Arte Poética No. 35: Pablo de Rohka

Pablo de RokhaEn esta entrega de Arte Poética, toca turno al poeta chileno Pablo de Rohka (Chile, 1894 – 1968). Poeta, ensayista y editor. Su obra fue constantemente marginada por la crítica oficial. En 1965, y después de años de postergación, fue reconocido con el Premio Nacional de Literatura.

 

 

El cadáver de Dios, furioso

aúlla en mis entrañas

 

GENIO Y FIGURA

Yo soy como el fracaso total del mundo, ¡oh, Pueblos!
El canto frente a frente al mismo Satanás,
dialoga con la ciencia tremenda de los muertos,
y mi dolor chorrea de sangre la ciudad.

 

Aún mis días son restos de enormes muebles viejos,
anoche “Dios” llevaba entre mundos que van
así, mi niña, solos, y tú dices: “te quiero”
cuando hablas con “tu” Pablo, sin oírle jamás.

 

El hombre y la mujer tienen olor a tumba,
el cuerpo se me cae sobre la tierra bruta
lo mismo que el ataúd rojo del infeliz.

 

Enemigo total, aúllo por los barrios,
un espanto más bárbaro, más bárbaro, más bárbaro
que el hipo de cien perros botados a morir.

 

 

 

 

AUTORRETRATO DE ADOLESCENCIA

 

Entre serpientes verdes y verbenas,
mi condición de león domesticado
tiene un rumor lacustre de colmenas
y un ladrido de océano quemado.

Ceñido de fantasmas y cadenas,
soy religión podrida y rey tronchado,
o un castillo feudal cuyas almenas
alzan tu nombre como un pan dorado.

Torres de sangre en campos de batalla,
olor a sol heroico y a metralla,
a espada de nación despavorida.

Se escuchan en mi ser lleno de muertos
y heridos, de cenizas y desiertos,
en donde un gran poeta se suicida.

 

 

 

 

BALADA DE PABLO DE ROKHA

Yo canto, canto sin querer, necesariamente, irremediablemente, fatalmente, al azar de los sucesos, como quien come, bebe o anda y porque sí; moriría si NO cantase, moriría si NO cantase; el acontecimiento floreal del poema estimula mis nervios sonantes, no puedo hablar, entono, pienso en canciones, no puedo hablar, no puedo hablar; las ruidosas, trascendentales epopeyas me definen, e ignoro el sentido de mi flauta; aprendí a cantar siendo nebulosa, odio, odio las utilitarias, labores, zafias, cuotidianas, prosaicas, y amo la ociosidad ilustre de lo bello; cantar, cantar, cantar…—he ahí lo único que sabes, Pablo de Rokha!…

 
* * *
Los sofismas universales, las cósmicas, subterráneas leyes dinámicas, dinámicas me rigen, mi canción natural, polifónica se abre, se abre más allá del espíritu, la ancha belleza subconsciente, trágica, matemática, fúnebre, guía mis pasos en la oscura claridad; cruzo las épocas cantando como un gran sueño deforme, mi verdad es la verdadera verdad, el corazón orquestal, musical, orquestal, dionysiaco, flota en la augusta perfecta, la eximia resonancia unánime, los fenómenos convergen a él, y agrandan su sonora sonoridad sonora, sonora; y estas fatales manos van, sonámbulas, apartando la vida externa, —conceptos, fórmulas, costumbres, apariencias,—mi intuición sigue los caminos de las cosas, vidente, iluminada y feliz; todo se hace canto en mis huesos, todo se hace canto en mis huesos.

 
* * *
Pus, llanto y nieblas lúgubres, dolor, solo dolor mamo en los roñosos pechos de la vida, no tengo casa y mi vestido es pobre; sin embargo, mis cantares absurdos, inéditos, modestísimos suman el pensamiento, TODO el pensamiento de la raza y la voz del instante; soy un país HECHO poeta, por la gracia de Dios; desprecio el determinismo de las ciencias parciales, convencionales, pues mi sabiduría monumental surge pariendo axiomas desde lo infinito, y su elocuencia errante, fabulosa y terrible crea mundos e inventa universos continuamente; afirmo o niego, y mi pasión gigante atraviesa tronando el pueblo imbécil del prejuicio, la mala aldea clerical de la rutina.

 
* * *
Atardeciendo me arrodillé junto a una inmensa y gris piedra humilde, democrática, trágica, y su oratoria, su elocuencia inmóvil habló conmigo en aquel sordo lenguaje cosmopolita e ingenuo del ritmo universal; hoy, tendido a la sombra de los lagos he sentido el llanto de los muertos flotando en las corolas; oigo crecer las plantas y morir, los viajeros planetas degollados igual que animales, el sol se pone al fondo de mis años lúgubres, amarillos, amarillos, amarillos, las espigas van naciéndome, a media noche los eternos ríos lloran a la orilla de mi tristeza y a mis dolores maximalistas se les caen las hojas;. . .«buenos días, buenos días árbol», dije al reventar la mañana sobre las rubias cumbres chilenas, y más tarde clamaba: «estrellas, SOIS estrellas, oh! prodigio…»

 
* * *
Mis pensamientos hacen sonar los siglos, todos los siglos; voy caminando, caminando, caminando musicalmente y mis actos son himnos, cánticos naturales, completamente naturales; las campanas del tiempo repican cuando me oyen sentirme; constituyo el principio y la razón primordial de todas las tonadas, el eco de mis trancos restalla en la eternidad, los triángulos paradójicos de mi actitud resumen el gesto, el gesto, la figura del super hombre loco que balanceó la cuna macabra del orbe e iba enseñándole a hablar.

 
* * *
Los cantos de mi lengua tienen ojos y pies, ojos y pies, músculos, alma, sensaciones, grandiosidad de héroes y pequeñas costumbres modestas, simplisísimas, mínimas, simplisísimas de recién nacidos, aúllan y hacen congojas enormes, enormes, enormemente enormes, sonríen, lloran, sonríen, escupen al cielo infame o echan serpientes por la boca, obran, obran lo mismo que gentes o pájaros, dignifican el reino animal, el reino vegetal, el reino mineral, y son bestias de mármol, bestias, bestias cuya sangre ardiendo y triste, triste, asciende a ellos desde las entrañas del globo, y cuyo ser poliédrico, múltiple, simultáneo está en los quinientos HORIZONTES geográficos; florecen gozosos, redondos, sonoros en Octubre, dan frutos rurales a principios de Mayo y Junio o a fines de Agosto, maduran todo el año y desde nunca, desde nunca; anarquistas, estridentes, impávidos, crean un individuo y una gigante realidad nueva, algo que antes, antes, algo que antes no estaba en la tierra, prolongan mi anatomía terrible hacia lo absoluto, aún existiendo independientemente; ¡tocad su cuerpo, tocad su cuerpo y os ensangrentareis los dedos MISERABLES!.. !..

 
* * *
Ariel y Calibán, Egipto, Grecia, Egipto y SOBRE TODO Chile, los cuadrados países prehistóricos, Jesús de Nazareth, los cielos, las montañas, el mar y los hombres, los hombres, las oceánicas multitudes, ciudades, campos, talleres, usinas, árboles, flores, sepulcros, sanatorios, hospicios u hospitales, brutos de piel terrosa y lejano mirar lleno de églogas, insectos y aves, pequeñas, armoniosas mujeres pálidas; el cosmos idiota, maravilloso, maravilloso, maravilloso, maravilloso orienta mis palabras, y rodaré sonando eternamente, como el viejo nidal, como el viejo nidal, como el viejo nidal en donde anidan TODOS los gorjeos del mundo!..

 

 

 

 

EPITALAMIO

Dios te ampare, mujer, inmaculada y triste como una flor que oliese a hojas caídas.

Universo, universo, universo, ave-niña, ilusión más ingenua, más ingenua aún, más ingenua que las cunas azules cuando el sol clarea los pueblos fúnebres, melancólicos.

Tú que pastoreabas las palomas del lugar por cuatro reales…

Filosofando caminas sobre las tumbas del planeta-Winétt.

Reíste a los tres días de nacer, dulcemente de nacer, porque ya eras madre de lo creado y abuela de los muertos.

Paz, sonora canción nacida de un tajo hecho en la tierra, sin héroes  o niños divinos antes de ayer.

Y manas sangre de árbol-árbol con olor a surcos llenos de simiente.

Contigo el pánico florece y las tristezas dan frutos dulces.

E iluminas el camino hacia el hombre distante.

Desengañada te crees y tus días son cuentos para niños.

He aquí que eres máquina de nieve encendida.

Andas por los caminos de la vida y la muerte con el ritmo enorme que fluyen cantando a ciegas los fenómenos, cantando a ciegas los fenómenos, cantando a ciegas los fenómenos.

Yo conozco, siento que tus raíces cándidas horadaron mi estupor…

Atardeciendo, cuando el farol invernal del crepúsculo alumbra lo melancólico, el porvenir de las tumbas lluviosas e irremediables, la cara absurda del vacío, entonces, yo estoy, querida, deshojándote hoja a hoja… hoja a hoja…

Ejemplo de mujer casada, niña de octubre y mariposa, mi corazón se está incendiando a tus pies.

El cataclismo universal de tu agonía me tronchará los huesos marchitos y sentiré que moriré llamándote.

Soy tuyo entero, encadéname con sollozos y alimenta con besos golosos al animal feroz que elegiste por amo.
 

 

 

 

 

CÍRCULO

Ayer jugaba el mundo como un gato en tu falda;
hoy te lame las finas botitas de paloma;
tienes el corazón poblado de cigarras,
y un parecido a muertas vihuelas desveladas,
gran melancólica.

Posiblemente quepa todo el mar en tus ojos
y quepa todo el sol en tu actitud de acuario;
como un perro amarillo te siguen los otoños,
y, ceñida de dioses fluviales y astronómicos,
eres la eternidad en la gota de espanto.

Tu ilusión se parece a una ciudad antigua,
a las caobas llenas de aroma entristecido,
a las piedras eternas ya las niñas heridas;
un pájaro de agosto se ahoga en tus pupilas,
y, como un traje obscuro, se te cae el delirio.

Seria como una espada, tienes la gran dulzura
de los viejos y tiernos sonetos del crepúsculo;
tu dignidad pueril arde como las frutas;
tus cantos se parecen a una gran jarra obscura
que se volcase arriba del ideal del mundo.

Tal como las semillas, te desgarraste en hijos,
y, lo mismo que un sueño que se multiplicara,
la carne dolorosa se te llenó de niños;
mujercita de invierno, nublada de suspiros,
la tristeza del sexo te muerde la palabra.

Todo el siglo te envuelve como una echarpe de oro;
y, desde la verdad lluviosa de mi enigma,
entonas la tonada de los últimos novios;
tu arrobamiento errante canta en los matrimonios,
cual una alondra de humo, con las alas ardidas.

Enterrada en los cubos sellados de la angustia,
como Dios en la negra botella de los cielos,
nieta de hombres, nacida en pueblos de locura,
a tu gran flor herida la acuestas en mi angustia,
debajo de mis sienes aradas de silencio.

Asocio tu figura a las hembras hebreas,
y te veo, mordida de aceites y ciudades,
escribir la amargura de las tierras morenas
en la táctica azul de la gran danza horrenda
con la cuchilla rosa del pie inabordable.

Niña de las historias melancólicas, niña,
niña de las novelas, niña de las tonadas,
tienes un gesto inmóvil de estampa de provincia
en el agua de asombro de la cara perdida
y en los serios cabellos goteados de dramas.

Estás sobre mi vida de piedra y hierro ardiente,
como la eternidad encima de los muertos,
recuerdo que viniste y has existido siempre,
mujer, mi mujer mía, conjunto de mujeres,
toda la especie humana se lamenta en tus huesos.

Llenas la tierra entera, como un viento rodante,
y tus cabellos huelen a tonada oceánica;
naranjo de los pueblos terrosos y joviales,
tienes la soledad llena de soledades,
y tu corazón tiene la forma de una lágrima.

Semejante a un rebaño de nubes, arrastrando
la cola inmensa y turbia de lo desconocido
tu alma enorme rebasa tus hechos y tus cantos,
y es lo mismo que un viento terrible y milenario
encadenado a una matita de suspiros.

Te pareces a esas cántaras populares,
tan graciosas y tan modestas de costumbres;
tu aristocracia inmóvil huele a yuyos rurales,
muchacha del país, florida de velámenes,
y la greda morena, triste de aves azules.

Derivas de mineros y de conquistadores,
ancha y violenta gente llevó tu sangre extraña,
y tu abuelo, Domingo Sánderson fue un HOMBRE;
yo los miro y los veo cruzando el horizonte
con tu actitud futura encima de la espalda.

Eres la permanencia de las cosas profundas
y la amada geografía llenando el Occidente;
tus labios y tus pechos son un panal de angustia,
y tu vientre maduro es un racimo de uvas
colgado del parrón colosal de la muerte.

