Uno de los registros más singulares y frescos de la poesía mexicana se encuentra en la obra de Ricardo Castillo (Guadalajara, 1954) cuya irreverencia y desparpajo se urden en una vuelta al habla común. Ha publicado entre otros: El pobrecito señor X, Reloj de arenas, o Il re lámpago.
De El Pobrecito señor X
Autogol
Nací en Guadalajara.
Mis primeros padres fueron Mamá Lupe y Papá Guille.
Crecí como trébol de jardín,
como moneda de cinco centavos, como tortilla.
Crecí con la realidad desmentida en los riñones,
con cursilerías en el camarote del amor.
Mi mamá lloraba en los resquicios
con el encabronamiento a oscuras, con la violencia a
tientas.
Mi papá se moría mirándome a los ojos,
muriéndose en la cámara lenta de los años,
exigiéndole a la vida.
Y luego la ceguez de mi abuelo, los hermanos,
el desamparo sexual de mis primas,
el barrio en sombras
y luego yo, tan mirón, tan melodramático.
Jamás he servido para nada.
No he hecho sino cronometrar el aniquilamiento.
Como alguien me lo dijo una vez: Valgo Madre.
El gran simpático
La realidad es una broma que ya me está poniendo
nervioso.
Un armario con un payaso encerrado.
No hay tiempo para hacernos guiños con los ojos,
el asunto es grave, pesado:
Todo hombre come un plato diario de confusión,
las manos se desesperan en los cabellos,
el alma se vuelve espalda.
Huele a nocaut, a cuerpo amarrado al quirófano
y el dolor, cara de serio, es un charlatán.
La realidad es un teléfono timbrando,
un telegrama de certezas muy cortas.
¡ Ojo picudo!
la risa nos puede traicionar.
“El que no es cabrón no es hombre”
La suerte le dio el martillazo a su cochinito, sacó sus ahorros y acabó
de mandarme a chingar a mi madre.
Si seré pendejo.
No son épocas de echar el rol con contemplaciones, de
jugar al buen amigo con el pellejo.
La ciudad no da la mano, no abre las piernas, tira patadas
como monito de futbolito.
(15 de abril, a la primavera le aprietan los choclos, trae la lengua
de corbata como si le hubieran robado
toda su crema, toda su nata)
Salgo a la calle y no me queda otra que rumiar, que chupar
calcio en la Avenida Alcalde.
Mi corazón echa vinagre, mi esqueleto se marea, el muy
puto se lleva las manos a la cabeza
y dice que la muerte es un puchero sentimentalón difícil
de tragar como el pinole.
Camino de a gallinita ciega.
La tranquilidad de las 6 de la tarde me pega en las
costillas seis campanazos en todo lo alto.
Esta tranquilidad es una macana lista para cualquier
mandado;
las moscas que atormenten la seguridad del sistema
tendrán que vérselas con el Borra-Manchas.
Caminen pajaritos, circulen por favor.
Y sigo, las mujeres están buenas y frías como sorbetes,
no quieren acostarse con uno, no se atreven siquiera a
meter la mano por la bragueta.
Oh, oh desolación (esta risa es de pendejo).
Y qué pinche embuste,
qué momento para estar chingando a mi madre.
Si seré pendejo, si me faltará muchísimo para cabrón.
El poeta del jardín
Hace tiempo se me ocurrió
que tenía la obligación
como poeta consciente de lo que su trabajo debe ser,
poner un escritorio público
cobrando sólo el papel.
La idea no me dejaba dormir,
así que me instalé en el jardín del Santuario.
Sólo he tenido un cliente,
fue un hombre al que ojalá haya auxiliado
a encontrar una solución mejor que el suicidio.
Tímido me dijo de golpe:
“señor poeta, haga un poema de un triste pendejo”.
Su amargura me hizo hacer gestos.
Escribí:
“no hay tristes que sean pendejos”
y nos fuimos a emborrachar.
Pin uno, pin dos…
Son las diez de la noche.
De nada sirven los 600 gramos de felicidad
que ha ahorrado mi padre.
Prevalece una agitación de ladrones en el seno familiar
y cada quien declina
con su particular manera de desventurar la sangre.
Parece como si el movimiento fuera la bancarrota,
como si el amor fuera tan sólo cosa de adolescentes.
Mi padre nos quiere,
mi madre nos ama
porque hemos logrado ser una familia unida, amante de
la tranquilidad.
Pero ahora que son las diez de la noche,
ahora que como de costumbre nadie tiene nada que hacer
propongo cerrar puertas y ventanas
y abrir la llave del gas.
Las nalgas
El hombre también tiene el trasero dividido en dos
pero es indudable que las nalgas de una mujer
son incomparablemente mejores que las de un hombre,
tienen más vida, más alegría, son pura imaginación;
son más importantes que el sol y Dios juntos,
son un artículo de primera necesidad que no afecta la
inflación,
un pastel de cumpleaños en tu cumpleaños,
una bendición de la naturaleza,
el origen de la poesía y del escándalo.
