Presentamos el trabajo de la poeta española Trinidad Gan (Granada, 1960). Es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Granada. Ha obtenido accésit en los Premios del Tren en al año 2009 con el poema titulado “El fugitivo”. Sus últimos poemarios son: “Fin de Fuga”, XX Premio de Poesía Ciudad de Cáceres, editado por Visor en 2008 y “Caja de fotos”, XII Premio “Surcos de poesía, editado por Renacimiento en 2009.
El fugitivo
El viajero insomne contempla
el paisaje que acompaña su huída.
Tras el rectángulo de luz,
cielo sin nubes invadido
por los pájaros caóticos de la tarde,
alza su arquitectura la memoria.
Son tenues ráfagas
que en la lejanía se cruzan.
Flechas negras se acercan, se detienen
justo al límite de los ojos.
Agitan con fuerza sus alas,
se desploman desde lo alto,
planean, se persiguen en parejas,
en tríos, en bandadas
que hacen un giro preciso al alejarse,
que pueblan de gritos su cabeza
y levantan con su vuelo suicida
incipientes palabras.
Ahora siente propicia para el viaje
la espalda silenciosa de esa nieve
sobre la que desliza trazos
como dedos voraces que acarician
cada cuerpo que un día pensó suyo,
cada arruga encontrada en el espejo
de los rostros perdidos, cada sombra
de aquéllos a quienes hoy sobrevive.
Llega después el crepúsculo, atraviesa
en jirones el azul de la montaña
y deshilachadas estelas
anticipan el paso de los trenes nocturnos.
Los oye con estrépito acercarse,
en un sonido rápido, fugaz,
—aquél de sus noches de cárcel,
de sus largas huidas
sobre el vano raíl de la palabra—
Acuchillan la oscuridad, la nieve,
y de su ritmo entrecortado queda
solo el rastro de imprevistas ventanas.
Un tumulto de luces sucesivas
le alcanza luego.
Ecos, voces arrastra
hasta desvanecerse en la distancia.
¿Cómo serán los rostros que no ve
ahora que amanece y que pronuncian
—desde qué diccionarios—
las letras que en los muros señalan su destino?
Ya en todos los cristales
han empezado a arder
aristas de tejados, las doradas
teselas de las cúpulas,
la sombra de las gárgolas
inclinada en el filo de un alero.
Le ofrecen su desnudo de luz
los viejos arquitrabes y se abren
las columnas de entrada a la ciudad
Sigue la marca de las vías quebradas
—señales quizá que le presta la nieve,
posibles rutas para olvidar la noche—
y camina por el andén vacío.
Como un mapa extiende
las líneas acabadas del poema
bajo el círculo del reloj
en el que caen las horas
y sale al bulevar,
desnudo de recuerdos,
tan solo con la voz contra el avance
de un día nuevo y de su laberinto.
Fugitivo de todo.
Celebrar este mundo, su luz y sus heridas
¿qué más destino queda?
Cuando están los huesos casi rotos
y las médulas arden en nocturnos
aquelarres, ajenos desembarcos
y en una ingrata cifra
de conmiseración,
¿qué horizonte tenemos?
¿qué cómplices en este punto, amigo?
Tan solo aquella insomne
compañera de cama: la palabra,
salvajemente viva.
¿Y qué otro salvoconducto ahora
servirá a nuestros pasos
sino el papel de fuego del deseo?
Celebrar este mundo, su luz y sus heridas.
No queda más destino.
De CAJA DE FOTOS (editorial Renacimiento – 2009)
De CAJA DE FOTOS (editorial Renacimiento – 2009)
SOLITARIOS
Vuelvo a casa.
Y si está la soledad propicia,
la llama de la vela,
la noche y esa música,
me pongo a separar lo que me has dicho,
palabra tras palabra,
con cuidado.
Y luego
las pongo en la mesa,
boca abajo,
y con la mano izquierda
—la mano del deseo—
las escojo al azar,
las vuelvo como cartas
y las miro.