Ay, amiga, mi amiga, tan amiga mi amiga,
cariñosa, lo mismo que el pan del hombre pobre;
naciste tú llorando y sollozó la vida;
yo te comparo a una cadena de fatigas
hecha para amarrar estrellas en desorden.

 

 

 

 

NIÑA DE LAS HISTORIAS MELANCÓLICAS…

Niña de las historias melancólicas, niña,
niña de las novelas, niña de las tonadas
tienes un gesto inmóvil de estampa de provincia
en el agua de otoño de la cara perdida
y en los serios cabellos goteados de dramas.
Estás sobre mi vida de piedra y hierro ardiente
como la eternidad encima de los muertos,
recuerdo que viniste y has existido siempre,
mujer, mi mujer mía, conjunto de mujeres,
toda la especie humana se lamenta en tus huesos.
Llenas la tierra entera, como un viento rodante,
y tus cabellos huelen a tonada oceánica,
naranjo de los pueblos terrosos y joviales,
tienes la soledad llena de soledades,
y tu corazón tiene la forma de una lágrima.
Semejante a un rebaño de nubes, arrastrando
la cola inmensa y turbia de lo desconocido,
tu alma enorme rebasa tus huesos y tus cantos,
y es lo mismo que un viento terrible y milenario
encadenado a una matita de suspiros.
Te pareces a esas cántaras populares,
tan graciosas y tan modestas de costumbres;
tu aristocracia inmóvil huele a yuyos rurales,
muchacha del país, florecida de velámenes,
y la greda morena, triste de aves azules.
Derivas de mineros y de conquistadores,
ancha y violenta gente llevó tu sangre extraña,
y tu abuelo, Domingo de Sánderson, fue un hombre;
yo los miro y los veo cruzando el horizonte
con tu actitud futura encima de la espalda.
Eres la permanencia de las cosas profundas
y la amada geográfica, llenando el Occidente;
tus labios y tus pechos son un panal de angustia,
y tu vientre maduro es un racimo de uvas
colgado del parrón colosal de la muerte.
Ay, amiga, mi amiga, tan amiga mi amiga,
cariñosa lo mismo que el pan del hombre pobre;
naciste tú llorando y sollozó la vida;
yo te comparo a una cadena de fatigas
hecha para amarrar estrellas en desorden.

 

 

 

CANTO DEL MACHO ANCIANO
(Fragmento)

….. Sentado a la sombra inmortal de un sepulcro,
o enarbolando el gran anillo matrimonial herido
………. a la manera de palomas que se deshojan
………. como congojas,
escarbo los últimos atardeceres.
….. Como quien arroja un libro de botellas tristes
………. a la Mar-Océano
o una enorme piedra de humo echando sin embargo
………. espanto a los acantilados de la historia
o acaso un pájaro muerto que gotea llanto,
voy lanzando los peñascos inexorables del pretérito
contra la muralla negra.
….. Y como ya todo es inútil,
como los candados del infinito crujen en goznes
……….mohosos,
su actitud llena la tierra de lamentos.
….. Escucho el regimiento de esqueletos del gran
………. crepúsculo,
del gran crepúsculo cardíaco o demoníaco, maníaco
………. de los enfurecidos ancianos,
la trompeta acusatoria de la desgracia acumulada,
el arriarse descomunal de todas las banderas,
………. el ámbito terriblemente pálido
de los fusilamientos, la angustia
del soldado que agoniza entre tizanas y frazadas,
………. a quinientas leguas abiertas
del campo de batalla, y sollozo como un pabellón
………. antiguo.
….. Hay lagrimas de hierro amontonadas, pero
por dentro del invierno se levanta el hongo infernal
………. del cataclismo personal, y catástrofes
………. de ciudades
que murieron y son polvo remoto, aúllan.
,,,,, Ha llegado la hora vestida de pánico
en la cual todas las vidas carecen de sentido,
………. carecen de destino, carecen de estilo y de
………. espada,
carecen de dirección, de voz, carecen
de todo lo rojo y terrible de las empresas
………. o las epopeyas o las viviendas ecuménicas,
que justificarán la existencia como peligro y como
………. suicidio; un mito enorme,
equivocado, rupestre, de rumiante
fue el existir; y restan las chaquetas solas del
………. ágape inexorable, las risas caídas
………. y el arrepentimiento invernal de los excesos,
en aquel entonces antiquísimo con rasgos de santo
………. y de demonio,
cuando yo era hermoso como un toro negro y tenía
………. las mujeres que quería
y un revólver de hombre a la cintura.
….. Faltan las glándulas
y el varón genital intimidado por el yo rabioso,
………. se recoge a la medida del abatimiento
………. o atardeciendo
araña la perdida felicidad en los escombros;
el amor nos agarró y nos estrujó como a limones
………. desesperados,
yo ando lamiendo su ternura,
pero ella se diluye en la eternidad, se confunde
………. en la eternidad, se destruye en la eternidad
………. y aunque existo porque batallo y “mi poesía
………. es mi militancia”,
todo lo eterno me rodea amenazándome y gritando
………. desde la otra orilla.
….. Busco los musgos, las cosas usadas y
………. estupefactas,
lo postpretérito y difícil, arado de pasado
………. e infinitamente de olvido, polvoso y mohoso
………. como las panoplias de antaño, como
………. las familias de antaño, como las monedas
………. de antaño,
con el resplandor de los ataúdes enfurecidos,
el gigante relincho de los sombreros muertos,
………. o aquello únicamente aquello
que se está cayendo en las formas
el yo público, la figura atronadora del ser
que se ahoga contradiciéndose.
….. Ahora la hembra domina, envenenada,
y el vino se burla de nosotros como un cómplice
………. de nosotros, emborrachándonos, cuando nos
………. llevamos la copa a la boca dolorosa,
acorralándonos y aculatándonos contra nosotros
,,,,,,,,,, mismos como mitos.
….. Estamos muy cansados de escribir universos
………. sobre universos
y la inmortalidad que otrora tanto amaba el corazón
………. adolescente, se arrastra
como una pobre puta envejeciendo;
sabemos que podemos escalar todas las montañas
………. de la literatura como en la juventud heroica,
………. que nos aguanta el ánimo
el coraje suicida de los temerarios, y sin embargo
………. yo,
definitivamente viudo, definitivamente solo,
………. definitivamente viejo, y apuñalado de
………. padecimientos,
ejecutando la hazaña desesperada de sobrepujarme,
el autorretrato de todo lo heroico de la sociedad
………. y la naturaleza me abruma;
¿qué les sucede a los ancianos con su propia
………. ex combatiente sombra?
se confunden con ella ardiendo y son fuego
………. rugiendo sueño de sombra hecho de sombra,
lo sombrío definitivo y un ataúd que anda llorando
………. sombra sobre sombra.
….. Viviendo del recuerdo, amamantándome
del recuerdo, el recuerdo me envuelve y al retornar
………. a la gran soledad de la adolescencia,
padre y abuelo, padre de innumerables familias,
rasguño los rescoldos, y la ceniza helada agranda
………. la desesperación
en la que todos están muertos entre muertos,
y la más amada de las mujeres, retumba en
………. la tumba de truenos y héroes
labrada con palancas universales o como bramando.
….. ¿En qué bosques de fusiles nos esconderemos
………. de aquestos pellejos ardiendo?
porque es terrible el seguirse a sí mismo cuando
………. lo hicimos todo, lo quisimos todo,
………. lo pudimos todo y se nos quebraron
………. las manos,
las manos y los dientes mordiendo hierro con
………. fuego;
y ahora como se desciende terriblemente de
………. lo cuotidiano a lo infinito, ataúd por ataúd,
desbarrancándonos como peñascos o como caballos
……… .mundo abajo,
vamos con extraños, paso a paso y tranco a tranco
………. midiendo el derrumbamiento general,
calculándolo, a la sordina,
y de ahí entonces la prudencia que es la derrota
………. de la ancianidad;
vacías restan las botellas,
gastados los zapatos y desaparecidos los amigos
………. más queridos, nuestro viejo tiempo, la época
y tú, Winétt, colosal e inexorable.
….. Todas las cosas van siguiendo mis pisadas
………. ladrando desesperadamente,
como un acompañamiento fúnebre, mordiendo
………. el siniestro funeral del mundo, como
………. el entierro nacional
de las edades, y yo voy muerto andando.
………. Infinitamente cansado, desengañado, errado,
con la sensación categórica de haberme equivocado
………. en lo ejecutado o desperdiciado
………. o abandonado o atropellado al avatar del
………. destino
en la inutilidad de existir y su gran carrera
………. despedazada;
comprendo y admiro a los líderes,
pero soy el coordinador de la angustia del universo,
………. el suicida que apostó su destino a la baraja
de la expresionalidad y lo ganó perdiendo
………. el derecho a perderlo,
el hombre que rompe su época y arrasándola, le da
………. categoría y régimen,
pero queda hecho pedazos y a la expectativa;
rompiente de jubilaciones, ariete y símbolo
………. de piedra,
anhelo ya la antigua plaza de provincia
y la discusión con los pájaros, el vagabundaje y
………. la retreta apolillada en los extramuros.
….. Está lloviendo, está lloviendo, está lloviendo,
¡ojalá siempre esté lloviendo, esté lloviendo
………. siempre y el vendaval desenfrenado que
………. yo soy íntegro, se asocie
a la personalidad popular del huracán!
….. A la manera de la estación de ferrocarriles,
mi situación está poblada de adioses y de ausencia,
………. una gran lágrima enfurecida
derrama tiempo con sueño y águilas tristes;
cae la tarde en la literatura y no hicimos lo que
………. pudimos,
cuando hicimos lo que quisimos con nuestro pellejo.
….. El aventurero de los océanos deshabitados,
el descubridor, el conquistador, el gobernador
………. de naciones y el fundador de ciudades
………. tentaculares,
como un gran capitán frustrado,
rememorando lo soñado como errado y vil
………. o trocando en el escarnio celestial del
………. vocabulario
espadas por poemas, entregó la cuchilla rota del
………. canto
al soñador que arrastraría adentro del pecho
……… .universal muerto, el cadáver de un conductor
……… .de pueblos,
con un bastón de mariscal tronchado y echando llamas.
 

 
 

 

 

SOY EL HOMBRE CASADO

Soy el hombre casado, soy el hombre casado que inventó el matrimonio;
varón antiguo y egregio, ceñido de catástrofes, lúgubre;
hace mil, mil años hace que no duermo cuidando los chiquillos y las estrellas desveladas;
por eso arrastro mis carnes peludas de sueño
encima del país gutural de las chimeneas de ópalo.
Dromedario, polvoroso dromedario,
gran animal andariego y amarillo de verdades crepusculares,
voy trotando con mi montura de amores tristes…
Alta y ancha rebota la vida tremenda
sobre mi enorme lomo de toro;
el pájaro con tongo de lo cuotidiano se sonríe de mis guitarras tentaculares y absortas;
acostumbrado a criar hijos y cantos en la montaña,
degüello los sarcasmos del ave terrible con mis cuchillos inexistentes,
y continúo mis grandes estatuas de llanto;
los pueblos futuros aplauden la vieja chaqueta de verdugo de mis tonadas.
Comparo mi corazón al preceptor de la escuela del barrio,
y papiroteo en las tumbas usadas
la canción oscura de aquel que tiene deberes y obligaciones con lo infinito.
Además van, a orillas mías, los difuntos precipitados de ahora y sus andróginos en aceite;
los domino con la mirada muerta de mi corbata,
y mi actitud continúa encendiendo las lámparas despavoridas.
Cuando los perros mojados del invierno aúllan, desde la otra vida,
y, desde la otra vida, gotean las aguas,
yo estoy comiendo charqui asado en carbones rumorosos,
los vinos maduros cantan en mis bodegas espirituales ;
sueña la pequeña Winétt, acurrucada en su finura triste y herida,
ríen los niños y las brasas alabando la alegría del fuego,
y todos nos sentimos millonarios de felicidad, poderosos de felicidad,
contentas de la buena pobreza, y tranquilos,
seguros de la buena pobreza y la buena tristeza que nos torna humildes y emancipados,
…entonces, cuando los perros mojados del invierno aúllan, desde la otra vida…
“Bueno es que el hombre aguante, le digo”,
así le digo al esqueleto cuando se me anda quedando atrás, refunfuñando,
y le pego un puntapié en las costillas.
Frecuentemente voy a comprar avellanas o aceitunas al cementerio,
voy con todos los mocosos, bien alegre,
como un fabricante de enfermedades que se hiciese vendedor de rosas;
a veces encuentro a la muerte meando detrás de la esquina,
o a una estrella virgen con todos los pechos desnudos.
Mis dolores cuarteladas
tienen un ardor tropical de orangutanes; poeta del Occidente,
tengo los nervios mugrientos de fábricas y de máquinas,
las dactilógrafas de la actividad me desparraman la cara trizada de abatimiento,
y las ciudades enloquecieron mi tristeza
con la figura trepidante y estridente del automóvil:
civiles y municipales,
mis pantalones continúan la raya quebrada del siglo;
semejante a una inmensa oficina de notario,
poblada de aburrimiento,
la tinaja ciega de la voluntad llena de moscas.
Un muerto errante llora debajo de mis canciones deshabitadas.
Y un pájaro de pólvora
canta en mis manos tremendas y honorables, lo mismo que el permanganato,
la vieja tonada de la gallina de los huevos azules.
 