Oda a las ganas
Orinar es la mayor obra de ingeniería
por lo que a drenajes toca.
Además orinar es un placer,
qué decir cuando uno hace “chis, chis”,
en salud del amor y los amigos,
cuando uno se derrama largamente en la garganta del
mundo
para recordarle que somos calientitos, para no desafinar.
Todo esto es importante
ahora que el mundo anda echando reparos,
hipos de intoxicado.
Porque es necesario orinarse, por puro amor a la vida,
en las vajillas de plata,
en los asientos de los coches deportivos,
en las piscinas con luz artificial
que valen, por cierto, 15 o 16 veces más que sus dueños.
Orinar hasta que nos duela la garganta,
hasta las últimas gotitas de sangre.
Orinarse en los que creen que la vida es un vals,
gritarles que viva la Cumbia, señores,
todos a menear la cola
hasta sacudirnos lo misterioso y lo pendejo.
y que viva también el Jarabe Zapateado
porque la realidad está al fondo a la derecha
donde no se puede llegar de frac.
(La tuberculosis nunca se ha quitado con golpes de
pecho)
Yo orino desde el pesebre de la vida,
yo sólo quiero ser el meón más grande de la existencia,
ay mamá por dios, el meón más grande de la existencia.
Cami onera-Centro-Tal pita
A veces la vida es chusca, cosa en donde realmente come
y ronca el amor.
Cosa que da pie ligero a las pulsaciones,
cosa cosa, motor.
Y es por eso que dedico este poema a todas las ventanillas
de los camiones
porque ellas nos enseñan a distinguir la vida de la teatral
muerte.
Procure siempre la ventanilla de los camiones
y mire cómo la calle le dice que está equivocado,
que su objetivo en la vida da risa, que le sobran recovecos.
Vea cómo se va sintiendo entumido,
cómo le va faltando gas, cómo le va sobrando incubadora
al sentimiento.
Resístase a ver su reloj,
piense que se está haciendo tarde,
piense que ha paladeado a la muerte,
piense que la vida se le puede acabar, como ha vivido,
tontamente.
El pelícano
Mi amor vale un pelícano.
Un tostón de cacahuates que no tienen precio
Mi amor es una de sed, otra de hambre y otra de
recontratopes en el portón del mundo.
Mi amor es vino, chance bien poco todavía.
Chance y a lo mejor no soy más que un campo de futbol
sin porterías,
un sentimental opaco, con pedorrera.
A lo mejor ya no queda un tornillo que hablar en estos
tiempos
en los que alguien cuenta el millón de su locura con los
dedos,
en los que alguien chupa su hueso como una paleta
helada.
Ahora que el Mar se amelcocha, se amierda al lOO%
y los pelícanos de la costa tienen sed
y son pasto de los cangrejos de ojos babosos.
Ahora que el sol está amarillo como un huevo.
Ahora que la luna cuelga en el fondo como una pendeja,
un pelícano levanta pesadamente la quijada, sonríe y
empieza a volar,
mientras los cangrejos de la costa se sienten afortunados
porque no todos se levantan
porque los culos nunca irán a la guerra.
.
El chipote
Ahora puedo verme el cadáver, ahora puedo verme la
sensibilidad del pulso.
La soledad tiene 360 grados. Nada gano con ir dulcemente al infierno,
nada gano con hablar de mí a estas alturas de ¡Pum! y olvido.
La calle tiene devastados los adentros; peatones de la
ilusión, farmacodependientes del miedo.
La belleza sólo ha pasado, sólo ha dejado mucho por desear,
sólo mezquinas gratificaciones de la intimidad, puros cuentos.
Ahora puedo ver lo que la equivocación llama suerte,
ahora puedo ver cómo el dolor domestica el rumbo vitalicio.
Es mentira que los ahogados se mueran en un vaso de agua.
Es mentira lo que tú crees de ti.
De Borrar los nombres
Borrar los nombres
Los Cora viven en la Sierra Madre Occidental (México), son la tribu que mayor resistencia opuso a las armas del imperio de la razón española. En la hostilidad de la sierra del estado Nayarit dieron fiera batalla hasta llegar a ser el último territorio indígena sometido por la corona, más de dos sig1os después de la caída de Tenochtitlán. Doscientos cincuenta años de sometimiento posterior no han impedido a la resistencia cora encontrar pausa y modo para vivir su propio tiempo y pensamiento. Al igual que otras tribus, durante la Semana Santa, a través de la representación de la Pasión de Cristo, los guerreros coras perviven, convocan y reviven su historia, magia y religión en un acto de sagrada imaginería, donde la alusión indirecta, el tomarle el pelo a todo (a la razón práctica, al sempiterno sentido de la individualidad), parece ser el eje de ese ojo de tormenta que es la Borrada. Ancianos, hombres y adolescentes se tiznan a la orilla del río para desaparecer y surgir en la piel de un demonio, en un borrado, en un soldado de la Judea cora. Durante el Jueves Santo y el Viernes de Sangre todos habrán de resistir la disciplina en el vértigo de la carrera y la paciencia dentro del incendio inmóvil: la grave espera del enjuiciamiento de un Cristo niño que morirá en cada punto cardinal. Borrar los nombres es el testimonio de quien se vio, de pronto, en las calles de Jesús María, muy lejos de sí, desnudo y danzando, con los afanes de un corredor ritual.
