Presentamos algunos momentos de la obra de la peruana Mariela Dreyfus, una de las poetas más interesantes de aquella tradición. Actualmente es profesora de la Maestría de Escritura Creativa en Español de New York University. Su más reciente poemario es Morir es un arte (2010).
Amo a esa mujer
que recorre a saltitos los pasillos
con su blanca lucidez
de muslos asexuados.
Amo su inconstancia
al elegir pareja y sobre todo
esa dulce insolencia
(traducida en desear
a otra mujer)
que sus apetecibles faldas de aeromoza
ocultan en los días.
A la hora violeta
cuando una motocicleta la devuelve
ojerosa y con el casco o un libro
de poemas bajo el brazo
yo espero nuevamente sus saltitos
para verla dudar hacer apuntes
y soñar la fusión con el idioma
que viejas enseñanzas
languidecen.
Devant qui
Ante quién me arreglo en el umbral
Para esperarte sola desterrada
Mi piel se extiende en su brillo y se devora
El reloj de papel hace guiños sonriendo
Ardiente tu cuerpo no llega en la ola del tiempo
La vela que antes me alumbró ahora duda
Ante quién el umbral al viento fresco
Fresca yerba que no fluye ni aroma
Ante quién los dientes la prisa y el asombro
El umbral es de polvo y tu cuerpo no existe.
Te llamo y te busco y no puedo hallarte
Ahora, Aurelia, que el tiempo ha caído como un loco
y te busco y te espero a la hora del almuerzo / bajo el sol
y sin embargo ya no eres la que entraba natural a mis sueños
navegando interminable por la casa como un fantasma vivo
trayéndome noticias que sabía desde niña
contándome que la muerte lograda mientras dormías
sobre un hombro con tu cuerpo a punto de estallar
despedazado en mil estrellas violáceas que yo hubiera recogido
que esa muerte te coloca más allá de mi cariño
y te aleja por un camino que no conozco
un camino de polvo que te ha cubierto a mis ojos
y ya no puedo llamarte / no dejaste dirección
y fuerzo estas líneas para encontrarte de nuevo
tranquila frente al poema
con tu paso quedo cubriendo los ruidos domésticos de la muchacha
que tu porfía rescató cuando la fiebre la devoraba
y se quedó a cuidar de tus enseres y tus ollas
te apagó la luz por última vez y alisó tu mortaja con cuidado
y después dio media vuelta y quedó sola y delgada frente al mundo
sola porque no te fuiste sola / se fueron los demás
ah, qué pronto huyeron los parientes asustados al perder su lugar
en la mesa -ese refugio donde todo sonaba coherente
ah, y que sólo estará cada cual llamándote al almuerzo
con el sol a sus pies y el tiempo golpeando como un loco
y tú, barca que ondea, clavel, danza fantasma, Aurelia,
¿es que al menos no vuelves natural al frío de mis sueños?
Love is a shadow how you lie and cry after it Sylvia Plath
DAME EL ABISMO que nace de tu perfil de piedra que horada la noche y corta mi respiración
Un cuchillo torcido un hacha de lumbre
Contigo dolor y deseo se mezclan al ritmo de un tambor sordo
Hambrienta mi lengua calcina tu vientre tu cuerpo de león afiebrado que nunca se aquieta
Aspiro tu alma tu rostro tu extraño poder que circula del lecho a la calle del sueño a los días
Ubicuo mi dios antillano
Dame la dicha de poseer el furor de tu pelvis donde todo se anima o detiene al ritmo de mis convulsiones
Tus ojos son el pozo en que se mira y descansa la angustia
Dame la línea de tu espalda que divide la duda de la desesperación
Mi sudor reposa en tu ombligo y mi pálida luz.
En una calle desierta
lentamente
como nieve
como un templo
cuyos íconos se esfuman
he perdido
—en mí de mí a pesar mío–
el leve roce del amor
(hace años advertía, ligera,
que sin él no se vive)
¿y qué es esto, di, entonces,
esta maraña de luces y de niebla
donde mi cuerpo
desnudo y sin cabeza
para no ver / ni oír
para no presentir el paso de las horas
ni la risa de aquellos que se abrazan
se encamina, pulcramente, hacia la nada?