 

 

 

POEMA SIN NOMBRE

Como una gran niebla ardida
desde todas las distancias emergiendo
o lo mismo que el horizonte…

Te recuerdo y vienen piando
las hojas marchitas del atardecer,
hermana, amiga, esposa,
a cantar la tonada del viaje y las guitarras
en las cruces lluviosas de mi padecimiento.

Llegas desde la orilla de las congojas sumas
con la cara trizada de eternidad y cantos.

Mis pájaros de alambre triste
se ahogan en tus crepúsculos,
y yo gimo mamando nieblas.

Voy como los perros mojados
a la siga de tu recuerdo,
sujetándome las palabras.

Desde tu ausencia está lloviendo, mi hijita;
las rotas lágrimas
extienden una gran cortina de pájaros agonizantes
encima de mi sueño enorme;
y desde la abertura de las noches caídas
cantan los gallos humosos…

(El invierno te llena de canciones amarillas) .

Sé que todos los barcos que emigran van a fondear en tu corazón,
que las golondrinas saludan con su bandera azul,
la melancolía morena de tus actitudes deshojadas y vagabundas,
y voy edificando canciones
a la manera que grandes ciudades extranjeras.

¡Quién degolló las gaviotas claras de la alegría
debajo de los ríos eternos?…
¿Quién canta desde el Poniente, la canción de todas las tristezas?
¿Quién enluta de llanto la enrojecida soledad,
alargándola en lo obscuro, obscuramente obscuro,
extendiéndola en lo amargo amargamente amargo
como una gran cama de sangre tronadora y crepuscular
o una gran manta violenta?…

¡Ay! querida, el tiempo se ha parado como un águila en tu memoria.

Tú das al Universo este color rodante
y este rumor violeta cruzado de cigarras;
la inmensa bruma aquella viene de tus sollozos;
siento que se ha trizado la curva de la tierra
al peso colosal de tu pie entristecido.

Los cantos dorados del tiempo, o por mejor decirlo, los mundos
                                                                       llovidos del tiempo
tiritan amontonados encima de mi angustia,
y una gran paloma negra se suicida en las arboladuras del occidente.

La pena cuadrada,
el dolor animal y rotundo, la llagadura horrenda de sentirse
¡medio a medio de la circunferencia!…
parado
¡medio a medio de la circunferencia!

Niña-Winétt!…
Y tu actitud de pájaro haciendo con besos la puntería a mi corazón.

 

 

 

POESÍA FUNERARIA

Indiscutiblemente, en casas de arriendo,
a la ribera del pan y su situación aldeana de sombrero de sol,
contra empleados grandes o desesperados
y viudas terribles, que desprenden cabellos de estructura amarilla,
así moriremos, tal vez, al bramar contra la montaña.
Después de haber gastado electricidad y pantalones,
sudando terror y dignidad de asesino al cual van a fusilar los aterrados soldados,
y mirando, con la dentadura repleta de misterio,
cómo la querida mujer ya estará ruinosa y rajada de años, y enormemente
grandiosa de grandiosidad inútil,
y aprieta su triste carne contra las murallas,
o estará llena de llamas, como en la época del durazno que fue paloma, y cuando nos miramos ante un muerto.
Se destruye la esperanza humana, la azucena,
y su escudo va corroyéndose de herrumbre entre azules tiestos y serios difuntos
en espectáculo,
luego se gasta la gana llevada adentro
y unos orines con cementerio azotan este sepulcro de condición boreal, que el catre parece,
resonando.
No haber bebido,
¡ah!, no haber bebido más tinajas del principal vino tinto, del substancial elemento de abejas
eternas,
no haber tenido el cinturón del general de tribu,
y aquella gran cama tirada de mundo a mundo,
en donde creciesen bestias agrestes,
abejas de funeral, panteras del tormento a la guitarra, relampagueando,
y una gran espada roja
con la cual escribir la revolución proletaria,
y, en aquellos millones de atardeceres,
en los que nos sacamos los zapatos, sollozando,
no haber venido la luna desnuda
que florece, eternamente, a consolar a los moribundos.
A la criatura, cómo se le despluma y cómo se le inunda, a la simultaneidad, el reflejo
de materia de sepulcro,
porque es lúgubre cuando fallan las glándulas,
y en lo hondo del hígado del hombre se deshojan las violetas.
Hay que poseer el heroísmo de agonizar correctamente,
clavando los dedos de los ojos y su puñal en la tiniebla acumulada,
sin abandonar la voluntad de podrirse.
Ahora, si sabemos de qué manera las plantas de los pies rajan la miseria solar y alguna vez le oímos la bala a la tumba,
y el oro y el hecho en la garganta se nos va a atajar.
Si catre de bronce adquiere, morirá el burócrata contento como gusano,
con la lengua afuera entre la familia,
enderezando su conciencia de bruto y de pájaro y de siervo,
como quien levanta la casa
y la va a ubicar en donde concluyen las cosas.
Se apagaron todas las lámparas, gotea el viento, y el sol toma la forma del embudo.
En aquel entonces entenderemos al que asaltó y degolló a la humanidad para comprarle
laureles a su amiga,
al que edificó su tribu en la plaza pública gritando como acero,
al que desgarró mujeres y naciones y se revolcó con todos los relámpagos, en la sociedad
y sus potreros de desventura,
y no nos entenderemos nosotros, porque todo ha sido inútil y se ha perdido:
un traje, heroico de terrores, cubriendo tiempos eternos, y el infinito alimento provinciano,
morir en colchón, enormemente estupendo y afligido,
rempujando amargos carros de tercera, rempujando empeños, rempujando
cantando, rempujando abismos, rempujando palomas, abandonados,
porque el que se muere es él y su corazón, el que se muere, entonces,
y a quien invaden las poderosas arenas, el mar océano, su caballo gris, y la
perla obscura, que está dentro de la naranja,
aunque se designe Lucho o Domingo o Pancho.
Los que ardientes y alegres estábamos,
cabelleras de sepultura arrastrando, nos iremos descomponiendo y haciendo aceite,
haciendo narices, haciendo gusanos, haciendo historia,
hasta que quedemos desnudos, sin carne, sin entrañas, sin huesos,
nosotros, sin nosotros,
solamente un agujero de lo que fuimos, cuando con esto éramos esta misma lengua,
cuando ni siquiera el hombre
nunca fue lo que quería y lo que podía, nunca,
y toma, también, hacia la vida dispersa,
cansado e insatisfecho, como los caballos del idealista.
Allí, una sola uva será igual a una culebra y a una idea, o a un becerro de parafina,
y el escorpión sobre muchachas en violeta,
o anidará la araña religiosa en cuna de pájaro, desnudándose;
deshojando sus árboles, los acontecimientos
cubrirán el rol de la hoja caída, su silabario amarillo;
a tal altura, miserables botellas de soldado,
la espantosa necesidad de agarrarse a los propios suspiros, arañándolos colchón abajo,
derrumbándose,
cuando inicia la agonía su invasión de naufragio, de inundación tremenda,
y pierden los muebles hecho, empieza a hacerse uno todo girando, gritando, rodando en
vorágine,
para que caiga ahí el difunto en su pellejo.
Rosas sobre negro y negros pueblos de viento,
amargura en fermentación de adioses, temporal de tripas a las lágrimas, creciendo los pelos en la obscuridad su alarido.
No digamos el porvenir de sollozos,
cuando la futura ciudad con nosotros cal y cemento organice,
entonces, soledad colosal del átomo,
contra nuestra forma y su ámbito: su ámbito, ¡oh! naufragado corazón,
la intimidad desencadenada,
su no oído grito, su grito tenaz, su grito de sangre que perece,
recuperando el terror inicial.
Solamente, no haber podido nunca comprender adentro, en los huesos,
que lo substancial no somos nosotros, nuestro proceder, nuestros zapatos,
nuestros amores, nuestros sentidos, nuestras costillas, nuestras ideas,
sino el universo infinito y la sociedad aclamándolo,
la energía histórico-dialéctica, expresándose por la persona y la transitoriedad de la persona,
sobre estos atados turbios y polvorosos,
que pudiesen ser manzanas o pólvora grande,
la afligida costumbre, el héroe,
lo abandonado, lo obscuro y copretérito en las burocracias acumuladas,
el afán de afanes, tantas cosas duras con pecho rosado,
en las que ubicamos nuestro poderoso amor y su látigo – y a alga marina su calzón echaba
aroma-,
porque la abrazábamos desnuda, se ponía más bonita,
riéndose, blanca como plata o como agua, al agitar la bandera negra del pelo contra los
desiertos,
encima de éste, aqueste montón de terror en el que nos morimos.
He ahí la conciencia y el ser, mezclándose de árboles incendiados y panoramas, a la canción
pretérita,
revolviendo sesos y versos en la memoria – un grande espacio –, y entra el muerto
a la izquierda, y aquel pájaro en cántico de los álamos del cementerio,
peleando con nosotros, agusanados, como sardina podrida, o embalsamados en caricatura
de almacén triste,
Porque tiene gusto a muerte la comida,
y olor a adiós y a muerte la piel y todos los negocios,
la fruta, la plata, la ropa, la sepultura,
y sólo la hoz y el martillo nos alumbran la materia,
como grandes casas de hierro con incendio.
 

 

 

 

 

ESTILO DEL FANTASMA

 

Ya por añejos vinos,
corre sangre, corren caballos negros, corren sollozos, corre muerte,
y el sol relumbra en materias extrañas.
Sobre el fluir fluyente, abandonado, entre banderas fuertes,
sujeto tu ilusión, como un pájaro rojo,
a la orilla de los dramáticos océanos de números;
y, cuando las viejas águilas,
atardecen tus pupilas de otoño, llenas de pasado guerrero,
y el escorpión del suceder nos troncha la espada,
mi furiosa pasión,
mi soberbia,
mi quemada pasión,
contra “la muerte inmortal”, levantándose, frente a frente,
enarbola sus ámbitos,
la marcha contra la nada, a la vanguardia de aquellos ejércitos tremendos,
en donde relucen las calaveras de los héroes.
Si, el incendio en las últimas cumbres;
guarda las lágrimas en su tinaja el vendimiador de dolores,
y sopla un hálito como trágico,
de tal manera ardido y helado, simultáneamente;
suena el miedo, de ser, entonces.
Encaramados a todos los símbolos,
feas bestias, negras bestias nos arrojan fruta podrida, cocos de tontos y obscuras imágenes hediondas,
y los degeneras de verula,
vestidos de perras,
largan amarga baba de lacayos sobre nosotros;
es, amiga, la familia del mundo,
no, es la flor del estiércol, es la flor, es la flor morada y rabiosa de la burguesía;
pero a la medida que nos empequeñecemos de años y de llantos, para bajar hacia la montaña de abajo,
y la figura de la verdad nos marca la cara,
avanzan hijos e hijas, retozando la historia, derrochando, derramando
grandes copas dulces, y el vino y la miel rosada de la juventud, se les caen
como la risa a la Rusia soviética;
tú y yo nos miramos y envejecemos, porque nos miramos,
y porque el arte patina las cosas,
levantando su ataúd entre individuo e infinito.
Ahora, si nosotros nos derrumbamos,
con todo aquello que nos amamos y nos besamos, mutuamente, cargados de vida,
y en lo cual radicó el honor de la existencia,
va a ser ceniza la figura del sexo y de la lengua y del pecho y del corazón, que ya alumbra,
y en los pies estará todo el peso del mundo,
y ya nos vamos llegando, aproximando a la órbita, llenando de dispersión, colmando sombra,
y tu belleza batalla contra tu belleza…
Emigran las golondrinas desde tu pelo de pueblos;
el tiempo de las cosechas del trigo y el vino
flamea en tu corazón cubierto de huevos de tiempo y manzanas,
Emigran las golondrinas desde tu pelo de pueblos;
el tiempo de las cosechas del trigo y el vino
flamea en tu corazón cubierto de huevos de tiempo y manzanas,
es decir, como tarde, cuando la tarde arrea sus rebaños;
nosotros dos, nosotros, cómo nos morimos, y cómo,
en ti la niña marchita, tan linda,
entristece de dignidad feliz a la mujer hermosa y profunda, como un carro de fuego,
en mí, el adolescente agresivo y entusiasta,
yace en este animal desesperado, con pecho tremendo, que agita la dialéctica;
país de soledad, adentro del cual golpea y revienta el océano,
y es una enorme isla, tan pequeña, que da espanto, y gira rugiendo,
porque dos criaturas están abrazadas;
huele a agua mojada, a paloma amarilla, a novela, a laguna, a vasija de otoño,
y un horizonte de suspiros y sollozos
suspende una gran tormenta sobre las nuestras cabezas;
el pájaro pálido de las hojas cedas
aletea a la ribera de los recuerdos, entre los braseros arrodillados,
y retornan las viejas lámparas del pretérito,
la angustia resplandece, como una virtud, en nosotros,
y el terror de los proletarios abandonados
nos raja el pecho, desde adentro como con fuego tremendo.
Imponente como la popa de un gran barco,
amarillo y espantoso de presencia,
el sol inicia la caída definitiva, tranco a tranco, como el buey de la tarde eterna;
besos de piedra,
todas las máscaras de dios se despluman,
y caen destrozados los penachos;
un ataúd de fuego grita desde el oriente.

