Presentamos la poesía de Boris Iván Lavín Figueroa (Santiago, Chile, 1966). Es poeta y docente universitario. Vive en México desde los siete años. Ha participado en varios talleres de literatura entre los que destaca el que realizó durante cuatro años con el poeta Oscar Oliva.
La lluvia
El espejo en el que se mira el ojo de Dios
es la lluvia que cae en la boca del mundo,
el consejo antiguo del agua a las piedras
lo entrega la lluvia
con su trote lento en la piel del Unicornio
De albatros y montañas
están hechas las gotas de la lluvia
y el ojo transparente que se posa en las flores
les devuelve la respiración de las nubes.
En el cielo palpitante de la madera
el aguacero pinta un rostro
que se vuelve mirada en la frescura del horizonte
y sonrisa de aire en los tejados del pensamiento.
La hoja
El misterio del bosque y del fuego
la anónima y pequeña hoja
que del árbol vuela a un cometa.
En humo verde se disuelve tu cuerpo
en el ojo que te mira desde los barcos de la tristeza
y en la tarde que te aguarda
con sus hilos de ángeles.
Leve como el parpadeo de Dios
delgada como la cintura del amanecer
solitaria como el barco antes del naufragio
Asciende la luz en tus tardes de agua
Y palpita la noche en tu boca suspendida
en el túnel del horizonte.
De soledades tiembla el aire que te envuelve
y en espirales de gaviotas germina tu amanecer
Nadie te mira cuando te conviertes en los huesos del invierno
Nadie te sostiene cuando regresas al silencio del bosque.
La libélula
Entre el parpadeo de las alas
tiemblan los universos de la mañana.
La libélula derrama soles con su vuelo,
levanta las ciudades de la muerte,
toca los violines del tiempo,
adelgaza la cintura del sueño
que los amantes dejaron en la hierba.
La libélula suspendida en el aire
vibra como el diapasón que girando decide
la creación de las aguas y las estrellas
y el temblor de la rosa que contempla su desnudez.
La libélula nos recuerda con su lluvia interminable
el mar contenido en el ojo
el infinito que desea salir de la manzana,
la noche que se hace flor
para recibir al Sol multiplicado en el viento.
Las flores
El arcoiris sostenido en el horizonte
cede al sueño de la tarde
y se recuesta en la hierba,
pero luego palpita con el avance del Sol
y fluye entre las piedras y la sombra,
llega al vientre de la tierra,
se levanta en espigas azules,
en rojos hilos de luz,
en amarillas columnas estelares,
y se hace tallo de un tulipán
o de una rosa encendida,
o de un clavel de aire.
Y del tallo brotan alas de agua
cubiertas con la piel de Dios
que al vibrar tocan el piano del aire.
Son los pétalos que suben a mis ojos
cuando los miro desplegando sus coronas blancas
sus caracoles azules,
sus resplandores púrpuras.
Y así de flores se construye
el esqueleto del día,
el libro de las galaxias,
la sonrisa de la eternidad.
El mar
Hay un mar germinando en mi cuerpo
baña las riberas de la luz
se vuelve una perla en mi ojo
y miro los secretos de la piedra
y el temblor de la estrella en la luciérnaga.
Construye un caracol en mi oreja
un acantilado en la casa de mi alegría
una ola que humedece mi espera
un pez azul nadando en las cuevas de mi garganta
una playa en las arenas de mi piel.
Es el mismo mar que aguarda en la montaña
para escribir el nuevo libro del mundo
y es el mar cristalizado del diamante
el que palpita en la serpiente
el del verde que fluye en la hoja
o salta en el grillo del atardecer.
Y también es el mar que levanta
las ciudades de tus senos dorados
en los que descansa el amor de la tierra.
El árbol
El árbol crece tierra adentro
llegando a la luz de su savia
Iluminada por las lagunas de la tarde.
Con horas lentas hace el árbol sus duraznos;
con lluvia de águilas
corona el árbol sus ramas de fuego.
En espirales de rocío
se dibuja la noche en el árbol
y los ojos del búho
son el túnel por donde cae hacia las estrellas.
La golondrina
De las alas brota el aire y la piel del infinito
del aleteo nacen los dedos que sostienen al día
nace el manto del rocío y el asombro del cielo.