Y siempre me sale un solitario.
INSTINTOS SUICIDAS
Porque sigo atreviéndome
a buscarte los ojos
—aunque sea de lejos—
y me empeño en tener
tu roce y tu palabra
y en llevar cuenta exacta
de tus manías y goces
—una mala costumbre—
me has llamado terca.
Y dices que son meses de dar vueltas,
que ya debí poner punto final
desde hace tiempo.
No sabes que yo soy como los niños:
que, para poner punto final a sus historias,
aprietan con la pluma el papel
y lo traspasan.
Y después
se contemplan las manos manchadas
con asombro.
DESCARTES
Ya le tengo tomada medida a la tristeza.
Al largo de sus mangas acomodo
cada noche mis brazos,
después de contemplar en sus extremos
mis manos, vacías sin las tuyas,
útiles solamente para el gesto
de girar una llave en el cerrojo,
desanudar las cintas del zapato
o apagar cada día en la mesilla.
Y, cuando llega el sueño
—llega siempre aunque gaste
en llamarlo las voces que me robas—,
la dejo bien colgada en el armario.
Esperando encontrar que, con el alba,
cuando adelgace su filo
este olvido implacable
hasta que no haga sombras
que atraviesen mi cuarto,
ya no sea una prenda de mi talla.
Esperando, algún día,
al levantarme,
no tener nada tuyo que ponerme.
De FIN DE FUGA
(Editorial Visor—2008)
Marcas en la arena
Nunca pude recordar un sueño.
Guardo solo retazos de palabras,
furtivos personajes,
una débil señal de las caricias
en mi cuerpo dormido
–Vanamente he tratado de fijarlos:
los sueños se resisten
a cualquier notación no fragmentaria–
Siempre tengo certeza del recuerdo.
Y por la noche mido
las sílabas exactas
con que dijiste amor,
tus ojos y tus manos frente al alba.
–Vanamente me esfuerzo en olvidarlas:
la realidad perdida no deja de escribirse,
incesante e ingrata, imaginaria–
Tenebræ
Me dicen que la luna va creciendo,
que como nunca finge
ser la llave que guarda la puerta de la noche,
y yo, mujer tan inocente,
me salgo a la terraza
–a esa proa tan fría
donde contemplo el mar de los tejados–
y sí, echándole poesía, es cierta la metáfora.
Mas aún no estoy tan ciega, tan muerta o tan perdida
para no ver enfrente de mi cara
que lo que crece es la noche, sus tinieblas,
que nuestra media luna cercada está de sombra,
que en este mar urbano
flotan a la deriva
desconocidos rostros de mujeres ahogadas.
Territorios
Quien carga con su duda
carga también su infierno.
—¿Cómo, cobarde, en esto te detienes?—
Muérdela sin cuidado,
muerde la luz incierta
con que se estrena el día.
Haz un mapa de heridas,
señala nervios, bordes
donde la sangre abierta
ha de dejar su huella.
Dibuja la imprecisa anatomía
del dolor, la esperanza.
Muérdela sin cuidado
y en la herida aún desnuda
coloca tu deseo.
Muerde este territorio cruel
que en música y ruido tiene límites.
Aunque por vuelta tengas
monedas sin contar,
rotos versos, olvidos,
solitarios países
y la rosa improbable de los cuerpos.
Oráculo del amor
Afirmar que lo sé
ha de espantar los pájaros
y manchar de palabras el silencio.
Dejo entonces la vida en sus alambres,
en la sombra y sorpresa de lo incierto.
Te dejo a tu misterio, amor,
a tu vivo misterio.
Turno de ronda
Solo hay una hora en que cerradas
las ventanas semejan
ser un espejo nítido:
aquélla desolada del ocaso.
