A continuación presentamos un acercamiento a la poesía de Marco Antonio Madrid. San Nicolás (1968). Ha publicado los poemarios La blanca hierba de la noche (2000) La secreta voz de las aguas (2010).
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De: La blanca hierba de la noche
Remanso
El hombre pasa.
Su palabra queda temblando
un instante sobre el agua,
un instante,
después es una lágrima.
Un instante nada más,
un instante sobre el agua.
El hombre pasa.
El sol es alto en sus pupilas
y el viento robusto
en su mirada.
¿No escuchas el incesante batir
de unas olas en su sangre?
¿El canto de transitorio de las aves
surcando al memoria?
¿El reproche de unas huellas,
el antiguo rencor de sus pisadas?
El hombre pasa.
El sol se apaga
dejando un remanso de sombras
en sus labios
y no hay sueños,
ni mundos que pueda redimir,
ni credos que lo salven.
Tan sólo hay una herida
que sangra en su costado,
y sus palabras,
lágrimas disueltas sobre el agua.
Heráclito
Inútil fue ese río
donde una misma agua
no mojó dos veces tus talones.
¿No escuchaste el rumor del viaje
entre la arena?
El tiempo es un acero
que se abre paso entre las rocas.
Pero otra es el agua, viejo Heráclito,
donde fue una con el polvo
vuestra sangre.
La noche, el mar
Agua de mar
Cuando tú llegaste ya estaba la colina
y el verano se ocultaba entre las hojas.
Tus ojos tan sólo contemplaron la feliz
extensión del heliotropo bajo la sombra
fiel de aquellos árboles.
Era abril y la luz de un nuevo sol
colgaba lacia entre las horas…
Pero qué viento fue ese, qué agua de mar
sosegada en los labios.
Dicen adiós y los remos crepitan,
dices adiós y los remos crepitan,
dices adiós y los remos se hunden
en el torbellino azul de las aguas.
Después los caminos, las espina
en la sangre, los días de incontables
arenas, las lluvias y la huella de un hombre
sobre el limo del tiempo, las noches
aciagas, al sombra escarpada y el labio
silente, la carne que crece con la eterna
soledad de lo humano.
Hoy recuerdas un rostro como una imagen
reflejada en las ondas, el niño de donde
escapó dejando un sol en sus manos,
y manchado por la última memoria
de la infancia, lejos como las balsas
bajo la quieta mansedumbre de las aguas,
recuerdas esa hoguera donde la voz
evoca del triste fuego
la dulce arcilla de lo amado.
Más allá de las furias
En vano será el afán de buscar otros nombres. De una vez para siempre
es Orfeo quien canta. Viene y se va. (Rainer María Rilke)
Habrás llegado tú, tierna Eurídice,
De: La secreta voz de las aguas
Desdémona
A Juan Ramón Molina
No despiertes, Desdémona.
Deja el amor volver a sus orígenes
como el vuelo pequeño de las aves o como la brisa
de una llama inexpugnable.
No despiertes, aquí tan sólo hay arenas.
Arenas para el tálamo insufrible, arenas para el reino,
arenas insaciables. Sí, sólo arenas tan vastas como el mar.
Tierra yerta
Nada encontrarás en este pecho.
Nada sino el picotazo atroz
con que la tierra sepulta una leve sombra.
El polvo homicida de viejas estaciones.
La infame huella que los siglos dejan
sin una lágrima.
¿Qué canto amanecerá atestando mis labios despiadados?
¿Qué viento encenderá la higuera
/redimiendo mis cenizas?
Mas algo de mí habrá en ti, algo de mi voz habrá
/en tu voz.
Frágil,
tenue,
una sílaba nos nombra
junto a ese mar que vomita soledades.
Daguerrotipo para un recuerdo
Diciembre es un río que viene de lejos,
/no sé de qué alegría,
no sé de qué color.
Nos trae su agua milagrosa. Nosotros lo llenamos
/de pesebres,
de cometas y veleros que navegan hacia el sol.
Diciembre es un árbol de hojas pequeñas,
es un dulce y un pan pero también es la soledad
del que aguarda junto al frío
con un largo vaho de alcohol en su corazón.
Diciembre es el aroma de la pólvora en la niebla,
es una vitrola con una vieja canción.
“Ya se va diciembre, ya es año nuevo”.
Diciembre es una multitud: la anciana reza
/el niño llora…
Unos jóvenes bailan, alguien canta mientras otro
Apura un vaso de licor. Diciembre es el hondo abrazo
del que vuelve de un lugar remoto manchado de nostalgia
/y soledad,
es la medianoche anunciada con un sonido de campanas
/atenuadas
por el estallido de la pólvora en un cielo de color.
En esa multitud hay gritos, promesas
/palabras exultantes…
Con esa multitud compartes la esperanza.
En esa multitud cambiante está tu rostro, está tu voz.
“Y sientes que se acaba todo, que se va la vida,
/que se van los años,
que se va diciembre”. La vitrola no para de sonar.
Ayer un hombre enterró a su hijo muerto. Hoy a solas
/lo ven llorar.
El viento de la noche arrecia.
La garuba cae sin cesar.
Fábula
Llega la tarde y duerme un poco su luz entre las hojas
/del patio.
En ella están el canto, la fábula y la memoria primera
/del ave,
la condición terrestre del hombre y el claro olor de un sol
aún verde en los naranjos, los caminos abriéndose paso
entre las zarzas del tiempo, la negra piedra de oscura lava,
el río, la montaña. El principio y el fin, las aguas
/que pulen
insomnes el duro mineral de su origen.
Nocturno
Viejo candil, a esta hora,
en tu llama,
reposa la noche.
Datos vitales
Marco Antonio Madrid. San Nicolás, Santa Bárbara, Honduras. 1968. Licenciado en Letras con especialidad en Literatura. Ha publicado los poemarios La blanca hierba de la noche (2000) La secreta voz de las aguas (2010), además ha aparecido en la sección literaria de periódicos y revistas de Honduras y México. Ha sido incluido en diferentes antologías de poesía hondureña y es una de las voces más profundas de la literatura hondureña.