Poesía ante la incertidumbre, un viaje a la esencia

incertidumbre[1]¿Crees que fue polémico el prólogo de Poesía ante la incertidumbre?  El siguiente texto pone algunos puntos sobre las íes al respecto. Durante 2011 esta antología fue presentada en distintas ciudades de España, Italia, Argentina, Colombia, Nicaragua, El Salvador y México y se convirtió en uno de los libros que animaron la poesía en nuestra lengua.

 

 

         POESÍA ANTE LA INCERTIDUMBRE, UN VIAJE A LA ESENCIA

 Poesía ante la incertidumbre

 

“Música, música siempre y todavía. / Que tu verso sea fugaz y suave, / sutil y ligero, como vuelo de ave / que busca otros cielos y otro nuevo amor. / Que tu verso sea la buena ventura / esparcida al aire de la madrugada, / que huele a tomillo y a menta granada… / Todo lo demás es literatura.” Así cerraba Paul Verlaine su célebre poema Art Poétique, en el que reflejó su particular visión sobre la creación poética. No es la primera vez que se considera la poesía como una plasmación diferente, imbuida de un rango que la aleja del resto de géneros literarios. Es la manifestación artística más antigua de la humanidad, junto con la pintura, y tiene a su alcance diversos recursos o procedimientos que no aplican en el lenguaje conceptual o denotativo. La creación poética abarca una reconstrucción subjetiva de la existencia humana que va desde el nivel fónico-fonológico al semántico y sintáctico, pasando por el ensanchamiento del significado y el uso de imágenes, símiles y figuras literarias como la metáfora, la hipérbole o la personificación. El hecho poético se verifica en el encuentro con cada lector u oyente, que otorga nuevos sentidos personales al texto escrito o recitado. No es de extrañar pues que la poesía sea considerada por muchos autores una realidad espiritual que está más allá del propio arte. Según esta concepción, la calidad de lo poético trascendería el ámbito de la lengua y del lenguaje para expresar artísticamente emociones, sentimientos, ideas y construcciones de la imaginación.

 

Presentación en Granada, mayo 2011

Presentación en Granada, mayo 2011

 

Una de las ideas peor interpretadas del prólogo de la Antología Poesía ante la Incertidumbre es la que versa sobre la inteligibilidad de la poesía. En muchos casos se ha querido comprender torticeramente que nos referíamos a un uso menguado y escueto de la palabra, asimilable a la mera función informativa. Es llamativo que alguien en su sano juicio crea que ocho poetas de seis países diferentes, -recientemente extendidos a doce de ocho países con la edición de la antología en Argentina, Perú y Chile- y con reconocida experiencia literaria a sus espaldas puedan tener de verdad una visión tan simplista e ingenua, a no ser que estén dándole la razón al viejo refrán castellano: “Los simples siempre piensan que los demás lo son aún más.” Es obvio que entender, en poesía, excede la comprensión meramente funcional, puesto que apela a estratos diferentes de la comunicación: sensoriales, emotivos, imaginativos, asociativos y evocativos. El discernimiento poético es intuitivo además de racional, lo cual no significa que la poesía pueda desprenderse completamente de todo rasgo comunicativo humano sin sufrir severas consecuencias. La intuición es un concepto básico de la Teoría del conocimiento que aplicado a la epistemología suele describirse como aquel conocimiento que es directo e inmediato, sin intervención de la deducción o del razonamiento, una percepción sensible que ofrece un conocimiento innato o experiencial de la realidad. De manera empírica se piensa que el entendimiento humano posee una intuición intelectual capaz de conocer la esencia de las cosas y sus diversas formas mediante los conceptos. El propio Descartes, desde el racionalismo, considera válida la intuición como deducción realizada por la conciencia a partir de unos principios o ideas consustanciales al ser humano, lo que denomina análisis con conocimiento evidente de certeza. Es decir, el conocimiento intuitivo se adapta a una multitud de formas de expresión no narrativas ni lineales, pero no excluye la lógica interna de su mecanismo de percepción. Una lógica más extensa que la de la mera transmisión de hechos, pero en ningún caso inexistente. Desproveer completamente de lógica interna -sea ésta del orden que sea- al lenguaje poético equivale a condenar a los lectores al ostracismo intelectual, ya que la percepción humana se rige por mecanismos complejos imposibles de obviar. Por supuesto no existe un único canon formal para lograr este objetivo estético-comunicativo, y de hecho el eclecticismo con el que grandes autores han abordado la creación poética no ha hecho más que enriquecerla. Pero todos los poetas magistrales que son capaces de dejar una huella indeleble en nuestro espíritu tienen en común saber jugar con las dosis adecuadas de música y ritmo, -“de la musique avant toute chose”, retomando a Verlaine-, emoción o sentimiento, un uso extenso y abierto del lenguaje y hondura reflexiva o de pensamiento. Decía Primo Levi que “aquel autor que escribe abstruso sólo tiene dos posibles diagnósticos: o es un ignorante incapaz de utilizar el lenguaje de manera más accesible, o es un malvado que obliga ex profeso a sus semejantes a un esfuerzo suplementario y estéril para recolectar un mismo fruto.”