No es el vuelo lo que descubro
sino aquel segundo suspendido,
la expectación de la rama,
el horizonte que dibujan las plumas,
el temblor de la nube ,
y el agua que germina en la rosa
hasta volverse atardecer.
El agua
Los hilos invisibles del agua
abrazan el Sol y el invierno
Los cajones del agua
Se abren en la lluvia y la luciérnaga
La nuez del agua
Crece en el átomo y la montaña
La pera y la Luna
Se visten con la seda del agua
Y el mar y la ventana
Se encierran en la espalda del agua.
El agua germina en el tallo del día
En las gotas de una almendra
En el canto de una ballena
En las nebulosas de un pájaro.
De agua son los ojos de Saturno
Las alas de la montaña
Las ternuras de un árbol
Las canciones del Unicornio
El agua es la estación final
Del tren de la luz
La muerte en la que todos nos miramos
La mano invisible del cerebro.
Que todos estrechamos alguna vez.
Viento de agua
No hay fronteras en la tarde
La mano es el mar
La flor es el ojo
En cada rama un pájaro respira
En cada nube estalla un halcón
En cada halcón una noche se detiene
En cada insecto una flor se construye
Las mariposas son de polvo y son de piedra
Germinan en el agua
Se hunden en la tierra
El águila se eleva entre las nubes
Llevando a los soles con su vuelo
Dejando en su caída una estela de rocas
Porque el águila es la respiración de las montañas.
Insectos, manantiales, heliotropos
Paisajes en las flores y en el viento
Ese viento de agua, absoluto, indiviso
Que se extiende como la sombra de un planeta.
La línea
La línea trata de alcanzar el círculo
Doblarse sobre si misma
Caer en el hueco de su espalda
Dejar su cárcel sin alas
Abrir su corazón de espiga
El círculo quiere alcanzar la esfera
Abrir la grieta del aire
Entrar en la boca del viento
Soltar las amarras del mundo
Y nosotros queremos abrir nuestro cuerpo
Y lanzar nuestros ojos a la eternidad
El Círculo
La línea se pliega sobre su cuerpo
Y amanece el círculo
Donde el ojo se contempla a sí mismo
La lluvia cae sobre su espalda
Y el silencio se levanta y se endurece.
El círculo es la hora que se cierra en el ojo
La mano que dibuja sus propios dedos
El primer día y el último
Reunidos en el abrazo de la eternidad
El círculo pone a rodar a las constelaciones
Y crece en la nuez del fuego
En la desnudez del agua
En la Luna de mi corazón
En la boca de una nube.
Solo en el viento de la eternidad
Delgado en las alas del polvo
Suspendido en la cima de una mirada
El círculo se derrama en flores y en luz
Y se hace voz que nos llama desde lejos
Recordando el origen del mundo.
El triángulo
Con un abrazo hagamos un triángulo
Dos montañas y en medio un águila
Dos ojos y encima un manantial
Dos nubes suspendidas en el río de Dios
Dos soles coronados por una rosa
Dos pegasos sosteniendo un árbol
Dos mañanas cayendo en el mar
Dos unicornios abriendo la nuez del aire.
Un triángulo de cielos que tiemblan como tambores del verano
Triángulo de atardeceres en el cofre de la noche
Triángulo de campanas que mueven a las nebulosas
Delgado en el sueño de las golondrinas
Solitario en el horizonte antes del Sol
Azul en el aire que te sueña
Eres el triángulo con que inicia el tiempo.
Recuerdo del Mediterráneo
Desde el temblor que amanece en los ojos del Búho
Desde la sombra de una nebulosa
Cayendo en la espalda de un hueso
Viene el mar y sus relojes de arena
El mar que juega con los caballos del cielo
El mar que abre el vientre de la nostalgia
El mar que abre las alas de la piedra
Y que gotea en las cascadas del ojo.
Del oleaje lento como el pulmón de la mañana
Nace el silencio que tiembla en el ruiseñor
Nace la cordillera de un caracol
Y los valles de los peces
Que se mecen en la luz de tu frente.
Sirio
La estrella de la que venimos
La que brota del ojo del enfermo
O florece en las águilas del agua
O llueve con gotas de oro
En la piel de los planetas.
