Presentamos algunos poemas de Enrique Winter (Santiago, 1983). ha merecido distinciones como el premio Concurso Nacional de Poesía y Cuento Joven. 2010 y recibió la beca Consejo Nacional del Libro. México, 2008; Buenos Aires, 2011 y, como Skyscrapers, Nueva York, 2013. Algunos de los poemas de Winter están acompañados por videoclips autoría Winter-Planet.
ARQUITECTURA 0096
Esto
la caja de zapatos donde vivo
la caja de zapatos donde vive mi padre.
Dos zapatos izquierdos.
–Cuando chica quería ser artista, veterinaria o astronauta.
–Yo arquitecto (me mira y no me cree).
Mi papá me llevó a la construcción algunos sábados. A mí me
encantaba. Una vez le pregunté en qué consistía su trabajo.
Me dijo que el arquitecto (primera vez que oía esa palabra y
me sonó importante de inmediato, como archiduque)
imaginaba el edificio y que la pega de él consistía en que
simplemente no se cayera. Un trabajo que sólo imaginaba
lugares me pareció extraordinario. No así la opaca labor del
padre. Los lugares imaginados se le comunicaban con dibujos.
Y a eso dediqué mi infancia, a dibujarle rascacielos y chozas.
La pega de mi papá consiste en que no se caigan.
SOLES 0098
Un sol, la dicha
sorprende a la mesera que recibe
la propina cual dios del mismo nombre.
Un sol rojo en la playa, píxel en el ojo
de una foto digital que no debimos sacarnos,
interrumpido por líneas de nube (las cataratas)
y la tele del bus,
polvo que impide otros polvos
en un desierto que ningún pasajero reclama,
inadvertido el mar (el iris).
El bus auspicia la negra carretera
que corta el arrebol,
una camiseta que sería de rangers
si estuviera en mi tierra y no
donde ninguna construcción se ha terminado
para eludir impuestos o mirar las estrellas,
apenas cubiertas por la ropa interior colgada
y flameando: camisetas de un equipo pequeño
visitando el estadio de la masa tevita.
La rueda del triciclo armando un taco, este sol
tres cuartos en el agua su reflejo,
más la pantalla del bus que ese ojo rojo.
Una vez me dijeron que era un sol.
Y si para tocar el sol bastaba
poner el dedo chico en la primera
cuerda luego del do, siempre enseñaron
mejor el anular, voltearlos
como el cartel –cerrado– en los boliches
y me dan ganas de contarles cuál
es el cambio de sol a peso,
pero la tasa es otra (juego de manos
y muecas) cuando la pronuncio
en la guitarra.
En el cielo despejado no hay puntos de referencia
para decir cerca o lejos.
Mejor que venga el sol, que trague
a quienes lo permiten apenas quince días
retribuyendo el año de maltratos
(era gratis, gratuito, gratis, gratis).
Con el color ladrillo de las casas
sin terminar (ya, casi todas)
dorado el oro, el día, el hombre
no la plata, la luna, la mujer (acaso la pantalla
o bien la dicha de la mesera que recibe
la propina cual dios del mismo nombre).
Las decenas de veces que intentamos la foto
con la puesta de sol, la espera
por revelar un rollo que nos presentaría
negros de nuevo, tapando un rojo inentendible.
En la ciudad que habito yo decido
si me alimento, si me abrigo, si miro mis pisadas cuando vuelva.
Quien decide afuera es el sol,
si crece algo de comer, si muero
de hipotermia o transpiro.
Le rezaría a él antes que a nadie:
yema de huevo de campo
derramada en mar la copa
no del galán de la tele
sí de los espectadores.
La clara previa a revolverse es una nube
y el cielo cubre la paila.
El ruido de ese aceite recuerda al de las olas
cuando se está en el mar y no con la conchita en el oído,
a regadores cuando empapan, y
las películas nos robaron hasta el atardecer.
El bus nos ha robado el viaje.
Al sol lo construyeron jornaleros
como los de este bus, que ni lo miran
ahora que la energía puede inventarse en otros soles,
que no los broncearán
aunque se juren invitados.
