Foja de poesía No. 312: Daniel Cundari

Daniel Cundari

Daniel Cundari (Rogliano, Cuti, 1983) es traductor, narrador y poeta. Escribe en italiano, español y calabrés. Es una de las voces más interesantes de la nueva poesía italiana. Es considerado como el renovador de la tradición poética calabresa. Licenciado por la Universidad de Siena. Es autor de Cacagliùsi/Balbuzienti (2006), Il dolore dell’acqua (2007), y de la plaquette Prótesis del alma (2008).

 

 

 

 

1

 

              Si es verdad que llorar está prohibido

en las casas de los poetas;

                si los barcos naufragaron y el tiempo se hundió

bajo el diluvio salvaje de los versos;

                si Tirteo ya no deletrea nuestros cuerpos

y Mimnermo aún resiste con sus palabras;

                si Milón se ha enamorado

y Arquíloco no sabe dónde late

su alma de esclavo y noble al mismo tiempo;

                si Safo, Alceo y Anacreonte

definitivamente han muerto.

Dadme cal viva

para que pueda convertir en piedra la poesía

y arrojarla hacia aquella isla libre

que todavía arde en el mar abierto.

 

 

 

2

 

Y más allá, en la luz cegadora,

próxima a la transparencia líquida del aire,

encima de la estatua arenosa

de la plaza escueta,

                                                                                              más allá

                del paraíso perdido de tu infancia,

entre Escila y Caribdis,

bajo las manos hendidas de los pescadores,

de las redes, de los veleros anegados,

mi madre se había sentado

en la roca candente,

en la grava bárbara y rosa,

                donde Glauco se enamora.

 

                La miré. Y aún más allá,

enjabonado de sal, la dejé

confundirse entre la marejada y el sueño,

para siempre.

 

 

 

3

 

Donde un tiempo el peripato se abarrotaba,

ahora de hombres sin ética el mundo se reanima.

 

                Donde Pitágoras reivindicaba la palabra,

clandestinos sin futuro se asoman a la vida.

 

Síbari ya no brilla, Pompeya se derrumba.

 

Cada filósofo tenía un escollo en el que conversar,

hoy en día quienes toman el sol en la playa es gente en paro.

 

No obstante aún escucho el canto de Homero.

Nosotros somos los sordos y los ciegos.

Él grita, grita, grita, en vano.

 

 

 

4

 

Templada la sangre, como una fruta húmeda,

álgida la mirada y al mismo tiempo yerma,

partiste incauto por la ciudad de la inocencia

tragando entera la piedra del recuerdo.

 

Regresaste con otra lengua e igual dolor

a tus playas, a tus arrinconados juegos.

 

Ahora  te esperan en la otra orilla de la vida,

donde con afán erigiste la estatua de tus días.

Y son muchos, están todos, con el martillo listo.

 

 

 

5

 

La poesía no existe sin ti.

Tú sabes a qué sabe la palabra.

Yo sé lo que sabe la palabra.

El viento le dio vida a este poema.

El poema vive de este viento.

 

Que te falte el pan de la comida

Que te falte el gesto de un amigo

Que te falte el sol de la mañana

Que te falte un dios al que rezar.

 

Arrassusía, amigo. Arrassusía.

 

 

 

 

6

 

La luz está llena de vahído,

tu sonrisa se derriba en la sala

colmada de algo con ginebra.

 

Los músicos se voltean y se ojean

como mujeres malas o ladrones.

 

El escalofrío, la suerte, el barranco,

hacia el sur nos llama el remolino

de un contrabajo enlucido de amarillo.

 

La muerte ya no importa, he de vivirla

con estilo y de manera peligrosa

como una carta libre de sello y sin destino.

Hay monos en frac que me ofrecen bebidas

con guantes blancos y vasos de mayólica.

 

Hay un silencio que atrona en su voz en la madera

y tu mirada que perdura en el picante humo de la vida.

