El cambio social en la historia según Orlando Fals Borda

Orlando Fals BordaLuis Martínez Andrade nos ofrece un texto de  César Eduardo Osorio Sánchez en homenaje al pensador social Orlando Fals Borda (Colombia 1925-2008), uno de los sociólogos más trascendes de América Latina, creador de la Investigación de Acción Participativa.

 

EL CAMBIO SOCIAL EN LA HISTORIA

La fuerza movilizadora de la utopías en la obra de Orlando Fals Borda

 

 

“…Por una parte, se montan grandes luchas en el terreno de las ideas…que buscan el progreso y el mejoramiento de la sociedad colombiana, especialmente de las clases trabajadoras. Profesores, universitarios y muchas veces los mismos obreros y campesinos, descubren las desigualdades  inherentes y las inconsistencias morales hasta entonces encubiertas en el orden vigente, las traducen en la acción y se declaran en rebeldía contra ellas. Se lanzan a las calles o a los campos, en intrépido gesto para dramatizar sus puntos de vista y acelerar el cambio, buscando las ventajas del poder político para imponer sus ideales. Pero, por otra parte, saltan a la brecha grupos y personas comprometidos con la continuidad el orden vigente, dispuestos a jugarse a fondo en la lucha y a contrarrestar el efecto de los grupos subversores…”

Orlando Fals Borda.

 

 

 

Las realidades de hoy y la vigencia de Fals Borda. 

El epígrafe con el que se abre esta reflexión fue escrito por el maestro Orlando Fals Borda  hace más de 40 años durante la gestación de su obra La subversión en Colombia: El cambio social en la Historia. Más que una pieza de literatura sociológica o política, estas palabras retratan las realidades de luchas por el poder que han marcado el sendero recorrido por la sociedad colombiana y que siguen definiendo las apuestas reivindicativas de hombres y mujeres que desde sus realidades cotidianas aspiran a la realización de una nueva sociedad que supere las desigualdades del presente. Estas palabras dibujan una senda de permanente cuestionamiento a la injusticia, un camino que debe ser recuperado para mirar las propuestas de futuro de los sectores populares.

            La vivacidad de las contradicciones del régimen vigente, la intensidad de las reivindicaciones del campo popular nos permiten decir hoy, que las gestas políticas y teóricas inauguradas por Orlando Fals Borda hombro a hombro con luchadores incansables como el desaparecido maestro Eduardo Umaña Luna siguen teniendo vigencia. Las realidades que determinan el momento histórico actual de la sociedad colombiana revelan la urgencia y la necesidad de que las organizaciones sociales, los intelectuales democráticos, los pueblos originarios, construyan escuelas de pensamiento que contraviniendo los vientos imperantes no sucumban ante el silencio, la cooptación y al academicismo aséptico que desde la contemplación renuncia a transformar las bases de la desigualdad que perviven en nuestro medio.

            Desde las propuestas políticas y académicas promovidas por el Maestro Orlando Fals Borda, el logro de un orden social superior, la superación de las barreras estructurales que obstaculizan la realización plena de los pueblos implica el desarrollo de procesos de movilización popular que se alimenten por propuestas de pensamiento, de análisis de la sociedad en las que se sinteticen los saberes logrados por nuestros pueblos y en las que cobre un lugar central el papel creativo y transformador de las utopías y procesos ético-políticos emancipatorios. Desde este punto de vista, el conocimiento lejos de ser un objetivo en sí mismo, se constituye en una posibilidad para provocar transformaciones en el horizonte político de los movimientos sociales en la medida en que contribuya a desentrañar las condiciones estructurales que determinan las luchas por el poder y entronice el papel protagónico que han jugado los actores sociales en la transformación de tales estructuras en su búsqueda de nuevos senderos de justicia.

            En la actualidad, Colombia producto de las históricas alianzas entre sus clases políticas tradicionales y los poderes transnacionales que promueven la victoria del mercado, se ha consolidado como escenario estratégico para las fuerzas del capitalismo global. La sociedad colombiana se presenta como un enclave de los poderes imperiales en nuestra América, un continente que aunque irredento ha demostrado con la movilización popular y con algunos gobiernos de signo democrático que está hastiado de la voracidad del capital y que necesita transitar hacia democracias raizales, respetuosas de la identidad latinoamericana y de las aspiraciones de los pueblos que por más de 500 años han sostenido procesos de organización, movilización y de construcción de poder en procura de la dignidad y la autodeterminación.

