En esta nueva entrega de Combate, Alí Calderón comenta brevemente “Palabras iniciales”, poemario de Renato Prada Oropeza (1937-2011). El próximo lunes 17 de octubre, la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP le organiza un homenaje a Prada, intelectual fundamental de nuestros tiempos. La cita es en la Sala Severo Martínez a las 10:00 horas.
PALABRAS INICIALES DE RENATO PRADA OROPEZA
Renato Prada Oropeza (Potosí, Bolivia, 1937) fue uno de los intelectuales más completos de América Latina. Se desarrolló con muchísima fecundidad en el ámbito de la teoría literaria al grado de ser prácticamente imposible el estudio de la narrativa de manera seria y rigurosa sin la consideración de sus aportes.
Renato Prada es un narrador muy valioso, experimental en algunos momentos, siempre preocupado porque en su discurso converjan una estructura novedosa (al nivel de la intriga) y un símbolo estético trascendente. Su obra narrativa ha sido distinguida, por ejemplo, en 1969, con el Premio Casa de las Américas con la novela Los fundadores del alba, cuando el Premio Casa de las Américas era el premio casa de las américas, un reconocimiento de gran prestigio.
De manera tardía pero, digámoslo también, muy oportuna, Renato Prada escribe poesía y nos entrega su primer poemario, Palabras iniciales, editado por el Gobierno del estado de Veracruz y acompañado con las obra gráfica de José Luis Fariñas.
Se trata de un libro interesante, conmovedor a momentos, con una reflexión y maduración de las ideas que torna cada poema trascendente no sólo por el símbolo que lo sustenta sino por el tono que lo cruza. Y recordemos que el tono, aunque difícil de cuantificar o describir, es un importante elemento portador siempre de sentido, una cierta atmósfera que domeña el poema, la sensibilidad que se percibe en el conjunto de los versos.
El poemario está compuesto por cuatro secciones: “Palabras iniciales”, “Alimento cotidiano”, “Locas inquietudes” y “Los condenados de la tierra”. En la primera, “Palabras iniciales”, encontramos el poema “Madrepalabra”. Este texto da sustento ontológico al acto de escribir y, por supuesto, a la condición de exististente:
Mi inicio en el suspiro es la palabra,
primera nodriza de mis primeros pasos
En este poema advertimos que sólo a través de la palabra es posible el mundo; la modelación de la realidad es a posteriori, el verbo, como en la tradición judeocristiana, es primigenio; el lenguaje es primordial, sólo mediante la palabra somos.
En esta sección, además, encontramos una especie de arqueología del ser, una reconstrucción de su naturaleza, de la forma en que habita el mundo. Así, en “Padre” podemos leer lo siguiente:
Quizás la persistencia de tu imagen en mis gestos,
de tus dedos tendidos,
de tu ala protectora,
sean fantasmas benévolos, que inventa
mi confundida memoria.
o
Quizás por eso, cuando río,
imploro,
me fundo en el orgasmo con la mujer amada,
todavía despliegas en mí tu voluntad
de habitar mi piel dolida.
Y en “Hijo”, con gran nostalgia, y recordando que, en palabras de Baudelaire, la nostalgia es fuente de toda poesía sincera, leemos:
Quizás mis ojos miren por tus frescas pupilas
las islas que ya no podrán hollar mis pasos.
En el poema “Una sola carne” se nos devela la plenitud del ser a través de la alegoría entre el diálogo democrático, horizontal, y la cópula:
Porque el verbo sólo planta su imperio
en el tabernáculo de lo íntimo:
día-logo que creamos tú y yo entrelazados,
fundidos en la raíz primaria,
que trenza el día entero,
la noche estrellada y hermana,
de risas y frentes despejadas,
encuentro de miradas plenas.
