Al igual que Valery Larbaud y Fernando Pessoa, José Emilio Pacheco sabe que hay cosas en la vida que sólo pueden decir otros, sus heterónimos. Finalmente “la poesía es de todos” y sólo deshace su sentido cuando se intenta sacarla de su medio natural para traducirla. Así, José Emilio considera a las traducciones como aproximaciones al texto original, un texto análogo y distinto. En esta misma línea, las reconstrucciones que hace sobre la mitología griega, adaptadas a nuestra lengua y época, son solamente ampliaciones de su sentido original, traducciones límite. Aquí presentamos algunos de estos epigramas.
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Calímaco: Bajo esta losa
Aquí enterró Filipo, su padre,
A Nicoteles, niño de doce años:
Su mayor esperanza.
Carifílides: Salvación
No llores en mi tumba, caminante.
He aceptado la muerte con alegría.
Al menos me evitó lo más terrible:
Que antes de mí murieran los que
Amo.
Simónides: Epitafio
Por Pytanax y su hermano,
Encerrados en tierra antes del mediodía
De su radiante juventud,
Megaristos, su padre,
Alza esta piedra:
Don inmortal para los hijos muertos.
Arquías de Macedonia: Nacer y morir
Por los niños que vienen al mundo
Se duelen los tracios
Y, en contraste, celebran la muerte.
Porque sufren los vivos el mal
y el dolor no conocen los muertos.
Teognis: Nadie
En el país de la injusticia
Nadie
Puede sentirse a salvo.
Calímaco: El mañana
De este dios, el mañana,
Nadie sabe.
Ayer estabas con nosotros.
Ahora
Te sepultamos entre llantos.
Erinna: Vivos y muertos
Desde aquí
Intentamos en vano hablar con ellos.
Pero los muertos
Sólo conocen el silencio.
Las tinieblas devoran todo el resto.
Alceo: Agravios
La miseria es el peor agravio que
Puedes
Hacerle a un pueblo.
Y es más terrible
Cuando se une a su hermana:
La impotencia.
Alfeo: La magia del verso
Aún se escucha la queja de
Andrómeda.
Aún miramos las ruinas de Troya.
Vemos a Áyax en lucha implacable
Y al cadáver de Héctor lo arrastran
Para herir sin piedad a los sitiados.
Todo esto se ha vuelto posible
Por la magia del verso de Homero.
Píndaro: El oro
El oro,
Hijo de Zeus,
No se pudre,
No lo daña el gusano.
Su poder
Es domar a los hombres.
Simónides de Ceos: Los que teníamos veinte años
Fuimos al matadero en un barranco
En tierra extraña.
Y como era justo
Erigió nuestras tumbas el Estado.
Porque al partir al frente le obsequiamos los días
De nuestra juventud irrecuperable.
Anacreonte: El desastre
Se hunde mi patria.
Asistiré a su ruina.
Meleagro: Un solo mundo
Soy Meleagro. Ha nacido en Gádara.
Los atenienses dicen de nosotros,
Pobres griegos asiáticos:
“¡Cómo es posible ser sirio!”
Respondo: Todos somos
Ciudadanos de un solo país:
El mundo.
En este mundo nadie es extranjero.
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Simónides: Haití / Chile 2010
No hay mal inesperado :
En un segundo
Todo regresa al caos.
Leonidas: Mausoleos
Los monumentos funerarios nada más sirven
para aplastar la tumba y oprimir a los muertos.
No quiero mausoleos ni heladas criptas:
con un poco de tierra basta.
Alceo: Imperium
Roma es dueña de todo:
Mares, tierras,
Campos, caminos, ríos y ciudades.
Impide cuando menos, Padre Zeus,
Que se apropie también de nuestros cielos.
Teognis: Contra la arrogancia
Nunca seas arrogante:
Nadie sabe
Dónde estará mañana.
Lucilio: Nuevo arte
La bella entre las bellas no nació así:
Con dinero y dolor se ha procurado
Ojos, boca, nariz, senos, caderas,
Piernas, cintura y todo lo demás.
¿Será un simple producto de consumo?
¿O es la obra maestra de un nuevo arte
Orgullosa de ser toda artificio?
Calímaco: Conversación ante el sepulcro
–¿Quién eres tú que habitas el sepulcro?
–Mi nombre se ha borrado de esta lápida.
–¿Existe la otra vida en ultratumba?
–Morimos para siempre: no hay retorno.
–¿Cómo es el mundo para el enterrado?
–No hables de “mundo”: todo son tinieblas.
–¿Revivirán los muertos algún día?
–No creas mentiras ni supersticiones.
–Destruyes la esperanza y en su ausencia
¿Cómo soportaremos esta vida?
–Si buscas el consuelo no preguntes.
Sólo hay una verdad: que todo es nada.
Simónides: Error
Tenemos todo el tiempo para estar muertos
Y a pesar de esto
Qué mal vivimos nuestra breve vida.