         La crisis del neoliberalismo en América Latina ha conducido a que la sociedad colombiana se vislumbre como un escenario en el que expresan claramente las contradicciones, las incongruencias morales del régimen político y económico. De esta manera, los poderes del capital que siguen basando su condición dominante en las políticas de guerra, en la sobreexplotación del trabajo y en la violencia cultural, se confrontan con las voces que claman y construyen formas propias de organización de la vida colectiva, con las conciencias críticas que reclaman para sí la posibilidad de construir un futuro en el que la economía y la política no se sigan encarnizando contra las mayorías, contra los sectores más humildes. En la arena política colombiana, la movilización popular, las luchas en el terreno de la teoría y el análisis crítico de la historia evidencian que el paradigma societal del capitalismo trasnacional se enfrenta a las lógicas de los movimientos sociales que señalan las contradicciones cada vez más profundas entre la dinámica del mercado y las aspiraciones de  realización de los derechos y los proyectos políticos tejidos desde la orilla de los movimientos populares.

            La realidad con la que nos confrontamos cotidianamente, nos revela que lejos de ser un proceso meramente económico, la dinámica de extensión del mercado global – en la que Colombia es un engranaje estratégico- está sustentada en nuevos esquemas de dominación y de confrontación de los sectores alternativos en el terreno social, cultural, político e ideológico.  El modelo de globalización propuesto por los precursores de la ortodoxia neoliberal se revela ante nuestros ojos como un proceso en el que los dispositivos económicos van acompañados por una intensiva labor ideológica para sembrar la desesperanza. La tecnocracia, las clases políticas tradicionales han centrado sus esfuerzos en construir un andamiaje académico, mediático y político para demostrar a toda costa que no existen alternativas a la economía de mercado y a las instituciones políticas que lo sustentan.

 

Los tiempos recientes y la necesidad de una nueva lectura de la historia

En Colombia son notables los efectos de este conjunto de políticas orientadas a la preservación del régimen. En primer lugar, la dinámica política e institucional de los últimos tiempos ha traído consigo la generalización de lógicas autoritarias en el ejercicio del poder que buscan que los hombres y mujeres se reconozcan como pertenecientes a una comunidad política constituida desde la militancia común en las políticas de gobierno. En segundo lugar, en el marco de la guerra integral contra el terrorismo se ha generado una nueva oleada de estigmatización frente a las organizaciones populares, sindicales, campesinas, indígenas en la que se enfatiza en la peligrosidad de estos sectores sociales por poner en cuestión los cimientos sobre los cuales se edifica en modelo político y económico. En tercer lugar, los tiempos recientes han estado marcados por una invasión de los valores de la guerra a la vida cotidiana que torna hostil el escenario de la deliberación política en la arena pública y cuyo objetivo central es la polarización social en torno al consentimiento o el rechazo de la agenda gubernativa.

           En el mismo sentido, el incremento sin precedentes de los recursos invertidos en la sofisticación de las fuerzas militares contrasta con la inversión cada vez más precaria en sectores como la educación, la salud, y en general con los esfuerzos institucionales para garantizar los Derechos económicos sociales y culturales de las mayorías de la población. El fortalecimiento de la capacidad represiva del Estado pone en evidencia el desarrollo de una carrera armamentista a nivel nacional y en tal sentido, la profundización de las políticas de guerra.

            De acuerdo con el Maestro Fals Borda, estas dinámicas obedecen a un curso político cuyo objetivo es la “socialización del guerrerismo”[1] como lógica dominante para el tratamiento de las contradicciones del régimen las cuales tratan de ser enmascaradas a partir de: i. La activación de dispositivos ideológicos orientados a generalizar de una imagen deformada de la realidad exenta de contradicciones y luchas populares, ii. La Profundización del tratamiento punitivo de contradicciones que se gestan en el terreno social, político y cultural. De esta manera, la ideología y el ejercicio de la fuerza se constituyen en herramientas complementarias para la preservación del statu quo.