Del abrazo del hidrógeno
Del beso azul de dos átomos
Viene el fuego primordial
La llamarada que hace los labios de la rosa
El canto de la amapola
El baile del hielo
La madera de la ternura
El horizonte en la selva
El cofre del ojo.
Del polvo cósmico
Traspasado por el amor de Dios
Proviene el agua que cae
En la cascada de las estrellas
Y Que termina en la espalda del mar
O en la noche que tiembla
En el vientre de los amantes.
Estrella que te deslizas en mí
Desde antes de mi nacimiento
Cuando la luz crecía en los ríos de mi cerebro
Y mi mirada florecía en tu caballo de oro.
El aire
El aire abre las manos del círculo
Toca la espalda de la muerte
Canta en el tronco de una galaxia
Abraza la ausencia de los pingüinos
Está solo, mirándose a sí mismo
Cayendo en el hueco de su propia luz
Cerrando el ojo que Dios olvidó
Llorando el desamor de un planeta prisionero
Todo lo que dejó de hacer la sombra
Lo hace el aire con los pájaros de la eternidad
Con las lágrimas que dejó el tiempo en la madera
Con el cansancio de las manzanas suspendidas en el invierno.
Memoria del aire
Desde las arterias del aire
He caído al río que soy
He llegado al hueco de mi lengua
Donde están ocultas las palabras del Unicornio
Y he hablado con el Sol que se multiplica
Y crece en las flores suspendidas
En el agua lenta del atardecer.
De golondrinas y nebulosas
Palpita el aire de la esmeralda
el aire del árbol que asciende a Dios
y el aire que vibra suspendido
en la noche que brota de la araña.
El aire gira como el horizonte en las islas
Como el trompo del tiempo
Como la cima de un tulipán.
Desde el diamante del sueño
Le ha brotado el aire al tallo del día
Y ha germinado en el pez del Universo
Sostenido por tortugas interminables
Como lluvia de luciérnagas.
Cuando toco la puerta de mi cuerpo
encuentro este aire lejano
Solo en su propia desnudez.
Memoria del fuego
Abierto en el capullo de una supernova
Suspendido en los caracoles del amanecer
Delgado en la cintura del cielo
Azul en el infinito de una codorniz
Aparece la perla del fuego
Y su abrazo deslumbra en las alas del ojo.
El fuego que abre la camisa del miedo
Comienza el resplandor del desierto
Inventa la voz que arde en la madera
Levanta atardeceres en el espejo
Y nos dice lo que la sombra calla
Asciende a donde la muerte no llega
Rompe el candado de las flores.
El fuego que abre el cajón del vientre
Pero cierra la almeja de la tristeza
El fuego germinando en el hueco que somos
La llama que gotea en la sangre del Sol
El grito de la noche que nace en el murciélago
Y en la lluvia que brota en los grillos de la eternidad.
El fuego del silencio palpitando en el aire
Generando el agua del amor multiplicado.
Ese silencio que se mira las manos de sal
Y nos lleva a la cima del sueño
Donde alcanzamos la cúpula del asombro
Que ha estado ahí desde el principio del tiempo.
El Espejo
El espejo aparecido en el agua de una mano
O en la plata del amanecer
O el espejo de la lluvia en el colibrí
O el espejo que hace el mar en la sombra
Nos devuelven lo que la luz esconde
El hueco donde desayuna la muerte
La flama de la piel que se disuelve en el humo
El horizonte del ojo que se mira sí mismo
La repetición de la eternidad
El abismo de la Luna multiplicada.
Y ya no sabemos qué sucede
Si somos el espejo inmóvil parpadeando en la sangre
O si el espejo nos ha tomado por sorpresa
Entrando en los huesos como un huésped imprevisto
Tomando el rocío de la mirada
Las ramas de la memoria
Para crecer así en la frente que palpita
Y Entregar sus aguas en los jardines del asombro.
Cae el ojo en mitad de Neptuno
Y ya no sabemos si nos reflejamos en el espejo
O el espejo se refleja en nosotros.
El viaje de las aves
Vengo de islas extrañas como la música de la vida
Donde los insectos se llenan de flores blancas
Y cae el agua de las estatuas
En el corazón de los relojes de la noche
Vengo de islas donde la soledad es pesada
Y florece en las manos del maíz
Que se abren en mitad de las nubes
Depositando un diamante de la tierra
En el vientre del cielo.