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El jueves a las seis, desde lo alto del cañón, observo el verdadero nacimiento de la Judea: centenares de jóvenes medio desnudos aparecen como una reunión de duendes, sorprendidos por el amanecer. Se están borrando, lo cual significa que están tratando de borrar su apariencia humana para tomar la figura diabólica. Han elegido una lengua de piedra rojiza donde el agua se remansa y el doble rito de la purificación y la demonización se realiza con lentitud.
Habiéndose establecido el tiempo sagrado, los demonios deben llevarlo hasta sus últimas consecuencias, no sólo haciendo todos los horrores prohibidos durante el tiempo cotidiano, sino extremando su irracionalidad. A partir del miércoles, los judíos hablan al revés, y este lenguaje del absurdo se ha de mantener hasta el sábado.
FERNANDO BENÍTEZ
Los indios de México
Ando vendiendo valor.
BUFÓN CORA
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1
El jueves y el viernes hay que correr como vértebra de una de las dos serpientes, pero el viernes, además, hay que estar quieto como piedra que ya no llora. El sábado es el baño final, la desborrada en el río prometido. Pero tú no puedes decirlo ni adivinarlo pues tú tan sólo conoces un montón de imágenes rotas donde el sol bate.
2
Sueño indócil
recuerdo ceniciento
de la extravagancia de haber nacido
ser borrado
y ver las alas de la urraca sacudir el viento
por el que te has ido.
El viento y el labio del silencio puesto en la pulpa
del hechizo
de ser salvaje, pleno de vacío, eterno, negro.
Ser la sombra, lo que no eres,
negro como lo que nunca ha sido,
ser por dos días lo que nunca será,
sombra que proyecta sombra
y el tambor y la carrera y la danza cora
embriaga la sangre del que no soy
ni es
¿De quién son mis antiguos pies?
¿a quién sabe este sudor
que mis labios beben?
aceptemos que el tiempo es una máscara
de múltiples cabellos
y que estamos en otra parte
donde los muertos olvidan sus amores y sus miedos
donde los muertos se acostumbran a la penumbra
donde el corazón es el espacio entero y el mundo gira
al revés.
3
Cuando los bufones me señalan y se ríen
cuando los veo patear perros y cerdos
cuando hacen llorar a los niños
cuando le agarran la verga al turista
cuando el guerrero le enseña el culo
a niños y ancianos
cuando los demonios hacen reír a las mujeres
cuando monto el burro al revés
cuando todos tienen sed
y el río fluye indiferente
cuando pienso en mí y ya no hay
quién responda
4
En la sorna del diablo
en sus gritillos
en el machete que remueve lo baldío de la tierra
en el sudor de los ojos que hace grumos de ceniza
en el polvo que encala el paladar
en el sabor del tabaco después de la carrera
en la sombra de los borrados en la pared
en los filos de las piedras que no han de pisar los corredores
en los guamúchiles que mueve el viento y nadie corta
en el río que fluye y se ordena sin ser tocado
en la inmovilidad de la guardia que padece el horror del sol
mientras es más alto y bello
en la sangre de los borrados que se quitan la sed danzando
en los ojos de sombra en las piedras de los ancianos coras
en el secreto que a todo es reacio excepto a las mentiras
en el acto de magia
en el costumbre que nadie entiende
en los hilos de música cuando todos se han ido y ya no toca
la flauta ni el tambor
en los hilos de música que persisten cuando la calle está sola
y conversas con el ausente en un mundo que miras existir sin tí
5
Al doblar la esquina en la carrera
me siento más en los bufones
que en mi propio cuerpo compañero
corro detrás de sus gritos y sus burlas
y una fuerza involuntaria te socorre el corazón
con su acento primitivo
imán de pluma que regala ritmo en las pisadas
luna llena que te honró como su hijo
eres parte de la mentira que hace recordar el tatuaje sobreviviente
eres un animal que en los nervios lleva al diablo de jinete
muy tranquilo
eres la raíz oscura que ignorará toda la vida cómo es la luz
pero no lo que le pertenece
el tizne de lo que siempre quisiste y ni siquiera sabías
o la luz de esto que no podrías haber sido
si los sucesos sombríos
si los sucesos lumínicos otra red hubieran tejido
eres la mata que creció sin jardinero y te han salido espinas
eres el que no soy de una tribu que ríe en lo peor del tiempo
como si supieran la cifra final de tanto juego
de tanta sed de sol de tanta necesidad de encarar el horror
para conjurarlo
de tanto honor de darse a la causa de la víbora del cielo
Hay que resistir entonces el vértigo de no entender
pero sentir que la carrera no es sobre las piedras
y que la tarde suena como piedras de oro que jamás serán monedas
6
Del baño final saldrá un extraño
que mira su propio cuerpo flotar en el río
Retorna a la serpiente que nunca supo lo que hizo
y escucha por última vez al bufón que ofertó valor a los guerreros
De Nicolás el Camaleón
¿Quién no se ha visto en mis ojos?