La segunda sección, “Alimento cotidiano” se centra en una especie de analítica existenciaria fundamentalmente enfocada en la alteridad, es decir, en las diferentes maneras de ser-con-el-otro. De esta forma, Renato Prada, el autor modelo Renato Prada, la voz poética Renato Prada, el sujeto lírico Renato Prada, reflexiona poéticamente sobre el amigo, sobre el adversario u oponente en “La roca en el camino”, sobre el desconocido para, finalmente, encontrarse de frente con la alteridad más radical en “Presencia ignorada”. Según creo, por la emotividad que alcanza, este es uno de los mejores poemas del libro, quizá el mejor. En él leemos, por ejemplo:
Hay días en que Dios mismo,
en carne y hueso,
con la evidencia del capullo que revienta,
te habla a tu oído más íntimo,
a tu nervio más tierno.
O
Hay días que desde la mirada huérfana,
del niño desvestido con el desprecio del mundo,
desde sus ojos ancianos en humillación y rechazo,
quita la máscara
del maligno que quiere ocultar su rostro,
en los sótanos de su palacio de orgullo vano,
espejo de su miseria.
Hay días, digo,
que la vida en su plenitud te invita
desde lo pequeño, lo despreciable, lo inaudito,
morada del amor que te lanzó al escenario,
único regazo de la verdad y el verbo,
para que aceptes el abrazo,
escuches las palabras,
y te unas al coro de los ángeles que habitan la tierra.
“Locas inquietudes” es una sección que nace bajo el signo del pesimismo. La pérdida de certezas y el peso insondable del mundo producen una cierta sensación de agobio y desazón. Así, en “Adiós” leemos:
El azar el la atmósfera de nos brinda
el afanoso pasar de los días
(…)
Porque nada está dicho para siempre,
ni decidido con la falsa garantía de encontrarnos ante
el espejo.
O
Todo es pasar, perimir, diluirse.
Sólo nos queda el bullir de la nostalgia
por lo que no fue,
por lo perdido,
el olvido que corroe nuestra memoria.
(…)
Todo nos fue dado con astucia de mercader avaro,
de cartero indiferente,
de cajero de supermercado
El poema “¿Dónde está muerte tu aguijón?” es muy interesante porque se desarrolla en él la atmósfera de lo ominoso:
Tus ojos tenían el brillo de nuestras miradas furtivas,
de nuestros guiños de espanto contra el rincón sombrío
en nuestra alcoba, pabellón infinito de nuestros finitos sueños.
La última sección del poemario, “Los condenados de la tierra”, hace referencia al magnífico tratado sociológico de Frantz Fanon acerca de la relación entre colono y colonizado. Este conjunto de poemas se inscribe dentro de lo que se ha llamado poesía social. “Patria íntima” y “Patria grande” son poemas en los que Renato Prada da cuenta de su simpatía por la liberación latinoamericana:
Allí aprendiste el sudor y la muerte por fatiga,
el látigo hirió tus lomos
y la espuela te sometió a la complicidad del ultraje,
del crimen y la lágrima de la viuda.
Son bien conocidos los peligros que implica la poesía social, esencialmente un alejamiento de la función poética del lenguaje, una mácula en la literariedad del texto de intención estética. En Renato Prada, sin embargo, el peligro queda erradicado. Estos textos logran conmover a través de la matización afectiva y lengua puesta en tensión:
En mis pupilas de niño todavía quedan pegadas
ráfagas de persecución y fuga,
lágrimas de madres
con viejos desdentados
colgados de sus senos áridos.
Igualmente es posible advertir cierta cercanía o inclinación hacia la teología de la liberación (y diríamos, recordando a Ernesto Cardenal, a la teología de la revolución):
Del barro fermentado con el sudor,
lágrimas y esperanza, afirmación y lucha,
renacen Adán y Eva y un nuevo paraíso.
En este Belén inmenso de mi paisaje renacido
el Cristo entrañable es liberado,
(…)
Aquí en nazareno de piel morena y la virgen de bronce
entonan el cántico del magnificat eterno,
salmo de verdad y orgullo al Dios de los humildes,
único Dios permitido por la cordura,
por la afirmación del nuevo día,
por el amor del noble samaritano,
del fraile cubierto de resplandecientes andrajos.
