Foja de Poesía No. 301: Iván Lavín

Ivan LavínPresentamos la poesía de Boris Iván Lavín Figueroa (Santiago, Chile, 1966). Es poeta y docente universitario. Vive en México desde los siete años. Ha participado en varios talleres de literatura entre los que destaca el que realizó durante cuatro años con el poeta Oscar Oliva.

 

 

La lluvia

 

El espejo en el que se mira el ojo de Dios

es la lluvia que cae en la boca del mundo,

el consejo antiguo del agua a las piedras

lo entrega la lluvia

con su trote lento en la piel del Unicornio

 

De albatros y montañas

están hechas las gotas de la lluvia

y el ojo transparente que se posa en las flores

les devuelve la respiración de las nubes.

 

En el cielo palpitante de la madera

el aguacero pinta un rostro

que se vuelve mirada en la frescura del horizonte

y sonrisa de aire en los tejados del pensamiento.

 

 

 

 

La hoja

 

El misterio del bosque y del fuego

la anónima y pequeña hoja

que del árbol vuela a un cometa.

 

En humo verde se disuelve tu cuerpo

en el ojo que te mira desde los barcos de la tristeza

y en la tarde que te aguarda

con sus hilos de ángeles.

 

Leve como el parpadeo de Dios

delgada como la cintura del amanecer

solitaria como el barco antes del naufragio

 

Asciende la luz en tus tardes de agua

Y palpita la noche en tu boca suspendida

en el túnel del horizonte.

 

De soledades tiembla el aire que te envuelve

y en espirales de gaviotas germina tu amanecer

 

Nadie te mira cuando te conviertes en los huesos del invierno

Nadie te sostiene cuando regresas al silencio del  bosque.

 

 

 

 

 

La libélula

 

Entre el parpadeo de las alas

tiemblan los universos de la mañana.

La libélula derrama soles con su vuelo,

levanta las ciudades de la muerte,

toca los violines del tiempo,

adelgaza la cintura del sueño

que los amantes dejaron en la hierba.

 

La libélula suspendida en el aire

vibra como el diapasón que girando decide

la creación de las aguas y las estrellas

y el temblor de la rosa que contempla su desnudez.

 

La libélula nos recuerda con su lluvia interminable

el mar contenido en el ojo

el infinito que desea salir de la manzana,

la noche que se hace flor

para recibir al Sol multiplicado en el viento.

 

 

 

 

Las flores

 

El arcoiris sostenido en el horizonte

cede al sueño de la tarde

y se recuesta en la hierba,

pero luego palpita con el avance del Sol

y fluye entre las piedras y la sombra,

llega al vientre de la tierra,

se levanta en espigas azules,

en rojos hilos de luz,

en amarillas columnas estelares,

y se hace tallo de un tulipán

o de una rosa encendida,

o de un clavel de aire.

 

Y del tallo brotan alas de agua

cubiertas con la piel de Dios

que al vibrar tocan el piano del aire.

 

Son los pétalos que suben a mis ojos

cuando los miro desplegando sus coronas blancas

sus caracoles azules,

sus resplandores púrpuras.

 

Y así de flores se construye

el esqueleto del día,

el libro de las galaxias,

la sonrisa de la eternidad.

 

 

 

 

El mar

 

Hay un mar germinando en mi cuerpo

baña las riberas de la luz

se vuelve una perla en mi ojo

y miro los secretos de la piedra

y el temblor de la estrella  en la luciérnaga.

 

Construye un caracol en mi oreja

un acantilado en la casa de mi alegría

una ola que humedece mi espera

un pez azul nadando en las cuevas de mi garganta

una playa en las arenas de mi piel.

 

Es el mismo mar que aguarda en la montaña

para escribir el nuevo libro del mundo

y es el mar cristalizado del diamante

el que palpita en la serpiente

el del verde que fluye en la hoja

o salta en el grillo del atardecer.

 

Y también es el mar que levanta

las ciudades de tus senos dorados

en los que descansa el amor de la tierra.

 

 

 

 

El árbol

 

El árbol crece tierra adentro

llegando a la luz de su savia

Iluminada  por las lagunas de la tarde.

 

Con horas lentas hace el árbol sus duraznos;

con lluvia de águilas

corona el árbol sus ramas de fuego.

 

En espirales de rocío

se dibuja la noche en el árbol

y los ojos del búho

son el túnel por donde cae hacia las estrellas.