Arquíloco: Antihéroes
Entre cien
Vencimos a nueve.
Murieron aplastados cuando escapábamos de ellos.
Safo: Cuando vuelvas de Chipre
Cuando vuelvas de Chipre
Iré a reunirme contigo
En el bosque de las manzanas
Que es nuestro templo de hojas.
Y será como incienso el olor a mar
De tu cabello mojado.
Asclepíades: Al padre de los dioses
Contra el planeta entero arroja tu furia:
Tormenta, rayos, lluvia, nieve, granizo,
Calor, tinieblas.
Estremece la tierra cuanto quieras.
Exponme a todos los peligros.
Cederé si me matas.
Pero si me conservas la existencia
no dejaré de amar a las mujeres.
Hacia ellas me impulsa el mismo dios,
Eros,
que te domina incluso a ti,
Padre Zeus.
Rufino: La vida breve
Dura poco la edad de los placeres.
El resto de tu vida lo ocupa la vejez
Y en seguida viene la muerte.
Estratón: Resentimiento
Las muchachas altivas y de cuerpo perfecto,
Que nos miran con gran desprecio,
Son fruto de la higuera en la más alta peña:
Se las comen los buitres y los cuervos.
Arquíloco: Allá arriba
Melisa, higuera de las peñas,
Tu hermosura alimenta los cuervos.
A todos quieres, tú, la más deseable,
La que ofrece deleite y da sufrimiento.
Meleagro: Dones
Eros le dio a Melisa la hermosura,
Afrodita la magia de su lecho,
Su encanto lo heredó de las Tres Gracias.
Posidipo: Contumacia
Mucho antes de que saque los pies del fuego
Ya me incita otra hoguera.
Nunca dejo de amar.
El deseo me trae más lágrimas
Y el dolor del amor renuevo.
Asclepíades: No te importe después
Ayer tuve a Melisa entre mis brazos.
Una cadena atada a su cintura
Llevaba escrito en letras de oro:
Ámame.
No te importe después
Que otros me tengan.
Argentario: Como la abeja
Melisa es
Como la abeja —amiga de las flores:
Cuando te ama destila miel.
Cuando habla de lo que hace con tus rivales
Te clava el aguijón
—como la abeja.
Macedonio el Cónsul: Melisa
Tu nombre evoca toda la dulzura
—pero eres más amarga que la muerte.
Posidipo: Nadie
“Catulo, es vergonzoso —escribe Manlio—
Que sigas en Verona cuando aquí en Roma
Calienta cualquier joven a la moda
Su cuerpo en aquel lecho que abandonaste.”
No es ninguna vergüenza, Manlio,
Sino más bien una desgracia.
— Catulo, LXVIII
No trates de ablandarme con tus lágrimas,
Melisa. Bien lo sé:
Si estás conmigo
Suspiras que me amas como a nadie.
Pero cuando otro te posee le juras:
—Te quiero como a nadie en este mundo.
Filodemo el Epicúreo: Abismo
Cada vez que me acuesto con Melisa
Siento que toco el fondo del abismo
Y echo a perder mi vida.
Ya no estoy en edad,
Hago el ridículo,
Todo es terrible y todos me condenan.
Pero de nada sirve esta conciencia:
Cuando clava la flecha del deseo
Eros destruye en ti todos los miedos.
Rufino: Objeción
De ti amo todo
—menos tu mal gusto
Que te lleva a aceptar a quienes detesto.
Nicarco: Sensatez
A esta edad lo sensato
No es buscarse una amante
Sino un sepulcro.
Filomeno el Epicúreo: No hay salida
Pena y vergüenza da el amor de un viejo.
Los años que reclaman
Los generales al soldado fuerte
Se los pide a su amigo una muchacha.
— Ovidio, Amores, IX
Todos me exigen:
—Rompe con Melisa.
Ya no sigas cubriéndote de oprobio.
Es vergonzoso:
Me quedé sin fuerza
Para escapar
Porque la cruel muchacha,
Siempre que me repite:
—No te convengo—
Se vuelve aún más hermosa y más deseable.
Asclepíades: La flecha de fuego
Larga noche de invierno:
El sol se ha puesto
Y en vano espero ante tu puerta.
Melisa, no es amor
Sino la flecha
De fuego que clavó en su furia Eros.
Pablo Silenciario: Habla Melisa
—Cuando hago el amor con Pedro
Me imagino que estoy con Carlos.
Cuando me toma Carlos pienso en Alberto
Y si me tiene Alberto vuelve el deseo
De acostarme otra vez con Pedro.
Reniego siempre del que está en mis brazos.
Por tanto ellos
Me aman con más ardor que a ninguna otra.
Mujer, si tú me juzgas una gran puta,
Un mal ejemplo, un monstruo
(Aunque muy hermosa),
Desde luego lo acepto y estoy de acuerdo.
Pero entonces, amiga, por favor quédate
Con la horrible miseria de que te ame.
Tan sólo un hombre en vez de tres o cuatro.