Difícil adorar a un único sol
cuando ya existe la palabra soles
y uno no sabe si vio el mismo ayer
(cambiaron el camino y la abrazada)
cuando al camino le salieron brotes
y a la que amamos, el fruncido ceño
las decenas de veces que intentamos la foto
con la puesta de sol, la espera
por revelar un rollo que nos presentaría
negros de nuevo, tapando un rojo inentendible
como el del ojo en tomas digitales.
Acaso quede el puro rojo
que ven los cerrados cuando al sol,
delgados pájaros de interferencia.
La terramoza (qué palabra) dice
que para una mejor visión de la película
se cierren las cortinas.
ESCULTURA 0104
Esto
como una reproducción a escala
del hielo
que remite al dibujo oficial de un copo de nieve.
La simetría de unas líneas que no están en la nieve:
que sean clavos grandes. Que entre ellos haya plumas blancas.
Que al hacerse más grandes
den cuenta de lo que significa hacerse grande: f r a g i l i d a d .
Lo que hace a las líneas entrecruzadas decir –nieve.
Cuántas líneas sobre un papel se necesitan para verla,
alguien se pregunta al mirar que nieva tras la ventana.
Luego pasa la vista sobre el dibujo en dirección al que hizo antes
de un animal.
¿Qué ve la niña de un año en el trazo,
que dice –miau– cuando lo apunta?
¿Cuándo comienza
a ser un gato ese dibujo?
Deja las dos dimensiones del dibujo y vuelve a las tres
dimensiones de la tarde,
de la reproducción a escala del hielo.
Una escultura.
Una escultura hacía perpetuo lo fugaz.
Pero si a una escultura le crece algo en la mejilla
pasto por ejemplo, hace fugaz lo perpetuo del hierro.
Hacer fugaz lo perpetuo, un bien de consumo
que antes duraba para siempre:
radio, mesa, casa. El sobreconsumo afecta la escultura.
Lo perpetuo
y su defensa
contra el consumo y sus dueños.
La perpetuidad es revolucionaria.
La perpetuidad es f r á g i l .
Como el hielo
cuando es representado en la escultura.
RIBEIRO 0106
Soy verano, atrevida y un poco primavera.
Soy apasionada, dedicada, celosa, soy muy fiel.
Soy coca-cola. Soy asado de posta paleta a punto.
Soy comer afuera, de a dos. Soy filete de pescado.
Soy pizza de nova zi. Soy dulces 7 belo.
Soy hamburguesa de the fifties.
Soy cebolla de outback. Soy chocólatra.
Con toda certeza no soy sashimi ni sushi.
Soy guías de viaje. Soy mapas.
Soy internet. Soy tele. Soy diarios.
Soy corinthians.
Soy música buena. Soy cine.
Soy jeans. Soy negrita. Soy simple.
Soy cara lavada. Soy pelo liso.
Soy jeep. Soy bici.
No soy micro en sao paulo.
Soy sao paulo, pero soy mucho más araraquara.
Soy ubatuba, soy el litoral norte entero.
Soy brasil. Soy trancoso, soy bahía.
Soy montaña, pero soy mucho más el mar.
Soy la puesta de sol en la playa.
Soy más noche que día. Soy la mañana.
Soy la calle 5 en araraquara.
No soy gimnástica.
Soy una tortuguita de agua. Soy un girasol.
Soy más cama que mesa, más música que silencio.
Soy más flor que fruta, más dulce que salada.
Soy esmalte blanquito. Soy pop.
Soy cariñosa. Soy capricornio.
Soy carnaval. Soy Chico Buarque.
Soy cielo estrellado de isla grande reflejado en las aguas de saco do céu.
Soy luna llena.
Soy rock. Soy show de música en vivo.
Soy beso en la boca. Soy cómplice.
Soy un abrazo fuerte.
Soy un camino, soy río santos.
Soy una sonrisa. Soy explosiva. Soy reggae.
Soy arrepentida. Soy sicodélica. Soy equivocada.
Soy familia. Soy linda. Soy un sol.
Soy correcta. Soy una vuelta por pacaembú de noche.
Siempre fui labrador y ahora también soy staffordshire.
Soy la Miná. Soy yo misma.
Soy Sabrina.