 

 

 

 

La golondrina

 

De las alas brota el aire y la piel del infinito

del aleteo nacen los dedos que sostienen al día

nace el manto del rocío y el asombro del cielo.

 

No es el vuelo lo que descubro

sino aquel  segundo  suspendido,

la expectación de la rama,

el  horizonte que dibujan las plumas,

el temblor de la nube ,

y el agua que germina en la rosa

hasta volverse atardecer.

 

 

 

 

El agua

 

Los hilos invisibles del  agua

abrazan el Sol y el invierno

Los cajones del agua

Se abren en la lluvia y la luciérnaga

La nuez del agua

Crece en el átomo y la montaña

La pera y la Luna

Se visten con la seda del agua

Y el mar y la ventana

Se encierran en la espalda del agua.

 

El agua germina en el tallo del día

En las gotas de una almendra

En el canto de una ballena

En las nebulosas de un pájaro.

 

De agua son los ojos de Saturno

Las alas de la montaña

Las ternuras de un árbol

Las canciones del Unicornio

 

El agua es la estación final

Del tren de la luz

La muerte en la que todos nos miramos

La mano invisible del cerebro.

Que todos estrechamos alguna vez.

 

 

 

 

 

Viento de agua

 

No hay fronteras en la tarde

La mano es el mar

La flor es el ojo

En cada rama un pájaro respira

En cada nube estalla un halcón

En cada halcón una noche se detiene

En cada insecto una flor se construye

Las mariposas son de polvo y son de piedra

Germinan en el agua

Se hunden en la tierra

El águila se eleva entre las nubes

Llevando a los soles con su vuelo

Dejando en su caída una estela de rocas

Porque el águila es la respiración de las montañas.

Insectos, manantiales, heliotropos

Paisajes en las flores y en el viento

Ese viento de agua, absoluto, indiviso

Que se extiende como la sombra de un planeta.

 

 

 

 

La línea

 

La línea trata de alcanzar el círculo

Doblarse sobre si  misma

Caer en el hueco de su espalda

Dejar su cárcel sin alas

Abrir su corazón de espiga

 

El círculo quiere alcanzar la esfera

Abrir la grieta del aire

Entrar en la boca del viento

Soltar las amarras del mundo

 

Y nosotros queremos abrir nuestro cuerpo

Y lanzar nuestros ojos a la eternidad

 

 

 

 

El  Círculo

 

La línea se pliega sobre su cuerpo

Y amanece el círculo

Donde el ojo se contempla  a sí mismo

La lluvia cae sobre su espalda

Y el silencio se levanta y se endurece.

 

El círculo es la hora que se cierra en el ojo

La mano que dibuja sus propios dedos

El primer día y el último

Reunidos en el abrazo de la eternidad

 

El círculo pone a rodar a las constelaciones

Y crece en la nuez del fuego

En la desnudez del agua

En la Luna de mi corazón

En la boca de una nube.

Solo en el viento de la eternidad

Delgado en las alas del polvo

Suspendido en la cima de una mirada

El círculo se derrama en flores y en luz

Y se hace voz que nos llama desde lejos

Recordando el origen del mundo.

 

 

 

 

El triángulo

 

Con un abrazo  hagamos un triángulo

Dos montañas y en medio un águila

Dos ojos y encima un manantial

Dos nubes suspendidas en el río de Dios

Dos soles coronados por una rosa

Dos pegasos sosteniendo un árbol

Dos mañanas cayendo en el mar

Dos unicornios abriendo la nuez del aire.

 

Un triángulo de cielos que tiemblan como tambores del verano

Triángulo de atardeceres en el cofre de la noche

Triángulo de campanas que mueven a las nebulosas

 

Delgado en el sueño de las golondrinas

Solitario en el horizonte antes del Sol

Azul en el aire que te sueña

Eres el triángulo con que inicia el tiempo.

 

 

 

 

 

Recuerdo del Mediterráneo

 

Desde el temblor que amanece en los ojos del Búho

Desde la sombra de una nebulosa

Cayendo en la espalda de un hueso

Viene el mar y sus relojes de arena

El mar que juega con los caballos del cielo

El mar que abre el vientre de la nostalgia

El mar que abre las alas de la piedra

Y que gotea en las cascadas del ojo.

 

Del oleaje lento como el pulmón de la mañana

Nace el silencio que tiembla en el ruiseñor

Nace la cordillera de un caracol

Y los valles de los peces

Que se mecen en la luz de tu frente.

 

 

 

 

Sirio

 

La estrella de la que venimos

La que brota del ojo del enfermo

O florece en las águilas del agua

O llueve con gotas de oro

En la piel de los planetas.