 

 

 

 

GRANO DE PÓLVORA A UNA CIGARRA

 

Empuña el sol tocando y desparramando su cuerno de fuego, y en los surcos maduros el pan estalla entre gaviotas y vasijas…

Todo está hecho así, Luisita: vihuelas y cadenas, y somos materia que habla, materia que llora, materia que canta y enormes categorías de espanto; cae el hombre y se levanta la sociedad huracanada, rompiendo esclavitud adentro y congojas grandes como espigas o como estruendos de eternidades que batallan arrojándose montañas a la cara; amor, aquí estoy cuidando tu sueño como un tigre rojo o un soldado de basalto de centinela en las avanzadas del mundo.

Sobre el hambre del régimen levantan los imperios económicos la bandera negra de la piratería internacional, enarbolada por los Caínes y traidores, y el águila de los infiernos desgarra y aplasta vientres de mujeres de miel y niños atroces con la pata macabra de la guerra y la inflación rugiente de cadáveres.

Monologando, arañándome el corazón con la cuchara rota de la pena, me arranco el pedazo del alma que representa a cada semana y te contemplo a ti adentro, solita y enorme como un nomeolvides en un abismo; viejo, furioso, tierno, el rescoldo del remoto querer levanta llamas tronchadas y multitudinarias, rajando el hígado anciano del quemado roble, y una perdiz feroz toma y emigra; soy espectáculo y audiencia de un drama eterno, copretérito, en el cual mis entrañas son el personaje latente, el rugiente fusil o caballo desaforado que busca abismos, y un hijo del pueblo, cruzando los pueblos hambrientos con su atado de volcanes gritando en la soledad de los navíos; no volveré a besar nunca jamás tu boca de tierra y mundos; y a la orilla de mí las hienas lluviosas y envenenadas de “Dios” rajan la sábana de luto del tiempo con las ganas quebradas y ensangrentadas.

Llorando como el retrato de Balmaceda en la decadencia de la clase-media provincial de hoy, penoso y telarañoso te escribo, circunscrita de amapolas, versos de fuego con hierro rugiendo y tórtolas, para el Correo del Otro Mundo, como un roto infeliz que se lavase solo la puñalada total con el jabón de olor de los recuerdos, encima de la patria caída.

Tremendamente poblado de lisiados y ladrones, asesinos y limosneros, peronistas, poetastros, sodomitas, demagogos y literatos-tiburones-cogoteros profesionales, el país de Chile parece un poncho de piojos y lágrimas, y a la opinión pública le llora un muerto en la garganta; inviernos sin braseros ni comida gotearon las últimas habitaciones, y tu ausencia, Winétt, socava la patria que cantaste; floreció el peral un tarro de llanto y las palomas se cubrieron de suicidio y lluvia en las mediaguas abandonadas de antaño, en las que denantes sentí el calofrío del infinito bajando como helado y amargo fantasma, o como obrero sin trabajo o como pasado de antigua familia caída en la prostitución y la miseria.

Como un búho en el crepúsculo se derrumban los aterrados demagogos literarios y es horrenda la existencia entre podridas gentes, entre mentiras que roen como ratones rojos la reputación democrática y el don creador, entre Obispos de Mar de la literatura que han hedionda hasta el alma, entre la cháchara radialbestial del compadrón justicialista, que en un aletazo de imbecilidad tenebroso, entre las abejas muertas de tu recuerdo que se manchan las pestañas de oro azul en el pantano de la vida.

Comprendo lo serio y tremendo que es ver llorar a un hombre; lo soy entero, definitivamente, rotundo; tu orgullo fui de hombría lleno, y lloro con vergüenza y con grandeza, lloro tal como un rotito chileno botado en las cunetas del camino, por el cual avanza como grande barco el automóvil del latifundista; o como si todo mi llanto fuera el llanto general del mundo; volveré a ser el huaso litoral, el huaso de montura de potro y cuchilla, cacho y lazo de siete corriones, espuelas con rodaja de campana de luto y manta a rayas color bandera y fuego, y el roto completamente solo y entristecido para siempre nunca, o el hacendado menor sublimado en bodeguero-despachero-carnicero de provincia o barrio de antaño y moriré apuñalado en una gran barranca, vociferando de alegría horrible; mi desesperación fusilera se desafía con mi cinturón de balas y he de caer entonces, recordándote a ti que estás presente con todos los pueblos adentro de la canción eterna, oh! dulce calandria de oro…

Entre el ilustre mar y tú, la relación de profundidad es enorme; es por aquello que no es tu recuerdo quien va adentro de mí, sino yo mismo íntegro adentro de tu recuerdo porque yo soy tu recuerdo; desde mi congoja llueve tu nombre, y voy como Galvarino con los brazos cortados a la altura del coraz6n.

Llora la ojota nacional, y el país hambriento y desesperado aguanta la patada del gran imperio del dó1ar tallada en la bota del patrón, y el peón apenas se puede la miseria; tranco a tranco, empujo mi alma como un carretón viejo; y estos renglones echan humo y pena de gran incendio, como si se quemasen todas las montañas del mundo; sobre las ruinas tremendas alto y retumba el trueno; aguarda un momento Winétt: ¡voy a golpear la Eternidad con la cacha de mi revólver…!

 

 

 

 