 

 

 

En León, España, Mayo de 2011

En León, España, Mayo de 2011

 

Y esto nos lleva a una de las ideas más perversas e interesadas -casi dogma por la nulidad de criticismo que obtiene desde muchos sectores- que imperan entre ciertos ámbitos del mundo poético. Se trata de tildar a la poesía más experimental o hermética de difícil y a la poesía más transparente o pura de fácil. Nada más lejos de la realidad. No existe buena poesía de ningún tipo que sea fácil. Bien lo sabía Juan Ramón Jiménez cuando hablaba de la “difícil sencillez” que caracterizó toda su obra madura. Él infundió a su creación poética un sentido extraordinario de búsqueda, hasta lograr un lenguaje absolutamente depurado pero pleno de contenido, algo semejante a lo que Antonio Machado había definido como “palabra clara, pensamiento hondo”. Recordemos ese pasaje de su célebre poema “La que habla”: “Vino, primero, pura, / vestida de inocencia. / Y la amé como un niño. / Luego se fue vistiendo / de no sé qué ropajes. / Y la fui odiando, sin saberlo. / Llegó a ser una reina, / fastuosa de tesoros… / ¡Qué iracunda de él y sin sentido! /…Mas se fue desnudando. / Y yo le sonreía. / Se quedó con la túnica / de su inocencia antigua. / Creí de nuevo en ella.” Es falaz argumentar que la poesía de apariencia oscura proponga al lector un reto añadido, el esfuerzo de encontrar los múltiples significados hipotéticos y deleites sensoriales diversos que encierran las palabras mediante un uso beneficioso del intelecto. Se suelen apoyar quienes sostienen tales afirmaciones en la obra de grandes poetas como Ezra Pound, T.S. Eliot o César Vallejo. Pero la realidad es que la mayoría de los epígonos actuales de las antiguas y múltiples vanguardias no construyen sus poemas como sus supuestos maestros, con la costosa complejidad de un reloj suizo cuyas piezas encajan exactamente en un todo previamente diseñado. Simplemente se limitan a yuxtaponer palabras de un modo más o menos arbitrario, amparados por ese aparentemente incuestionable statu quo del arte en el que todo vale. Cierto es que existe también poesía pésima escrita de manera clara, pero ésta última es menos dañina, puesto que el público lego detecta con facilidad el engaño, estando sin embargo inerme ante el artificio estéril y la vacua pretensión de hondura. Ante semejante desamparo, los lectores de poesía reaccionan de la única forma posible, abandonando paulatinamente los versos y los recitales poéticos, de los que todos hemos visto a verdaderos amantes de la poesía salir hastiados cuando no directamente disgustados. Y es que, utilizando la analogía con el cuento de Hans Christian Andersen, aunque sólo la inocencia de un niño sea capaz de denunciarlo y los adultos callen debido a las circunstancias imperantes, ellos también ven al emperador desnudo por más que se empeñen en describirles la suntuosidad, la finura y la belleza de unos ropajes inexistentes. Como afirma Ramón Irigoyen en uno de sus poemas: “Un poema si no es una pedrada / -y en la sien- / es un fiambre de palabras muertas.”

  

Poesía ante la incertidumbre en Nicaragua

Poesía ante la incertidumbre en Nicaragua

buenos aires

 