 

Del abrazo del  hidrógeno

Del beso azul de dos átomos

Viene el fuego primordial

La llamarada que hace los labios de la rosa

El canto de la amapola

El baile del hielo

La madera de la ternura

El horizonte en la selva

El cofre del ojo.

 

Del polvo cósmico

Traspasado por el amor de Dios

Proviene el agua que cae

En la cascada de las estrellas

Y Que termina en la espalda del mar

O en la noche que tiembla

En el vientre de los amantes.

 

Estrella que te deslizas en mí

Desde antes de mi nacimiento

Cuando la luz crecía en los ríos de mi cerebro

Y mi mirada florecía en tu caballo de oro.

 

 

 

 

El aire

 

El aire abre las manos del círculo

Toca la espalda de la muerte

Canta en el tronco de una galaxia

Abraza la ausencia de los pingüinos

 

Está solo, mirándose a sí mismo

Cayendo en el hueco de su propia luz

Cerrando el ojo que Dios olvidó

Llorando el desamor de un planeta prisionero

 

Todo lo que dejó de hacer la sombra

Lo hace el aire con los pájaros de la eternidad

Con las lágrimas que dejó el tiempo en la madera

Con el cansancio de las manzanas  suspendidas en el invierno.

 

 

 

 

 

Memoria del aire

 

Desde las arterias del aire

He caído al río que soy

He llegado al hueco de mi lengua

Donde están ocultas las palabras del Unicornio

Y he hablado con el Sol que se multiplica

Y crece en las flores suspendidas

En el agua lenta  del atardecer.

 

De golondrinas y nebulosas

Palpita el aire de la esmeralda

el aire del árbol  que asciende a Dios

y el aire que vibra suspendido

en la noche que brota de la araña.

 

El aire gira como el horizonte en las islas

Como el trompo del tiempo

Como la cima de un tulipán.

 

Desde el diamante del sueño

Le ha brotado el aire al tallo del día

Y ha germinado en el pez del Universo

Sostenido por tortugas interminables

Como  lluvia de  luciérnagas.

 

Cuando toco la puerta de mi cuerpo

encuentro este aire lejano

Solo en su propia desnudez.

 

 

 

 

Memoria del fuego

 

Abierto en el capullo de una supernova

Suspendido en los caracoles del amanecer

Delgado en la cintura del cielo

Azul en el infinito de una codorniz

Aparece la perla del fuego

Y su abrazo deslumbra en las alas del ojo.

 

El fuego que abre la camisa del miedo

Comienza el resplandor del desierto

Inventa la voz que arde en la madera

Levanta atardeceres en el  espejo

Y nos dice lo que la sombra calla

Asciende a donde la muerte no llega

Rompe el candado de las flores.

 

El fuego que abre el cajón del vientre

Pero cierra la almeja de la tristeza

El fuego germinando en el hueco que somos

La llama que gotea en la sangre del Sol

El grito de la noche que nace en el murciélago

Y en la lluvia que brota en los grillos de la eternidad.

 

El fuego del silencio palpitando en el aire

Generando  el agua del amor multiplicado.

Ese silencio que se mira las manos de sal

Y nos lleva a la cima del sueño

Donde alcanzamos  la cúpula  del asombro

Que ha estado ahí desde el principio del tiempo.

 

 

 

 

El Espejo

 

El espejo aparecido en el agua de una mano

O en la plata del amanecer

O el espejo de la lluvia en el colibrí

O el espejo que hace el mar en la sombra

Nos devuelven lo que la luz esconde

El hueco donde desayuna la muerte

La flama de la piel que se disuelve en el humo

El horizonte del ojo que se mira sí mismo

La repetición de la eternidad

El abismo de la Luna multiplicada.

 

Y ya no sabemos qué sucede

Si somos el espejo inmóvil parpadeando en la sangre

O si el espejo nos ha tomado por sorpresa

Entrando en los huesos como un huésped imprevisto

Tomando el rocío de la mirada

Las ramas de la memoria

Para crecer así en la frente que palpita

Y Entregar sus aguas en los jardines del asombro.

 

Cae el ojo en mitad de Neptuno

Y ya no sabemos si nos reflejamos en el espejo

O el espejo se refleja en  nosotros.

