Foja de Poesía No. 147: Alexis Gómez Rosa

Alexis Gómez RosaA continuación un viaje por la poesía del poeta, narrador y ensayista dominicano Alexis Gómez Rosa (Santo Domingo. 1950). Ha publicado La tregua de los mamíferos.

 

 

 

Sale de mi cuerpo a hurgar el cuerpo del día.

Crótalos, buitres, portaviones U.S. Navy,

Alunecen visibles en mi balcón de luna invisible,

Clausurando en mi cuerpo todo el azul de los días.

Árbol de instantáneos reflejos soñolientos.

Tatuaje grabado en la piel seca del muro.

Vistióse el alma de mujer y fue a presenciar

el bombardeo.

 Llamémosle al alma flor de Anacahuita

Y a la mujer canarí   

Espejos pizarras, erosiones 105 milímetros, 

cumplen su ley nostálgica de sangre

y los días de intramuros. 

 

  

 

A un lado el campo de la madam sagá

y las playas de nácar, 

y al otro lado los dientes  

de la guerra sobre aristas urbanas; 

empinados 

o apoyándose en el pulmón más hondo, 

sobre  aristas urbanas. 

Todas las noches son  blancas 

                              (ciérrase un ojo)

Toda blancura es negra

( enceguecemos). 

 

  

 

 

 

Muchos vieron arder la sombra en la madrugada

del puente. 

Casas dormitando su miseria en el río

 Después de un nutrido bombardeo… vuelve,

Volvío a ser roble la ceniza; 

Piedra Caribe 

 El muro gnomo y la casa de oración…,

Abrió luego su pórtico al aullido. Oremos.

Vísceras de menesterosos, ¿quién dijo?, 

Cartílagos de plástico, fibras de vidrio y poliéster

Por las reventadas vitrinas, hierve la vida 

En un oscuro convivio de ratas invioladas,

Colgados maniquíes en el desfile,

Frete a mis ojos:

Chorreantes las luces de mercurio.

 

 

 

-Quiero ir a Higüey, negro,

(se hizo sentir la voz madre);

Llévame con las niñas de Higüey  

Que no es nuestra esta guerra, ¿cierto?

Los hombres pactaron con la muerte Cordero

De Dios.

La muerte risueña de las cuatro de la tarde

A la mañana  ellos bajaron 

(la muerte lo veía bajar),

Al claro firmamento en la riada del Ozama;

-Los muchachos  salieron a buscar pan de fruta

 En las inmediaciones de Villa Duarte.

Villa Duarte y sus cruces.

Cercana en la frente 

Oeste la Ciudad Colonial;

Sans Soucí

A mi derecha brota un disturbio de cotorras.

(El cielo bajo, encapotado, nubes las aeronaves). 

 

  

 

Una columna de humo desde el molino 

Un disparo

(-Están tirando de los Molinos) 

Nos separaba del infierno;

Meriño abajo, la sangre amotinada, consagró su plural de voces  

En espiga: piernas, brazos, 

En el cenit de los hombres,

Llegó Douglas Lucas

Con su ojo punitivo acuartelando la vida;

Con su ojo punk,

Temido, remitió la vista

A deletrear su antropofagia.

Adviene un cuerpo mí a inquirir por su origen,

Su patria potestad de geometrías 

Precisas 

Delinearon dos ojos de ribetes lechosos.

 

 

 

 

 Cerca de aquí se escucharon ayer dos explosiones.

-Dios bendiga este hogar.

En toda puerta de Cristo, sálvese quien pueda.

Hijos del hombre, ¡Padre¡,

                                    Por qué me has desprotegido;

De tu carne a mi carne, hay un grito abandonado;

Retorcidas calles lacrimógenas por casas nudos;

Sombras por árboles abismándose al oído,

Tiembla la luna de los hambrientos.

Flanco derecho del río,

                                   Sale un cuerpo en mi cuerpo

Flanco izquierdo,

                                   Sigilan los endriagos

Día y noche nochísima en los rostros del tiempo

Sorprendido:

                        Se cubren las cabezas suplicantes.

 

 

A dos ojos mortíferos del fuego,

                        Se levanta el rango taciturno del polvo

A bautizar mi horario degollado.

 

La ciudad bajo su telón al igual que un ahorcado

Sus ojos.

            En el bar, frente al baluarte Conde,

Aun azulaba el escalofrió que dejó

En camilla Fernández Domínguez con su muerte,

Entre dos ambulancias de un monocorde infinito.

 

Las agencias de prensa reseñaron su muerte.

Los niños y niñas patrullaron su muerte,

Escoltada por negras leyendas de agua y tierra.

Capozzi, Ilio Capozzi;

Riviere, Andre Riviere.

Era una vez el territorio dominicano por Tauro

Conducido en su hemiciclo solar.

 

 

 

42,000 marines de grises portaviones

Y helicópteros.

                                   -Está agria la piña, caballero.

Uno, dos, tres, cuatro; uno, dos, tres, cuatro;

Media vuelta a la izquierda, se puede observar

Un hermoso campo de latas y neumáticos

A pocos kilómetros del hospital militar,

El río sube a depositar ahogados en la cena.

 

 

 

Datos vitales

Alexis Gómez Rosa (Santo Domingo. 1950), es poeta, narrador y ensayista. Una oscura tarde de abril de 1965 abandonó los juegos de su infancia para contemplar, atónito, el descenso en paracaídas de soldados que alteraron el statu quo del país. Ese fatídico día 28 la 82 división  Aerotransportada del ejército  norteamericano ocupó el suelo de Quisqueya convirtiendo las refriegas infantiles de policías y bandidos, o de indios y vaqueros, en un apocalíptico escenario de prepotencia y horror; desvergüenza y barbarie.  La tregua de los mamíferos es un poema que recorre y recoge los días de la guerra con los ojos de un muchacho que inscribe, presa del asombro sus primeros muertos barriales en los muros de la poesía.  Collage temático, intertextualidad, cine, polifonía coral, en un texto emblemático que traduce la firmeza de carácter del pueblo dominicano, frente a una soldadesca que ha impuesto las maravillas infernales del American dream. 

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