GRAN MARCHA HERÓICA

Avanza tu carro de llantos y entra a la historia entrechocándose.
Arriba, un atrevimiento de águilas, abajo, el pecho del pueblo y en la línea definitiva, entre los altos y anchos candelabros de la Humanidad, y las trompetas que braman como vacas, entre naranjos y duraznos y manzanos que, como caballos, relinchan, entre barcos y espadas, rifles y banderas en flor, al paso de parada negro y fundamental de los héroes, tú y tu ataúd de acero.
La multitud descomunal y subterránea, abate en oleaje su ímpetu de serpiente y ataca su fantasma y su palabra, como un toro la estrella ensangrentada.
Caemos de rodillas en el gran crepúsculo universal, y lloran las sirenas de todos los barcos del mundo, como perritas sin alojamiento; se acabó la comida en los establos contemporáneos y el último buey se destapa los sesos, gritando; el bofetón del huracán, partiendo los terciopelos del Oriente, araña el ocaso y le desgarra el corazón a puñaladas, cuando el fusil imperial de la burguesía pare un lirio de pólvora y se suicida.
Al quillay litoral le desgarran la pana los relámpagos de las montañas, y tremendamente da quejidos de potrillo recién nacido en el estercolero, porque su conciencia vegetal naufraga en el aroma a sangre.
Canto de estatuas, grito de coronas, llanto de corazas y bahías, y el discurso funeral de los cipreses que persiguen eternamente lo amarillo, te rodean; nosotros, entre lenguas de perro y lágrimas elementales, no somos sino sólo fantasmas en vigencia; lo heroico, lo definitivo, la ley oscura de la materia en la cual todas las cosas se levantan y se derrumban con el único fin de engendrar padecimiento, emerge de ti, porque de ti, porque tú eres la realidad categórica; y cuando los pollitos nuevos del mar a cuya orilla enorme te criaste, pían al asesinato general del ocaso, los huesos de Tamerlán echan grandes llamas; escucho el funeral de Beethoven ejecutado por setecientos maestros de orquesta, frenar la tempestad, sujetándola, como el desnudo adolescente los caballos rojos de Fidias y el cielo está negro lo mismo que mi corazón; las espadas anchas, las anchas espadas que abrieron los surcos profundos que no cavaron los arados, las espadas embanderadas de historia, se te someten y te lamen como el perro del mendigo; cuadrigas y centurias, haciendo estallar el sol sonoro, al golpear la tierra hinchada con el eslabón de la herradura, levantan polvaredas de migración y el bramido de las lanzas es acusatorio y terrible debajo de la lluvia oscura como la mala intención o un cobarde; adentro de las campanas choca la luciérnaga rota con su farol a la espalda, llorando; huyendo del incendio general, leones y chacales se arrojan a la mar ignota y las serpientes repletas de furor se rompen los colmillos en las antiguas lanzas; un gran caballo azul se suicida; borrachos de sol y parición en generaciones del Dios pánico y dionysíaco, los sacerdos-escarabajos están gritando la maternidad aterradora en miel de pinares y resinas de gran potencial alcohólico, que debaten entre ramajes la violencia tremenda de la naturaleza; el Clarín del Señor de los Ejércitos empuña la espuela de oro de la gran alarma y los soldados.
Cargado por nosotros, marcha el féretro como una rosa negra o un pabellón caído, con espanto aterrador de fusilamiento; rajados a hachazos los pellines encadenados al huracán aúllan; tú eres lo único definitivo, hundida en tu belleza de pretéritos y de crepúsculos totales, caída en todo lo solo, herida por el resplandor de la eternidad deslumbradora, mientras errados, nos arrinconamos adentro de nuestras viejas negras chaquetas de perros.
Por el camino real que va a la nada marcharé (caballo de invierno), en las milenarias edades; hoy, mi espada está quebrada, como el mascarón de proa del barco que se estrelló contra lo infinito y soy el animal abandonado en la soledad del bramadero; perteneces al granero humano, tétrico de matanza en matanza, y te robaron de mis besos terribles; braman las campanas pateando la atmósfera histórica en la cual se degüellan hasta las dulces violetas que son como copitas de vino inmortal; la tinaja de las provincias echa un ancho llanto de parrones descomunales, gritando desde el origen.
Arde tu alma grande y deslumbradora como un fusil en botón y a la persona muerta la secunda la ciudadanía universal otorgándole la vida épica como a una guitarra el sonido; como un solo animal, acumular la eternidad, triste y furioso a tus orillas, es mi ocupación de suicida; como ola de sombra, el comercio-puñal de la literatura nos ladra al alma cansada y los cuatreros, los cuchilleros, los aventureros y el gran escorpión de la bohemia nos destinan su sonrisa de degolladores, echada en sus ojos de cerdo.
Sobre el instante, la polvareda familiar gravita y empuña el pabellón de los antiguos clanes; tu eres el escudo popular de los de Rokha: tronchados, desorientados, conmigo a la cabeza de la carreta grande, tirada por dos inmensos toros muertos, hijos e hijas, nietos y nietas, yernos y nueras dan la batalla contra la mistificación tenebrosa y estupenda de los viejos payasos convertidos en asesinos; a miel envenenada hiede el ambiente o a calumnia y perro; los chacales se ríen furiosamente y tremendamente arañan la casa sola como sombra en el arrabal del mundo, allá en donde remuelen el pelele y la maldición, tierra de escupos y demagogia, llena de lenguas quemadas; porque mi desesperación se retuerce las manos como un reo que enfrenta los inquisidores, a cuya espalda chilla, furiosa la Reacción, como negra perra vieja en celo; andando por abajo, los degenerados nos aceitan y nos embarran el camino, a fin de que el cegado por las lágrimas dé el resbalón mortal y definitivo del que se desploma en el mar rabioso que solloza echando espuma y se derrumbe horriblemente.
Juramos pelear hasta derrotar al enemigo enmascarado en el enemigo del pueblo, al calumniador y al difamador con ojo pequeño de ofidio y las setenta lenguas ajenas de los testigos falsos, a la rana-pulpo-sapo del sabotaje; juramos solemnemente cortarnos y comernos la lengua antes de lanzarle al olvido; juramos los látigos de la venganza, porque es mentira la misericordia y no tememos atacar la eternidad frente a frente, ensangrentados como pabellones.
Tranco a tranco en el pantano del horror, vi destruir a la naturaleza en ti el esquema total de lo bello y lo bueno; como un niño loco, el espanto se ensañó en tu figura incomparable, que no volverá a lograr nunca jamás la línea de la Humanidad, y caíste asesinada y pisoteada por lo infinito, tú, que representabas lo infinito en la vida humana, y el sol de “Dios” en la gran tiniebla del hombre; caías, pero caía contigo el significado de lo humano, y en este instante todas las cosas están sin sentido, gritando, boca abajo, solas, y es fea la tierra; como a aquel infeliz cualquiera a quien le revuelven la puñalada en el corazón, el perro idiota de la literatura, vestido de obispo o caracol, levanta la pata y orina mi tragedia de macho, porque como todo lo hermoso, todo lo vertical, todo lo heroico se hundió contigo en el abismo, yo soy el viudo terrible, y acaso la bestia arcaica sublimándose en el intelectual acusatorio que da lenguaje a las tinieblas; como la naturaleza es descomunal y sólo lo monstruoso le incumbe íntegramente, su injusticia fue tenebrosa con tu régimen floral de copa y el destino te cavó de horror como a una montaña de fuego; sin embargo, como soy humano, no acepto tu muerte, no creo en tu muerte, no entiendo tu muerte y el andrajo de mi corazón se retuerce salvajemente y se abalanza contra la muralla inmortal, contra la muralla desesperada, contra la muralla ensangrentada, contra la muralla despedazada, que se incendia entre las montañas y sudando y bramando y sangrando, me revuelco como un toro con tu nombre sagrado entre los dientes, mordido como el puñal rojo del pirata; a la espalda aúllan las desorbitadas máscaras gruñendo entre complejos de buitre aventurero y trajes vacíos, en los que respiran las épocas demagógicas.
Entre los grandes peñascos apuñalados por el sol, sudando como soldados de antaño, roídos por inmenso musgo crepuscular y lágrimas de antiguas botellas, tú y la paloma torcaz de los desiertos lloran; mar afuera, en el corazón de flor de las mojadas islas oceánicas, en las que la eternidad se agarra como entraña de animal vacuno a la soledad de la materia y el gemido de los orígenes gravita en la gran placenta del agua, tú das la majestad al huracán por cuyos látigos ruge la muerte su secreto total, tremendo; encima de los carros de topacio del crepúsculo, tirados por siete caballos amarillos, cruzados de llamas como Jehová, tú eres el balido azul de los corderos; aquí, a la orilla de tu sepulcro que ruge, terrible, en su condición de miel de abejas y de pólvora, haciendo estallar el huracán sobre los viejos túmulos que tu vecindad obliga a relampaguear, tú empuñas una gran trompeta de oro, tal como se empuña una gran bandera de fuego y convocas a asamblea general de muertos, a fin de arrojar la eternidad contra la eternidad, como dos peñascos; emerges de entre toneles, como la voz de las vasijas, y la gran humedad del pretérito, que huele a fruta madura y a caoba matrimonial, enarbola su pabellón en el corazón de las bodegas, cuando yo recuerdo tu virginidad resplandeciente…
Condiciona sus muchedumbres la mar-océano del Sur y tu multitud le responde terriblemente; yo estoy sentado a la orilla del que tanto amabas mar, y la oceanidad da la tónica al gigante dolor que requiere inmensidades para manifestarse y el lenguaje de la masa humana o la montaña incendiándose; remece sus instintos la inmensa bestia oceánica y el crepúsculo ensangrienta la bandera de los navíos y el cañón funeral del puerto; el mar y yo bramamos, el mar, el mar, y crujen los huesos tremendos de Chile, cuando con mi caballo nos bañamos solos en la gran soledad del mar y el mar prolonga mi relincho con su bramido por todas las costas, desde las tierras protervas de Babilonia al Mediterráneo celestial de las tuyas glicinas y a los sangrientos mares vikingos, o arrastra mi voz tronchada y sangrienta como un capitel roto y mi lenguaje de campanario que se derrumba en la gran campana del mar, con tu recuerdo gimiendo adentro; rememoro nuestro matrimonio provincial-marino y la carrera desenfrenada, desnudos, sobre la arena y el sol; es la mar soberbia, la mar oscura, la mar grandiosa en la cual gravita el estupor horizontal de humanidad que azota los vientres de las madres y relumbran las panoplias huracanadas de los viejos guerreros de hierro, que ascienden y descienden por las arboladuras como un tigre a una antigua catedral caída; lagrimones de acordeones, de leones y fantasmas dan al pirata el relumbrón de los atardeceres y el tajo del rostro atrae el sable crepuscular hacia la figura agigantada; el ron furioso da gritazos y mordiscos de alcohol degollado a la tiniebla aventurera y la pólvora roja es rosa de llamas rugiendo con perros y espadas entre la matanza histórica, adentro de la cual nosotros dos rajamos el cuaderno de bitácora sobre el acero acerbo del pecho, que es pluma y rifle, Luisita; asomándome a la descomunal profundidad heroica, veo lo eterno y tu cara en todo lo hondo; naufragios y guitarras y el lamento del destierro en los archipiélagos sociales del Tirreno y el Egeo, se revuelve a la bencina cosmopolita de los grandes Imperios de hoy, con sus navíos y sus aviones sembrando la sangre en los mares: pero el tam-tam de los tambores ensangrentados me desgarra el cerebro; sin embargo, hay dulzuras maravillosas, y te vuelvo a encontrar en esta gran agua salada por el origen y el olor animal del mundo, con tu melena de sirena clásica y tu pie marino de conchaperla y aventura.
Braman las águilas del amor eterno en nosotros…
El huracán del amor nos arrasó antaño, y ahora tu belleza de plenilunio con duraznos, como llorando en la grandeza aterradora, contiene todo el pasado del ser humano; truenan las grandes vacas tristes del amanecer y tú rajas la mañana con tu actitud, que es un puñal quebrado; fuiste “mi dulce tormento” y ahora, Winétt, como el Arca de la Alianza o como Dionysos, medio a medio de los estuarios mediterráneos y el de los sargazos mar, entre el régimen del laurel y el dolorido asfodelo diluido en la colina acumulada de los héroes, hacia la cual apunta el océano su fusilería y desde la que emergen los pinos solarios, tú, lo mismo exacto que a una gran diosa antigua de Asia, la eternidad bravía te circunda; galopan los cuatro caballos del Apocalipsis, se derrumban las murallas de Jericó al son de las trompetas que ladran como alas en la degollación y el Sinaí embiste como el toro egipcio, cuando tu paso de tórtola hiende los asfaltos ensangrentados de la poesía, gran poetisa-Continente; y las generaciones de todos los pobres, entre todos los pobres del mundo, te levantan bajo los palios llagados del sudor popular en el instante en que tu voz se distiende, creciendo y multiplicándose como el oleaje de los grandes mares desconocidos, a cuya ribera los hombres crearon los dioses barbudos del agro y los sentaron y los clavaron en las regiones acuarias, que eran el llanto de fuego de los volcanes; como fuiste tremendamente dulce, graciosamente fuerte, pequeñamente grande con lo oscuro y descomunal del genio en un régimen de corolas, el hijo del pueblo te entiende; tenías la divina atracción del átomo, que, al estallar, incendia la tierra, por eso, adentro del silencio mundial, yo escucho exactamente a la multitud romana o babilónica, arreada y gobernada a latigazos, a las muchedumbres grecolatinas que poblaron Marsella de gentes que huelen a ajo, a prostitución, a guitarra, a conspiración, a sardina y a cuchilla, a tabaco y a sol mojado y caliente como sobaco, a presidio, a miseria, a heroicidad, a flojera o a tristeza, al vikingo ladrón, guerrero, viril y sublime en gran hombría y a los beduinos enfurecidos por el hambre y los desiertos del simoum, áspero y trágico, y te adoro como a una antigua y oscura diosa en la cual los pueblos guerreros practicaban la idolatría de lo femenino definitivo y terrible; forrado en cueros de fuego, montado un caballo de asfalto, yo voy adentro de la multitud, como una maldición en el cañón del revólver.
Románico de cúpulas y óperas el atardecer de los amantes desventurados me encubre, y cae una paloma negra, Luisita-azúcar.
Soplan las ráfagas del dolor su chicotazo vagabundo y la angustia se clava rugiendo, en fijación tremenda, como un ojo enorme que quemase, como una gran araña, como un trueno con el reflejo hacia adentro y la quijada de Caín en el hocico; es entonces cuando arde el colchón con sudor oscuro de légamo, cuando la noche afila su cuchilla sin resplandor, cuando el volcán destripa a la montaña y se parte el vientre terrible, que arroja un caldo de llamas horrendo y definitivo, cuando lloran todas las cosas un llanto demencial y lluvioso, cuando el paisaje, que es la corbata de la naturaleza, se raja el corazón de avena y pan y se repleta de leones; sin embargo, medio a medio de la catástrofe, se me reconstituye el ser a objeto de que el padecimiento se encarne más adentro y la llaga, quemada por el horror, se agrande; con tu ataúd al hombro, resuenan mis trancos en la soledad del siglo, en la cual gravita el cadáver de Stalin, que es enorme y cubre el Oriente en mil leguas reales a la redonda, encima de un carro gigante que arrastran doscientos millones de obreros; semejante a una inmensa cosechadora de granjeros, la máquina viuda de los panteones degüella las cabezas negras y la Humanidad brama como vaca en el matadero; yo arrastro la porquería maldita de la vida como la pierna tronchada un idiota y espero el veneno del envenenador, la solitaria puñalada literaria por la espalda, en el minuto crucial de los crepúsculos, el balazo del hermano en la literatura, como quien aguarda que le llegue un cheque en blanco desde la otra vida; me da vergüenza ser un ser humano desde que te vi agonizar defendiéndote, perseguida y acosada por la Eternidad como una dulce garza por una gran perra sarnosa; como con asco de existir, duermo como perro solo encima de una gran piedra tremenda, que bramara en el desierto, hablo con espanto de cortarme la lengua con la cuchilla de la palabra y quisiera que un dolor físico enorme me situase a tu altura, medio a medio de este gigante y negro desfile de horror del cual estalla mi cabeza incendiándose como antigua famosa posada de vagabundos; no deseo el sol sino llorando y la noche maldita con la tempestad en el vientre; por degüellos y asesinatos camino, y ando en campos de batalla, estoy mordido por buitres de negrura, y es de pólvora y de lágrimas, Luisita-Amor, el gran canasto de violetas, con el cual me allego a tu sepulcro humildemente; a mi desesperación se le divisa la cacha del arma de fuego, Luisita-Amor, cuyos grandes frutos caen…
Eramos Filemón y Baltis de Frigia y el grito conyugal del mundo, pero se desgarró una gran cadena en la historia y yo cruzo gritando a la siga del mí mismo que se fue contigo para siempre nunca, esta gran sonata fúnebre de héroes caídos…
 

 

 

 

TERCETOS DANTESCOS A CASIANO BASUALTO
(Dedicado a Pablo Neruda)

 

Gallipavo senil y cogotero
de una poesía sucia, de macacos,
tienes la panza hinchada de dinero.

Defeca en el portal de los maracos,
tu egolatría de imbécil famoso
tal como en el chiquero los verracos.

Legas a ser hediondo de baboso,
y los tontos te llaman: ¡«gran podeta»!
en las alcobas de lo tenebroso.

Si fueras un andrajo de opereta,
y únicamente un pajarón flautista,
¡sólo un par de patadas en la jeta!…

Pero tu índole sadomasoquista,
un tiburón de las cloacas suma
a la carroña del oportunista.

Y si eres infantil como la espuma,
eres absurdo Cacaseno oscuro,
si el escribir con menstruación te abruma.

Granburgués, te arrodillas junto al muro
del panteón de la Academia Sueca,
a mendigar… ¡dual amoral impuro!

Y emerge el delincuente hacia la pleca
de la carátula facinerosa,
que exhibe al sol la criadilla seca.

Astuto, ruin, tarado, voz gangosa,
saqueas a la U.R.S.S, envilecido,
con la tremenda mano estropajosa.

Flojo arribista, tonto y bien comido,
dijiste de este norme pueblo ardiente:
«Chile, país de cafres», ¡gran bandido!

Eres la negra cabeza de puente
de la horrorosa corrupción burguesa
en el filo-marxismo decadente.

Ávido como pájaro de presa,
refleja tu persona a un mar de idiotas,
y es su retrato, en ti, lo que interesa.

Por eso no caminas, y rebotas
contra la parte más noble y sufriente
de tu partido, y te ladran las botas.

¡Tú, el discriminador impenitente,
burócrata y plutócrata racista
que insulta a herida, a eterna, a heroica gente!…

Es que tienes costumbres de alquimista
de fiambrería, y es que estás vendido,
todo, al gran criminal imperialista.

Es que tienes costumbres de alquimista
de fiambrería, y es que estás vendido,
todo, al gran criminal imperialista.

La baba oscura del hampón, hundido
en la maldad oblicua del plagiario,
te chorrea del corazón podrido.