 

 

 

 

 

El viaje de las aves

 

Vengo de islas extrañas como la música de la vida

Donde los insectos se llenan de flores blancas

Y cae el agua de las estatuas

En el corazón de los relojes de la noche

 

Vengo de islas donde la soledad es pesada

Y florece en las manos del maíz

Que se abren en mitad de las nubes

Depositando un diamante de la tierra

En el vientre del cielo.

 

Vengo de islas donde las ballenas

Se vuelven delgadas como espigas de arena

Y luego se desgranan en el viento

Que sopla lento en las agujas de la eternidad.

 

Vengo de islas donde uno se viste con hidras y tulipanes

Y se pone un sombrero de estrellas bendecidas

Con el  rocío que tiembla en los ojos del cielo.

 

Y cuando los ojos se desnudan de luz,

Se llenan de constelaciones

De cifras misteriosas como navíos interminables

De perlas de luz lenta

De largas filas de auroras boreales

De infinitos reducidos a polvo.

 

Entonces yo me abro

Y me entrego como el fuego a la piedra

Como el águila a las montañas.

 

Ahora ya silueta, ya línea fría

Ya ausencia disuelta en la sangre del tiempo

Soy solo un suspiro en las agujas del mundo

Una era perdida en el silencio de Dios

 

Una nada que se pliega sobre si misma

Para volverse un todo.

 

 

 

 

Las tardes lentas

 

Me gustan las tardes lentas

En las que la lluvia abre sus cofres secretos

Y brotan insectos  estelares

 

En esta tarde larga como un reloj de arena

El agua limpia la cara de la eternidad

Y el silencio de los árboles se mira en mis ojos

Por donde se abre una puerta

Que conduce al vaso del Universo

Donde uno bebe el asombro de la muerte.

 

El tiempo se pone a bailar

Gira sobre sí mismo

Y se divide en miles de flores instantáneas

Que se abren en el reverso de las galaxias

Y se agrupan entre mi frente y el día

 

 

 

 

Tocata y Fuga

 

Llueven pensamientos en la savia del árbol

Piensan planetas en el ojo del Sol

Vuelan pájaros en las ramas del asombro

Crecen ramas en el árbol del mar

Llueven mares en los soles de tu costilla

Arden costillas en los arbustos de la nostalgia

Crecen nostalgias en los pájaros del tiempo

Maduran tiempos en los jardines de los huesos

Vuelan huesos en las alas del amanecer

Emergen amaneceres en la sombra de los barcos

Caen barcos en la nuez de la ternura

Se encienden ternuras en los esqueletos de la lluvia

Amanecen lluvias en los ojos de un planeta

Arden planetas en el vientre de la duda

Vuelan dudas en los  pétalos de las nebulosas

Se pintan nebulosas en el lienzo de la espera

Florecen esperas en los cofres del agua

Arden aguas en las alas del árbol

Piensan árboles en la matemática del Sol

Llueven Soles en la tristeza del escarabajo

Brillan escarabajos en la sangre del manantial

Caminan manantiales en la geometría del horizonte

Tiemblan horizontes en la manzana del día

 

Naufragan días en el ojo de la golondrina

Pintan golondrinas  en el lienzo del verano

Vuelan veranos en los manantiales del Durazno

Caen duraznos en las ciudades del Crisantemo

Arden crisantemos en las nueces de tu cuerpo

Maduran cuerpos en la leche del invierno

Emergen inviernos en las ramas de una boca

Caen bocas en la ternura de un barco

Emergen barcos en la sombra de una espalda

Llueven espaldas en los horizontes de la leche

Piensan leches en el cerebro del fuego

Se pintan fuegos en el tulipán de una lágrima

Brillan lágrimas en el cofre de la ternura

Vuelan cofres en la piña de la alegría

Cantan piñas en el túnel de una nube

Florecen nubes en las venas de un piano

Llueven pianos en el atardece r del  ojo

Retornan ojos a las manos de una galaxia

Tejen galaxias el esqueleto del día

Nadan esqueletos en las aguas de una gaviota

Florecen gaviotas en la semilla de un tulipán

Piensan tulipanes en la espera del pájaro

Llueven pensamientos en la savia del árbol.

