Foja de poesía No. 379: Trinidad Gan

Presentamos el trabajo de la poeta española Trinidad Gan (Granada, 1960). Es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Granada. Ha obtenido accésit en los Premios del Tren en al año 2009 con el poema titulado “El fugitivo”. Sus últimos poemarios son: “Fin de Fuga”, XX Premio de Poesía Ciudad de Cáceres, editado por Visor en 2008 y “Caja de fotos”, XII Premio “Surcos de poesía, editado por Renacimiento en 2009.

 

 

 

 

El fugitivo

 

El viajero insomne contempla

el paisaje que acompaña su huída.

Tras el rectángulo de luz,

cielo sin nubes invadido

por los pájaros caóticos de la tarde,

alza su arquitectura la memoria.

 

Son tenues ráfagas

que en la lejanía se cruzan.

Flechas negras se acercan, se detienen

justo al límite de los ojos.

Agitan con fuerza sus alas,

se desploman desde lo alto,

planean, se persiguen en parejas,

en tríos, en bandadas

que hacen un giro preciso al alejarse,

que pueblan de gritos su cabeza

y levantan con su vuelo suicida

incipientes palabras.

 

Ahora siente propicia para el viaje

la espalda silenciosa de esa nieve

sobre la que desliza trazos

como dedos voraces que  acarician

cada cuerpo que un día pensó suyo,

cada arruga encontrada en el espejo

de los rostros perdidos, cada sombra

de aquéllos a quienes hoy sobrevive.

 

Llega después el crepúsculo, atraviesa

en jirones el azul de la montaña

y deshilachadas estelas

anticipan el paso de los trenes nocturnos.

Los oye con estrépito acercarse,

en un  sonido rápido, fugaz,

—­­aquél de sus noches de cárcel,

de sus largas  huidas

sobre el vano raíl de la palabra—

Acuchillan la oscuridad, la nieve,

y de su ritmo entrecortado queda

solo el rastro de imprevistas ventanas.

Un tumulto de luces sucesivas

le alcanza luego.

Ecos, voces arrastra

hasta desvanecerse en la distancia.

 

¿Cómo serán los rostros que no ve

ahora que amanece y que pronuncian

—desde qué diccionarios—

las letras que en los muros señalan su destino?

 

Ya en todos los cristales

han empezado a arder

aristas de tejados, las doradas

teselas de las cúpulas,

la sombra de las gárgolas

inclinada en el filo de un alero.

Le ofrecen su desnudo de luz

los viejos arquitrabes y se abren

las columnas de entrada a la ciudad

 

Sigue la marca de las vías quebradas

—señales quizá que le presta la nieve,

posibles rutas para olvidar la noche—

y camina por el andén vacío.

Como un mapa extiende

las líneas acabadas del poema

bajo el círculo del reloj

en el que caen las horas

y sale al bulevar,

desnudo de recuerdos,

tan solo con la voz contra el avance

de un día nuevo y de su laberinto.

Fugitivo de todo.

 

 

 

 

 

 

Celebrar este mundo, su luz y sus heridas

 

¿qué más destino queda?

 

Cuando están los huesos casi rotos

y las médulas arden en nocturnos

aquelarres, ajenos desembarcos

y en una ingrata cifra

de conmiseración,

¿qué horizonte tenemos?

¿qué cómplices en este punto, amigo?

 

Tan solo aquella insomne

compañera de cama: la palabra,

salvajemente viva.

 

¿Y qué otro salvoconducto ahora

servirá a nuestros pasos

sino el papel de fuego del deseo?

 

Celebrar este mundo, su luz y sus heridas.

 

No queda más destino.

 

 

 

 

 

 

De      CAJA DE FOTOS          (editorial Renacimiento – 2009)

 

                             

  

 

De      CAJA DE FOTOS          (editorial Renacimiento – 2009)

 

                              

 

SOLITARIOS

Vuelvo a casa.

Y si está la soledad propicia,

la llama de la vela,

la noche y esa música,

me pongo a separar lo que me has dicho,

palabra tras palabra,

con cuidado.

Y luego

las pongo en la mesa,

boca abajo,

y con la mano izquierda

—la mano del deseo—

las escojo al azar,

las vuelvo como cartas

y las miro.

