Intercambio epistolar: Escalante – Mendoza Romero

Evodio Escalante Jorge Mendoza Romero

Fruto de la polémica en torno al “Caso Sicilia” surge este intercambio epistolar entre críticos de distintas generaciones: Evodio Escalante y Jorge Mendoza Romero.

Los textos después del salto. Primero la carta de Mendoza Romero.

Estimados amigos y lectores:

Respecto al más reciente debate sobre el uso que Javier Sicilia ha dado a la intertextualidad conviene hacer varias puntualizaciones. La primera de ellas, y que atañe directamente a la composición del texto, es que siendo estrictos, metodológicamente estrictos, hay alusión; ni cita ni plagio. La paráfrasis es el procedimiento dominante en aquellas zonas a las que el ojo crítico de Evodio Escalante ha apuntado. Naturalmente resultará difícil para numerosos lectores de poesía aceptar que el texto explote, precisamente, algunos de los pasajes más recordados de Eliot, Celan, Rilke, etcétera, y de ello emerja una obra victoriosa. ¿Qué efectos puede producir esta aventura? Ya los podemos advertir entre el entusiasmo de uno de los jurados o la sospecha de un crítico.

La literatura, o cualquier campo del saber y del arte, es un hecho sistémico. No puede reducirse a cada uno de los actores que intervienen en su funcionamiento la responsabilidad de su realización de sus mayores alcances ni tampoco de sus errores. Pierre Bourdieu o Mihaly Csiksentmihaly han hecho una descripción del modo en que se articula un campo del saber y que traigo a cuento porque resulta iluminador en medio de esta polémica. Un campo se ve beneficiado cuando una obra acrecienta su riqueza o cuando llega una obra que lo modifica de tal modo, que todo lo anterior se reorganiza en torno a ella. Sin duda, el arte de nuestro tiempo a caballo entre la estética de la modernidad, del cambio, de lo novedoso, y el vacío que produce el desconocimiento del arte que vendrá, tiende a volverse acumulativo: el pastiche, el collage, la ironización de las obras consagradas en el canon son los recursos a los que acuden los artistas en mayor medida. Esto modifica nuestra experiencia de lectura acostumbrada a buscar lo novedoso y lo original. Mientras no haya un arte que trascienda la estética de la modernidad, pareciera que hay una vuelta hacia el código de lectura del Siglo de Oro y la poesía antigua en que la variación de un patrón estético era el fin que se buscaba (idea generalizadora que, sin duda, encontrará contraejemplos). Asimismo seguirán apareciendo esporádicamente obras “originales”. Obras que interioricen críticamente la riqueza de la “tradición” y revelen algo “nuevo”.

Desde este punto de vista fragmentos de Tríptico del desierto de Javier Sicilia lo sitúan como una obra acumulativa. Obra que acude a la potencia verbal situada al centro del sistema estético de nuestro tiempo, a unas obras de consenso, a obras canónicas, para introducirse en la periferia del mismo. ¿Pero quién acepta o rechaza que esta u otra obra forme parte de un campo? Los tres elementos que componen el sistema de un campo son: una cultura que posee un conjunto de “reglas” simbólicas, una persona que aporta una novedad o que acrecienta el campo en cuestión y un ámbito de expertos que reconoce o valida la novedad o la aportación.

La persona para poder modificar un campo debe interiorizar, hasta donde su humana condición le permita, lo más posible el conjunto de “reglas” que lo organizan. ¿No fue ésta la intención de Ezra Pound y que quedó plasmada en sus ensayos y poemas? Cuando un campo está demasiado estructurado como la física o las matemáticas, es más sencillo reconocer la aportación. Un conjunto de expertos autoriza o se adscribe a una nueva fórmula o descubrimiento. Todo lo contrario sucede con el arte. Aquí se vuelve más problemática la inclusión o el reconocimiento. ¿Cuántos siglos tuvo que esperar la poesía de Luis de Góngora para que la generación del 27 la rescatara en esa memorable conferencia de Federico García Lorca o los valiosísimos estudios de Alfonso Reyes? Nada más ecléctico, elástico e inestable que el “ámbito” de una literatura (los críticos, las editoriales, los premios, el sistema cultural de un país, las voces emergentes, etc.).

¿Si el libro de Javier Sicilia no hubiera ganado el Premio de Poesía Aguascalientes habría este debate? Estimado Luis Vicente, obviamente no. Desde la segunda mitad del siglo XX en términos generales los poetas, críticos, estudiosos, lo que podemos llamar el “ámbito” le ha dado al premio un halo simbólico consagratorio. Porque de un modo indirecto, una manera de ingresar al canon de las letras mexicanas y formar parte de este campo regional es obteniendo ese premio. Este debate, se podría decir, es sano, esperable y hasta “natural” según la lógica en que funcionan los campos con una estructuración tan laxa como es el literario.

