De la serie “24 poetas mexicanos (1940-1960)” preparada por el poeta Mario Meléndez presentamos el trabajo de Alberto Blanco (Ciudad de México, 1951). Entre sus libros más recientes se encuentra su segundo ciclo de doce libros de poesía publicado en el 2005 (Letras Mexicanas del FCE): La hora y la neblina.
Sueño en una estación
de trenes al amanecer
Estoy en una estación
a bordo de un tren
Camino de carro en carro
de puerta en puerta
Paso gabinetes y fuelles
ventanas encendidas
Pero al poco tiempo
ya no hay ventanas
No hay fuelles ni carros
no hay tren ni estación
Sólo la luna dormida
sólo el cielo y la tierra
Y las blancas estrellas
que iluminan este poema
Nostalgia
Allí está el cielo: ahora veo.
Allí está el cielo abierto
esperando por lo mejor de mí.
Atrás quedan los padres
los amigos, los consejos…
Los juguetes soñados en la infancia,
el árbol de los deseos,
la noche al fondo de la alberca,
el parque del primer beso.
Lo veo todo a la distancia
como un cuerpo que se despierta
al fondo de un paisaje.
Lo veo como si no fuera cierto.
Hemos venido a la vida
a despedirnos de todo lo que amamos,
de aquello que nos fue dado,
de todos los que queremos.
Pero justamente allí está el cielo.
Tú
Qué voy a hacer contigo, dime,
a dónde quieres que te deje,
si a donde quiera que voy
tú vas conmigo
y me recuerdas siempre
mi condición de hombre
atado al potro de la sangre
y al agridulce rastro del deseo…
Basta mirar
la suave curva del cielo
para sentirte entre mis manos.
Sólo tú sabes de cierto
que mucho más que el dolor,
el miedo o el amor
al conocimiento,
me movió la belleza
de un rostro
en su desigual perfección:
la proporción exacta
de un cuerpo real
equilibrado
a la sombra de unos ojos
y al borde de unos labios.
Tú lo sabes de cierto
y sin embargo callas…
Pero, mírate, pequeña,
y recuerda que en ti
todo lo grande duerme.
Amor de Tulum
Hermosa es la mujer
que de mis ojos se va caminando al mar.
En la arena su falda
dibuja la pausada línea de las aves…
Turquesa en el turquesa,
cadena de finas palmas y leves huellas,
la siguen, ardientes:
sobre el agua se yergue un templo de sal.
El fin de las etiquetas
La mosca se levanta de la mesa
y domina los cuartos desde el techo,
atraviesa puntualmente el pasillo
que comunica el mar con el paisaje.
Penetrante en la luz es su zumbido
una burbuja más dentro del agua…
navegando descubre entre los botes
el borde iluminado del mantel.
El fondo es sucio, lo que mira es claro:
esta vida que flota vacilante
con aire de papel, blanco de luz,
nada recuerda ya de las palabras.
No pasa nada
La vida es una película en blanco y negro
donde no se alcanzan a leer los subtítulos…
tal parece que la muerte no descansa
ni a sol ni a sombra.
Se echan a rodar pequeños mundos
a la orilla del sueño
con el viento del dolor
y la inclinación de los recuerdos.
Pero no pasa nada…
allá en el fondo de la pantalla
no hay reproche posible
ni tristeza mortal en la pareja.
Sólo una sed de imágenes
apagada dulcemente
en el manantial de la costumbre
donde las palabras toman cuerpo.
Mi tribu
La tierra es la misma
el cielo es otro.
El cielo es el mismo
la tierra es otra.
De lago en lago,
de bosque en bosque:
¿cuál es mi tribu?
-me pregunto_
¿cuál es mi lugar?
Tal vez pertenezco a la tribu
de los que no tienen tribu;
o a la tribu de las ovejas negras;
o a la tribu cuyos ancestros
vienen del futuro:
una tribu que está por llegar.
Pero si he de pertenecer a alguna tribu
-me digo-
que sea a una tribu grande,
que sea a una tribu fuerte,
una tribu donde nadie
quede fuera de la tribu,
donde todos,
todo y siempre
tengan su santo lugar.
No hablo de una tribu humana.
No hablo de una tribu planetaria.
No hablo siquiera de una tribu universal.
Hablo de una tribu de la que no se puede hablar.
Una tribu que ha existido siempre
pero cuya existencia está todavía por ser comprobada.
Una tribu que no ha existido nunca
pero cuya existencia
podemos ahora mismo comprobar.
Datos vitales
Alberto Blanco (Ciudad de México, 1951). Poeta, ensayista y traductor. Cursó estudios universitarios de Química y Filosofía en la UIA y en la UNAM, respectivamente, y de maestría en Estudios Orientales, en el área de China, en El Colegio de México. En 2001 recibió la Beca de Poesía “Octavio Paz”. A la fecha ha publicado 25 libros de poesía, entre los que destacan: Giros de faros, 1979; Antes de Nacer, 1983; Tras el rayo, 1985 y El libro de los pájaros, 1990. Su trabajo ha sido traducido a una docena de idiomas e incluido en diversas antologías de literatura hispanoamericana. El Fondo de Cultura Económica publicó en 1998 en su serie mayor de Letras Mexicanas bajo el título de El corazón del instante, una reunión de doce libros de poesía que abarca 25 años de escritura (1968-1993). En 1988 recibió el Premio de Poesía “Carlos Pellicer” por su libro Cromos, y en 1989 el Premio “José Fuentes Mares” por Canto a la sombra de los animales. En 1996 También los insectos son perfectos recibió en Holanda el Diploma “Honor List de IBBY”. En 2002 recibió el premio “Alfonso X, El Sabio”, que otorga San Diego State University a la traducción literaria. Entre sus libros más recientes se encuentra su segundo ciclo de doce libros de poesía publicado en el 2005 dentro de la colección de Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica: La hora y la neblina.
http://www.fractal.com.mx/F25blanco.html