El amor, vínculo vida-poesía en Ernesto Cardenal

Ernesto Cardenal Alforja

(Este texto fue leído en la entrega del Premio Zacatecas de Literatura 2008)

“El poeta es sacerdote”, aseguró Novalis, como un atributo para todo poeta, aunque suponemos que específicamente aplicado a los de su generación romántica. Si bien es interesante esa aseveración, Novalis no se estaba refiriendo a los sacerdotes poetas como san Juan de la Cruz o san Bernardo, y nosotros no vemos en esa idea a los modernos Lanza del Vasto o Thomas Merton, en quienes encontramos otras características muy particulares, sobre todo la convicción de que la vida y la poesía están regidas por el amor en todas sus acepciones. “Todo aquel que no ama sigue estando muerto” (san Juan, 3:14). Esa importancia del amor como vínculo principal entre vida y poesía está en el sacerdote Ernesto Cardenal desde sus primeros momentos de creador.

Meister Eckhart (1260-1328) -indudable poeta, filósofo, místico, teólogo, sacerdote católico- en sus tratados disertó muchas veces sobre el amor como una entrada a la meditación profunda que puede llevar a fundirse con el Uno -Dios–, la Unicidad, es decir, el sentido fundamental de re-ligarse, de ser Uno con el Todo. Es la experiencia que san Juan de la Cruz confirmó con sus muy celebrados versos: “Entréme donde no supe / y quedéme no sabiendo, / toda ciencia trascendiendo…” Ernesto Cardenal vivió esa experiencia y nos la cuenta en su libro Vida en el amor, también la comenta más tarde en sus Memorias I: “El sábado 2 de junio [de 1956] al medio día, a la hora de la boda… me sentí abatido hasta el fondo del abatimiento. Lo que yo sentía es lo que expresa aquel salmo llamado De profundis clamabo…” Ese abatimiento también lo encontramos en el verso de san Juan de la Cruz, estado que él describe como “un no sé qué que queda balbuceando”.

Había dicho que se trata del amor en todas sus acepciones, y así mismo lo ha expresado Cardenal: “Todos los apetitos y las ansias del hombre, el comer, el sexo, la amistad, son un solo apetito y una sola ansia de unión de unos con otros y con el cosmos.” El poeta monje trapense, gran pensador moderno, maestro, amigo y cómplice de Cardenal, Thomas Merton tuvo semejante opinión: “Amar es ciertamente una intensificación de la vida, una forma de lo completo, de la plenitud, de la vida en su totalidad.”

El amor terrenal, carnal, el amor a las mujeres, no estuvo ausente en la vida y obra de Ernesto Cardenal; así, en sus Memorias I hizo un recuento de sus mujeres amadas: Claudia, Myriam, Meche, Conchita, Ileana, Martha, Adelita, a esta última la recuerda incluso en su ultimo extenso poemario: “Yo he dicho de ella en el Cántico cósmico que sus ojos eran de color de uva moscatel o a veces color océano en alta mar y entre verde y azul tierno”. Aquellas muchachas no sólo apasionaron al joven poeta Cardenal sino a todos los miles que hemos leído su libro Epigramas, cuya primera edición se hizo en 1961 por la Universidad Nacional Autónoma de México. Son, indudablemente, los más destacados epigramas del siglo XX escritos en castellano. Testimonio y destreza poética que de ese género que muy bien percibió y maduró el poeta con sus traducciones de los maestros latinos Cayo Valerio Catulo y Marco Valerio Marcial, las más atractivas versiones a las que podemos acudir los lectores de este género.

Aquel De profundis clamabo de 1956 fue el llamado para Ernesto Cardenal a la vida monacal y sacerdotal, indiscutiblemente arrebatado por la experiencia amorosa. Thomas Merton dice: “Quien está solo y es consciente de lo que significa esa soledad, se encuentra a sí mismo en el fondo de la vida. Está enamorado. Está enamorado de todo, de todo el mundo, de todas las cosas.” Cardenal decidió ingresar a la abadía de Nuestra Señora de Gethsemani, en Kentuky, Estados Unidos, de la orden contemplativa cistircense, más conocida como trapense. Lugar en el que encontraría las afinidades electivas con el poeta Thomas Merton.