En esta discusión y como en tantas otras anteriores o futuras la postura del Círculo de Poesía es clara, directa y de frente. Intentamos construir un espacio en el que aquellos que normalmente no tienen voz puedan expresar sus ideas, por muy rudimentarias y elementales que sean y que, evidentemente, no reflejan la postura de nuestro portal. Si a Luis Vicente de Aguinaga le atormenta “la violenta bajeza del Círculo de Poesía” y a Julián Herbert le parece que en el Círculo de Poesía “siempre es más fácil publicar un insulto que un argumento” no nos extraña en el caso del primero, el entusiasmo ante la obra de Javier Sicilia: Luis Vicente, los comentarios que te escandalizan no están firmados por ningún integrante de nuestro Consejo Editorial. En otras polémicas, lo sabes, han firmado sus textos. Es nuestro hábito hacerlo; y, Julián, llevas razón, nos equivocamos al dejar pasar toda clase de insultos, siendo entre los más ofensivos los que tú has firmado, disfrazados de argumentos, en este y otros sitios donde sobre cualquier tema, al lado de Luis Vicente, sueles opinar. Es lamentable la cobardía de quienes se ocultan para enviar comentarios descalificadores, auténticos barrasbravas que en el curso de la polémica sobreinterpretaron el texto de Evodio Escalante y se lanzaron de igual modo contra uno y otro. (Sin embargo, son voces que revelan una opinión, una impresión, acaso significativa: se trata de muchos de los lectores que asisten a una presentación, compran un poemario, visitan un blog de poesía. Los comentarios de un portal, reitero, son eso: impresiones realizadas al vuelo, una suerte de vox populi que no refleja, por supuesto, la postura de nuestra revista). A nosotros nos interesa la polémica, no que gane uno u otro.

Como un gesto de cordialidad hemos decidido retirar los comentarios que acompañan los textos en referencia e invitamos nuevamente a los lectores a gozar de las reseñas, los poemas, los videos, los ensayos y los diversos materiales de muchos de los más grandes poetas de Iberoamérica. Nuestro portal, aquí.

Agradecemos a todos aquellos que han enviado sus comentarios, al margen de no compartir sus particulares visiones sobre el tema.

Saludos cordiales,

Jorge Mendoza Romero
Círculo de Poesía

* * *

A continuación la respuesta de Evodio Escalante, recibida horas después…

Estimado Jorge Mendoza Romero:

Leo con atención su comunicado a propósito de la polémica que ha brotado a partir de mi crítica del libro Tríptico del desierto de Javier Sicilia. Aunque de entrada intenta Ud. ubicarse de modo serio y responsable en un alto nivel de discusión intelectual, trayendo a cuenta las aportaciones de Bourdieu y Csiksentmihaly acerca de los “campos del saber”, y de la literatura como “un hecho sistémico”…. advierto sin embargo una voluntad general de silenciar o acallar las aristas incómodas necesariamente asociadas a una discusión como ésta. Respetuosamente le recuerdo que la palabra “polémica” viene de “guerra”. Se trata, de modo específico, de la guerra de los discursos. La misma que, como podría agregar Heráclito, “a unos los revela dioses, a los otros hombres, a unos los hace libres, a los otros esclavos.” No se extrañe Ud. si muchos de los contendientes salen o salimos con raspones, magulladuras y moretones en todo el cuerpo.

Al grano: Estoy profundamente en desacuerdo con la decisión de Ud. y del Círculo de Poesía de retirar el cúmulo de opiniones que se estaban acumulando en torno a la insultante “respuesta” de Sicilia publicada en el Laberinto del periódico Milenio el pasado sábado 23 de mayo. Correctas o equivocadas, no las juzgo, constituian un estimulante y muy variado mosaico de reacciones de personas interesadas de algún modo por la poesía que se escribe en nuestro país.

A toro pasado, afirma Ud.: “Intentamos construir un espacio en el que aquellos que normalmente no tienen voz puedan expresar sus ideas, por muy rudimentarias y elementales que sean y que, evidentemente, NO REFLEJAN LA POSTURA DE NUESTRO PORTAL.”

Al eliminar sin previo aviso dicho ramillete de voces se aniquila la idea misma de todo blog: ser el medio democratísimo para que la variedad tome la palabra. Para que los excluidos tengan voz. Cuando ví que tal conglomerado de opiniones había sido abruptamente “disuelto” o “desaparecido”, créame que me sentí más en la Cuba de los hermanos Castro –que no toleran el internet– que en el México de Felipe Calderón (Whatever that means).

No a la censura.

Atentamente le solicito a Ud y al Círculo de Poesía que repongan los mensajes eliminados y que mantengan abierta la comunicación a fin de que TODOS los pensamientos se expresen en internet.

En cuanto a mi texto crítico, me alarma advertir que quiere Ud. estrechar su sentido y ponerle un candado a la interpretación colectiva. Nadie, absolutamente nadie, ni siquiera Sicilia, escándalo moral de por medio, ha sobreinterpretado mi texto. Mi texto dice lo que expresamente ha quedado en lo escrito, literalmente y en todos los sentidos. De tal suerte, la única sobreinterpretación que hasta el momento conozco es la de Ud. cuando se queja de que con él se ha cometido sobreinterpretación. Al revés: todavía nos quedan lecturas por hacer.

