Presentamos un singular acercamiento a la poesía alemana y a su sensibilidad a través de la mirada del poeta y traductor costarricense G.A. Chaves. Nos presenta dos poemas, uno del escritor alemán Jürgen Becker (Köln, 1923) y otro del poeta norteamericano Randall Jarrell (Tennessee, 1914). Becker ha recibido los premios Heinrich Böll, Uwe Johnson y Hermann Lenz. Jarrell fue un poeta y crítico enrolado en la Fuerza Aérea durante la Segunda Guerra Mundial.
DE ALEMANIA SIN PALABRAS
Wallau es un caserío en la campiña de Hesse, Alemania. Es tan lindo que resulta aburrido. Estoy aquí en busca de alguna clave sobre un tal Wallau que aparece en la novela La séptima cruz de Anna Seghers y que de alguna manera se convirtió en el álter ego de mi padre en un libro que estoy escribiendo. Lo único que he encontrado hasta ahora es calles similares y miradas incómodas.
Entro en un café y tengo que apuntar con el dedo lo que quiero del menú. Me mortifica tener que pronunciar cualquier palabra. La mesera, una joven menuda y sonriente, no parece estar molesta. Tal vez ella ha viajado a países en los que no hablaba el idioma, y comprende mi mutismo.
Mientras ella va por mi café y mi Strudel, yo recuerdo un poema de Jürgen Becker que recito de labios para adentro:
HOTEL BÉLGICA
La cocinera resuelve un crucigrama.
¿Ayuda, güerita?,
hablo poco flamenco.
Muy bueno el bacalao en salsa blanca.
Tus meseras fuman demasiado.
Una cerveza más, otra más.
La noche está de tormenta,
como la de ayer; venga el diccionario.
Qué, es que no va a venir ni
un marinero, un huésped, un fantasma.
Tú aún eres bella; desvencijadas
paredes de tabla, bancos y espejos.
Abusadora, ¿por qué no sonríes?
Anteayer también andaba por aquí,
una cerveza más, la misma mesa.
Mírala allá afuera, tan enorme,
la marea; o lo que sea.
Letras, palabras; poco flamenco
yo ya no aprendo, una cerveza más,
en esta noche sin palabras.
Igual que Becker con el flamenco, lo mío con el alemán es un balbuceo, un suicidio verbal provocado por la necesidad de decir algo, aunque sean frases hechas, comentarios inútiles para ver quién responde, quién comparte el silencio. Luego está el asombro que nos mueve a decir, aunque entre la emoción y nosotros medie un diccionario. Al final no queda más que seguir bebiendo (dar gracias por poder beber), y quedarse callado en la esquina silente que nos depara el mundo.
Hay lenguas que uno ama porque no las entiende, y eso las convierte en medios privados para hablar con los dioses (es decir, con el inconsciente, que es donde reside la chispa de las iluminaciones). Pueden preguntarle a Randall Jarrell, que hasta escribió un poema para convencerse a sí mismo de las ventajas de esta afonía voluntaria:
DEUTSCH DURCH FREUD – (El alemán vía Freud)
Creo que mi país favorito es el alemán.
Deambulo por entre un deslumbre color pueblo; el niñito
me mira desde los brazos de su madre
y dice… ah, ¡sabe Dios qué es lo que dice!
¿Serán balbuceos de bebé? ¿Estará enfermo? ¿O es el alemán?
Ese Nachtigallenchor: ¿será que canta en alemán?
Yoh, yoh: he aquí ratones, ratas, mesas, sillas,
Grossmütter, Kinder, der Herrgott im Himmel,
Todos, todos menos yo—
todos, todos menos yo—
hablan alemán.
¿Alguna vez, a la orilla de la chimenea, por la noche,
has deseado tú también ser… lo que sea que fuiste una vez?
Es la ignorancia por sí misma lo que resulta encantador.
Más grato que todos los tesoros del mundo
es para mí lo que vive, dijo el viejo Rumpelstiltskin
y dio un salto hacia casa. Los carboneros lo oyeron cantar
y echarlo todo a perder… Y todo porque—
¡si tan solo nunca hubiese sabido su nombre!
Yo no sé mi nombre en alemán.
Yo soy el tronco
que una mañana las hadas dejaron en mi lugar.