            En este sentido, el pensamiento político dominante mixtifica el régimen vigente satanizando y trivializando el ejercicio de la oposición y de la diferencia política acudiendo a una visión de la historia en la que no existen los ideales democráticos, en las que no existen conflictos de clase y mucho menos idearios políticos emancipatorios. El pensamiento único trata de convertir a la historia en una desabrida sucesión automática de fases, de la que desaparecen los rostros de dignidad, de resistencia que proponen nuevos valores y nuevas exigencias a sus realidades.

            En esta visión de la historia se encuentran tres argumentos de fuerza que pueden ser entendidos como retos para construir una nueva perspectiva de la Historia que aborde la dinámica de las luchas sociales por el poder y revele los factores que determinan las desigualdades sociales, políticas y culturales. En primer lugar, la historia oficial parte de reconocer al régimen político y económico vigente como el único posible y por ello debe ser defendido por los sectores más amplios de la población; En segundo lugar, desde el pensamiento del Régimen las alternativas sociales políticas y económicas fracasaron, son inviables y por ello el sentido las luchas sociales es la injustificada desestabilización del orden social establecido; En tercer lugar, Los discursos oficiales parten de la idea de que las dinámicas sociales se pueden explicar a partir de la historia de las instituciones políticas estatales y desde los esfuerzos de los dirigentes políticos tradicionales para garantizar la gobernabilidad y la estabilidad del orden institucional.

 

Una mirada a la historia del campo popular: utopía y cambio social

           De cara a estos retos, el Maestro Fals Borda, emprende en un nuevo abordaje de la historia de Colombia para tratar de desentrañar precisamente las raíces y determinantes históricas de las luchas poder, partiendo de la idea de que cada orden social contiene en su seno un universo de contradicciones que alcanzan su clímax cuando un conjunto de conciencias críticas, cuando las masas populares generan propuestas políticas para transformar los valores, las normas, las instituciones y tecnologías que sostienen los regímenes vigentes. En esta exploración sociohistórica, uno de los hallazgos más notables es que precisamente, el modelo hegemónico que se expresa en las ciencias e instituciones políticas oficiales ha invertido esfuerzos ingentes en reafirmar la justeza de lo que existe arguyendo la inmoralidad y la destrucción que se encarna en las gestas políticas de corte subversivo.

            En la reconstrucción de la historia popular que propone Fals, en cada orden social por el cual ha transitado la sociedad colombiana afloran gestas políticas y sociales protagonizadas por luchadores como Benkos Bioho, José Antonio Galán, José María Melo, Manuel Quintin Lame, Jorge Eliecer Gaitán, Camilo Torres, quienes orientados por un horizonte utópico llaman a la búsqueda de un nuevo orden social. De esta forma, la subversión adquiere una connotación distante a la calificación negativa de los saberes oficiales para ser valorada como un acto político orientado a revelar las contradicciones sobre las cuales se edifican las certezas de los órdenes sociales. Desde esta perspectiva de subversión moral, los sectores sociales tradicionalmente excluidos de las estructuras dominantes de la economía, del poder político y la cultura irrumpen en la historia criticando las injusticias que definen sus realidades históricas y proponiendo nuevas formas de organización de la vida colectiva, afirmando su capacidad  soberana de orientación de su destino colectivo.

            Los procesos políticos protagonizados por estos hombres y mujeres revelan que una acción política es una práctica subversiva solo si se propone la superación de las realidades de injusticia, explotación y opresión, si provoca procesos sociales direccionados a la construcción de un nuevo orden social con una nueva comprensión de la dignidad colectiva. Tal como lo señala Fals Borda, las instituciones, las normas, los valores sociales no son justos por el solo hecho de responder a la tradición, por el contrario, hace parte de la historia que las instituciones, ciencias y saberes estén en permanente cuestionamiento y transformación en la medida en que afloren nuevas reivindicaciones de justicia y de realización de derechos que se expresen en movimientos sociales y políticos.

            Gracias a las dinámicas sociales de construcción de contrapoder, la subversión moral que desencadena los cambios en las sociedades puede ser entendida como el momento histórico en el que se revelan con mayor claridad los proyectos de sociedad, las utopías e ideologías que se confrontan en la arena de la política, al tiempo en que desenmascaran las inconsistencias, las incoherencias entre las declaraciones morales y las prácticas políticas, económicas y sociales que fundamentan el poder de las clases dominantes.