Y las pelotas del «estravagario»,
juegan al campeonato del canalla
en el gran orinal «crepusculario».

Eres el «jefe» de una tal morralla,
tan desleal como todo cobarde,
y mereces escupos, no metralla.

Calumniador e infamador, tu alarde
de apropiarte de un muerto es de demente,
que se ahoga en los mares de la tarde.

Abominando del hombre valiente,
echas en cara la desgracia humana,
y, al insultar, muestras la bestia ingente.

¡Es tan abyecta tu actitud marrana
y es tan de amoral tu ejecutoria…
¡debiste ser hijo de puto y rana!…

Chillas por eso pidiendo euforia
necio-anormal de «un puntapié en el culo»,
y el ser pro-imperialista es tu victoria.

Tu condición de Judas y de Chulo,
corrompe con dinero mal habido,
y a quien explotas, lo declaras nulo.

Tu verso inmoral se ha «enriquecido»
de un mil de pederastas de prontuario:
cantas por paga, en tu rabel transido.

Estafándola, alzando su calvario,
a aquella fiel humilde «hormiguita»,
formas la roña del prostibulario.

Por tu gran colección hermafrodita
sin que falte una loca Concha sola,
la Reacción mundial te felicita.

Lamiendo por debajo de la cola
al ladrón del Viet Nam, al asesino,
eres el héroe de la coca-cola.

Gran comensal del Wall Street ladino
miras a Cuba como los «gusanos»,
y su martirio te importa un comino.

Tu comunismo es farsa de Casi Anos
emputecidos y escandalosos,
que vende, como reses, sus hermanos.

Ceñido de mugrientos y roñosos,
tinterillo de latifundistas,
yo te comparo a los perros tiñosos.

Defiendes, pisoteando comunistas,
a los patrones contra los peones,
y los dueños de fundo son tus pistas.

Ladroneando, eres tú flor de bribones,
y como vives de seres dudosos,
auspicias guardaespaldas maricones.

Insultador de héroes grandiosos,
como Mao Tse-tung y su Partido,
entregas sangre ajena a los golosos.

Tu «pedosita» es pacotilla, herido
de vanidad añeja de ramera,
«gozas» de «fama», pero estás vencido.

A la siniestra mafia aventurera
de la chacota en la literatura
tu camarilla le dio pedorrera.

¡Oh! mixtificador, tu sinecura
de atorrante político, «escruchante»
poético, es un tarro de basura.

Engañas a «las musas», y el cantante
de prostíbulo que hay en tus muletas,
en las ideas es un comerciante.

Sodomitas, rufianes, proxenetas,
pacotilleros y filibusteros,
te corretean entre cuchufletas.

Bohemio y metafísico, en usleros
de material confuso estás sentado,
como en grandes divanes de braseros.

De «Derecha» y de «Izquierda» te has timbrado
y oscilas de entre alones y loyolas,
manoseando para lado y lado.

Como te arrastran las sesenta bolas
de las antologías criminales,
te balanceas en las carambolas.

Un rebizno mundial de homosexuales,
monta la máquina cosmopolita
de tus negocios internacionales.

Y hasta el cura pronazi aranedita
llorando se arremanga las polleras
en honor de tu gran guata «bendita».

Yegua de arreo, riega las praderas
de la bohemia tu meada de piojo
funeral, corroído de goteras.

Los de Hernanes, el negro y el rojo,
son los sucios eunucos amarillos
de tu harem: Cardenal y Matapiojo.

Ellos te chupan de los calzoncillos
la bazofia, con lengua de lacayos:
pían sin pico, aunque son pajarillos.

Tal como dos esclavos, dos cipayos
enmascarados en su podredumbre,
sirvientes del verdugo y papagayos.

Los «capos» de la antigua servidumbre
te abandonaron por ingrato e inmundo
como a un cuchillo mordido de herrumbe.

Hoy por hoy, solo, en el hoyo del mundo
chillas y gritas, espantosamente,
lo mismo que un zapato moribundo.

Y aunque manchas tu patria, impunemente,
contrabandeando éxito por mérito,
te escupe un gran gargajo frente a frente.

Vendido a Norteamérica, el pretérito
de tus engaños al proletariado,
da vuelta la chaqueta al benemérito.

Traidor y desertor calificado,
te burlaste de los trabajadores
yendo de negociado en negociado.

Tu frenesí es corruptor de menores
intelectuales, «regolucionario»
a lo Mansilla, «Rey» de embaucadores.

«La araña negra» y «el patibulario»
te llamó Juan de Luigi, al cual echabas
en cara la ceguera… ¡oh!, mal corsario.

Telarañoso y mercantil, alabas
lo que negaste, como equilibrista,
y al Premio Nobel lo llenas de babas.

De país en país, gran arribista,
tu gonorrea literaria has ido
vendiendo como egregio pendolista.

Tu «reconciliación» de forajido
con el imperialismo, es lo más lógico:
se van de corrompido a corrompido.

Como un bruto o eunuco patológico
estás sobre las clases defecando
y a tu estiércol lo estimas antológico.

Un viejo perro muerto anda aullando
en tus quejidos de gran roña ahíta
y, al vomitar, te vas desintegrando…

Toda tu obra mal robada, imita:
«Macchu-Picchu» es Ramponi, el argentino,
a quien plagiaste su «Piedra Infinita».

Tagore, Baudelaire, Vallejo, (vino
y mito), te encubren, y te aterra
haber transado tu alma de cochino.

El fósil colonial de Inglaterra
entre biblias y whiskyes y serpientes
engendró «Residencia en la Tierra».

Si hablando a gentes proletarias, mientes,
mientes cantando y llorando y, mintiendo,
mientes a delincuentes y a inocentes.

Como lo heroico no lo estás viviendo,
tú frenas la potencia de las masas
con tu veneno «poético» horrendo.

Por tus siete maletas, sobrepasas
el equipaje multimillonario,
cuando el botín repleta tus tres casas.

A alguna menopáusica de acuario,
«tu Farewell» ¡de Blomberg!, le produjo
alteraciones en su calendario.

Sabat Ercasty te dejó con pujo
sangriento, y «El Hondero Entusiasta»,
es la baraja y el moco del brujo.

Siendo un feto, te das de iconoclasta,
y a mí me has estafado desde el nombre
a esta línea de fuego, que te aplasta.

No eres un hombre pobre un pobre hombre
condecorado como a un espía
del anticomunismo, cobre a cobre.

«Punta de lanza» de la porquería
capitalista, porque no batallas,
en la agonía de la burguesía.

Ni Trujillo agregó a tantas medallas
tanta asquerosa maldad engañosa,
y «Chapitas» fue ejemplo de canallas.

El gran oficialismo es tu ruidosa
pantalla, adulas a cualquier Gobierno
y le cambias por plata, verso o prosa.

«Gran mal poeta», (engendro del infierno),
te llamó Juan Ramón en «Españoles
de Tres Mundos», Caín de más de un cuerno.

¡Y tú, coleccionando caracoles
o mascarones en que te defines!…
«Radio La Habana» baleó tus controles…

Entre los más rosados querubines,
te «canonizarán» de comunista
con la trompeta de los malandrines.

Un Belaúnde pronacifascista
y asesinador de guerrilleros
coronó tu cinismo de pancista.

Como a chancha «matada», los culeros
te lastiman el lomo y las berijas,
(dos instrumentos de los marulleros).

Es decir, las ambiguas sabandijas
de la retórica y de la poética,
ya sólo en los sobacos las prohijas.

Porque como eres «loco» de la estética
y el robot parroquial de un clan idiota,
hasta tus cómplices piden genética.

¿Tú revolucionario? La pelota
del trotzquismo te cuelga del hocico,
enmascarándote. Y Lenin te azota.

Con tu conducta de sapo y de mico
ofendes a la inmensa clase obrera,
y a costillas del pueblo eres tan rico.

Además, el Pentágono reitera
en dólares sonantes y contantes,
su amor a la canalla aventurera.

Y la CIA procura resonantes
éxitos al carajo «bien portado»
y condecoraciones y diamantes.

Y un horrendo esplendor prefabricado
y queso y pan y vino, todo de oro,
y los disfraces del enmascarado.

La gritería universal, el toro
de cartón rojo, el Caballo de Troya,
la gran máquina-jaula para el loro.

Turbia gran bruja macabra de Goya
es tu aflicción de «Toribio Gallina,
el Náufrago», colgando de una bo… ya.

A tu «realismo» échale formalina
en el tronco esencial de la macana,
porque muestra su lengua femenina.

La épica social americana
la escribo yo, rugiendo pueblo adentro,
con mi pluma-fusil, (gran hacha humana).

Y tu canción de amor es epicentro
de mistificadores, y bolina
de maricas, con punto y como al centro.

Lo bautizaste como «Guillermina»
al «Mascarón», que oculta tus «apremios»
de bailarín de la Tía Carlina.

Y si aún deseas premios y más premios,
te ofrezco el premio a la sirvengüenzura
colosal y feroz de los bohemios,

que se cavan la propia sepultura:
no importas tú, ¡importa tu impostura!…

 

 

 

 

EPOPEYA DE LAS COMIDAS Y LAS BEBIDAS DE CHILE

(Fragmentos)

Hermoso como vacuno joven es el canto de las ranas guisadas de entre perdices,
….. la alta manta doñiguana es más preciosa que la pierna de la señora más
….. preciosa, lo más precioso que existe, para embarcarse en un curanto bien servido,
el camarón del Huasco es rico, chorreando vino y sentimiento, como el choro de miel que se cosecha entre mujeres, entre cochayuyos de
….. oceánica, entre laureles y vihuelas de Talcahuano por el jugo
….. de limón otoñal de los siglos,
o como la olorosa empanada colchagüina, que agranda de caldo la
….. garganta y clama, de horno, floreciendo los rodeos flor de durazno.
Y, ¿qué me dicen ustedes de un costillar de chancho con ajo, picantísimo,
….. asado en asador de maqui, en junio, a las riberas del peumo
….. o la patagua o el boldo que resumen la atmósfera dramática
….. del atardecer lluvioso de Quirihue o de Cauquenes,
o de la guañaca en caldo de ganso, completamente talquino o
….. licantenino de parentela?,
no, la codorniz asada a la parrilla se come lo mismo que se oye “el
….. Martirio”, en las laderas aconcagüinas, y la lisa frita en el
….. Maule, en el que el pejerrey salta a la paila sagrada de gozo,
….. completamente rico del río, enriquecido en la lancha
….. maulina, mientras las niñas Carreño, como sufriendo, le
,,,,, hacen empeño a “lo humano” y a “lo divino”, en la de gran
….. antigüedad familiar vihuela.
Los pavos cebados, que huelen a verano y son otoños de nogal o de
….. castaño casi humano, los como en todo el país, y en Santiago os beso,
como a las tinajas en donde suspira la chicha como la niña más linda de
….. Curicó levantándose los vestidos debajo del manzano
….. parroquial, de la misma manera
que a la ramada con quincha de chilcas en donde tomamos en cacho
….. labrado el aguardiente de substancia, o el colchón de amor,
….. en el cual navegamos y nos enfrentamos sollozando
….. a los océanos tremendos de la noche, a cuya negrura horriblemente
….. tenaz converge el copihue de sangre,
o la lágrima que nos llevamos a la boca cuando estamos alegremente cantando.
El vino de Pocoa es enorme y oscuro en el atardecer de la República
….. y cuando está del corazón adentro el recuerdo
y la apología de lo heroico cantan en la rodaja de las espuelas como el
lomo del animal, nadando en la tonada fundamental de los remansos o
….. contra la gritería roja de la espuma.
La chichita bien madura brama en las bodegas como una gran vaca sagrada,
y San Javier de Linares ya estará dorado, como un asado a la parrilla,
….. en los caminos ensangrentados de abril, la guitarra del otoño llorará como
….. una mujer viuda de un soldado,
y nosotros nos acordaremos de todo lo que no hicimos y pudimos y debimos
….. y quisimos hacer, como un loco
….. asomado a la noria vacía de la aldea,
mirando, con desesperado volumen, los caballos de la juventud en la
….. ancha ráfaga del crepúsculo,
que se derrumba como un recuerdo en un abismo.
Relumbra la montura en Curicó, del mar a la montaña, resonando como
….. una gran carreta de trigo, resonando
como el corredor de vacas o el trillador o el que persigue a una ternera,
,,,,, borneando la lazada
encima de la carcajada, chorreada de sol de la faena, en la cual la bosta
….. aroma como un dios los estiércoles domésticos, con huevos
….. inmensos de viuda.
Una poderosa casa de adobe con patio cuadrado, con naranjos, con corredor
….. oloroso a edad remota,
y en donde la destiladera, canta, gota a gota, el sentido de la eternidad
….. en el agua, rememorando los antepasados con su trémulo
….. péndulo de cementerio,
existe, lo mismo en Pencahue que en Villa Alegre o Parral, o Lloca o Putú,
aunque es la aldea grande de Vichuquén la que se enorgullece, como de
….. la batea o la callana, del solar español, cordillerano, de toda
….. la costa, y son las casas-tonadas
del colchagüino y el curicano, quienes la expresan en lengua tan
….. inmensa, comiendo arrollado chileno.
Porque, si es preciso el hartarse con longaniza chillaneja antes de
….. morirse, en día lluvioso, acariciada con vino áspero, de
….. Quirihue o Coihueco, en arpa, guitarra y acordeón bañándose,
….. dando terribles saltos a carcajadas,
también lo es saborear la prieta tuncana en agosto, cuando los chanchos
….. parecen obispos, y los obispos parecen chanchos o hipopótamos,
….. y bajar la comida con unos traguitos de guindado,
sí… en Gualleco las pancutras se parecen a las señoritas del lugar: son
….. acinturadas y tienen los ojos dormidos, pues, cosquillosas y
….. regalonas, quitan la carita para dejarse besar en la boca, interminablemente.
Y la empanadita fritita, picantoncita y la sopapaipilla, que en tocino ardiente
….. gimieron, se bendicen entre trago y trago, al pie de los pellines
….. del Bío-Bío, en los que se enrolla el trueno con anchos látigos,
pero nunca la iguala a la paloma torcaz, paladeada en los rastrojos de julio,
….. en la humedad incondicional de tal época, entre fogatas y tortillas,
….. tomando en la bota de cazador esos enormes vinos que huelen a pólvora
….. y a amistad o al zorzal tamaño del viñedo, que es el puñal agrario del lamento,
cazado entre los pámpanos santos, como un ladrón del vecindario campesino
….. y al cual se cuece en mostos blancos,
ni al causeo de patitas, que debe comerse en Rancagua, no después de beber
….. bastante chacolí con naranjas amargas, sino tomando vino de Linderos.