IMOTO 0110
El abuelo de Toshiko Imoto se suicidó, como el mío.
Las siete diferencias:
i. Él lo hizo por despecho, el mío por destierro.
ii. La viuda de Li es japonesa, la de Alfons polaca.
iii. La de Li se obstinó con morir en japón, dejándolo solo en china,
la de Alfons se quedó en chile.
iv. Las manos de Li manejaron la espada hasta arrancarse el aliento,
Alfons dejó este asunto a la cuerda.
v. Entonces Li manchó y no Alfons.
vi. No hubo nadie para limpiar a Li,
sí para Alfons, pero no había nada que limpiar.
vii. Yo quería tirarme a una japo y Toshiko quería enamorarse.
SOROCHE 0125
La viuda negra acumula bichos en su red
a metros de un caballo también negro
como la chomba del pastor. Especies
que existen para contrastar el verde,
para que otro arácnido, otro equino y otro humano
vean los verdes del viento.
Bichos verdes se posan en los brazos
y luego pasan, pudiendo volver.
Toca flauta inclinado muro inca
la ágil melodía,
LAS DIVINIDADES SIEMPRE HAN ESTADO EN LAS MONTAÑAS
la inamovilidad de quien la toca.
La voz es un instrumento de viento
el agua es un instrumento de viento
y cuentan un relato.
Hasta las hojas se remecen. Dirán que es por el viento,
pero no sopla cuando él toca.
Porque en este lugar ya se sentó
a este lugar es al que vuelve
cuando se abre la espesura.
Sin saberse sus nombres, reconoce
cada flor, cada piedra, el espacio para su cuerpo
LAS MONTAÑAS MISMAS LO SON DE ALGUNA MANERA
de pie, sentado. O yacido.
Los brazos parecen trigales.
A las hormigas entretiene el viento,
se abrazan a los pelos como niños a las espigas.
Pasarse una por la frente
para quitarse el sudor y el asco.
Si el sol marea, las sombras entristecen.
Pero la altura sí marea, la altura sí es de otros,
no es un lugar al que se vuelva.
EL HUMANO DEBE BAJAR A LOS VALLES Y SEGUIR BAJANDO
Para entender un poco a cada insecto
ha de observarlos varios días. Turnio.
Todo borroso, salvo la rama y el insecto que la camina.
Sus patas lentas, el hocico rápido. Como él.
Explora. El aburrimiento los separa.
Es guardián de sí mismo y guía.
Sólo puede guiar quien se guarda a sí mismo.
Oye la araña, la abeja, la hoja
en ellos el viento
se oye el viento mismo. Sonidos que están todos ahí,
que no se suman a un estruendo. El caballo
EL HUMANO COMIENZA A SER HUMANO EN EL MAR
es tan mudo como la hormiga
brazo y los que no se ven.
Con una seña basta para que sepan.
No será el primero ni el último
al que las plantas digan –escribe sobre nosotras.
Como las demás plantas,
se inclina ante el sol
a las horas del día en que el verde se convierte en azul
y cuando el azul vuelve a verde oscuro.
LA TIERRA FIRME NO LO ES
MUÑOZ 0126
Como quien carga un maremoto y por silenciarlo
mira con desprecio a quien no carga alguno
o no lo silencia,
el día que la vuelva a ver
veré expectativas y no esperanza, la poca mandíbula, anchura
de hombros, planicie de pechos, gordas las caderas,
un termómetro y no el termostato.
Diré –ya no le tengo ganas–. ¿Y es que deseo algo ahora
que para iluminarnos no hace falta el fuego?
Con la memoria de las yemas digitaré sus poros
podremos hacerlo con vista al mar, pero lo hacíamos en el mar
y con lluvia, rodillas en la calle, afuera los duraznos, adentro
del funicular, boca abajo sobre la mesa de una pirámide. Una serie
de postales disueltas en agua, láminas del álbum, guías de despacho:
la gota de tortura china cava inocente en la cabeza
del condenado un agujero hacia la muerte. Una gota de agua.