¿Quién no ha tragado su propia saliva espesa?
Puedo aullar como perro envenenado
o reír como reo de la estupidez,
pero siempre terminaré mudo,
solitario en ese punto inmóvil
donde el mundo es demasiado entrañable y desconocido.
Soy un hombre que no sabe disimular,
mi sentimiento me despeina, me demacra,
me hace gastar las suelas de una manera especial.
Si me muero, no me duele,
son mis sueños lo que lastima más.
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La boca estropajo hilacho pasto seco
la ruta quebrada la luna mareada
los vinos y trinos y capullos despuntados
la policía en lo oscuro pero el misterio sin fondo
ni ahorros
un cascabel necesita el gato un limoncito el caldo
inhalo axilas amadas muerdo dientes de ajo
esta lastimadura es de veras siete horas de calentura
bastaran
o una sal de uvas unos delicados
o tu mera diciéndome que la muerte no esta muerta
o tu mera diciéndome que la muerte no esta muerta…
::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Lo dejo todo,
en las manos una vocación de fuego lento
que no va a ninguna parte;
en el cuerpo una reverberación
que emerge a la piel en oleadas.
Es delicioso reconocer tu propio sudor,
sentir las orejas calientes y frescas a la vez,
sentir sólo sentir
dejar a los ojos ser solamente ojos,
a la lengua, un camaleón en reposo,
sin la tentación del vómito.
Hoy no quiero hablar ni conmigo mismo,
lo dejo todo,
lo que no es posible abandonar,
de lo que no es posible huir,
no me importa el alambre del equilibrio,
encarguen a otro el miedo al abismo,
hoy escapo de mí,
dejo mi amor como quien se quita la camisa,
miro mi vida como un desorden que no vale la pena
ordenar,
réstenle mis ilusiones al mar,
hoy sólo el desierto es capaz de conmoverme un poco,
tan grande y sin nadie
como una remota imagen de mí mismo
::::::::::::::::::::::::::::::::::::
¿De qué somos
que tocarnos nos gusta tanto?
*
De polvo, de cenizas de un fuego que aún arde
en otro cielo.
Ah, qué hermoso animal es tu sexo,
qué ano perfecto como labios de niña fruncidos
para el beso,
ah, como la rosa
tener la cadencia de las corrientes del viento,
ah, nuestros cuerpos, como a la iguana,
en vez de sangre, les corre el Tiempo.
*
Ahogado en magia, te veo la cara,
y tienes la fiebre del rumor
y el equilibrio de la caída sin miedo.
Te veo los ojos blancos, magiosa,
y sangro como tú con la luna,
sangro por ti, para ser como tú y conocerte.
*
Yo soy la que mira,
yo soy la que oye,
la que se lo dice en secreto,
la que acierta por instinto,
la que olvida que acertó y puede acertar otra vez,
soy la que no se distrae con las palabras,
soy la que conoce el tacto y el olor del amor,
soy quien sabe rodear cuando la prisa lo pide,
la que sabe llegar pronto cuando el tiempo es generoso.
Yo soy la mujer que mira sin mirar,
la que sueña el futuro y lo recuerda en la mañana,
la que hiere con dulzura,
soy el vientre que encubre,
soy el pulso de la sorpresa,
yo soy la unidad,
la que sabe cómo hablar, la que sabe cuándo quedarse
callada.
Datos vitales
Ricardo Castillo (Guadalajara, México, 1954) es autor de un clásico de la poesía mexicana en la segunda mitad del siglo XX: El pobrecito señor X. Su obra poética comprende los siguientes títulos : La oruga (1980); Concierto en vivo (1981); Como agua al regresar (1983); Nicolás el Camaleón (1989) ; Borrar los nombres (1993); Islario (1996); Reloj de arenas (1996); La máquina del instante de formulación poética (2001).
Actualmente forma parte del Departamento de Estudios Literarios de la Universidad de Guadalajara.