Y siempre me sale un solitario.

 

 

 

INSTINTOS SUICIDAS

Porque sigo atreviéndome

a buscarte los ojos

—aunque sea de lejos—

y me empeño en tener

tu roce y tu palabra

y en llevar cuenta exacta

de tus manías y goces

—una mala costumbre—

me has llamado terca.

Y dices que son meses de dar vueltas,

que ya debí poner punto final

desde hace tiempo.

No sabes que yo soy como los niños:

que,  para poner punto final a sus historias,

aprietan con la pluma el papel

y lo traspasan.

Y después

se contemplan las manos manchadas

con asombro.

 

 

 

 

DESCARTES

 

Ya le tengo tomada medida a la tristeza.

 

Al largo de sus mangas acomodo

cada noche mis brazos,

después de contemplar en sus extremos

mis manos, vacías sin las tuyas,

útiles solamente para el gesto

de girar una llave en el cerrojo,

desanudar las cintas del zapato

o apagar cada día en la mesilla.

 

 

Y, cuando llega el sueño

—llega siempre aunque gaste

en llamarlo las voces que me robas—,

la dejo bien colgada en el armario.

Esperando encontrar que, con el alba,

cuando adelgace su filo

este olvido implacable

hasta que no haga sombras

que atraviesen mi cuarto,

ya no sea una prenda de mi talla.

 

 

Esperando, algún día,

al levantarme,

no tener nada tuyo que ponerme.

 

 

 

De   FIN DE FUGA

  (Editorial Visor—2008)

 

 

Marcas en la arena

 

 

Nunca pude recordar un sueño.

Guardo solo retazos de palabras,

furtivos personajes,

una débil señal de las caricias

en mi cuerpo dormido

 

–Vanamente he  tratado de fijarlos:

los sueños se resisten

a cualquier notación no fragmentaria–

 

Siempre tengo certeza del recuerdo.

Y por la noche mido

las sílabas exactas

con que dijiste amor,

tus ojos y tus manos frente al alba.

 

 

–Vanamente me esfuerzo en olvidarlas:

la realidad perdida no deja de escribirse,

incesante e ingrata, imaginaria–

 

 

 

 

Tenebræ

 

Me dicen que la luna va creciendo,

que como nunca finge

ser la llave que guarda la puerta de la noche,

y yo, mujer tan inocente,

me salgo a la terraza

–a esa proa tan fría

donde contemplo el mar de los tejados–

y sí, echándole poesía, es cierta la metáfora.

 

Mas aún no estoy tan ciega, tan muerta o tan perdida

para no ver enfrente de mi cara

que lo que crece es la noche, sus tinieblas,

que nuestra media luna cercada está de sombra,

que en este mar urbano

flotan a la deriva

desconocidos rostros de mujeres ahogadas.

 

 

 

 

 

Territorios                                               

 

Quien carga con su duda

carga también su infierno.

—¿Cómo, cobarde, en esto te detienes?—

Muérdela sin cuidado,

muerde la luz incierta

con que se estrena el día.

 

Haz un mapa de heridas,

señala nervios, bordes

donde la sangre abierta

ha de dejar su huella.

Dibuja la imprecisa anatomía

del dolor, la esperanza.

Muérdela sin cuidado

y en la herida aún desnuda

coloca tu deseo.

Muerde este territorio cruel

que en música y ruido tiene límites.

 

Aunque por vuelta tengas

monedas sin contar,

rotos versos, olvidos,

solitarios países

y la rosa improbable de los cuerpos.

 

 

 

 

 

Oráculo del amor

 

Afirmar que lo sé

ha de espantar los pájaros

y manchar de palabras el silencio.

Dejo entonces la vida en sus alambres,

en la sombra y sorpresa de lo incierto.

 

Te dejo a tu misterio, amor,

a tu vivo misterio.

 

 

 

 

 

 

Turno de ronda

Solo hay una hora en que cerradas

las ventanas semejan

ser un espejo nítido:

aquélla desolada del ocaso.