Muñoz es quien repite la sentencia mientras tiembla su vaso
al tacto de otras manos –el miembro de tortura china
cava inocente en este pubis de condenada
un agujero hacia la muerte– una película que lleva cuatro horas,
la pareja sentada, las piernas en un lazo deletrean el muro.
Un guijarro guarda esa falta de greda.
No quita la sed mi negra, pues lo deseado no llena el cuerpo
de esta botella y si lo cubre es por mientras. Un envase vacío
de boca ancha, al que lo cargan bolsas o sellan tapas. O sellan
tapas sí, que se acumulan después de tanta rosca en la basura.
Quedo solo de envase no retornable.
Me esperará si llego tar-
desde ella me demoro
y me daré cuenta: con el atraso la perpetúo
como el deseo en los vestidos largos
o en años sin decirse.
El mar arriba el cielo abajo. Una ciudad se incendia
o se abandona y entran cenizas por el techo.
Ella de pie y al lago tembloroso lo cubren pétalos: la alfombra
donde acostar la orilla, que apenas por llevar sus nombres
hayamos sido aquéllos. Lo deseado no llena esta botella
sólo la arropa como una bolsa o una tapa.
El trueque de las ganas (color mascar la guinda
saborear y molerla, sonidos pareci-
dos pasajes de ida)
por el alivio del primer foco en una carretera a oscuras
(podremos hacerlo con vista al mar, pero lo hacíamos en el mar).
Un foco no es un paradero, los buses aceleran sin mí,
pegado en cómo lo alguna vez deseado ya no existe,
pues lo deseado muta.
Y uno no.
MERCADERÍA 0129
No tuve un amigo imaginario.
No me subí con él a una casa en el árbol ni a los árboles.
No formé una pandilla ni hice pactos de sangre con los vecinos.
No jugué con ellos en la calle,
no me manché con barro porque ellos lo hiciesen
ni me entré por comida casera.
No usé la jardinera igual a mi hermano.
No me gustó la más linda del curso, no formé un club de nada.
No fui punk ni metalero. No actué en una compañía.
No me asocié a un club deportivo ni a una liga de fútbol,
menos a una tribu urbana.
No participé en ninguna junta de vecinos.
No milité en un partido político.
Casi ni fui a los cumpleaños familiares. No conocí a los sobrinos menores.
No conviví con una pareja ni me proyecté más allá de sus caderas.
No llamé ni me llamaron diariamente.
Nadie me fue y a nadie le fui incondicional. Ni lo pedí.
No tuve un colectivo ni un grupo cerrado de amigos.
No hubo una cofradía a la que pedirle pega,
no recurrí a influencias protectoras, ni las hubo.
No trabajé con compañeros de estudio.
No confabulé con grupo alguno para instalar a alguien.
No me esperó nadie en las ciudades a que me mudé ni tuve domicilio fijo.
No me sentí inseguro para pedir el mismo cigarrillo o el mismo trago
de la tele. No tuve tele ni sus temas.
No tuve cargas familiares en la isapre ni tuve isapre.
Tampoco ropa de marca ni la necesité.
No me inscribí en messenger, blogs, fotologs ni facebook.
No tuve deudas ni aparenté lo que no tuve.
Mi tiempo pasado jamás me pareció mejor.
No cambié mi vida por la de nadie ni lo haría.
No los cargué con mis problemas por parecerme menos graves
y los del resto me fastidiaron un poco.
Soy absolutamente libre (y me arrepiento).
Datos vitales
Enrique Winter (Santiago, 1982) es autor de Guía de despacho (premio Concurso Nacional de Poesía y Cuento Joven. 2010), Rascacielos (beca Consejo Nacional del Libro. México, 2008; Buenos Aires, 2011 y, como Skyscrapers, Nueva York, 2013) y Atar las naves (premio Festival de Todas las Artes Víctor Jara. 2003; Rancagua, 2009). Es, además, coautor de la antología Decepciones de Philip Larkin (Valparaíso, 2013) y del álbum Agua en polvo (premio Fondo para el Fomento de la Música Nacional, 2012). Traducidos a cinco idiomas, sus poemas y videos constan en un centenar de antologías y revistas. Es becario del magíster en escritura creativa de la Universidad de Nueva York; fue editor de Ediciones del Temple y abogado.