Los poetas de la Bicicleta

Claustro de Sor Juana

Fernando Garcilita reseña la lectura de los “Poetas de la bicicleta”, del Claustro de Sor Juana.

 

Como un oasis necesarísimo de buena poesía la Universidad del Claustro de Sor Juana fue el escenario donde regresó uno de los recitales colectivos más importantes dentro de la poesía joven de nuestro país, el así llamado grupo “Poetas de la Bicicleta” dio lectura de algunos de sus poemas el pasado miércoles 22 de abril.

Los noveles poetas Ileana Ortiz Rodríguez (Ciudad de México, 1988), Juan Carlos Cabrera Pons (San Cristóbal de las Casas, 1986), María Magdalena Alpizar (Ciudad de México, 1989) y Aureliano Carvajal (Ciudad de México, 1986) fueron quienes invitaron a los asistentes a subir con ellos a la bicicleta, para viajar en entre sus poemas, entre su arte y sobre todo su trabajo.

Quien abrió la puerta del recital fue Ileana Ortiz Rodríguez, y con ella inició el viaje; nos mostró un poco de su trabajo por venir, en este sentido resaltó sobretodo la lectura de sus “Soliloquios”:

Aniquilemos el tiempo.
Abandonemos el Verbo a su merced.
Partiendo desde el noveno escalón de la torre,
dejemos nueve lunas ensimismadas en el placer de su albedrío,
y a la noche tendida sobre las plantas de las nueve mismas.

Siguió el turno de Juan Carlos Cabrera Pons. Fue la poesía del chiapaneco, sin duda, una pisada fuerte, un despertar y una llamada dentro del recital pues con los poemas que escogió demostró no temer al riesgo que podría representar la lectura de un texto extenso como fue “Un poema y sus variaciones”. Basándose en un fragmento de la obra de John Milton, desencadenó todas las impresionantes variaciones sobre Lucifer, aquel ángel caído que dejó un gran sabor de boca entre la audiencia.

El primer ángel cayó. Yo soy aquel ángel primero.
Yo soy Aquél, el escindido, el solitario, el egoísta.
Caí desde la nube más dorada. Dije:
«Que ahora vengas a decir a la profundidad en que discurro
que brillan doradas las nubes a lo lejos;
que vengas a creerte ahora que hay cielos a lo lejos que he perdido
porque se vieron alejarse lentamente en la caída;
que vengas a lo lejos a decirme cualquier cosa,
es un atrevimiento imperdonable, muchacha.
Pero que vengas a creerte aún haber llegado,
y creas haber dicho que llegaste,
y que puedes aún llegar acaso y aún decir, y creas haber llegado y dicho,
eso es sólo el resultado de tu concepción euclideana del tiempo».

Cabe destacar que entre la lectura de cada poeta, Ileana Ortiz interpretaba una pieza breve en cello, para que ese viaje en bicicleta no perdiera su ritmo.

Tocó el turno de María Magdalena Alpizar Díaz, con una poesía bella y al parecer bien cuidada, de tal suerte dio lectura a poemas como “Techo lleno de estrellas” que seguramente llamaron la atención de la audiencia, misma que en un futuro espera verla arriesgarse un poco más.

Techo lleno de estrellas

que se atragantan en mis ojos

buscando el fruto de sus embrujos.

Viene la aurora perdida

Viene olvidada la Muerte

Vienen los ojos cerrados

Las sombras vienen inesperadas.

El final del viaje se acercaba y quien tomó el manubrio de la bicicleta fue Aureliano Carvajal, un poeta experimentado, que complació a sus seguidores al incluir poemas obligados como “A ustedes que mueren en lo alto”, y “El Ángelus del amanecido”

Te nombro Ángelus
para ocultar tu verdadero nombre,
para hacerte originaria de mi boca
y sólo de mi boca residente.

Para este punto más de uno de los asistentes estaba al borde del asiento con el puño recargado en la mandíbula hambrientos de más y ahí fue cuando un poema “retro” de Aurelino Carvajal titulado “De cómo don Aureliano el fermoso topose con el Ángelus del medio día e confundiósele con Laura e de lo que acaeçió” logró agradar a los ya de por sí críticos asistentes y me permito adjuntarles una estrofa por la belleza de su forma.

E disse el doliente:
mas tengo l’esperança, oh Laura,
que tornedes a los mis ojos
loçana, enamorada;
e non importa que luego seas partida
sí ante mí algund día fuedes presente
atal como hoy conmigo te mostraras.

Así fue como el viaje terminó, la bicicleta regresó y todo el público a regañadientes bajó.

 

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