Vengo de islas donde las ballenas
Se vuelven delgadas como espigas de arena
Y luego se desgranan en el viento
Que sopla lento en las agujas de la eternidad.
Vengo de islas donde uno se viste con hidras y tulipanes
Y se pone un sombrero de estrellas bendecidas
Con el rocío que tiembla en los ojos del cielo.
Y cuando los ojos se desnudan de luz,
Se llenan de constelaciones
De cifras misteriosas como navíos interminables
De perlas de luz lenta
De largas filas de auroras boreales
De infinitos reducidos a polvo.
Entonces yo me abro
Y me entrego como el fuego a la piedra
Como el águila a las montañas.
Ahora ya silueta, ya línea fría
Ya ausencia disuelta en la sangre del tiempo
Soy solo un suspiro en las agujas del mundo
Una era perdida en el silencio de Dios
Una nada que se pliega sobre si misma
Para volverse un todo.
Las tardes lentas
Me gustan las tardes lentas
En las que la lluvia abre sus cofres secretos
Y brotan insectos estelares
En esta tarde larga como un reloj de arena
El agua limpia la cara de la eternidad
Y el silencio de los árboles se mira en mis ojos
Por donde se abre una puerta
Que conduce al vaso del Universo
Donde uno bebe el asombro de la muerte.
El tiempo se pone a bailar
Gira sobre sí mismo
Y se divide en miles de flores instantáneas
Que se abren en el reverso de las galaxias
Y se agrupan entre mi frente y el día
Tocata y Fuga
Llueven pensamientos en la savia del árbol
Piensan planetas en el ojo del Sol
Vuelan pájaros en las ramas del asombro
Crecen ramas en el árbol del mar
Llueven mares en los soles de tu costilla
Arden costillas en los arbustos de la nostalgia
Crecen nostalgias en los pájaros del tiempo
Maduran tiempos en los jardines de los huesos
Vuelan huesos en las alas del amanecer
Emergen amaneceres en la sombra de los barcos
Caen barcos en la nuez de la ternura
Se encienden ternuras en los esqueletos de la lluvia
Amanecen lluvias en los ojos de un planeta
Arden planetas en el vientre de la duda
Vuelan dudas en los pétalos de las nebulosas
Se pintan nebulosas en el lienzo de la espera
Florecen esperas en los cofres del agua
Arden aguas en las alas del árbol
Piensan árboles en la matemática del Sol
Llueven Soles en la tristeza del escarabajo
Brillan escarabajos en la sangre del manantial
Caminan manantiales en la geometría del horizonte
Tiemblan horizontes en la manzana del día
Naufragan días en el ojo de la golondrina
Pintan golondrinas en el lienzo del verano
Vuelan veranos en los manantiales del Durazno
Caen duraznos en las ciudades del Crisantemo
Arden crisantemos en las nueces de tu cuerpo
Maduran cuerpos en la leche del invierno
Emergen inviernos en las ramas de una boca
Caen bocas en la ternura de un barco
Emergen barcos en la sombra de una espalda
Llueven espaldas en los horizontes de la leche
Piensan leches en el cerebro del fuego
Se pintan fuegos en el tulipán de una lágrima
Brillan lágrimas en el cofre de la ternura
Vuelan cofres en la piña de la alegría
Cantan piñas en el túnel de una nube
Florecen nubes en las venas de un piano
Llueven pianos en el atardece r del ojo
Retornan ojos a las manos de una galaxia
Tejen galaxias el esqueleto del día
Nadan esqueletos en las aguas de una gaviota
Florecen gaviotas en la semilla de un tulipán
Piensan tulipanes en la espera del pájaro
Llueven pensamientos en la savia del árbol.
