Presentamos, en el marco del dossier de poesía costarricense, preparado por Gustavo Solórzano Alfaro, el trabajo de David Cruz (San José, 1982). Es poeta, narrador y periodista. Premio Joven Creación (2004) y VII Premio Mesoamericano de Poesía Luis Cardoza y Aragón (2011). Ha publicado los poemarios Natación nocturna (2005) y Trasatlántico (2012). Su obra ha sido incluida en antologías costarricenses e iberoamericanas como Región. Antología del cuento político latinoamericano (2011).
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Noble sombra
Hija del demonio gris de la carne,
recuerda tus pechos cuando se hayan quemado,
como las tardes que dejan de ser misteriosas
para convertirse
en obstinadas mendigas de la inocencia,
en carroña despreciada por los buitres ,
en la sangre seca del ladrón
que olvidó robarse el amor.
De tus besos fieles a las noches,
largas como la muerte.
Recuerda las manos extrañas,
las camas húmedas
con tu sudor
empapado de alcohol
y los rastros de saliva de algún viajero
que soñó contigo.
Y a la mañana siguiente
partió en el tren
mientras tu sombra se lavaba
el veneno de los labios.
El templo
El templo es un frío forcejeo de ladrillos.
Todo allí dentro es predecible,
siempre acaban repitiendo el sermón.
Como en una vieja rockola
donde los borrachos saben la letra.
Aquí velaron a mi padre.
La enfermedad del tiempo lo sorprendió
una mañana, masticando
el amargo sabor de los noventas.
Sillas talladas a mano,
el revólver
para ahuyentar la soledad
y los dientes postizos
fueron su herencia.
¿Qué no empeñó por la vida?
Es mejor fingir la muerte.
No apostarle a la eternidad del humo
de los cigarrillos,
o a la piel exagerando sus dotes
como un himno
entonado por compromiso.
Nada es real cuando cruzamos esta puerta.
Aparente quietud
Podría nombrar
la quietud.
Repetir
mil veces
que odio
la distancia.
Aún así:
el cielo
seguiría
filtrándose.
Los
árboles
afilando
su navaja
para
decapitar
la brisa.
De Natación nocturna
Nigromancia
¿Sabrán los Sioux qué los soldados
harán con las pieles de sus hijos las tiendas
el próximo invierno?
El naufragio de Diego de Almagro
Todo punto de vista
es un acercamiento
a la derrota.
Hemos superado
los viajes
y el único barco
en el que nos hundimos
es el que transporta
la riqueza
de estos días.
Intentamos
guardar en libros
nuestros testimonios.
Adulamos a la muerte
hasta que se cansó
de buscarnos
en lo profundo
de esta selva.
Todo
está perdido.
Cada palabra que escribimos
se está borrando
para siempre.
Metáfora del prior a sus hermanos
(Monasterio de Santa María de Rábida)
Somos
un fósforo
en la oscuridad,
que dio el primer fogonazo
sobre los pergaminos
de Alejandría.
El que esculpió
las cenizas del Fénix,
o fue a quemar Panamá
con una gavilla de piratas.
Uno sin memoria
para iluminar la aureola de Cristo
en estas tierras extrañas
donde el infinito resplandor
es un lenguaje que no entiende
la metafísica de soñar
con los párpados abiertos.
De Trasatlántico
Caedmon mira por su ventana
Las estrellas
son las únicas flores
que no rompen la quietud
al caer en el estanque.
Carta a Sor Juana Inés de la Cruz
El silencio es el pecado más cruel
cuando el invierno amenaza
con llevarse tu olor de las sábanas.
Sueña robarse tus escritos
para verte en la pira
y darle más dramatismo
a la historia.
Esperas a tu amante.
Juntas van a reintentar el diluvio.
Una vida es un charco
que se interrumpe
por el casco de un caballo.
Las palabras son la tumba que elegiste.
No hay votos ni vestimenta
que cubran tu desnudez.
El hombre es un necio.
Se masturba.
Afila su espada.
Canto IX
Liverpool es una ciudad donde las líneas del tren llegan cansadas.