 

 

 

 

Tocata y Fuga 2

 

Se balancean mosquitos en la piel de la aurora

Se inauguran auroras en el desfile del Sol

Cuelgan soles de la uña del desierto

Cabalgan desiertos en la noche de una nariz

Se siembran narices en los campos de un brazo

Florecen brazos en las playas del ojo

Cantan los ojos en la garganta de la Luna

Se desprenden Lunas de la flauta del amanecer

Emergen flautas de la manzana del agua

Se balancea el agua en el beso de una brújula

Se inauguran brújulas en el desfile de la ausencia

Cuelga la ausencia de la uña de Saturno

Cabalgan Saturnos en la noche de una flor

Se siembran flores en los jardines de una caricia

Florecen caricias en los mares de la muerte

Cantan muertes en la garganta de un círculo

Se desprenden círculos del pétalo de una pirámide

Emergen pirámides de la piña de la tristeza

Ríen piñas en la aurora de un Dios que despierta

Se dibujan auroras en el lienzo de un diente

Llueven dientes en el crepúsculo de una zanahoria

Brotan zanahorias de la semilla de una montaña

Se balancean montañas en la piel de una salamandra

Caminan salamandras en los hilos de una nube

Se inauguran nubes en el castillo de la duda.

 

 

 

 

 

Galileo

 

No te detuvo la rosa del palacio

Ni la miel del oro

Ni la alfombra de los aduladores

Ni el circo de cristal

Ni las espinas de la hoguera

 

Escuchabas el temblor del planeta

Y sus ríos eran tus neuronas

Sus labios eran tu música

Y su danza tus ojos abiertos en mitad del asombro.

 

Permaneciste en el vuelo de la flor

En la montaña de la luz en el mar

En el baile del Sol sobre el agua

En la ciencia que amanece  desde el cerebro de Dios.

 

 

 

 

El Cristo del Sol

 

Alto en la cruz del atardecer

Solitario en el ojo del Universo

Solar como la espiga de un recuerdo

Cargado de faisanes de luz

Abres tu pecho y comienzas la Vía Láctea

 

De montañas tiembla tu cuerpo

En gotas de oro

Se funden tus manos

Y tu sangre de auroras boreales

Limpia las ciudades de mis lágrimas

Alimenta los caballos de mi corazón

Ocupa la luz de los gorriones que disueltos en la altura

Encienden el fuego de mi frente.

 

De tus palabras cuelgan las nubes

Y los hilos de la araña

De tus soles nace la hormiga

Los castillos de la flor

El libro de las llanuras

El horizonte en la mirada del venado

La rosa en la abeja.

De tu mirada cuelgan las murallas del misterio

El piano que suspendido entre los planetas

Ensaya  la música de las esferas.

 

 

 

 

LA GEMA DE LOS VIENTOS

 

I

 

Tus ojos abren grietas en las cuevas del asombro

Y Tus manos vuelan en los barcos de la piedra

Que solitaria crece hacia dentro de la luz

Y se hace árbol en las tierras de la frente.

 

La esmeralda de tu sangre

Se esconde en un cajón de tus manzanas  solares

Que maduran volviéndose lluvia de caballos

Galopando hacia la respiración de las montañas.

 

Tu espalda gotea luz en los mares de mis pulmones

Y tus huesos son el templo del alma de mis ballenas

 

Has venido desde la memoria de las luciérnagas

A fecundar la música de las banderas

A escuchar el canto de las galaxias

Que son flores de agua en tus barcos infinitos.

 

 

 

II

 

Tu cuerpo de geometrías azules

Ha ascendido a las montañas de la lluvia

Y girando se desgrana en un surtidor de águilas

 

De naranjas  interminables tiembla tu ombligo

Ojo de las rocas, boca de las uvas

 

Tus piernas se han extendido para tocar la nostalgia de las ballenas

Y tus manos caen hacia dentro de si mismas

Hacia ciudades que respiran como serpientes temblando

Entre las semillas de infinitos que le cantan a la luna.

 

Solar en la cumbre de un abrazo

Marítima en tus pies donde las piedras tejen barcos de luz

Te haces geometría, resplandor de la nebulosa que arde en mi costilla.

 

Te espero desde antes de esperarte

Cuando era una esfera de mi mismo

Cuando te escribía en los libros de la eternidad

Y tú cantabas con tu deseo sinfonías para las mariposas.

 

 

 

III

 

En mitad de la noche y el lago de tus ojos

Tu cuerpo se abre paso en las colinas del sueño

Y se transforma en una golondrina

Que emprende el vuelo en los vientos de mi nariz

 

Delgada y sinuosa

Te elevas en el ascenso de las plantas

Y te disuelves en el agua que canta

Oculta en el pecho del día.

 

Amada de la lluvia en que me disuelvo

Tus labios rojos son la antorcha de Saturno

Que se enciende y baila dentro del fuego primordial

Donde los magos contemplan el parpadeo del Universo

 

 

 

IV

 

Entre las montañas encendidas de la tarde

Encontré tu sombra desnuda

Flor de caoba, madera de los mares

Grano de trigo sumergido en la tierra del ojo.