Entonces nos parecen tantas cosas
posibles finalmente
que escribir un poema,
más que un gesto gratuito
al que hizo su acomodo la costumbre,
es forma en que al azar
cierras contra la noche
tantas lunas quebradas.
Hay otra hora terrible.
En ella es un oscuro espejo
toda ventana abierta
y nocturnos soldados
te lanzan como dardos los recuerdos,
se arrojan sobre ti, apenas sin mirarte,
y te hacen barajar
perdida toda ruta,
palabras y palabras en la sombra.
Oráculo de la soledad
Es hora del desahucio.
Tranquila ella lo espera.
Ve desfilar los muebles,
los recuerdos, fetiches que atesora,
las palabras pasadas y sus ecos.
Entra después al cuarto
vacío de memoria.
Echa entonces la llave.
Emborrona despacio
la página que lees.
Contrafuga V
Son tan claros los signos
que emanan desde un cuerpo
que osadía es volcarlos
en manchadas palabras.
¿Qué voz le pongo al pliegue
de un labio que desea?
¿Qué vocablo al latido,
desbocado e insomne,
de un corazón urgente?
¿Qué letras al amor,
amor el innombrable?
¿Con qué cifro el deseo,
cómo la vida escribo?
Retóricas preguntas:
sospecho que he topado,
irremediablemente,
con la literatura.
INÉDITOS
Off the record
Te gustan los escorzos, los perfiles.
Estar en las esquinas de la vida.
Prefieres los espacios laterales.
Mejor segunda fila en el anfiteatro.
Acariciar a tientas la pulpa de los días.
El reverso del mundo,
tatuado en negativo,
sobre páginas blancas.
Mejor fuera de foco
esta conversación certera y cruel
que tienes con la noche.
Porque cuando oscurece
solo queda el lenguaje,
la desnuda palabra:
ella, delicia toda,
tan parecida a un cuerpo.
La buenaventura
¿Quién habrá que contemple tu hundimiento?
Cansada ya de jugar el papel
de paciente Penélope,
harta ya de anotar mis desamparos,
quiero abrir los ojos y volcar
la tinta sobre una soledad que sea ajena.
Tengo tanto en común contigo,
tanta muerte, tanta celebración,
tanta locura y caos,
y sin embargo tal distancia…
Aunque como herencia conserve
las aristas del miedo
y sea duro desnudarse del dolor,
voy a sostener tu mano izquierda entre las mías,
a examinar el surco de sus líneas
para hallar el temblor de tu sangre
y separar las sombras de los pliegues
que marcan tus deseos.
Voy a escribir alguna luz en la palma
vacía de futuro de tus manos.
Datos vitales
Trinidad Gan (Granada, 1960) es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Granada (España). Colabora en el consejo de redacción de la revista de Literatura de la Facultad de Filosofía y Letras “Letra Clara” durante los años 1997 y 1998, participando en recitales poéticos del grupo. En 1999 publica “Las señas del pirata”, poemario-plaquette editado en la colección Cuadernos del Vigía. Algunos de estos poemas aparecen también incluidos en el Diccionario-Antología “Plumas femeninas en la literatura de Granada (siglos VII-XX) de Amelina Correa Ramón editado por Universidad de Granada en 2002. Es invitada a participar recitando sus poemas en el VII Encuentro de Mujeres Poetas celebrado en Granada en Noviembre de 2002, participación que se plasma en las Actas del encuentro publicadas con el título “Palabras Cruzadas-VII encuentro de Mujeres Poetas” editadas por la Universidad de Granada en 2003. Ha publicado también poemas en revistas ( Revista Litoral: La poesía de mar,2001 y Escribir la luz,2010 ) y obtenido accésit en los Premios del Tren en al año 2009 con el poema titulado “El fugitivo”. Sus últimos poemarios son: “Fin de Fuga”, XX Premio de Poesía Ciudad de Cáceres, editado por Visor en 2008 y “Caja de fotos”, XII Premio “Surcos de poesía, editado por Renacimiento en 2009.