Recientemente hemos tenido oportunidad de leer una de las mayores sandeces imaginables a propósito de la creación poética. Es una aseveración que movería a la carcajada si no fuese porque nada entre las aguas del patetismo y la más profunda idiocia. Se afirma que la verdadera forma de oponerse a la manipulación colectiva es impugnar el principal mecanismo de representación del mundo y de construcción de la realidad: el lenguaje. Según esto, el lenguaje humano es un artilugio maniobrado desde el poder y que, como toda arma dañina, debe ser refutado y rectificado. Parece ignorar que incluso para los lingüistas y neurolingüistas sigue siendo un misterio el momento y el modo de aparición del lenguaje humano en el Homo Sapiens. Lo único claro es que nuestra capacidad de desarrollar lenguaje, única en nuestra especie, nos permite comunicar ideas y emociones por medio de un sistema de sonidos articulados, de trazos escritos y de signos convencionales, por medio de los cuales se hace posible la relación y el entendimiento entre individuos. El lenguaje no pertenece en esencia al poder, sino a todos nosotros, es una de las pocas posesiones humanas plausibles de estar democráticamente distribuidas y que una vez perfeccionada por un individuo, nadie puede arrancarle salvo con la muerte. Sabido es que los regímenes autoritarios, o en el momento actual, el propio mercado, retuercen el lenguaje, lo vacían de contenido y lo utilizan en beneficio propio. Por eso es aún más monstruoso un precepto poético que desconfía de su materia prima -el lenguaje-, y que no contento con eso, promulga una impugnación y rectificación del mismo, que es exactamente lo que hacen los totalitarismos. Nos encontramos entonces con una poesía prefabricada, cuya génesis responde más a una ideología que a la intrínseca necesidad humana de expresión, y que parte de unos esquemas rígidos como son la transformación y vaciamiento del lenguaje en pos de una supuesta justicia social mayor. ¿No conciben que el único modo de contrarrestar los efectos nocivos ejercidos por el poder en el lenguaje es utilizarlo de una forma humana y límpida, cargarlo de contenido, de ideas, de meditación, para poder ser esgrimido como un escudo ante el pensamiento único? Ésta ha sido la principal función secular de la poesía, más allá de su innegable objetivo estético, y por extensión del resto de la literatura, así como de la filosofía y del resto de las Humanidades. ¿O acaso pretenden dejar a los lectores ávidos de reflexión en las tinieblas, abandonados entre los discursos abusivos y engañosos de los medios de comunicación al servicio de los poderosos y la absoluta nada representada por un lenguaje impugnado mediante unos mecanismos que no les incumbe conocer? ¿Se imaginan un filósofo que intentase construir una doctrina filosófica basándose en el presupuesto de la distorsión histórica del lenguaje y por tanto utilizándolo de manera completamente ininteligible y subjetiva? Quizá podría estar bien como experimento anecdótico o llamada de atención, pero desde luego no sería de la misma utilidad para nadie que los grandes filósofos de todos los tiempos, quienes nos han ayudado a ser críticos y plantearnos dudas de modo incesante. Precisamente un filósofo, Heidegger, que reflexionó reiteradamente sobre la proximidad entre el pensamiento y la palabra poética, afirmaba que un pensador auténtico es aquél capaz de escuchar la voz silenciosa del Ser para “mostrarlo”. El lenguaje es la “casa del Ser” y el lugar primero de la verdad. Poesía es fundación por la palabra y en la palabra. El poeta nombra las cosas.  Ese nombrar es esencial, nombrar es abrir la existencia al ser originario. El Nombrar es el Decir donde se manifiesta el misterio del Ser. Es, en consecuencia, el lugar donde habita auténticamente el Hombre como existente, como “abierto” al Ser.

 

En el Poesia Festival de Italia

En el Poesia Festival de Italia

 

Otro argumento que suena nonacentista aunque curiosamente sea aún muy empleado en nuestros días es que se trata de una “incongruencia” estética apreciar la voz y nutrirse  del legado de autores tan dispares como Neruda, Ángel González, Rilke, Allen Ginsberg, Rabindranath Tagore, Idea Vilariño, Hölderlin, Emily Dickinson, Vladimir Holan o José Agustín Goytisolo, pongamos por caso. Se trata de una visión maniquea y simplista de la realidad. Nosotros abogamos por las influencias dispares y eclécticas, mejor cuanto más ricas y variadas, en varios idiomas si es posible, de muchas culturas, siempre que compartan la única característica de verdad relevante en poesía: la calidad. A nadie se le ocurriría cuestionar por qué un melómano colecciona jazz, rock, blues, tango, bossanova, techno y música clásica, y mucho menos tacharlo por ello de incoherente. Eso sí, seguro que, dentro de los respetables gustos personales, sus posesiones agruparán los mejores músicos de cada género. En poesía, las vanguardias forman ya parte de nuestra tradición, de nuestro legado lírico colectivo. Del mismo modo que el mester de juglaría o la poesía isabelina. Estudiando con ahínco y asumiendo todo nuestro pasado, que forma parte indeleble de lo que somos, estamos convencidos de que lo más honesto hoy en día es cantar, cantar desde el fondo del alma sin preceptos ni corsés, sin fabricar estructuras que respondan a ninguna medida canónica, sino ejerciendo la máxima heterodoxia formal y de fondo. Cantar nuestra fragilidad y nuestra grandeza, nuestra angustia y nuestra alegría, las cumbres y los abismos de nuestra realidad, lo áspero y lo dulce de nuestros deseos, el dolor y el placer del oficio de estar vivos es y seguirá siendo lo más valiente e incluso revolucionario –entendido como libertad absoluta de pensamiento-; por más que se quiera tachar de retrógrado desde posiciones resabiadas y carentes de espontaneidad. Y el resabio, como el cinismo, son, sintiéndolo mucho, incompatibles con la poesía, que mana siempre desde la pureza, que puede ser lírica, satírica o irónica, pero siempre verdadera. Traigamos a la memoria para finalizar al gran William Faulkner, quien afirmó lo siguiente reflexionando sobre el papel del poeta: “Los poetas, los escritores tienen el deber de escribir sobre las cosas que conciernen a todos los hombres. Es el privilegio de ayudar al hombre a soportar la existencia mediante el levantamiento de su corazón, recordándole el coraje y el honor, la esperanza y el orgullo, la compasión y la piedad y el sacrificio que han sido la gloria de su pasado. La voz del poeta necesita no sólo ser el registro del hombre, puede ser además uno de sus pilares, los pilares que le ayudarán a resistir y prevalecer. ”

 

 

En Buenos Aires, diciembre 2011

En Buenos Aires, diciembre 2011

 

 

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