Foja de poesía No. 477: Leticia Quiroz

Presentamos algunos textos de la poeta Leticia Quiroz (Navojoa, Sonora 1978). Estudió Literaturas hispánicas en la Universidad de Sonora; es coautora de las antologías: 99 poemas mexicanos de amor (Grijalbo) y Cartas inolvidables de la literatura universal (Planeta), ha colaborado en diversas publicaciones a nivel nacional y estatal. Fue becaria del ISC en 2011 para escribir el libro: La perdurable sombra de una casa. Actualmente es maestra de literatura en centros de readaptación social para menores de edad.

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Se gesta el silencio

crece

semilla húmeda

brazos de agua cristalina se extienden lentamente.

Recorre el temblor en las piernas

toma el fuego del vientre

se desliza

caricia templada

ternura humilde y respetuosa

en la garganta

propaga ojos de agua

sumerge las palabras

los labios reconocen su raíz

sin reservas

ojos y cabellos se entregan

al vientre de una madre que siempre añoran

el silencio enaltecido

sumerge los oídos hasta el fondo

y entonces lo otro deja de sonar

sólo la vista vive.

 

 

Eso aunque fugaz

es la paz.

 

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Me gustaría

que conservando esa mirada

te llamaras distinto

acabaras de llegar del sur

tu calle no fuera transitada

ni tus perversiones tan hijas de tus ausencias

que tu hermano no tuviera tus ojos

y tu padre retirado en la playa

me llamara por mi nombre

que tu historia no terminara siempre en la banqueta,

y conservando intacta la sonrisa

la espesura de tus ojos

y la humedad de tus labios

fueras otro

y me hubieras encontrado en otra parte

en una fuente o sembradío

o una procesión de mujeres piadosas

y ojos de rabillos afilados

y no en este baldío abrasador

esperando el veneno de tu mano.

 

 

 

 

 

No hay más que sentarse a la puerta

a esperar la lluvia

si acaso no llega

se asoman los fantasmas

y como uno ya no quiere nada con ellos

barre para alejarlos

pues si alguno se cuela por la ventana

y susurra en el aire pesado

y húmedo de la casa

se sabe que sin la lluvia no se es nada

que sin la trampa de la lluvia

uno está a la intemperie del viento

dúctil

sin trampas ni cobijos

y sólo porque la lluvia no llegó esa noche

se quedó en la esquina con la mujer del pelo lacio y negro como sus ojos

esa que no eres tú

por más que lo has querido.

 

 

 

 

Sosiego

 

 

 

Y repetir ardiendo hasta el descanso
 que no es para llorar, que no es decente.
 Y porque a la verdad, no es para tanto.


 Fuego de pobres
 Bonifaz Nuño
 

 

Se me cae de las manos

un temblor melancólico,

en las uñas un rubor de nacimiento

se gesta silencioso y brillante

la tarde se abre de par en par

son la mañana y la noche

dos páginas en blanco

botones de plata pulida

ojos deslumbrados mirando fijamente.

Todo huele a esporas, hierbas o té.

El vientre extraña la ausencia meticulosa

en cambio el vapor y sus gotas tibias

humedecen tejidos y poros

una fiesta cristalina y serena

germina en las comisuras del cuerpo,

las arrugas de la frente

y las cicatrices en las rodillas

guardan silencio expectantes,

no es suya la gloria de estos días

su tragedia se ampara en sus grietas.

Ni sombras ni asombro,

lleno y sitiado el cuerpo

se deja tomar lentamente,

son días de abrir botones

cambiar sábanas

recoger semillas

días que vienen escalando

uno a uno los segundos

pacientes esperaron su turno

para llegar a la estación puntual

como las canas o los músculos.

Los otro días

los de la cuna

la sal y el yodo

se retiran,

..  -un paso atrás todo lo que no es este día

..   pues se me ha caído un desconcierto

..   y mientras no aparezca

..   habrá que agotar el júbilo

..   beber su pulpa

..   alimento para desempleados de la tristeza

..   para aquellos que lo han perdido todo

..   hasta el cansancio

..   aquellos a quienes sin temblor ni arena

..   les llegan días de humedades

..   como ríos verdes

..  nubes portentosas

..   y hormigas diligentes.

..   Este es el invierno del desencanto

..   una brisa humilde

..   poblando el vacío

..   y humedeciendo

..   tierna y cálidamente

..   la conciencia de los perdedores.

 

 

 

 

De pronto

uno se siente fuerte

cree que puede volverle la cara a la ciudad

que ha visto quemarse

una y otra vez

quiere creer

ahora no habrá sal

ni derrumbes.

Y así

obviando las sombras y sus persecuciones

en la distracción de los días crédulos

se acumula poco a poco

un sedimento nostálgico

primero la sospecha:

algo por ahí se echa a perder

después la certeza:

algo se ha perdido,

el ufano atrevimiento se ha debilitado.

Uno comienza a olfatear,

el hedor es fuerte

se huele las manos

bajo las mangas

los pies

todo está impregnado con la misma sustancia

entonces uno toma un vaso

y lo que bebe le sabe amargo

si se pone una camisa causa escozor en el cuello o la cintura

si abre una puerta algo golpea en la cabeza

y es catastrófico

porque le está sucediendo

y además

ha tomado el periódico

la correspondencia

o uno de sus libros

y lo han confirmado:

está enfermo.

Entonces le duele todo

las pestañas

la muñeca que dejó en la banca a los cinco años

el pastel para mamá que se resbaló de las manos antes de llegar a casa

y llora por sus manos de mantequilla

el rayón en sus zapatos nuevos

por aquella vez que no dijo te quiero

y se quedó sólo mirando.

Llora

se queja y se duele

porque se le ha constipado una arteria

o un puente

o algún sentido

o todo junto

porque todo se comprime

y todo el mundo

sus tragedias y espectáculos

simulacros y revelaciones

todo el mundo

se contrae en el embudo de su cabeza

y es tanto

y tan mundano

que debe alzar la voz

el canto

la mueca o alarido

algo tiene que abrirse

y donde más le duele comienza a sobarse

a murmurar reproches y consuelos

poco a poco sana su distracción

su ilusión anacrónica e improcedente

comienza a verse de nuevo

el látigo de su orgullo increpado

vapuleado por su despotismo

entonces de alguna ventana

orificio

muro o percha

se descuelga una elegía desbordada,

pero en el cosmos infinito

no es más que un grito desde un abismo súbito

sin permiso para abrirse paso

un mimado afán sin intención regulada

o certeza de razón.

 

 

 

Datos vitales

Leticia Quiroz (Navojoa, Sonora 1978), estudió Literaturas hispánicas en la Universidad de Sonora; es coautora de las antologías: 99 poemas mexicanos de amor (Grijalbo) y Cartas inolvidables de la literatura universal (Planeta), ha colaborado en diversas publicaciones a nivel nacional y estatal. Fue becaria del ISC en 2011 para escribir el libro: La perdurable sombra de una casa. Actualmente es maestra de literatura en centros de readaptación social para menores de edad.

 

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