En 1957 Ernesto Cardenal emprende el viaje hacia Kentuky en avión. Hace una escala en el aeropuerto de Miami, momento que recuerda así: “Una gran cantidad de anuncios y letreros [que] para mí no tenían sentido y eran cosa de locura: Beba… Compre… Coma. Visitar tal sitio, alquilar un auto, llevarse un yate… Entre los libros de bolsillo que vendían vi uno que era una guía para reconocer pájaros y no sé por qué lo compré. Hasta después sabría la gran utilidad que para mí iba a tener ese libro” Memorias I, p. 12.

La vida de meditación, estudio y trabajo en el monasterio dará motivos de importantes reflexiones para el poeta. La oración indicará un buen camino hacia la poesía. Él está convencido de que: “La oración es algo natural en el hombre, como hablar, o suspirar, o mirar, o como el latir del corazón enamorado.” Así se va gestando su poesía como un decir natural, la lengua (lenguaje) que destila poesía. Y del monasterio surgen sus primeros poemas-oraciones, versiones de su libro Gethsemani, Ky.: “2 a. m. Es la hora del Oficio Nocturno, y la iglesia / en penumbra parece que está llena de demonios. / Esta es la hora de las tinieblas y de las fiestas. / La hora de mis parrandas. Y regresa mi pasado… / Es la hora en que brillan las luces de los burdeles / y las cantinas. La casa de Caifás está llena de gente. / Las luces del palacio de Somoza están prendidas. / Es la hora en que se reúnen los Consejos de Guerra / y los técnicos en torturas bajan a las prisiones…” Ahí el poeta ve y nos comunica lo que las apariencias no nos dejan ver. De estos poemas-oraciones vendrá después el libro de Salmos (1965) donde dichos textos bíblicos se vuelven modernos, actualizados, con un leguaje e imágenes del siglo XX: “Dios mío Dios mío ¿por qué me has abandonado? / …Me rodean los tanques blindados / estoy apuntado por las ametralladoras / y cercado de alambradas… / Me tatuaron un número / Me han fotografiado entre las alambradas / y se pueden contar como en una radiografía todos mis huesos…” Libro del cual Merton comentaría: “Tus Salmos son tremendos. ¡Si los sacerdotes supieran lo que están recitando todos los días! ¿Será necesario que estemos en el campo de concentración para que la verdad nos vuelva?” En otro momento nos dará a conocer el estrujante poema “Oración por Marilyn Monroe”: “Señor / en este mundo contaminado de pecados y radioactividad / Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda, / Que como toda empleadita de tienda soñó ser estrella de cine. / Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicólor)… Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes. / Para la tristeza de no ser santos / se le recomendó el Psicoanálisis…”

Sobre la importancia que iba a tener aquel libro que compró en el aeropuerto de Miami, Cardenal rememora la primavera de 1957 en el monasterio diciendo: “…estaban cantando los miles de pájaros… Gran uso le empecé a dar entonces a mi pocket book de pájaros… Así supe por ejemplo que ese pájaro negro tornasol, parecido a nuestro zanate clarinero, se llama estornino.” Memorias I, p. 100. Tiempo más tarde celebraría la primavera con estos versos: “…ésta es la estación del amor. / Los estorninos cantan en el sicomoro.”

Los cantos de los monjes a la creación del Universo en el monasterio se empalman, en el mismo sentido, con los trinos de las aves: “Cuando los monjes cantan en coro están cantando en nombre de la creación entera, porque también todo en la naturaleza, desde el electrón hasta el hombre, es un solo salmo.” Vida en el amor, p. 25. El amor es sincrónico como en el concepto taoísta: “Todas las cosas se aman. La naturaleza toda tiende hacia un . Todos los seres vivos están en comunión unos con otros.” Vida en el amor, p. 23.

Estos conocimientos y sensibilidad se verán reflejados en el notable poema de largo aliento Canto nacional. Las aves nicaragüenses cantan en un éxtasis paradisíaco de sus paisajes selváticos, algunas con nombres onomatopéyicos que califican sus específicas canciones, son un jolgorio que festeja la vida, celebración al canto que sin duda alguna transmiten el amor a la naturaleza, un amor tan fuerte para el poeta que será la razón por la cual condenar las injustas apropiaciones y explotaciones de esas atmósferas de belleza. Cito: “En las mañanas de mayo, cuando empiezan las lluvias / canta el zenzontle / en las tardes de julio, después del aguacero / canta su canto dulce el zenzontle… Y el zanate clarinero, Cassidix nicaragüensis (es un pájaro nicaragüense) negroazulvioláceo vuela… Y el pájaro-degollado (con mancha roja en el cuello) canta en los huertos / el toledo de terciopelo negro y boina escarlata / canta TO-LE-DO TO-LE-DO en los cafetales / el pijul de plumaje de color de noche canta / PIJUL PIJUL PIJUL… / el tres pesos pide canta / TRES PESOS TRES PESOS TRES PESOS / la chorchita canta en los plantíos levantando la colita…” “Canto nacional” en Poesía reunida, Editorial Andrés Bello, p. 217.