             En este punto, otro de los aportes que se deben destacar de la obra de Fals Borda para el abordaje del cambio social en la historia lo constituye la recuperación política y sociológica del concepto de utopía. Tras una mirada  a las distintas formas que han cobrado las luchas populares en la historia de Colombia, las utopías lejos de concebirse como imaginarios, sueños, ilusiones distantes de las realidades sociales y políticas se valoran como complejos de ideas de inciden en la realidad por medio de la acción colectiva, los cuales orientan la transformación de los aspectos de orden social que son considerados injustos y la construcción de nuevas relaciones sociales sustentadas en nuevos referentes de justicia.  La existencia de utopías en el horizonte político y reivindicativo garantiza el cuestionamiento de los regímenes políticos, económicos y culturales y la persistencia de luchas que permitan su superación.

            En la historia de Colombia, al lado de las ideas que promueven el mantenimiento del orden establecido (ideologías) existe una larga tradición de utopías que portan la doble condición de sostener la crítica a los órdenes sociales establecidos e impulsar dinámicas de organización y movilización popular. Las utopías raizales de la historia colombiana se han construido al fragor de luchas seculares contra los poderes coloniales, la esclavitud, la explotación de los trabajadores, el destierro de los indígenas y los campesinos, la violencia directa, estructural y cultural contra nuestros pueblos ancestrales. En las acciones y propuestas de las organizaciones populares, indígenas, campesinas, cívicas, sindicales, se ha configurado un horizonte utópico que sigue incidiendo en las búsquedas de regímenes políticos cercanos a las aspiraciones de poder de los excluidos, por modelos económicos que superen la predación del hombre por el hombre y de su medio natural, por un modelo de sociedad edificado en un nuevo humanismo.

            Es así como emerge la utopía del socialismo raizal, como el fruto de una historia de dignidad y conflicto, como una propuesta política basada en la capacidad creativa e inagotada de los campesinos, indígenas, obreros, del campo popular para configurar nuevas instituciones, normas, valores, tecnologías asentadas en el trabajo, la solidaridad, la autonomía, la identidad, el territorio, en el espíritu libertario entendidos como valores legados de esta tradición de luchas. Mientras estas aspiraciones no asuman su lugar como intereses generales de la sociedad reverdecerán las expresiones de movilización popular, seguirán en el horizonte utópico animando la organización y la búsqueda de espacios de poder que prefiguren un nuevo orden social.

             En la actualidad son ingentes los esfuerzos invertidos por las academias militantes del régimen, por los medios de comunicación del empresariado, para trivializar la política en los titulares de las primeras páginas, en los efectos de las encuestas, son ingentes los esfuerzos para encubrir con nuevas doctrinas y con la espectacularidad mediática las carencias de un modelo sociedad se sigue engendrando profundas contradicciones sociales y políticas. Con este contexto hoy es urgente recuperar el análisis riguroso de la historia, del momento social y político de la vida nacional con los lentes de un conocimiento social emancipatorio y de las utopías y subversiones morales vigentes e inconclusas que recupera en su obra el maestro Orlando Fals Borda.

            Frente a los fuerzas de la desesperanza, frente a la farándula que pretende hacer de la  política un asunto frívolo es crucial volver al análisis de la dialéctica de la historia, a las fuentes de las transformaciones sociales para edificar nuevas reflexiones y nuevas formas de acción política. La gramática de la historia sigue su curso, con luchas, movilizaciones, con acción política y con propuestas de pensamiento libertario.  La historia de Colombia sigue su curso y siguen vigentes los valores fundantes de libertad, solidaridad, trabajo, las aspiraciones de los pueblos originarios por la edificación de una nueva democracia y las propuestas de ciencia popular al servicio del ideario democrático.

 

Texto publicado en:

Revista CEPA, Bogotá. Colombia. Año 2008

 

Datos vitales

César Eduardo Osorio Sánchez  está adscrito al Centro Estratégico de Pensamiento Alternativo CEPA. Actualmente es Director Académico nacional de la Red de Justicia Comunitaria y Tratamiento del Conflicto en Colombia.

 

 

 


[1] FALS BORDA, Orlando. (2008) La subversión en Colombia: El cambio social en la historia. Bogotá. FICA. Pp.262 y ss.

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