 

De pronto tu piel empezó a fluir

Como  las aguas del Nilo

Y se llenó de raíces y de palomas

De peces que crecían en los corales de mi sangre

De sangres altas como el sueño de la Luna

De Lunas ascendiendo como el humo de una rosa

De rosas dibujadas por el invierno de una lágrima

De inviernos que abrían su camisa

Y se ofrecían en la llanura de mis manos de madera

Que tocaban el árbol de tu cuerpo.

 

Y la montaña de tu cerebro creció en las nubes que suavemente

Se mezclaban con los vientos azules de mis pulmones.

Y tus brazos de aire me llevaron  flotando

Al  durazno  que vive en las estrellas.

 

 

 

V

 

Los poetas le han escrito

A los ojos de la mujer

En los que Dios contempla el amanecer del trigo

La perla de la noche

La caída del  cielo en la piel de las cosas.

 

Hoy le canto a tus orejas

En las que escucho la geometría del mar

Las lágrimas del Unicornio cayendo en las nubes

Las nubes ardiendo en las manos de la Luna

 

Soy como un hijo de tus orejas

Flores misteriosas del agua

Que guardan en sus pétalos los secretos del venado.

 

Por el túnel de tus orejas

Atravieso el velo de las nebulosas

Desafío el parpadeo de la luz

Me abro paso entre águilas y ballenas

Y caigo en el segundo de tu cuerpo.

 

 

 

VI

 

De tu lluvia de planetas

Se descuelga la flor del trigo

En cada filamento nace un Sol

Un barco de nebulosas

Una mañana de arena.

 

En tu pelo se teje la llanura de mis ojos

Se descuelgan los acróbatas de mi corazón

Y gotea  el polvo de oro de mis huesos.

 

De algas celestiales

Y árboles de leche

Palpita tu pecho de ninfa suspendida

En la galaxia de mi frente

Y en  la cintura del atardecer.

 

 

 

VII

 

No sabes nada de tus ojos

Yo los miro nacer dentro de mí

Y sé que hay algo silencioso

Esperando, germinando

En tus pupilas altas como el fuego

Algo como un número secreto

O el nuevo beso de Dios al rocío

O el nervio de otro Universo

 

Pero tú,

Inocente de los bosques que te habitan

Crees que sólo llevas unos ojos en el rostro

Cotidianos como una oficina o un zapato

 

No sabes que de ese lago profundo

Como un violín en una flor

Podría brotar lo que nadie espera:

Una nueva geometría,

Una noche con Auroras boreales

Un gato astronauta

Un piano lloviendo en mitad de los huesos

Un anciano con la sonrisa de un tulipán

 

Una fuente en medio de mi mesa

Un oso tratando de salvar a las nubes.

 

 

 

VIII

 

No el agua que mueve a la serpiente

Ni la que sostiene el tallo de la rosa

Ni el agua que llueve en la telaraña

O el agua de la desnudez que tiembla en la manzana

O la lluvia que abre sus ojos en la soledad de los trenes

O el agua de la estatua o de la sombra

O el agua que camina en el musgo.

 

Más allá de todas las raíces del espacio

Y de las semillas que germinan

En las arterias de la eternidad

Me encuentro el agua de tus huesos

Que recorre despacio las ciudades de mis pulmones

Y hace una naranja que amanece en mi boca.

El agua que es el maíz de las estrellas

Y es el polvo que suspendido brilla

En el atardecer del hielo

Y es la miel congelada de la espera

 

El agua que brota y gira

Desde el surtidor de  tu Ombligo

Que es el vértice de todas las geometrías

Ojo que mira las sombras de los planetas

Ojo que espera la señal de un átomo

Tu ombligo de palomas en llamas

Ombligo de flores con pétalos de amatista

Ombligo de tulipanes que le cantan a las playas

Ombligo de águilas que derraman Universos

Ombligo de nubes como esmeraldas

Ombligo violín del infinito.

 

 

 

IX

 

Mírame en el desierto de tu sombra

En el aire que no alcanzaste a respirar

o en el silencio de una ventana luminosa

o en la abeja con la que haces tus recuerdos

 

Tócame en el tambor del aire

O en  el agua que te duele,

O en la madera donde me aguardas

O en la luciérnaga de tu ombligo

 

Dibújame volando en tus pulmones

como una geometría secreta

Hazme con el viento de tu pelo

Con el río que fluye cuando cantas

 

Y yo estaré ahí

En la grieta del aire

En la nuez del fuego

Para amanecer en ti

Como la luz en la gota del Mundo.