—En alemán yo creo en ellas, en todo:
el mundo es todo lo que venga al caso.
¡Qué lista que es la gente! Yo observo boquiabierto
mientras Kant recorre su ruta im Morgenrot
murmurando Mir is so bang, so bang mein Schatz—.
Todas las melusinas sincronizan sus relojes con él
dos horas adelante…
Yo pienso, Mi calendario está
adelantado dos siglos, y suelto un suspiro
de confianza. Busco al mundo y pregunto
por el precio; me responde, Un toque de tu dedo.
En toda mi Alemania no hay más Gesellschaft
que aquella entre eine Katze y ein Maus.
¿Qué son los negocios? ¿Qué es una cucharadita? ¿Qué es una acera?
Schweig stille, meine Seele! ¡No son vuestras tales cosas!
Es por medio de la Confianza, y del Amor, y de leer a Rilke
sin ein Wörterbuch, que el hombre aprende alemán.
La Palabra llueve sobre su cabeza bendita
tan reluciente como si proviniera de la mano de Dios
y significa—¿qué significa? Ah, bueno, es alemán.
Glaube, mein herz! Un Sentimiento en la Oscuridad
trae mundos, trae palabras que la Industria con su mirada dura
y todo el oscuro Aprendizaje de las escuelas nunca supieron.
Y aún así a veces es difícil, no voy a negarlo.
Consideren por ejemplo a mi daimon favorito,
gran genio querido Goethe: ach, ¡qué alemán!
Muy idiomático, muy noble; casi como sibila.
Mi estilo favorito es el de Leupold von Lerchnau.
He memorizado su da und da und da und da
y lo susurro cuando la Vida es oscura y la Muerte es oscura.
He ahí alguien que supo hablar con nosotros
los pobres Kinder aquí im Fremde.
¡Y Heine! Al nonagésimo sexto mir träumte
ya suspiro como poeta, pero se me hacen hoyuelos como a ein Schuler.
Y aun así—si es fácil, ¿sigue siendo alemán?
Y aun así, ese wunderschöne Lindenbaum
Im Mondenscheine! ¿Qué pasa si está en Schilda?
Es luz de luna, ¿no es cierto? Mund, Mond, Herz, y Schmerz
cantan en mi cabeza, en Zeit y Ewigkeit,
y mi corazón se aligera con cada Sorge, cada Angst:
los conozco bien. ¡Y Schiksal! Ach, vosotras nornas,
mientras leo escucho vuestras—¿cuál es la palabra para tijeras?
Y los Katzen tienen Tatzen—¿por qué no puedo llamar a alguien Kind?
¡Qué lenguaje para la Poesía (en especial la popular)!
Y aun así cuando, en mis sueños, eine schwarzbraune Hexe
(que sega en el Neckar, cosecha sobre el Rin)
revuelve mis dorados rizos entre sus dedos,
ella sólo me hace preguntas: ¿Qué es jabón?
No sé. ¿Un maletín? No sé. ¿Una visita?
me río con gozo, e intento decir como Lehmann:
“Quin-quin, es ist ein Besuch!”
¡Ah, el alemán!
Hasta el día en que me muera estaré enamorado del alemán
—Si tan solo no aprendiera alemán…Puedo oir mi entrecortada
voz murmurándole a der Arzt: “Ich—sterber?”
y él responde solidario: “Nein—sterbe.”
Si Dios me diera a escoger—pero esto es algo que le robé a Lessing—
entre el alemán y aprender el alemán, le diría: ¡Quédese con su alemán!
La idea de saber alemán me aterroriza.
—Pero por supuesto, de esta manera nadie podría aprender alemán
y aun así…
es difícil; ¿será imposible?
Tengo la esperanza de que lo sea, pero no puedo decirlo
con certeza: no sé suficiente alemán.
HOTEL BELGICA – Jürgen Becker
Die Chefin löst Kreuzworträtsel
Würde gern helfen, Blondine,
spreche kein Flämisch.
Gut der weiße Kabeljau.
Ihre Mädchen rauchen zuviel.
Ein Bier noch, noch eins.
Die Nacht wird sehr stürmisch,
wie die letzte; jetzt das Lexikon.
Kommt denn noch wer,
Matrose, Hotelgast, Gespenst.