Tocata y Fuga 2
Se balancean mosquitos en la piel de la aurora
Se inauguran auroras en el desfile del Sol
Cuelgan soles de la uña del desierto
Cabalgan desiertos en la noche de una nariz
Se siembran narices en los campos de un brazo
Florecen brazos en las playas del ojo
Cantan los ojos en la garganta de la Luna
Se desprenden Lunas de la flauta del amanecer
Emergen flautas de la manzana del agua
Se balancea el agua en el beso de una brújula
Se inauguran brújulas en el desfile de la ausencia
Cuelga la ausencia de la uña de Saturno
Cabalgan Saturnos en la noche de una flor
Se siembran flores en los jardines de una caricia
Florecen caricias en los mares de la muerte
Cantan muertes en la garganta de un círculo
Se desprenden círculos del pétalo de una pirámide
Emergen pirámides de la piña de la tristeza
Ríen piñas en la aurora de un Dios que despierta
Se dibujan auroras en el lienzo de un diente
Llueven dientes en el crepúsculo de una zanahoria
Brotan zanahorias de la semilla de una montaña
Se balancean montañas en la piel de una salamandra
Caminan salamandras en los hilos de una nube
Se inauguran nubes en el castillo de la duda.
Galileo
No te detuvo la rosa del palacio
Ni la miel del oro
Ni la alfombra de los aduladores
Ni el circo de cristal
Ni las espinas de la hoguera
Escuchabas el temblor del planeta
Y sus ríos eran tus neuronas
Sus labios eran tu música
Y su danza tus ojos abiertos en mitad del asombro.
Permaneciste en el vuelo de la flor
En la montaña de la luz en el mar
En el baile del Sol sobre el agua
En la ciencia que amanece desde el cerebro de Dios.
El Cristo del Sol
Alto en la cruz del atardecer
Solitario en el ojo del Universo
Solar como la espiga de un recuerdo
Cargado de faisanes de luz
Abres tu pecho y comienzas la Vía Láctea
De montañas tiembla tu cuerpo
En gotas de oro
Se funden tus manos
Y tu sangre de auroras boreales
Limpia las ciudades de mis lágrimas
Alimenta los caballos de mi corazón
Ocupa la luz de los gorriones que disueltos en la altura
Encienden el fuego de mi frente.
De tus palabras cuelgan las nubes
Y los hilos de la araña
De tus soles nace la hormiga
Los castillos de la flor
El libro de las llanuras
El horizonte en la mirada del venado
La rosa en la abeja.
De tu mirada cuelgan las murallas del misterio
El piano que suspendido entre los planetas
Ensaya la música de las esferas.
LA GEMA DE LOS VIENTOS
I
Tus ojos abren grietas en las cuevas del asombro
Y Tus manos vuelan en los barcos de la piedra
Que solitaria crece hacia dentro de la luz
Y se hace árbol en las tierras de la frente.
La esmeralda de tu sangre
Se esconde en un cajón de tus manzanas solares
Que maduran volviéndose lluvia de caballos
Galopando hacia la respiración de las montañas.
Tu espalda gotea luz en los mares de mis pulmones
Y tus huesos son el templo del alma de mis ballenas
Has venido desde la memoria de las luciérnagas
A fecundar la música de las banderas
A escuchar el canto de las galaxias
Que son flores de agua en tus barcos infinitos.
II
Tu cuerpo de geometrías azules
Ha ascendido a las montañas de la lluvia
Y girando se desgrana en un surtidor de águilas
De naranjas interminables tiembla tu ombligo
Ojo de las rocas, boca de las uvas
Tus piernas se han extendido para tocar la nostalgia de las ballenas
Y tus manos caen hacia dentro de si mismas
Hacia ciudades que respiran como serpientes temblando
Entre las semillas de infinitos que le cantan a la luna.
Solar en la cumbre de un abrazo
Marítima en tus pies donde las piedras tejen barcos de luz
Te haces geometría, resplandor de la nebulosa que arde en mi costilla.
Te espero desde antes de esperarte
Cuando era una esfera de mi mismo
Cuando te escribía en los libros de la eternidad
Y tú cantabas con tu deseo sinfonías para las mariposas.
III
En mitad de la noche y el lago de tus ojos
Tu cuerpo se abre paso en las colinas del sueño
Y se transforma en una golondrina
Que emprende el vuelo en los vientos de mi nariz
Delgada y sinuosa
Te elevas en el ascenso de las plantas
Y te disuelves en el agua que canta
Oculta en el pecho del día.
Amada de la lluvia en que me disuelvo
Tus labios rojos son la antorcha de Saturno
Que se enciende y baila dentro del fuego primordial
Donde los magos contemplan el parpadeo del Universo
IV
Entre las montañas encendidas de la tarde
Encontré tu sombra desnuda
Flor de caoba, madera de los mares
Grano de trigo sumergido en la tierra del ojo.