“En marzo florecen en Solentiname los roles sobre el agua con / flores rosadas como labios de muchachas / y el chichiote canta en el verano el canto más / bello de Nicaragua / y canta el cucurruchí en el verano haciendo su nido…” [vid supra, p. 218].

Después del elogio a la naturaleza, al canto de las aves, al paraíso terrenal de la selva nicaragüense, viene la realidad histórica a confirmar el descalabro del utilitarismo comercial, de la usura mercadotécnica, y los pájaros ya no serán los que cantan sino los que graznan, crujen al mundo. Cito; “Pero sucedió que otro país tenía necesidad de estas riquezas. / Por los préstamos de 1911 Nicaragua cedió sus aduanas / a los prestamistas y la dirección del Banco Nacional… Corrupción, corrupción nacional fue el banquete de los banqueros / un banquete de zopilotes / caballeros de negro frac en rueda como zopilotes. / Y los políticos: como murciélagos ciegos que nos cagan / colgados en lo oscuro cagándonos y orinándonos…” [vid supra, p. 219].

La denuncia y la protesta será importante distintivo en la poesía de Cardenal, pero conviene aclarar que se trata de una obra muy lejos del panfletismo. Es poesía que se rige por un ética de la verdad y el rechazo a las injusticias, y sobre todo con base en el amor. En la década de 1960 se le llamó “Teología de la liberación” pero se trata de convicciones que están de antaño en los orígenes, en los textos sagrados y autores diversos. El Maestro Eckhart decía: “Que Dios nos ayude a amar la justicia por ella misma y a Dios sin porqué.” Específicamente Cardenal reflexiona: “La literatura debe prestar un servicio. Debe estar -como todo lo demás en el Universo- al servicio del hombre. Por lo mismo, la poesía también debe ser política. Aunque no propaganda política…”

Ernesto Cardenal hace muchas descripciones realistas en su poesía, utiliza también el recurso de la crónica y hay momentos de literalidad y prosa, él llama “exteriorismo” al estilo de su escritura, y lo explica diciendo: “El exteriorismo es la poesía creada con las imágenes del mundo específico, el mundo que vemos y palpamos, y que es, por lo general, el mundo específico de la poesía. El exteriorismo es la poesía objetiva: narrativa y anecdótica, hecha con los elementos de la vida real y con cosas concretas, con nombres propios y detalles precisos y datos exactos y cifras y hechos y dichos. En fin, es la poesía impura.” La primera muestra de esa poesía exteriorista impura fue el largo poema Hora 0, cuya primera edición se hizo a instancias de su amigo paisano, colega y tocayo Ernesto Mejía Sánchez, en el año de 1957 por la Revista Mexicana de Literatura. Otro largo poema que combina historia, crónica, hechos de la realidad es El Estrecho Dudoso (como se le llamó en tiempos de la conquista española al actual territorio nicaragüense). José Coronel Urtecho lo califica así: “…versos funcionales, visuales, ‘proyectivos’, como diría Charles Olson -es decir, ajustados a las facilidades de la máquina de escribir para registrar una nueva sensibilidad, aunque no menos fieles a las experiencias originales que constituyen el asunto del Estrecho Dudoso, ya que a menudo proceden parcial o totalmente de documentos contemporáneos a los sucesos…” El Estrecho Dudoso, Ediciones Carlos Lohlé, Argentina, segunda edición, 1972, p. 18.