Afirma Ud. que con Tríptico del desierto ha surgido “una obra victoriosa” (?). Falso de toda falsedad: que haya ganado el Premio de Poesía de Aguascalientes es un asunto muy diferente. No confundamos. No hay tal obra ni menos tal victoria. El libro de Sicilia se deshace y derrumba con la lectura en virtud de los “préstamos” tan elementales a los que recurre. Esta es al menos mi experiencia muy personal.

Por último. El discurso que Ud. inteligentemente articula se mueve, y muy bien, dentro de los “campos culturales” y la intertextualidad (Gracias, Julia Kriseva). Lamento informarle que yo me muevo en otro estrato del pensamiento, de modo tal que, todavía mejor que de paráfrasis y de sobados juegos intertextuales, de lo que habría que hablar simple y llanamente es de inmoralidad (Espero que no me pedirá Ud. que le explique el significado de este término).

Aprovecho la ocasión para enviarle mis saludos cordiales.

Evodio Escalante

PS. A propósito de “inmoralidad”, espérese Ud. a que la familia Corcuera se entere de que su nombre ha sido infamado en una sección de este libro que mereció….. un Premio Nacional (sic)

* * *

Más tarde, Jorge Mendoza responde:

El crítico autoritario. Se coloca en una posición de superioridad. Es aquel que sabe más acerca del texto que lo que el texto sabe de sí mismo. Le gustan las totalizaciones, las opiniones tajantes y a menudo atreve juicios para ubicar la obra comentada en algún preciso lugar de la posteridad que todavía no vive. Tiende a creer en los poderes infalibles del método literario, o cuando menos, de sus señeras opiniones.

Evodio Escalante: Lo viejo y lo nuevo en la crítica literaria


Estimado Evodio Escalante:

Me extraña sobremanera el tono de su texto, viniendo de alguien que escribió el ensayo que exorna esta carta y cuyo valor más importante, considero, es el cuestionamiento a un personaje pasado de moda y, si se quiere, hasta ingenuo: el crítico autoritario. En un “ámbito”, en el sentido que lo he descrito, es normal que aparezcan este tipo de figuras. Pese a que lo mejor y más sano es no alejarnos del tema que nos ocupa, la polémica Escalante-Sicilia –entre cuyos puntos pendientes, no lo olvidemos, está la respuesta a la apropiación que abre su libro Todo signo es contrario–, daré respuesta a su comunicación de ayer.

La postura del Círculo de Poesía no acalla las voces de nadie. En este sentido, usa mi texto al afirmar cosas que no dice. Los comentarios que se retiraron estuvieron a disposición de los lectores de nuestro portal durante una semana. Registramos más de dos mil visitas. De modo que durante este periodo se socializaron a plenitud. Al no estar protegidos electrónicamente por ningún candado pudieron ser copiados y llevados a otros sitios con toda libertad. Asimismo, al ser el Círculo de Poesía una revista independiente, es un hecho de sentido común y de total soberanía determinar los criterios editoriales que consideremos pertinentes. A ello se agrega el derecho inalienable de elegir, antes de iniciar un diálogo, a los interlocutores con los que nos gustaría intercambiar ideas. En respuesta a su solicitud de “mantener abierta la comunicación a fin de que TODOS los pensamientos se expresen en internet.”, si usted está de acuerdo, podemos abrir un espacio en nuestro portal para que dialogue con las sombras que se esconden detrás de pseudónimos como “kertko”, “virgina”, “pastor de cabras”, “oronegro”, “valerio máximo”, “J.”, “un vecino de Baranda”, etcétera, que hemos convenido en llamar “los sin voz”.

Respecto al adjetivo “victoriosa”, le sugiero que, como el buen crítico que es, lea con atención y cuidado. No sobreinterprete, sólo lea con cuidado. Estamos a favor de textos que privilegien no sólo la dispositio sino que se sustenten en la inventio. En este punto, nuestras posturas coinciden. Por otro lado, no hay ninguna intención personal o grupal ni mucho menos textual en mi anterior misiva, de poner un candado o estrechar la “interpretación colectiva”. Estimado Evodio, nuestra postura es eso, una postura, una conjetura, no la verdad revelada ni una crítica autoritaria. Es una verdad débil en el sentido que le da Gianni Vattimo.

Advierto, sin embargo, que ha modificado su interés. Usted hablaba de poesía, ahora habla de moral. Lo inmoral, me parece, es invocar la inmoralidad. Su texto de Laberinto era un alegato textual. De pronto vira y deja la estética para instalarse en el terreno de la ética. ¿No le parece inmoral haber ocultado ese término originalmente? ¿Sacarlo a la luz una vez avanzada la polémica? ¿Haberse autocensurado en nombre de no sé qué estrategia o pretendida cordialidad? Nosotros creemos que la única moral en la literatura es escribir bien.

Mis saludos cordiales,

Jorge Mendoza Romero

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