Los barcos antes eran enjambres besando la costa. Venían de todas partes con ese acento de forasteros en busca cuerpos calientes y whisky para ahuyentar la soledad.
Durante mucho tiempo fue una villa que tenía como religión el arte. Un lugar olvidado en el tiempo. En sus suburbios perdía mi cabeza y mi cuerpo regresaba al hotel con un bastón de guía. Antes del amanecer, como si fuera una mascota, la cabeza volvía sin pensamientos suicidas y se acurrucaba a mi lado.
Todos los días me sentaba a escribir, pero rápido desistía y salía a mirar las mujeres desde primera fila en un café cualquiera.
Solo quería olvidarte. Olvidarme del ruido ensordecedor de tu cuerpo. Pero siempre llegaba a una estatua donde cuatro hombres con pose de progresistas me amenazan para que abandonara de una vez por toda la ciudad.
Canto XVI
Todo lo que habita en mi casa lleva un nombre inexistente.
Tengo una dirección y un cartero nocturno,
disfrazado de ángel o demonio, no logra encontrarla.
Ella viene con tacones altos
a pisar mi sangre.
Las heridas las guardo como un trofeo
para seducir sus ojos tristes.
Soy el dios que encerró el universo en una copa.
En mis tierras la lluvia brota todo el año
y los forasteros vienen envejecidos
a resucitar en la sal silenciosa de mis playas.
No me pidas que condene a la horca mis palabras.
No ignores la tumba vacía donde el silencio se cansó de discutir
con las iniciales de mi nombre.
No intentes sobornarme, mi casa no tiene alambre de púas.
La única llave para abrirla
está sepultada en el vientre de un gato salvaje
y huyó antes de que empezar el invierno.
Canto XXVIII
Por la radio anunciaron que ha empezado el diluvio.
Un prisionero dibuja estrellas con tiza en el cielo raso de su celda.
Los supermercados colapsaron.
Mi vecina es optimista,
al lado está la gran Biblioteca Nacional,
y sobra el papel para desempañar el piso.
Los pescadores ajustan sus carnadas.
El desierto reza por piedad a las pirañas.
Un doctor envuelve en plástico sus títulos universitarios.
Alguien se ha colgado en la habitación de un hotel,
dejó su testamento escrito en una lengua muerta.
Por la radio anunciaron que ha empezado el diluvio.
Los amantes corren a casarse al notario.
Las familias se sientan a comer con flotadores plásticos
recomendados en el último boletín de gobierno.
Un anciano saca sus ahorros del banco
para comprarse una radio de onda corta.
En los hospitales las filas son interminables,
igual en las casas de citas clandestinas.
Una tribu de pulpos
está planeando tomar por asalto Jerusalén.
Un borracho se marcha de la cantina sin un centavo
y decide hacer una iglesia en la cochera de su casa.
El alguacil hace tres disparos al aire para imponer su orden
y han salido libélulas en lugar de pólvora.
Por la radio anunciaron que ha empezado el diluvio.
Un poeta intenta memorizar sus libros sin conseguirlo.
Un profesor de geografía guarda los instrumentos
para redefinir los mapas.
Una modelo entrada en años disimula sus canas
y se inyecta botox escondida en el baño de su casa.
En el acuario un niño piensa
que su delfín favorito pronto será libre.
Ella escucha Strawberry Field.
Un magnate considera mala inversión
sus islas exóticas en el Caribe
y decide subastar estelas mayas en París.
Un profeta se masturba mientras contempla
grabados del siglo V.
Por la radio anunciaron que ha empezado el diluvio.
Un vidente se reprocha no haberlo previsto.
Inéditos
Datos vitales
David Cruz (San José, Costa Rica, 1982). Poeta, narrador y periodista. Premio Joven Creación (2004) y VII Premio Mesoamericano de Poesía Luis Cardoza y Aragón (2011). Ha publicado los poemarios Natación nocturna (2005) y Trasatlántico (2012). Su obra ha sido incluida en varias antologías costarricenses e iberoamericanas, la última de ellas Región. Antología del cuento político latinoamericano (2011). Selecciones de su obra han sido traducidas al japonés, al portugués y al francés.