 

 

 

X

 

Del ojo de Dios

Del vacío replegado en sí mismo

Del silencio duro como una calle sin Luna

Brotaron los hilos del agua

El galope de la luz

La lluvia de caballos

El polvo de la eternidad

Que cayó en espiral

Sobre los mares del águila.

 

Y del  segundo que pones a volar en mi cuerpo

De tu espera vuelta sobre sí misma

Brotó la nuez de mi respiración

La paloma que vuela en mi pie

La espiga de tu abrazo

El río que eres cuando me miras

El tambor del fuego en tu nariz

El vientre de la soledad

Aparecida  en la manzana de tu mano.

 

 

 

XI

 

Ayer  escuche tu voz ascendiendo en el tallo de la Luna

De tus labios brotaban gaviotas de luz.

 

Delgada la seda de tu canto

Alcanzaba el cielo de las Pléyades

Y entraba en los cajones de una luciérnaga.

 

Azul como un caracol de delfines

Se iba llenando del nervio de una nebulosa

De las memorias del cántaro y la nube

De la sal de las islas

De la sonrisa de los pingüinos recibiendo a un cometa

Del  jugo de la noche goteando en el murciélago

 

Y entonces tu voz se volvió un castillo de incienso

Brillando en medio del ojo de la muerte

Y miré el río del Universo fluyendo sobre sí mismo

Y la sombra de la línea volviéndose un círculo

Una pirámide de luz

La espalda de una ballena sosteniendo galaxias

 

Y las sirenas tejían las lluvias que lentamente

Germinaban en la  uva de la frescura

 

 

 

XII

 

NO es el aceite de la ternura

Ni la miel de un pétalo

Ni un pensamiento lloviendo en medio de una arteria

Ni la alegría secreta de un durazno

Ni el aire que descansa en la abeja

 

Tu voz es un estruendo de pianos en la aurora

Una cascada de perdices

Abriendo la piel de la mañana

Y levantando en vuelo a las Lunas de mi frente.

 

Tu voz es un túnel para viajar al cielo del colibrí

Y es viento de agua en las ramas de mis pulmones

Tu voz levanta las ciudades de la sombra

Y se vuelve  un árbol en la selva de mis dientes.

 

 

 

XIII

 

Pasas como una tormenta

En las palmeras Lunares de mis huesos

Y te llevas los colibríes de mi cerebro.

 

De amaneceres brillan tus pies

Tus brazos largos como el canto de las ballenas

Tus senos donde respiran las avestruces del asombro

Tus manos, dos  lunas en el cielo de mi costilla

 

Cuando sonríes nace un pingüino azul

en la montaña de un recuerdo

y crece una guitarra

en la sonata de mi soledad

vuela una mariposa

en la lágrima de un cometa

y crecen luciérnagas en el lago de una piedra.

Amanecen soles en las cuevas de un diamante

Se disuelven diamantes en el horizonte de un tigre

Arden tigres en la estepa de un beso.

 

 

 

XIV

 

Me disuelvo por ti,

Soy el humo de tu espalda

Un túnel  en el venado de tu oído

Un polvo de plata en tu lluvia de mariposas

 

Muero en las abejas de tu cintura

Caigo en los atardeceres de tus piernas

Lloro en los aviones de tu ombligo

Transformado en una pirámide de águilas

Atravesado por el  Sol de tus dientes

Lleno de flores pintadas con el polvo de Neptuno

 

¿Desde donde llegaron tus huesos navegando

En los barcos de humo de la sed y el fuego?

 

¿Cuántas palomas se levantaron de la noche de tu pelo

Y se volvieron tiempo vibrando en la piel del durazno?  

 

¿Cuántos delfines salieron del agua de tu nacimiento?

 

 

 

XV

 

Te busco en el mapa de un alfiler

En la almeja del mar

En la tripulación del escarabajo

En el violín del sueño

 

Nadas en el temblor de un Pegaso que solitario

Se eleva  a las cumbres de la amatista

Llueves como un Unicornio en las islas de la madera

Y amaneces en el vientre de la estrella

En las manos del incienso que delgado

Aparece  en las torres de tu  ojo.

 

Y me miras a donde ya no alcanzo a ver

Tocas el humo que habité antes de mi nacimiento

Y Me disuelvo en el verano de la ciruela

Que crece en el cofre de tus dientes.

