Otro canto, el mismo canto, por Umberto Pérez

Presentamos un comentario de Umberto Pérez sobre el disco de Las líneas en su mano, que reúne diecisiete poemas de poetas hispanoamericanos que han sido interpretados por el mismo número de cantautores de todo el continente.

 

 

 

Otro canto, el mismo canto

 

 

La relación de la palabra y la música es tan estrecha y antigua como el origen de las mismas. Hubo un tiempo en que música y palabra atravesaban juntas ríos y montañas en la voz de los cantores que dispersaban aconteceres y gestas épicas. La música transportaba a la palabra.

Santiago Auserón, el gran cantautor aragonés, también conocido como Juan Perro, lo ha explicado de manera formidable en diferentes conferencias y ensayos, en resumen: En la Antigua Grecia toda la poseía, la lírica épica y popular de la tradición oral, y la lírica escrita -comedia y tragedia-, encontraron soporte en la música, elemento esencial en la vida de los griegos. Pero cada una alzó vuelo en una dirección diferente: el verso escrito se liberó de la atadura de la consonancia y la música depuró sus facultades lejos del discurso. Más tarde, la canción lírica influyó en la poesía europea dotando al verso escrito de una sonoridad novedosa en nuevas formas como el soneto y la copla octosílaba que, a su vez, fueron el germen de los lieder y las canciones románticas. Al separarse y al liberarse de arcaísmos, palabra y música crearon lenguajes particulares y extraordinarios: el verso libre y la música instrumental han enlazado y creado imágenes tan poderosas que rebasan cualquier significado común posible. Sin embargo, el tiempo y la distancia también han hecho posible que poseía y música vuelvan a aproximarse en la canción popular.

La figura del cantor popular, del cantautor o del cancionista, aparece para intentar resolver la tensión entre palabra y música: seducido por las dos partes encuentra en la canción el universo ideal para allanar soluciones; tan importante como un poema o una pieza musical la canción no los sustituye y goza de una individualidad particular que los trasciende. Como un artesano aferrado a su oficio, muchas veces el cantautor pule sus versos a la vez que busca el vestido sonoro que se ajuste a ellos, otras muchas, va en busca de palabras que acompañen una melodía que, de repente, brotó mientras tocaba algún instrumento. El trabajo es arduo y pesado, si descuida a uno de los dos componentes el resultado es un engaño.

El cantautor contemporáneo abreva en innumerables fuentes, cualquier cosa puede detonar una canción, pero la tradición es innegable. Las raíces del canto popular son largas, robustas y se entroncan con historias que corresponden a otros mundos y otros tiempos. A ambos lados del Atlántico, la canción se ha cultivado entre montes y riberas, entre aceras y callejones, originando cosmogonías que, décadas más tarde, irradian versos y melodías. Basta con mirar quiénes están a la espalda del indiscutible Bob Dylan, y quiénes delante de él, o la labor descomunal de Violeta Parra que décadas más tarde sigue cosechando frutos buenos. En cada caso la palabra es vital y el pasado un cordón umbilical.

La tradición poética es alimento esencial del canto popular: no sólo es fuente de inspiración, también provee material de trabajo al cancionista. En un gesto de profunda admiración y gratitud, en diferentes ocasiones y geografías, la canción popular ha abrazado con música la obra de grandes poetas. En nuestra lengua, la poesía de Miguel Hernández, Machado, García Lorca, Neruda, Alberti, Borges, Gelman, De Greiff, Guillén, Yupanqui, Storni, Oliver Labra y Panero, entre otros, ha sido celebrada por cantautores a ritmo de  jazz, boleros, baladas, rock y spoken word.

Pero esta colección es una rara avis dentro del mundo del homenaje de la canción a la poesía. Se trata de un disco que celebra el presente y el estado de salud del que gozan la canción y la poesía hispanoamericanas. 17 cantautores de Cuba, Nicaragua, Perú, Uruguay, Venezuela y Colombia han aparcado por un momento su oficio de escritores -y su ego- para asumir una empresa que, al escucharse y al leerse, se revela compleja: vestir con su música la letra de 17 poetas de Argentina, Bolivia, Ecuador, España, México y Colombia.

Los resultados son fascinantes.  Desde el respeto y el conocimiento todos los poemas que acá se cantan fueron quebrantados. Algunos fueron recortados, otros reordenados, otros transformados en su totalidad y otros, aunque parecen intactos, también fueron invadidos al ser despojados de su propia música otorgada por el autor cuando coleccionaba dichas palabras. La calidez acústica que guarda el disco se pasea entre canciones por las que asoman aires de balada pop, folk, pasillo, spoken-word, cumbia, son vallenato, joropo, trova, candombe, vals y bolero. Las líneas de esta mano atraviesan un continente lingüístico y tradiciones milenarias, se confunden y se extienden y se extienden y se extienden…

 

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