 

 

 

7

 

Y este secreto evidente que debemos vivir,

y este olor a ovejas y quimeras que invadimos

como el agua que ha de quemar la sangre 

gimiendo en la pradera desierta de la vida;

y este barco que se hunde junto al mar,

y esta Itaca en la que ancla todo el mundo,

y este muerto vivo que hierve en nuestras sienes,

y este cuerpo que se ovilla para no sentir

la escarcha que inmoviliza el meollo de las cosas,

tiene que matarnos, amigo, ahogarnos en la poesía.

 

 

 

 

8

 

Los lobos han invadido mi balcón.

 

Créeme y ven deprisa a salvarme, amor,

ahora rasguñan con avidez todas las puertas.

Uno ya ha entrado. Es flaco, hambriento.

Y no quiere jugar con mi corazón.

 

 

 

9

 

Si tengo que decirlo en una lengua,

mi lengua es sólo ésta.

 

A través de ésta digo amor,

a través de ésta os escribo,

a través de ésta canto mi tierra yerma.

 

Si quieren acallarme,

deberían cortarme todas estas lenguas

en las que hablo, en las que escribo, en las que canto.

 

Porque mi lengua es sólo ésta

y deberían matar al amor,

inhumaros,

acechar el último hombre de mi tierra.

 

 

 

10

 

Tampoco tengo miedo si venís por la noche,

si preparáis más hondos y más atezados los surcos,

si pedís matarme o matar al terco fantasma

que me llena las sienes de mallas y poemas.

 

Tampoco tengo miedo si disparáis como locos

a cristaleras y ventanas mientras solitario duermo.

 

Sin palabras vitales,

sin versos sinceros,

asustarme no puedo.

 

 

 

11

 

Te adentras en mi cuarto

como una bruja tierna.

Cuánta magia en tus ojos,

cuánta mafia.

 

Mátame, lo confieso,

he sido yo.

 

 

 (de Poemas para delinquir)

 

 

 

 

 

Su una nota di Léo Ferré

 

La felicità è una rapina, mi dicevi.

 

Più in là di quei vetri immaginavo il mare,

a parte il pericolo di ritrovarci un giorno

dove qualcuno ancora ci cerca

per rubarci l’amore, invano.

 

 

 

 

Intorno a ‘La passeggiata’ di Marc Chagall

 

Il suo amore così spugnoso

che raggira il bambino

nella luce dello strapiombo

carico di veleni e oblio.

 

La sua impeccabile maceria

di amico rude ma fedele

tra il limoneto e le selci.

 

L’impresa di salire sulla vetta

per poi tornare indietro

e sbranarsi coi fratelli.

 

L’invidia nei caffè,

nel piatto l’odio,

dilegua tra gli sguardi

e nel vento, la poesia.

 

E tu,

ancora viva e ardente,

su un tetto di Chagall

accresci l’ali al tempo.

 

 

 

 

Amarcord

 

Ti offro il mio cuore

su un tagliere di mogano,

dove la stessa morte

è un gioco in cui rischiare.

 

Eppure ti vedevo miétere nell’orto

gli anni che passasti amando un corpo,

il vento che frustava il cielo terso,

i segugi che latravano nella terra sicura.

 

Ti offro il mio cuore

su un vassoio d’argento,

dove qualcosa avvizzisce

come un gioco perduto,

in cui è inutile azzardare

la posta che non ci è dato

                              vivere.

 

 

 

DATOS VITALES

Daniel Cundari (Rogliano, Cuti, 1983) es un poeta en italiano, español y dialecto calabrés. Se trata de una de las voces más potentes y singulares de la poesía italiana actual. Ha publicado Cacagliùsi/Balbuzienti (Roma, 2006); Il dolore dell’acqua (Roma, 2006); Geografía feroz (Granada, 2011) y varias plaquettes. Ha colaborado en revistas como Polimnia y ganado distintos premios literarios.

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