Envío
un corazón partido
no es una metáfora
es apenas un eco
el túnel donde gira
este alelado viento
un gusano que arrastra
el peso de tu sombra
entre la greda
con esta sed arisca
donde nada se vierte
con esta gris arena que se pega
y estalla el paladar
la lengua quiebra
entonces el dolor
no es una palabra sino un cuerpo
un músculo cansado que destila
este aire de muerte
Marina
ésta es la danza con el mar
la eterna danza la macabra
espejo del atardecer
líquenes enredados a mi cuerpo
como un cordón umbilical
el mar me abre su vientre
me cobija sus olas son el amarillo
maternal esa caricia lejana
ya olvidada entre las olas
soy la niña del mar su criatura
de piernas recogidas y pulgar en el labio
el mar me lleva avanzo entre las rocas
lado a lado los ojos entreabiertos
a la izquierda el sol rojizo a la derecha
la medialuna pálida me observa cubre
mi negro omóplato en el mar
me copio y me recreo soy narcisa
Volada
el humo
la voluta de humo
la espiral:
aspirada en la noche
madrugadas a solas
entonando la lírica
canción en la azotea
la risa retumba
en la cabeza
salta la liebre herida
el corazón
que de lado se agita
no quiero el blanco sol
la mentirosa sombra que castiga
el grillo que a la luz de la vela
semeja un dinosaurio
sólo el ritmo ralentí
de las cosas la crispación
de fuego en la cadera
la torsión del minuto
cuando huye
sólo la estrella miope
que nos guiña
el cielo indiferente
su leve resplandor
aquí adentro
El ojo
En la yema del huevo,
en su densa, amarilla insistencia
tendida en la sartén y cruda aún
una mancha marrón como un ojo
me mira y delata mi objetivo:
pronto habré de rozarla con el trinche
revolverla en aceite o escalfarla
y ese ojo embrionario de la vida
-de la gallina viuda de sus hijos-
perecerá ante mi achicharrado
plano el volumen y el deseo quieto
sin un solo piar, sin una mueca,
una canción de cuna que ya pruebo,
un tibio cuerpo que en silencio ingiero.
Instantánea
¿Es eso ahora, mamá:
una fotografía colgada en la pared o de pie en la repisa
entre los libros?
La plana filigrana el gesto inmóvil
mamá que ya no puede sonreír (aunque sonríe)
que ya no tiene voz que no se oye
salvo por este ruido acá en el vientre
este nudo que es suyo esta obstrucción
mamá y su colapso en plena vena
un retorcerse suave un grito de dolor siempre discreto
siempre mamá callada sin quejarse
tan en su sitio aún tan solitaria
en la ambulancia el suero la emergencia
mamá y las toxinas los narcóticos
el innombrable opio la morfina
mamá adelgazando en dos semanas
delgadita y marrón entre las sábanas
su mirada que se abre que se cierra
y en la foto sonríe entristecida
ya mamá y sus ojos en el aire
con el gesto perdido con la mano
que me dice un abrazo y abrazadas despedidas las dos
acá en su cuarto mamá yo pequeñita y ella el ángel
eso es todo mamá y un flash que suena.
Los poemas enviados por Mariela Dreyfus para la revista Círculo de poesía proceden de los siguientes libros: “Amo a esa mujer…” de Memorias de Electra; “Devant qui”, “Te llamo y te busco y no puedo hallarte” y “Dame el abismo…” de Placer fantasma; “En una calle desierta” y “Envío” de Ónix; “Marina”, “Volada”, “El ojo” e “Instantánea” de Morir es un arte.
Datos vitales
Mariela Dreyfus (Lima, 1960) ha escrito Memorias de Electra (1984), Placer fantasma (1993), Ónix (2001), Pez (2005) y Morir es un arte (2010). Fundadora y disidente del movimiento Kloaka (1982-84). Estudió Literatura en las universidades de San Marcos (Lima) y Columbia (Nueva York), donde se doctoró en Literatura Latinoamericana. Ha traducido el libro La diosa de las Américas. Escritos sobre la Virgen de Guadalupe (2000). Es co-editora del volumen crítico Nadie sabe mis cosas. Reflexiones en torno a la poesía de Blanca Varela (2007); ha publicado también el estudio Soberanía y transgresión: César Moro (2008). Actualmente es profesora de la Maestría de Escritura Creativa en Español de New York University.