Noch sind Sie schön; alternd
die Holzwände, Bänke und Spiegel.
Ausbeuterin, warum lächeln Sie nie?
Vorgestern auch schon mal hier,
ein Bier noch, am selben Tisch.
Hören Sie, ganz gewaltig, draußen,
die Brandung; oder was ist.
Buchstaben, Wörter; kein Flämisch
und lerne es nicht, ein Bier noch,
in dieser wortlosen Nacht.
DEUTSCH DURCH FREUD – Randall Jarrell
I believe my favorite country’s German.
I wander in a calm folk-colored daze; the infant
Looks down upon me from his mother’s arms
And says—oh, God knows what he says!
It’s baby-talk? he’s sick? or is it German?
That Nachtigallenchor: does it sing German?
Yoh, yoh: here mice, rats, tables, chairs,
Grossmütter, Kinder, der Herrgott im Himmel,
All, all but I—
all, all but I—
speak German.
Have you too sometimes, by the fire, at evening,
Wished that you were—whatever you once were?
It is ignorance alone that is enchanting.
Dearer to me than all the treasures of the earth
Is something living, said old Rumpelstiltskin
And hopped home. Charcoal-burners heard him singing
And spoiled it all… And all because—
If only he hadn’t known his name!
In German I don’t know my name.
I am the log
The fairies left one morning in my place.
—In German I believe in them, in everything:
The world is everything that is the case.
How clever people are! I look on open-mouthed
As Kant reels down the road im Morgenrot
Humming Mir is so bang, so bang mein Schatz—
All the nixies set their watches by him
Two hours too fast…
I think, My calendar’s
Two centuries too fast, and give a sigh
Of trust. I reach out for the world and ask
The price; it answers, One touch of your finger.
In all my Germanythere’s no Gesellschaft
But one between eine Katze and ein Maus.
What’s business? what’s a teaspoon? what’s a sidewalk?
Schweig stille, meine Seele! Such things are not for thee!
It is by Trust, and Love, and reading Rilke
Without ein Wörterbuch, that man learns German.
The Word rains in upon his blessed head
As glistening as from the hand of God
And means—what does it mean? Ah well, it’s German.
Glaube, mein herz! A Feeling in the Dark
Brings worlds, brings words that hard-eyed Industry
And all the schools’ dark Learning never knew.
And yet it’s hard sometimes, I won’t deny it.
Take for example my own favorite daemon,
Dear good great Goethe: ach, what German!
Very idiomatic, very noble; very like a sibyl.
My favorite style is Leupold von Lerchnau’s.
I’ve memorized his da und da und da und da
And whisper it when Life is dark and Death is dark.
There was someone who knew how to speak
To us poor Kinder here im Fremde.
And Heine! At the ninety-sixth mir träumte
I sigh as a poet, but dimple as ein Schuler.
And yet—if it’s easy is it German?
And yet, that wunderschöne Lindenbaum
Im Mondenscheine! What if it is in Schilda?
It’s moonlight, isn’t it? Mund, Mond, Herz, and Schmerz
Sing round my head, in Zeit and Ewigkeit,
And my heart lightens at each Sorge, each Angst:
I know them well. And Schiksal! Ach, you Norns,
As I read I hear your—what’s the word for scissors?
And Katzen have Tatzen—why can’t I call someone Kind?
What a speech for Poetry (especially Folk-)!
And yet when, in my dreams, eine schwarzbraune Hexe
(Who mows on the Neckar, reaps upon the Rhine)
Riffles my yellow ringlets through her fingers,
She only asks me questions: What is soap?
I don’t know. A suitcase? I don’t know. A visit?
I laugh with joy, and try to say like Lehmann:
“Quin-quin, es ist ein Besuch!”
Ah, German!
Till the day I die I’ll be in love with German
—If only I don’t learn German…I can hear my broken
Voice murmuring to der Arzt: “Ich—sterber?”
He answers sympathetically: “Nein—sterbe.”
If God gave me the choice—but I stole this from Lessing—
Of German and learning German, I’d say: Keep your German!
The thought of knowing German terrifies me.
—But surely, this way, no one could learn German
And yet…
It’s difficult; is it impossible?
I’m hopeful that it is, but I can’t say
For certain: I don’t know enough German.