 

Me fundo en la gota de tu piel

En la sonata de tu ombligo

En la nube de tu nariz.

 

Nada soy sino tu alma de grillos

La rama de tu oído

Las ciudades perdidas de tus uñas

El viento que desnudo

Habita el venado  de tu corazón

 

 

 

XVI

 

Mujer de codornices infinitas

Que llueven en tus arterias

Blancas como el bostezo de Dios.

 

Mujer que se abre en los escarabajos  del Sol

Se entrega en la telaraña de un cometa

Y despliega las flores de su cerebro

Que lentamente crecen en el reloj de una mariposa

 

Lenta en la humedad del azul primordial

Caes en el suspiro de un templo derramado en un tulipán

Y te sumerges en los arrecifes del albatros.

 

Entre lagos de luz giran tus huesos

Escritos con las letras del Desierto

 

Te has vestido para el desfile de la eternidad

Que oculta en el colibrí asciende al río de la Luna.

 

 

 

XVII

 

Eres la piedra misteriosa del amor

Estás en mí más que yo mismo

Te siento nacer en la fuente que soy

Abres tu cuerpo de crisantemos

En la espalda  que deja la luz dentro de la ausencia

Te haces remolino de pelícanos

Túnel de espejos azules

Resplandor de delfines en mi vientre desnudo.

 

Abres tus manos en el trigo de la eternidad

Tus ojos en la noche del búho

Tu viento en la boca del Unicornio

Tu lluvia en el río de las águilas

Tu ciruela en las manos del cielo

Tus raíces en la costilla del fuego.

 

Te amo en el rincón del sueño en que me faltas

En la soledad madura que tiembla

En tu llanto de ninfa suspendida

Te amo en tus pies diminutos como luciérnagas 

En tu pecho de gaviota en ascenso

En tus labios pulidos por el viento 

Donde yo te alcanzo secretamente

En un tiempo primordial donde la luz palpita

Y cae sobre sí misma  hasta tocar la eternidad.

 

Deseo hacer contigo

Lo que el amanecer hace con los almendros

La ternura hace con los ancianos

Y el agua con la tristeza de las piedras.

 

Mujer de palomas estelares

Árbol de la frescura

Espiga  del Sol

Galaxia del ojo

Lluvia de la rosa.

 

Eres una constelación en el infinito de mi ombligo

Cántaro que me baña de galaxias

Voz  de peces que me lleva al temblor y al asombro.

 

 

 

XVIII

 

Esperaba tus ojos donde naufragan mis barcos

Y la cascada de tu cuerpo

Transformada en  el templo de las codornices

Tus manos en las que germina el tallo de un violín

Tus orejas donde los peces crecen  hasta las estrellas

Tus piernas donde se sostiene la espalda del mar

 

Y entonces te vi en el Diamante que se abría en mi sueño

En la sombra que salía de la sombra de un cometa

En la constelación de tus pies interminables

 

Y venías del agua a la flor de una brújula

De la luciérnaga a la tarde del trigo

De la Abeja  a la Luna de mis labios.

 

 

 

XIX

 

Te busqué en las lejanías del piano

Pero sólo encontré una rosa de hielo

Te busqué en la lluvia de un violín

Pero sólo encontré un Pegaso de arena

 

Te dibujé con el púrpura de Saturno

Te modelé con la polilla de la eternidad

Te soñé en el río de plata donde me disuelvo

Pero seguías en otra nebulosa

 

Y entonces deje de esperarte

Me senté en el río de la luz

Y me puse a flotar con la música de las esferas

Y entonces apareciste en el origen del tiempo.

 

 

 

XX

 

¿Cuántas veces nos habremos encontrado?

La vida es un trompo que gira

Regresan los rostros y las casas

Volvemos a oír la misma canción

 

Pero más allá del tiempo

Dios nos espera.

 

 

 

 

Epílogo

 

Cuando uno permanece

Realmente callado

La caída de un alfiler

Puede ser un grito de Dios.

 

 

 

 

Datos vitales

Boris Iván Lavín Figueroa (Santiago, Chile, 1966). Poeta y docente universitario. Vive en México desde los siete años. Estudió Actuaría en la facultad de Ciencias de la UNAM y una maestría en Ciencias de Ingeniería en La Universidad Anahuac del Sur. Ha participado en varios talleres de literatura entre los que destaca el que realizó durante cuatro años con el poeta Oscar Oliva.

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