Cuando el jamón está maduro en sal, a la soledad fluvial de Valdivia,
….. y está dorado y precioso como un potro percherón o una
….. hermosa teta de monja que parece novia,
comienza el poema de la saturación espiritual del humo y así como
….. la olorosa aceituna de Aconcagua, con la cual sólo es posible saborear
….. los pavos borrachos con apio y bien cebados y regados con cien botellas,
….. la olorosa aceituna de Aconcagua, se macera en salmuera de las salinas
….. de Curicó, únicamente, la carne sabrosa de los bucaneros y la piratería se
….. ahuma con humo, pero con humo de ulmo en la Frontera y surgen pichangas y ….. ….. guantadas.
En Vichuquén se condimenta un valdiviano tan picante que arrastra el trago
….. muy largo y al cual, como a los porotos fiambres, se le aliña con limón y brotes de ….. cebolla de invierno, todo lo cual, encima del mantel, florece, con tortillas de rescoldo, y también las papas asadas y la castaña, como en Concepción,
….. cuando se produce sopa de choros, o en Santiago chunchules
….. o cocimiento del Matadero, a plena jornada invernal, o en Valparaíso choros,
….. absolutamente choros, choros crudos o asados en brasa y de peumo.
Sin embargo, no comamos la ostra en ese ambiente, en el que relumbran y descuellan
….. los congrios-caldillos o flamea la bandera de un pipeño incomparable,
comámosla en el gran restaurante metropolitano, con generoso y
….. navegado ámbar viejo de las cepas abuelas del Maipo, comámosla lloviendo y
….. brindando en el corazón de la lluvia, como si fuéramos a ser fusilados o
….. ahorcados al amanecer en las trincheras.

Y en Constitución o Banco de Arenas el piure se tajea a cuchilladas, bañándolo
….. en limones de la costa y vino blanco, tanto vino blanco como es blanco
….. el vino blanco, mientras la presencia del pejerrey frito asoma su sol sangriento,
como polvoroso oro en campos de batalla.

¡Ah! felices quienes conocen lo que son caricias de mujer morena y lo que son rellenos
….. de erizos de Tocopilla o charqui de guanaco de Vallenar o de Chañaral, paladeado
en la sierra minera, entre mineros, conversando con los burros sagrados
….. que forjaron la minería,
en tanto dos cabritos de Illapel se divierten alegremente, en los olorosos
….. rescoldos fabulosos del boldo de las banderas chilenas,
….. gloriosos como gloriosos mostos.
Los huasos ladinos y remoledores de Doñigüe o Machalí o San Vicente de Tagua-Tagua
….. comen asada la criadilla,
con pellejo, medio a medio del rodeo de octubre, entre el quillay o el raulí florido
….. de las “medias-lunas”, estremecidas por el bramido nacional de las vacadas,
….. estremecidas por el coraje de los jinetes rurales y el sol sonoro,
y el ñachi lo toman caliente, bebiéndolo del degüello tremendo, como
….. en los espantosos sacrificios religiosos de la fe arcaica, horrorosamente
….. ensangrentada,
con la naturaleza y la sangre como dioses.
Si se prefiere ganso con ajo y arvejitas, cómase en la provincia de Cautín,
….. y el curanto en Chiloé y en Osorno o Puerto Montt o en Carahue, para
….. la época santa de las Candelarias, en días nublados, indefectiblemente nublados,
….. mientras tiritan las hojas caídas en el agua inmensa.
Cantando y tomando, los empleados públicos del lugar atraviesan sin afeitarse de una eternidad a otra eternidad, completamente de aguardiente atorados,
….. en aquellos amarillos, inmensos catres de bronce que cubren el
….. Valle Central de la República de nubes azules y angelitos, y el preceptor se toma su ….. copa de tormento, exactamente en Pelequén,
….. en Chimbarongo, en Tutuquén o en Curanilahue.

Dicen los curillincanos que nadie entiende cómo se asa la malaya
….. al estandarte bañada en harina tostada y orégano, sino los curillincanos
….. y aun los más baqueanos y acampados,
pero los sanclementinos, si son Ramírez, les desmienten y agregan la molleja
….. y el pecho de ternera con hartos abundantes tallos y vinagre
y bajan la panzada con guarapón de Curtiduría y avellanas bien retostadas
….. del Culenar maulino, Maule abajo o con queso asado, de aquel que huele
….. a coironal cuyano o a “triste”, cantado por arriero,
….. allá por el “Resguardo de Las Lástimas”,
a lo cual contesta el viviente de Pichamán con medio ternero al rastrojo del alambique
y el paisano de Tanguao o de Huinganes con chanchitos rellenos de perdices
….. en la brasa primaria y elemental de los roces de mayo,
….. que son como el rescoldo de los antepasados y los primeros
….. incendios del mundo.

Si fuera posible, sirvámonos la empanada, bien caliente, bien caldúa, bien picante,
debajo del parrón, sentados en enormes piedras, recordando y añorando
….. lo copretérito y denigrando a los parientes, cacho a cacho de cabernet talquino,
y la sopaipilla lloviendo, con poncho, completamente mojados, entre naranjas y violetas, ….. acompañados de cura párroco y borrachos.
Será el chunchul trenzado, como cabellera de señorita, oloroso y confortable a la manera ….. de un muslo de viuda, tierno como leche de virgen,
lo cosecharemos de vaquilla o novillo o ternera joven, la cual, si estando enamorada
….. ríe y come ruidosamente, elegid la melancólica,
sirvámoslo con buendoso puré de papas, en mangas de camisa, por Renca o Lampa,
….. acompañados de señoras condescendientes y mucho vino tinto, pero
….. más de bastante y mucho,
cuando ojalá se celebre el onomástico del carnicero o el santo del paco de la comuna
y la niña de la casa os convida a que recitéis, como un cualquier maricón del
….. “Pen Club”, por ejemplo,
pues entonces… cantad, cantad la canción nacional, proclamándoos por vosotros
el Conquistador de la América del Sur, proclamandoos capitán de los corsarios americanos, proclamándoos antiguo y valeroso vikingo en jubilación hasta el alba, cuando los pájaros del amanecer cantan la lágrima romántico-dramática de la luna hundida, no sabemos cómo nos ponemos el sombrero, ni cómo se llamaba aquél del moscatel lagar ahogado.

Cuando está borracho el año, el otoño, los rastrojos, los abejorros, los porotos,
….. la peonada, los patrones y los lagares,
comienza la vendimia, la cual se produce reventando pámpanos agarrados al sol
….. encima de los pechos, del vientre, de los muslos de las muchachas, que habrán de
….. estar de espaldas, con las piernas abiertas, riéndose,
mientras resuellan las carretas, sonando cerro abajo
y un roto apalea a una patagua, creyéndola su mujer querida y arriba de la gran ramada
….. de quillayes o maitenes
grita un chorro de vino, que anda por bajo debajo de los subterráneos, gritando,
….. grita, como un animal muerto, grita
mostrándole a la inmortalidad su verga de toro.

 

 

CARTA PERDIDA A CARLOS DE ROKHA

Todo lo lloro en ti, Carlos de Rokha, hijo querido mío: la vida heroica, acumulada, grandiosa y terrible que hiciste, y tu muerte súbita. Traías sobre la frente escrita, con significado trágico, la estrella roja y sola de los predestinados geniales. Y cuando mamabas la leche maternal, ya estabas chupando en el pecho de lirio de la niña divina y maravillosa, sol y mar y flor de la gran poesía de Latinoamérica, el sentido y el destino mortal, la total congoja de la Humanidad irredenta: el sello del genio de Winétt de Rokha, te persiguió, como una gran águila de fuego, desde la cuna a la tumba, pero no te influyó, porque no te influyó nadie, encima del mundo.

Perdóname el haberte dado la vida.

Entre el rumor de panal de abejas del universo de la poesía iluminada y popular de tu madre, toda de oro, y el carro de fuego que arrastra entre las masas humanas, atropellándose, mi estilo, forjaste un lenguaje tuyo y puro, de metales grandes y delgados como cuchillos de sol, único en América, y para lograrlo enfrentaste y desafiaste, como un niño héroe, la locura y el infinito. Pero mi sombra rugiente te hacía daño, te hería, te envenenaba a ti, tan bueno y tan alto como eras, porque los poetas como tú y yo, no únicamente no deberíamos ser hijos de nadie, Carlos de Rokha, hijos de nadie, padres de nadie, abogados del género humano, engendrados por partenogénesis. Esta tan tremenda situación de interdependencia literaria, la comprendías tú, y yo comprendía que tú la comprendías: pero cuando uno de la tiniebla en la literatura, o el amigo desleal te lo planteó, queriendo echar espanto o ceniza de maldición, entre padre e hijo, padre e hijo los abofetearon en todo lo hondo del pantano personal; es que te corría sangre de mártires y héroes por las arterias y tu orgullo era tan grande como tu modestia y como tu grandeza.

Tu propio arte, como un mar furioso, te inundó el corazón, y si te admiré tanto como cuando hoy te admiro, fue porque enorme como tu heroísmo, fue tu sacrificio de toda y cualquiera forma de felicidad a los pies de aquel inmenso monstruo y mito social ardiendo, que es la Belleza, por la decisión irremediable de lanzarte al abismo del estilo en gestación, hasta ver ganada la batalla, por el sentido de llegar hasta el suicidio del destino y el bienestar de las comodidades literarias, para extraer del caos y el desorden de la naturaleza bestial, la vital euritmia de tus cantos de platino y de rubíes incendiados.

Como para todo gran poeta, lo bello fue rigor colosal y oscuro, en tus ocupaciones de artista, y fuiste artista en todos los hechos y los sueños, exactamente como tu madre, de quien trajiste la inmensa imagen grecolatina y el vikingo en los Anabalones y los Sánderson, y el español mundial, alucinado y quemante, con “Dios” adentro, en los Díaz y los Loyola, gentes de fuerte envergadura y místicos de la realidad dramática. Como el hijo mayor de un gran amor, nosotros nos volcamos convulsionados en ti, con todo el dolor, con todo el placer, con todo el horror del amor, del amor por encima de todas las palabras y las leyes humanas, y, con la tremenda problemática de la naturaleza adentro de la naturaleza, nos estrellábamos con la naturaleza y la vida mágica, contigo en los brazos entre peripecias y epopeyas, en condición de artistas pobres, que no quisieron ser pobres artistas, y de creadores de lenguajes, abominables para los abominables y las feroces y tercas bestias negras de las literaturas amarillas. Abriste, pues, entonces, los ojos a la realidad categórica con una inmensa carga de complejos y de sollozos y una gran paloma de humo en la imaginación ardida. Tu madre y yo nacimos con el hermoso y desventurado y grandioso y épico país de Chile bañado de sangre, ensangrentado y crucificado de horrores, por el asesinato de Balmaceda, que aún bramaba en la República traicionada por la oligarquía nacional y el gran capital extranjero; tú, Carlos de Rokha, que te tomaste al abordaje la realidad del mundo a la orilla de “la gran Mar-Océano” de Valparaíso, naciste entre clarines medio a medio del “Año Veinte”, pero como a aquellos toros de pellejos rojos que bramaban en el corazón del pueblo los degolló la traición ultramontana y reaccionaria, a tu infancia de creador chileno la presidió “un redoble de tambores enlutados”, que, resonando con espanto, venía de las épocas remotísimas, y un sol enarbolado de coronas caídas: un enlutamiento general nos saludó en la cuna y nos va siguiendo, como un perro de hierro tremendo, que aúlla hacia la tumba.