En la poesía de Cardenal ocupa un lugar muy especial el reconocimiento de las culturas originales del continente americano, como un rescate de sus sabias cosmogonías, lo que se muestra en su poemario Homenaje a los indios americanos (1957) más tarde ampliado bajo el título de Los ovnis de oro. Poemas indios (1988). Desde el principio encontramos ahí la sabiduría del rey poeta Netzahualcóyotl: “Las plumas de quetzal se secan / los mosaicos de plumas de colibrí se decoloran como las flores…” Además, Cardenal recopiló una antología de cantos-poemas de los indígenas americanos. El poeta recuerda a su maestro: “Fue con los indios que Merton se me reveló a mí como profeta… [Entre] los demás escritores latinoamericanos, ¿quién de ellos ha ido a buscar el contacto con las tribus indígenas, teniendo tantas en nuestra América? Una cosa es admirar los grandes monumentos arqueológicos, y otra considerar que ésas son culturas vivas que aún pueden influirnos. La poesía, la cosmovisión, la sabiduría, el misticismo de nuestros indios eran ignorados por los escritores…” Memorias I, pp. 160-161. Mientras que Thomas Merton de su conocimiento y valoración de los pueblos americanos dejó prueba con libros como Ishi significa hombre, en el que testimonia el genocidio del pueblo de los yahi del norte de California, la elevada cultura de pobladores del norte como los shoshones; y del sureste mexicano, los mayas peninsulares que lucharon por su dignidad en la llamada rebelión de Chan Santa Cruz, “la cruz parlante” que sublevó a todo un pueblo.

Con su ética del amor, Cardenal se ha deslindado del poder abusivo de los dictadores (por mucho tiempo ese deslinde fue ante los Somozas), deslinde a través de su idea de la justicia de Dios, a este respecto él es redundante en sus Salmos: “Escucha mi protesta / Porque no eres tú un Dios amigo de los dictadores” /// “Hazme justicia Señor / porque soy inocente / Porque he confiado en ti / y no en los líderes / …No me siento con ellos en sus mesas redondas ni brindo en sus banquetes / Ni pertenezco a sus organizaciones / ni estoy en sus partidos / ni tengo acciones en sus compañías / ni son mis socios… / No me pierdas con los políticos sanguinarios / en cuyos cartapacios no hay más que el crimen / y cuyas cuentas bancarias están hechas de sobornos…” /// “Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido / …ni se sienta en la mesa con los gangsters… / Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano / ni delata a su compañero… / Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales / ni escucha sus radios / ni cree en sus slogans…”

El poema Cántico cósmico, ahora sí que habríamos de calificarlo de larguísimo aliento, es monumental, está compuesto por 43 cantigas que dan un promedio de más de 600 páginas. Pero lo monumental no está tanto en su extensión sino en los temas que abarca. Es de hecho un nuevo génesis en el que se refleja toda la historia de la humanidad y del Universo, entre el microcosmo y el macrocosmos donde los seres humanos quedamos como modestos intermediarios. El Cántico cósmico, como hemos venido caracterizando la poesía de Cardenal, está regido por el amor: “el coro de la vida se alzó y brotó en éxtasis” Cantiga 1 / “sin la sexualidad / no habría diversidad en la unidad” Cantiga 28. José Coronel Urtecho comentó: [El] “Cántico cósmico es un largo poema que se ocupa extensamente del Universo, desde el punto de vista de la ciencia moderna, y de las cosas humanas que en él interesan en este momento del tiempo. Es el único poema de la Evolución -el único poema, desde luego, de la visión evolucionista del Universo, en nuestra lengua–. Ciencia y poesía no se habían encontrado hasta hoy para formar un todo científico-poético.”

Ernesto Cardenal se ha definido a sí mismo como revolucionario, y no hay duda de que esa ha sido su actuación social desde su juventud cuando participó en la llamada Rebelión de abril y su posterior compromiso con el Frente Sandinista de Liberación Nacional que logró derrocar la dictadura del último Somoza. La comuna de Solentiname (ínsula extraña), utopía hecha realidad, que originalmente planearon él y Thomas Merton, es otra prueba de ese espíritu revolucionario que siempre ha estado regido por el amor, experiencia que conduce a la ética de “prestar un servicio” / “…como todo lo demás en el Universo…” al servicio del ser humano. Una ética que coincide con este llamado romántico de Fredrich Hölderlin: “¡Poetas! ¡Despierten a los aletargados! Legislen contra las leyes opresoras, traigan la vida.”

Hasta el día de hoy, en la obra y vida de Ernesto Cardenal, sigue centelleando su verso de los Salmos con que se dirige al Ser Celestial: “no eres tú un Dios amigo de los dictadores…”.

Referencias

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CARDENAL, Ernesto. Vida en el amor, prólogo de Thomas Merton, Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires-México, 1972.

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_________________. El Estrecho Dudoso, Carta prólogo de José Coronel Urtecho, Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires-México, 1972.

_________________. Homenaje a los indios americanos, Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires-México, 1972.

_________________. Salmos, Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires-México, 1974.

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DE LA CRUZ, san Juan. Poesía completa y comentarios en prosa, introducción de Raquel Asún Escartín, Editorial Planeta, Edición especial para el periódico La Nación, España, 1997.

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