Aquí en mis manantiales plenos retoza el coraje
del desafío, de la apuesta por enderezar los tiempos.
Con estos poemas, Renato Prada no sólo conversa e ingresa al diálogo poético con algunos autores mexicanos, cercanos a él generacionalmente (José Emilio Pacheco, Thelma Nava, Eduardo Lizalde, Jaime Augusto Shelley) sino que se inscribe dentro del pensamiento social latinoamericano enfocado en la liberación y la crítica a la colonialidad. Conversa, desde la poesía y un lugar de enunciación cifrado en la kenosis o abajamiento, con Enrique Dussel, Edgardo Lander, Walter Mignolo o Aníbal Quijano, por ejemplo.
Formalmente, Renato Prada no es un purista. La manera de urdir el poema está más cercana a la perífrasis de conceptos que a la síntesis de sensaciones e imágenes. Su verso libre se advierte dúctil y preciso. A momentos, el uso indiscriminado de comas interfiere con el fluir de la conciencia poética aunque dota a los textos de un cierto aire de pausa y solemnidad. Es interesante, asimismo, la casi unánime adjetivación antes del sustantivo:
La brújula es el símbolo mismo de tu aliento,
de tu fresca mirada en mis ojos
de tu blanca palabra en mis oídos,
de tu fuerza injertada en mis frágiles nervios
Esto develaría, de algún modo, que en la visión de mundo de este sujeto lírico las cualidades son inherentes a las cosas, no accidentales; pesa más el a priori que el a posteriori en la vida.
El estilo Renato Prada es distinguible, particularmente, por una inclinación al empleo de pluralidades, sintácticamente hablando. De tal suerte que en estos poemas abundan los sintagmas no progresivos[1] al punto de crear ramificaciones de cierto cariz barroco:
Y también está aquella madrugada loca de trinos,
cantos de pajarillos en las verdes ramas
del árbol erguido en lo alto del monte;
está el dulce, suave y acariciador anuncio
de un día único,
inédito,
pletórico,
de dicha sin causa,
sin dueño remitente
En ningún momento se muestra más artista Renato Prada que en los poemas de “Condenados de la tierra”. En ellos coinciden forma interior y exterior, se corresponden. La ley de la isomorfía se cumple: hay coincidencia entre forma de la expresión y forma del contenido:
Mi memoria despierta en tu dolor oscuro,
sal y vinagre,
pan de amanecer cotidiano.
Mis oídos primarios están plenos de látigos,
aullidos que desgarran las nubes,
espinas en la piel del recién nacido.
Mis primeros pasos me conducen
a zaguanes de zozobra,
corrales de suciedad y hambre.
En este fragmento, por ejemplo, se construyen las sensaciones de dolor, agitación y rabia gracias a una atinada combinación de sonidos vibrantes simples o múltiples, fricativas y oclusivas sonoras y sordas. Las vibrantes (r, rr) producen la sensación de violencia y rabia. Las fricativas, una impresión de llanto y agitación debido al aire que fluye al ser pronunciadas, las oclusivas generan la idea de cerrazón y dureza. Es así como la lengua es dispuesta de tal modo que produce la emergencia de un efecto estético.
Podemos decir, en conclusión, que Palabras iniciales es un poemario dignísimo, bien construido y con ideas sólidas que lo sustentan. Palabras iniciales es un libro que no podemos sino saludar muy gratamente.
BIBLIOGRAFÍA
Alonso, Dámaso
1979 Seis calas en la expresión literaria española. Madrid. Gredos.
[1] Dice Dámaso Alonso: “Llamo Sintagmas no progresivos a esos momentos de la elocución en que todas las voces que los forman tienen una misma función sintáctica” (Alonso, 1970: 25).