Por eso, amigo del alma, la construcción metafórica de tu lírica tan enardecida era, que era popular en sus contradicciones victoriosas, y es hecha de tierra, con gallos, con pájaros y sepulturas, con trigales y chacarerías en sus vocabularios de finura de florete o de filo de espada de batalla. Y existe aquella fuerza soberbia del átomo en desintegración en tu estilo de selección caballeresca, de caballería popular y escudo de armas de pueblo-pueblo-pueblo, porque, como pueblo, es del pueblo, de donde emergen todas las formas de la energía de la golondrina y del águila, que son equivalentes cruzando los océanos de Continente a Continente, o las altas montañas del mundo, abalanzándose con vuelo épico.

Te quemaste el corazón de gozador goloso de la vida en el oficio irreparable, del poema irreparable, de catástrofe en catástrofe. Ni Mallarmé, ni Rimbaud, ni Baudelaire ni el terrible y genial Isidoro Ducasse, mal nombrado Conde de Lautréamont, te influyen. Son tus predecesores y tus compañeros de jornada, es decir, estás en la línea de ellos y de todos los otros demonios-dioses de lo arcangélico-demoniaco-heroico, en la creación estética, pero tú eras tú, y tu poema es tuyo. Y así vivías y así creabas. Gozaste de mujeres y vinos y saboreaste las comidas y las bebidas de Chile, como yo mismo y tus antepasados, desbordándote de abundancia y elocuencia pasional, derramándote y suicidándote en cualquier instante, para reconstruirte en la contradicción dialéctica. Por eso aquellos que atribuyeron tu gran bondad natural y el sentido de la hospitalidad chilena a ingenuidades engendradas en lo poético, se engañaban ruidosamente, porque el complejo del resentimiento los fue matando. Había una gran fuerza en tu carácter, ella surgía y rugía de tu vocación irreductible de artista que se realizaba victoriosamente, solo, y saliendo de adentro del pueblo, padre del hombre, de adentro del pueblo para quien escribe, quien escribe responsablemente. Eras y eres una lección de honor y de pasión heroica por lo bello logrado y lo sublime, y tu carácter consistía precisamente en carecer del carácter por el carácter, que es el amparo de los desamparados de su espíritu.

Ahora, e indiscutiblemente, como la sociedad da el contenido y el artista da la forma, y contenido y forma dan la unidad del arte, los grandes artistas son los héroes y son los líderes de la expresión, creadores de lenguaje, expresadores del idioma social de todos los pueblos, del idioma vital de la humanidad, revolucionarios, insurgentes y combatientes, todas las formas del arte expresan la misma materia, -la literatura, la escultura, la arquitectura, la música, la pintura y las artesanías populares- y el pueblo entrega a los héroes y a los líderes artísticos la tarea descomunal de dar idioma y estilo, estilo e idioma, “voz de Dios”, a la batalla y a la victoria, a la cual lo conducen los héroes y los líderes políticos. Por todo aquello la gran faena política del creador estético es la gran faena artística. Son inmensamente complejos los pueblos, no sencillos, el hambre que recorre el mundo desde la Biblia, la Grecia antigua y la Mesopotamia, el hambre y la lucha de clases los encadenaron a una técnica estratégica de la personalidad popular épica, que implica todos los modos de la astucia para la guerra social, y la guerra social por la felicidad humana, les engendró su problemática rugiente; andan las masas echando llamas y son muchas las maneras de cantar que poseen, y que unifica la belleza sublimándolas. Lenguaje de imágenes, sí, lenguaje de imágenes en la montaña de las metáforas, que son la realidad estética. Tú sabías esto tan serio y universal, y lo sabías desde que naciste por la intuición poética, que es la sabiduría colosal y subterránea de los hacedores de imágenes, lo sabías porque lo sentías y lo hacías dirigiéndote furiosamente, dirigiéndote con ímpetu de huracán hacia tu destino: dar idioma a tu interpretación dialéctica de la naturaleza; y como te jugabas todo en la empresa maravillosa, te creían desordenado y sin método; por eso, Carlos de Rokha, por eso te estalló el corazón, como me va a estallar a mí, o como debió estallarme, debió estallarme y ser yo el muerto en este instante, y como le estalló a la estupenda y popular-poetisa americana de todos los tiempos y los pueblos que fue tu madre a través de otros modos hondos de la misma tragedia.

Tus crisis épicas hallaron, desde los tiempos heroicos de Winétt, la idolatrada, a toda la familia rodeándote de cariño y de estupor emocionado, y fuiste el eje familiar y el “centro de tormenta” de un núcleo de creadores de lenguaje estético, creadores de lenguaje artístico, por modos diversos, a cuya cabeza patriarcal tu madre y tu padre, yo, padecíamos, arrastrando peñascos desolados, o mordidos de rufianes y de ladrones de la literatura.

Ahora se azota tu memoria contra el resplandor de aurora de oro de la era cósmica que la gran U.R.S.S. y la gran China Popular capitanean, y seguramente se remece tu ataúd, aclamando con espanto a Cuba heroica y líder de líderes, cuya gran victoria definitiva no viviste, porque moriste a la ribera misma del levantamiento general de todos los pueblos, después de haber contribuido con himnos líricos fundamentales, al levantamiento general de todos los pueblos, desde el enorme pueblo de Chile; por lo tanto, tu canto de santo de la poesía es un peñasco en los cimientos reivindicatorios, sin proponértelo tú siquiera; toda tu obra te coloca en la insurgencia revolucionaria porque la retrata, desde tu ángulo, a la caída de una época para la venida de otra época, la época de la victoria de los explotados y los expoliados sociales.

La existencia la viviste como quisiste, la viviste con la glotonería superior de la imaginación de un Rabelais, y esto te compensa de “El Terror de Existir”, que planteó tu madre y yo deploro en “Morfología del Espanto” o, viviste apasionadamente, o acaso, desaforadamente, desde el vértice del instante en que te filiaste revolucionario con el ejemplo “descomunal y soberbio”, según las palabras de don “Alonso Quijano, el bueno”, y adentro del cual huracanabas las vías públicas del Gran Santiago, con tus hermanos y hermanas, clamando “Bandera Roja” y “Multitud”, o estabas encalabozado, recio como reo político, hasta la última vez que llegaste desde todo lo hondo de la noche tronada de aquel septiembre lluvioso y horrendo.

Rodeado de compañeros y amigas muy queridas, que seguramente te amaron admirándote y perdonándote, como es menester ser amado, y que te acompañaron con emoción estremecida hasta la caída en el gran sueño inmóvil de la nada, paladeaste esta contradicción negra y gozosa de ser, en la cual nos hundimos azotándonos: el amor humano, humanamente humano, fue tu ley “divina”, y la amistad fue tu ley humana. Te mató, entonces, la superabundancia emocional, no apolínea, furiosamente dionisiaca, y el deslumbramiento inmortal del arte. Se escucha llorar en tu recuerdo un llanto herido de grandeza, esta familia nuestra de los De Rokha, recibió la conmoción, horrorizada, y pasarán largos y muchos años en que estés siempre presente entre nosotros, toda tu obra se va volviendo piedra, tu madre te recibe de muerto a muerto, eterna en la materia maravillosa y criminal, y yo abrazo tu sombra clamante.

Después de haber muerto tu madre épica, Winétt de Rokha, la heroína de las poetisas mundiales, y después de haber muerto tú, al cual llamaban “el Rimbaud chileno” viví en París, en Moscú, en Pekín, en toda la inmensa gran República Popular china, Carlos de Rokha, y me acordé de ustedes desde los atardeceres tremendos a los amaneceres tremendos y el día clásico.

Ahora, tú sabias que nosotros, los viejos andados, golpeados, licoreados por el destino social de los héroes, no nos arrepentimos de nuestros errores, nos arrepentimos de nuestras virtudes, no de lo que hicimos y pudimos hacer, sino de lo que no hicimos y pudimos hacer y debimos porque quisimos hacer, y como yo aludo a mujeres y vinos, que tu madre me perdone, grandiosa, el enorme y gran afán colosal de las capitanías en todas las formas de todas las cosas viriles; por eso escribo estos renglones póstumos, entre póstumos; escucha, en la tumba, entonces, no la emoción de París, la conmoción de París, la conmoción de Moscú, la conmoción de Pekín, que tu padre, tu anciano padre, enfurecido contra la vida caída, te transmite de las tres ciudades tentaculares, que tanto hubieras tú amado en el recuerdo inmortal de Winétt, la gran amiga mía.

Adiós, Carlos de Rokha, hasta la hora en que no nos volvamos a encontrar jamás, en todos los siglos de los siglos, aunque sean vecinos de vestiglos, los átomos desesperados que nos hicieron hombres.
PABLO DE ROKHA
Santiago de Chile, Junio – Julio de 1965

 

 

 

 

MORDIDO DE CANALLAS

Mordido de canallas, yo fui “el gran solitario
de las letras chilenas”, guerrero malherido,
arrastro un desgarrado corazón proletario
y la decisión épica de no caer vencido.

Sobre la patria arada de espanto, mi calvario
chorrea sangre humana, y un sol despavorido
me va ciñendo el cuerpo de fuego extraordinario,
como un caballo de oro con el freno perdido.

Irreductible al látigo, salvaje e innumerable,
el instinto social me da el imponderable,
y descubro un subsuelo que el drama humano aprueba.

Con tu recuerdo, al hombro, mi rol específico,
y como andando solo, en ti me identifico,
fundo con tus cenizas una religión nueva.

 

 

 

EPITAFIO EN LA TUMBA DE JUAN, EL CARPINTERO

Aquí Yace «Juan, el carpintero»; vivió setenta y tres años sobre la tierra, pobremente, vió grandes a sus nietos menores y amó, amó, amó su oficio con la honorabilidad del hombre decente, odió a la capitalista imbécil y al peón canalla, vil o utilitario; —juzgaba a los demás según el espíritu—.
* * *
Las sencillas gentes honestas del pueblo veíanle al atardecer explicado a sus hijos el valor funeral de las cosas del mundo; anochecido ya, cantaba ingenuamente junto a la tumba del rorro, —un olor a la viruta de álamo o quillay, maqui, litre, boldo y peumos geniales perfumaba el ambiente rústico de la casa, su mujer sonreía; no claudicó jamás, y así fue su existencia, así fue su existencia.
* * *
Ejerció diariamente el grande sacerdocio del trabajo desde el alba, pues quiso ser humilde e infantil, modesto en ambiciones; los Domingos leía a Kant, Cervantes o Job; hablaba poco y prefería las sanas legumbres del campo; vivió setenta y tres años sobre la tierra, falleció en el patíbulo, POR REVOLUCIONARIO. R. I. P.

 

 

 

 

Datos vitales

Pablo De Rokha (Chile, 1894 – 1968). Poeta, ensayista y editor. En 1916 conoció a Luisa Anabalón Sanderson (Winétt de Rokha), con la que contraería matrimonio dando origen a una numerosa y reconocida familia de artistas. Entre sus numerosos libros figuran: Los Gemidos (1922); Cosmogonía (1927); Suramérica (1927); Escritura de Raimundo Contreras (1929); Jesucristo (1933); Gran Temperatura (1937); Carta Magna del Continente (1949); Morfología del Espanto (1942); Idioma del Mundo (1948); Genio del Pueblo (1960); Acero de Invierno (1961) y Estilo de Masas (1965). En trenes de tercera recorrió el país vendiendo cuadros y sus propios libros autoeditados. Sostuvo disputas históricas con diversos personajes del ambiente literario, entre los que destacan Vicente Huidobro y Pablo Neruda. En 1939 funda la revista Multitud donde reúne su pensamiento político y literario. Esta revista era vendida de mano en mano. Su obra fue constantemente marginada por la crítica oficial. En 1965, y después de años de postergación, fue reconocido con el Premio Nacional de Literatura. El 10 de septiembre de 1968, cuando se acercaba a los 74 años de edad (y como lo había proyectado en uno de sus notables poemas: Epitafio sobre la tumba de Juan el carpintero), se suicida en su casa de la calle Valladolid en la comuna de La Reina (Santiago de Chile) con un revólver que le había obsequiado el presidente Lázaro Cárdenas. Dos hijos suyos también se quitan la vida.

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