Entonces nos parecen tantas cosas

posibles finalmente

que escribir un poema,

más que un gesto gratuito

al que hizo su acomodo la costumbre,

es forma en que al azar

cierras contra la noche

tantas lunas quebradas.

 

Hay otra hora terrible.

En ella es un oscuro espejo

toda ventana abierta

y nocturnos soldados

te lanzan como dardos los recuerdos,

se arrojan sobre ti, apenas sin mirarte,

y te hacen barajar

perdida toda ruta,

palabras y palabras en la sombra.

 

 

 

 

 

Oráculo de la soledad

 

Es hora del desahucio.

Tranquila ella lo espera.

Ve desfilar los muebles,

los recuerdos, fetiches que atesora,

las palabras pasadas y sus ecos.

Entra después al cuarto

vacío de memoria.

Echa entonces la llave.

Emborrona despacio

la página que lees.

 

 

 

 

 

 

Contrafuga V

Son tan claros los signos

que emanan desde un cuerpo

que osadía es volcarlos

en manchadas palabras.

 

¿Qué voz le pongo al pliegue

de un labio que desea?

¿Qué vocablo al latido,

desbocado e insomne,

de un corazón urgente?

¿Qué letras al amor,

amor el innombrable?

 

¿Con qué cifro el deseo,

cómo la vida escribo?

 

Retóricas preguntas:

sospecho que he topado,

irremediablemente,

con la literatura.

 

 

 

 

INÉDITOS

 

 

 

Off the record

 

Te gustan los escorzos, los perfiles.

Estar en las esquinas de la vida.

 

Prefieres los espacios laterales.

Mejor segunda fila en el anfiteatro.

Acariciar a tientas la pulpa de los días.

El reverso del mundo,

tatuado en negativo,

sobre páginas blancas.

 

Mejor fuera de foco

esta conversación certera y cruel

que tienes con la noche.

 

Porque cuando oscurece

solo queda el lenguaje,

la desnuda palabra:

ella, delicia toda,

tan parecida a un cuerpo.

 

 

 

 

 

La buenaventura

 

¿Quién habrá que contemple tu hundimiento?

 

Cansada ya de jugar el papel

de paciente Penélope,

harta ya de anotar mis desamparos,

quiero abrir los ojos y volcar

la tinta sobre una soledad que sea ajena.

 

Tengo tanto en común contigo,

tanta muerte, tanta celebración,

tanta locura y caos,

y sin embargo tal distancia…

 

Aunque como herencia conserve

las aristas del miedo

y sea duro desnudarse del dolor,

voy a sostener tu mano izquierda entre las mías,

a examinar el surco de sus líneas

para hallar el temblor de tu sangre

y separar las sombras de los pliegues

que marcan tus deseos.

 

Voy a escribir alguna luz en la palma

vacía de futuro de tus manos.

 

 

 

 

 

Datos vitales

Trinidad Gan (Granada, 1960)  es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Granada (España). Colabora en el consejo de redacción de la revista de Literatura de la Facultad de Filosofía y Letras “Letra Clara” durante los años 1997 y 1998, participando en recitales poéticos del grupo. En 1999 publica “Las señas del pirata”, poemario-plaquette editado en la colección Cuadernos del Vigía. Algunos de estos poemas aparecen también incluidos en el Diccionario-Antología “Plumas femeninas en la literatura de Granada (siglos VII-XX) de Amelina Correa Ramón editado por Universidad de Granada en 2002. Es invitada a participar recitando sus poemas en el VII Encuentro de Mujeres Poetas celebrado en Granada en Noviembre de 2002, participación que se plasma en las Actas del encuentro publicadas con el título “Palabras Cruzadas-VII encuentro de Mujeres Poetas” editadas por la Universidad de Granada en 2003. Ha publicado también poemas en revistas ( Revista Litoral: La poesía de mar,2001 y Escribir la luz,2010 ) y obtenido accésit en los Premios del Tren en al año 2009 con el poema titulado “El fugitivo”. Sus últimos poemarios son: “Fin de Fuga”, XX Premio de Poesía Ciudad de Cáceres, editado por Visor en 2008 y “Caja de fotos”, XII Premio “Surcos de poesía, editado por Renacimiento en 2009.

También puedes leer