De pronto tu piel empezó a fluir
Como las aguas del Nilo
Y se llenó de raíces y de palomas
De peces que crecían en los corales de mi sangre
De sangres altas como el sueño de la Luna
De Lunas ascendiendo como el humo de una rosa
De rosas dibujadas por el invierno de una lágrima
De inviernos que abrían su camisa
Y se ofrecían en la llanura de mis manos de madera
Que tocaban el árbol de tu cuerpo.
Y la montaña de tu cerebro creció en las nubes que suavemente
Se mezclaban con los vientos azules de mis pulmones.
Y tus brazos de aire me llevaron flotando
Al durazno que vive en las estrellas.
V
Los poetas le han escrito
A los ojos de la mujer
En los que Dios contempla el amanecer del trigo
La perla de la noche
La caída del cielo en la piel de las cosas.
Hoy le canto a tus orejas
En las que escucho la geometría del mar
Las lágrimas del Unicornio cayendo en las nubes
Las nubes ardiendo en las manos de la Luna
Soy como un hijo de tus orejas
Flores misteriosas del agua
Que guardan en sus pétalos los secretos del venado.
Por el túnel de tus orejas
Atravieso el velo de las nebulosas
Desafío el parpadeo de la luz
Me abro paso entre águilas y ballenas
Y caigo en el segundo de tu cuerpo.
VI
De tu lluvia de planetas
Se descuelga la flor del trigo
En cada filamento nace un Sol
Un barco de nebulosas
Una mañana de arena.
En tu pelo se teje la llanura de mis ojos
Se descuelgan los acróbatas de mi corazón
Y gotea el polvo de oro de mis huesos.
De algas celestiales
Y árboles de leche
Palpita tu pecho de ninfa suspendida
En la galaxia de mi frente
Y en la cintura del atardecer.
VII
No sabes nada de tus ojos
Yo los miro nacer dentro de mí
Y sé que hay algo silencioso
Esperando, germinando
En tus pupilas altas como el fuego
Algo como un número secreto
O el nuevo beso de Dios al rocío
O el nervio de otro Universo
Pero tú,
Inocente de los bosques que te habitan
Crees que sólo llevas unos ojos en el rostro
Cotidianos como una oficina o un zapato
No sabes que de ese lago profundo
Como un violín en una flor
Podría brotar lo que nadie espera:
Una nueva geometría,
Una noche con Auroras boreales
Un gato astronauta
Un piano lloviendo en mitad de los huesos
Un anciano con la sonrisa de un tulipán
Una fuente en medio de mi mesa
Un oso tratando de salvar a las nubes.
VIII
No el agua que mueve a la serpiente
Ni la que sostiene el tallo de la rosa
Ni el agua que llueve en la telaraña
O el agua de la desnudez que tiembla en la manzana
O la lluvia que abre sus ojos en la soledad de los trenes
O el agua de la estatua o de la sombra
O el agua que camina en el musgo.
Más allá de todas las raíces del espacio
Y de las semillas que germinan
En las arterias de la eternidad
Me encuentro el agua de tus huesos
Que recorre despacio las ciudades de mis pulmones
Y hace una naranja que amanece en mi boca.
El agua que es el maíz de las estrellas
Y es el polvo que suspendido brilla
En el atardecer del hielo
Y es la miel congelada de la espera
El agua que brota y gira
Desde el surtidor de tu Ombligo
Que es el vértice de todas las geometrías
Ojo que mira las sombras de los planetas
Ojo que espera la señal de un átomo
Tu ombligo de palomas en llamas
Ombligo de flores con pétalos de amatista
Ombligo de tulipanes que le cantan a las playas
Ombligo de águilas que derraman Universos
Ombligo de nubes como esmeraldas
Ombligo violín del infinito.
IX
Mírame en el desierto de tu sombra
En el aire que no alcanzaste a respirar
o en el silencio de una ventana luminosa
o en la abeja con la que haces tus recuerdos
Tócame en el tambor del aire
O en el agua que te duele,
O en la madera donde me aguardas
O en la luciérnaga de tu ombligo
Dibújame volando en tus pulmones
como una geometría secreta
Hazme con el viento de tu pelo
Con el río que fluye cuando cantas
Y yo estaré ahí
En la grieta del aire
En la nuez del fuego
Para amanecer en ti
Como la luz en la gota del Mundo.
