor, 2010), Y habré vivido. Poesía andaluza contemporánea (Centro Cultural Generación del 27. Diputación de Málaga, 2011) o Ida y vuelta. Antología poética del viaje (Editorial Fin de Viaje, 2011) entre otras. Ha epilogado Descrédito del héroe, de José Manuel Caballero Bonald (Bartleby Editores, 2007). Como prosista ha sido recogido en Pequeñas resistencias. Nuevo cuento español (Páginas de Espuma, 2002), Macondo boca arriba (Universidad Nacional Autónoma de México, 2006) y Artículos de Larra (451 Editores, 2008). Incluido en Lo que ha quedado del naranjo. Palestina en el corazón (Diputación Provincial de Málaga, 2009), coordinó la antología contra la invasión de Iraq En pie de paz. Escritores contra la guerra (Plurabelle, 2003).
Actualmente es columnista en El País de Andalucía y en el diario digital Diario Abierto. Durante diez años –entre 2002 y 2012- ha escrito una columna diaria de opinión en El Día de Córdoba y otra semanal en del Grupo Joly, y antes del Diario Córdoba. Por sus colaboraciones en prensa ha recibido el Premio Meridiana del Instituto Andaluz de la Mujer 2003 por la defensa de la igualdad entre géneros en los medios de comunicación. Reunió sus artículos en el volumen Reloj de sol (Diputación Provincial de Córdoba, 2004). El corresponsal de Boston (Berenice, 2006) y La chica del calendario (2009) recogen algunos de sus textos sobre cine y literatura. Ha publicado el ensayo Lucena sefardita. La ciudad de los poetas (Fundación José Manuel Lara, 2005).
Es autor del libro de relatos Carta a Isadora (Ediciones B, 2001), por el que obtuvo el Premio de Creación del Instituto Andaluz de la Juventud, de la novela corta El cuaderno naranja (1998) y de las novelas América (Seix Barral, 2004), por la que obtuvo una Mención Especial del Jurado del Premio Biblioteca Breve, El gran Felton (Seix Barral, 2006) y La suite de Manolete (Alianza Editorial, 2008), galardonada con el IX Premio Fundación Unicaja Fernando Quiñones. Su última novela es Los nadadores, publicada por la editorial Anagrama en 2012 y traducida a cuatro idiomas.