X
Del ojo de Dios
Del vacío replegado en sí mismo
Del silencio duro como una calle sin Luna
Brotaron los hilos del agua
El galope de la luz
La lluvia de caballos
El polvo de la eternidad
Que cayó en espiral
Sobre los mares del águila.
Y del segundo que pones a volar en mi cuerpo
De tu espera vuelta sobre sí misma
Brotó la nuez de mi respiración
La paloma que vuela en mi pie
La espiga de tu abrazo
El río que eres cuando me miras
El tambor del fuego en tu nariz
El vientre de la soledad
Aparecida en la manzana de tu mano.
XI
Ayer escuche tu voz ascendiendo en el tallo de la Luna
De tus labios brotaban gaviotas de luz.
Delgada la seda de tu canto
Alcanzaba el cielo de las Pléyades
Y entraba en los cajones de una luciérnaga.
Azul como un caracol de delfines
Se iba llenando del nervio de una nebulosa
De las memorias del cántaro y la nube
De la sal de las islas
De la sonrisa de los pingüinos recibiendo a un cometa
Del jugo de la noche goteando en el murciélago
Y entonces tu voz se volvió un castillo de incienso
Brillando en medio del ojo de la muerte
Y miré el río del Universo fluyendo sobre sí mismo
Y la sombra de la línea volviéndose un círculo
Una pirámide de luz
La espalda de una ballena sosteniendo galaxias
Y las sirenas tejían las lluvias que lentamente
Germinaban en la uva de la frescura
XII
NO es el aceite de la ternura
Ni la miel de un pétalo
Ni un pensamiento lloviendo en medio de una arteria
Ni la alegría secreta de un durazno
Ni el aire que descansa en la abeja
Tu voz es un estruendo de pianos en la aurora
Una cascada de perdices
Abriendo la piel de la mañana
Y levantando en vuelo a las Lunas de mi frente.
Tu voz es un túnel para viajar al cielo del colibrí
Y es viento de agua en las ramas de mis pulmones
Tu voz levanta las ciudades de la sombra
Y se vuelve un árbol en la selva de mis dientes.
XIII
Pasas como una tormenta
En las palmeras Lunares de mis huesos
Y te llevas los colibríes de mi cerebro.
De amaneceres brillan tus pies
Tus brazos largos como el canto de las ballenas
Tus senos donde respiran las avestruces del asombro
Tus manos, dos lunas en el cielo de mi costilla
Cuando sonríes nace un pingüino azul
en la montaña de un recuerdo
y crece una guitarra
en la sonata de mi soledad
vuela una mariposa
en la lágrima de un cometa
y crecen luciérnagas en el lago de una piedra.
Amanecen soles en las cuevas de un diamante
Se disuelven diamantes en el horizonte de un tigre
Arden tigres en la estepa de un beso.
XIV
Me disuelvo por ti,
Soy el humo de tu espalda
Un túnel en el venado de tu oído
Un polvo de plata en tu lluvia de mariposas
Muero en las abejas de tu cintura
Caigo en los atardeceres de tus piernas
Lloro en los aviones de tu ombligo
Transformado en una pirámide de águilas
Atravesado por el Sol de tus dientes
Lleno de flores pintadas con el polvo de Neptuno
¿Desde donde llegaron tus huesos navegando
En los barcos de humo de la sed y el fuego?
¿Cuántas palomas se levantaron de la noche de tu pelo
Y se volvieron tiempo vibrando en la piel del durazno?
¿Cuántos delfines salieron del agua de tu nacimiento?
XV
Te busco en el mapa de un alfiler
En la almeja del mar
En la tripulación del escarabajo
En el violín del sueño
Nadas en el temblor de un Pegaso que solitario
Se eleva a las cumbres de la amatista
Llueves como un Unicornio en las islas de la madera
Y amaneces en el vientre de la estrella
En las manos del incienso que delgado
Aparece en las torres de tu ojo.
Y me miras a donde ya no alcanzo a ver
Tocas el humo que habité antes de mi nacimiento
Y Me disuelvo en el verano de la ciruela
Que crece en el cofre de tus dientes.
Me fundo en la gota de tu piel
En la sonata de tu ombligo
En la nube de tu nariz.
Nada soy sino tu alma de grillos
La rama de tu oído
Las ciudades perdidas de tus uñas
El viento que desnudo
Habita el venado de tu corazón
XVI
Mujer de codornices infinitas
Que llueven en tus arterias
Blancas como el bostezo de Dios.
Mujer que se abre en los escarabajos del Sol
Se entrega en la telaraña de un cometa
Y despliega las flores de su cerebro
Que lentamente crecen en el reloj de una mariposa
Lenta en la humedad del azul primordial
Caes en el suspiro de un templo derramado en un tulipán
Y te sumerges en los arrecifes del albatros.
Entre lagos de luz giran tus huesos
Escritos con las letras del Desierto
Te has vestido para el desfile de la eternidad
Que oculta en el colibrí asciende al río de la Luna.
XVII
Eres la piedra misteriosa del amor
Estás en mí más que yo mismo
Te siento nacer en la fuente que soy
Abres tu cuerpo de crisantemos
En la espalda que deja la luz dentro de la ausencia
Te haces remolino de pelícanos
Túnel de espejos azules
Resplandor de delfines en mi vientre desnudo.
Abres tus manos en el trigo de la eternidad
Tus ojos en la noche del búho
Tu viento en la boca del Unicornio
Tu lluvia en el río de las águilas
Tu ciruela en las manos del cielo
Tus raíces en la costilla del fuego.
Te amo en el rincón del sueño en que me faltas
En la soledad madura que tiembla
En tu llanto de ninfa suspendida
Te amo en tus pies diminutos como luciérnagas
En tu pecho de gaviota en ascenso
En tus labios pulidos por el viento
Donde yo te alcanzo secretamente
En un tiempo primordial donde la luz palpita
Y cae sobre sí misma hasta tocar la eternidad.
Deseo hacer contigo
Lo que el amanecer hace con los almendros
La ternura hace con los ancianos
Y el agua con la tristeza de las piedras.
Mujer de palomas estelares
Árbol de la frescura
Espiga del Sol
Galaxia del ojo
Lluvia de la rosa.
Eres una constelación en el infinito de mi ombligo
Cántaro que me baña de galaxias
Voz de peces que me lleva al temblor y al asombro.
XVIII
Esperaba tus ojos donde naufragan mis barcos
Y la cascada de tu cuerpo
Transformada en el templo de las codornices
Tus manos en las que germina el tallo de un violín
Tus orejas donde los peces crecen hasta las estrellas
Tus piernas donde se sostiene la espalda del mar
Y entonces te vi en el Diamante que se abría en mi sueño
En la sombra que salía de la sombra de un cometa
En la constelación de tus pies interminables
Y venías del agua a la flor de una brújula
De la luciérnaga a la tarde del trigo
De la Abeja a la Luna de mis labios.
XIX
Te busqué en las lejanías del piano
Pero sólo encontré una rosa de hielo
Te busqué en la lluvia de un violín
Pero sólo encontré un Pegaso de arena
Te dibujé con el púrpura de Saturno
Te modelé con la polilla de la eternidad
Te soñé en el río de plata donde me disuelvo
Pero seguías en otra nebulosa
Y entonces deje de esperarte
Me senté en el río de la luz
Y me puse a flotar con la música de las esferas
Y entonces apareciste en el origen del tiempo.
XX
¿Cuántas veces nos habremos encontrado?
La vida es un trompo que gira
Regresan los rostros y las casas
Volvemos a oír la misma canción
Pero más allá del tiempo
Dios nos espera.
Epílogo
Cuando uno permanece
Realmente callado
La caída de un alfiler
Puede ser un grito de Dios.
Datos vitales
Boris Iván Lavín Figueroa (Santiago, Chile, 1966). Poeta y docente universitario. Vive en México desde los siete años. Estudió Actuaría en la facultad de Ciencias de la UNAM y una maestría en Ciencias de Ingeniería en La Universidad Anahuac del Sur. Ha participado en varios talleres de literatura entre los que destaca el que realizó durante cuatro años con el poeta Oscar Oliva.