Poesía de Uruguay: Alfredo Fressia

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Presentamos una selección de la obra del poeta uruguayo Alfredo Fressia (Montevideo, 1948).  Es poeta, traductor y crítico literario. Desde 1976 reside en São Paulo, Brasil. Es uno de los autores de lectura imprescindible para comprender la actual poesía hispanoamericana. En 2010 publicó  la antología Canto desalojado (São Paulo, Lumme Editor).

 

 

 

 

 

 

 

 

POETA EN EL EDÉN

 

 

No, Señor,

nunca huiré del Paraíso, tengo en mí

la leche eterna de los padres y los hijos,

y escribo poemas para la nostalgia.

No, Señor,

nunca seguiré el rumbo imprudente

de los cuatro ríos, el que impele a los nautas

hacia el mar de monstruosas criaturas.

Habían podado las ramas de oro

que brillaban en el árbol de la vida.

Y ahora me llaman como almas.

No, Señor,

nunca comeré del árbol prohibido.

Apreté tantas veces en mi mano

las frutas suculentas. Aspiro

los perfumes seductores,

—Et d´autres, corrompus, riches et triomphants—

Nada sabes de mis íntimos

paraísos artificiales, y te ofrezco las costillas

húmedas y turgentes

para que sigas modelando al mundo

mientras duermo.

Soy un niño inmenso

escribiendo dócilmente en el barro del Edén.

Tengo un muñeco de porcelana blanca.

Balbucea.

 

 

 

 

 

                                                                 VERSO OCIOSO                                                                         

 

 

Combino con distancia y con recuerdo,

existo poco y mal en el presente.

Vengo de lejos, pero sólo en sueños,

de cerca mi presencia se disuelve.

El sol que me ilumina es de topacio,

y en mi carta la luna es de papel

en áspero cuadrado con el astro

más opaco: mis tonos son pastel.

Escribo versos en endecasílabos

los días lluviosos (como es hoy) y llego

casi al presente donde me deslizo

recto hacia atrás en busca de sosiego.

Visto de cerca yo me desvanezco.

¿Música en mí? Sólo de las esferas.

Por la línea del tiempo huyo del duelo

de ese abismo en el hoy que nos acecha.

Lo aprendí en el camino del exilio:

duele el país real de la memoria

y nace como un hongo en otro sitio,

envenenado y que también acosa.

Y por eso hoy combino con distancia.

Cuando casi estoy vivo casi muero,

y casi escribo, torpe de añoranza,

un verso ocioso, ausente y con defectos.

 

 

 

 

 

 

ABURRIMIENTO

 

 

Una vez más el día

en este bajo mundo.

Me aburro en el jardín,

nadé en los cuatro ríos.

Me limo con esmero

las uñas de los pies.

Tengo mala salud

y he sido mal amante.

Soy muy mediano en versos:

nunca entré en el Edén

(ni en las antologías,

uruguayas al menos).

Para pasar el tiempo

puedo hablar de dolencias,

mi carné de salud

es de los veinte años.

Altura: uno noventa,

Peso: setenta quilos”.

La foto en blanco y negro

es de un muchacho díscolo.

(Siempre me voy de tema

cuando hablo del amor)

Los hombres que me amaron,

con excepción de uno,

no tuvieron glamour

ni dejaron recuerdos

de mayor importancia.

Yo mismo -digo yo-,

de los muchos que fui

no quedará uno sólo.

(Una vez más el día

en este bajo mundo.

Me aburro en el jardín,

nadé en los cuatro ríos)

Soy sólo pensamiento

perdido en un jardín

que sueña ser Edén.

Sé que un mono me observa,

está sobre una rama.

Es eterno, calculo.

Y mientras, yo me aburro.

 

 

 

 

 

GULA           

                                                          

 

Porque amo y porque admiro yo devoro.

¿Los otros no acumulan libros, mapas,

sellos, muñecos, fotos sin decoro,

amuletos, santos de porcelana?

No soy mero glotón que por su inri

consume en alimentos toneladas

ni soy el sibarita inverosímil

buscando una delicia innominada.

Mi deseo es el mundo en mis entrañas,

ostras vivas crispadas al limón,

el verde deslizarse de las plantas,

los peces venenosos del Japón.

Trago la selva en cada fina hierba

y se me entrega dócil un antílope:

de noche en el regusto de una cena

me apodero del sol en la planicie.

Quiero que el centro de mi cuerpo sea

túnel del mundo y fluya en él la vida.

La obra de Dios se expulsa en polvareda

pero antes la ensalivo y me acaricia.

Desamparado y vil, tan breve el cuerpo,

no busco el alimento, busco paz,

por dentro estoy vacío y es obeso

el pecador, el goce y el manjar.

 

 

 

 

 

 

DESAYUNO EN SANTO DOMINGO

 

 

Ahoga el viento caliente

la noche grávida de Santo Domingo.

Abrí las ventanas para dibujar

mi silueta irreal contra la madrugada,

soy transparente como la espera

del estallar del día. Austero

el desayuno, huevo a la copa,

hirviente el café amargo.

Y entonces vi la exacta

pinta carmesí sobre la yema.

En la bahía el sol en trance

para nacer del mar, la galladura

en el huevo sideral.

Trago la yema tibia

con su promesa roja, mi parte

de sol mientras ardo en el café instantáneo

y nazco una mañana más

hasta el final abrupto.

 

 

 

 

 

 

SANTO DOMINGO MULATO

 

 

La Iglesia y la Cárcel Real bajo la luna,

souvenirs de la Conquista, espectros íntimos

del siglo XVI en la Hispaniola.

El me esperó tras el Alcázar de Colón

con el viejo walkman al oído

y una flor de caoba para la suerte.

Apresé su carne

y su alma

en mi boca,

mi hostia

sucia y sagrada.

Después me fui por la calle del Conde,

limpias las comisuras de los labios.

Un tambor escapaba del centro de la isla.

 

 

 

 

 

 

PARÉNTESIS

 

 

Cuando nací el sexo fue un destino. No se puede elegir ser poeta.

            De las mujeres nunca amé a ninguna sin duda porque las amé en bloque. Fue un amor largo y sin alegría. Ellas también me amaron sin deseo y sin gozo.

            Las miré con la nostalgia de una vida más bella. Cuando quise ser mejor quise ser mujer.

            Después me olvidé. Devoré la costilla de Adán en la travesía del desierto. Fui hombre, poeta, amé a otros hombres. Tuve hambre.

            Llegué a la playa de este mar eterno, al sur del Brasil. Mi olor es de sal virgen y de yodo azul. Sé que una mujer devolverá al mar el pez con una moneda en la boca.

            Ella escribe mi poema. Yo aguardo.

 

 

 

 

 

 

LUJURIA

 

 

La chair est triste, hélas, pero ¿y la fantasía?,

¿y es mental un pecado si usamos los sentidos?

Por los nueve agujeros del cuerpo, como un guía,

un vértigo fue abriendo las llaves del alivio.

No es el apelo mudo de la especie en el tiempo

que nos habla de lejos como de un deber último.

Ese goce no tiene ni locura ni exceso,

es el dios de los hijos, el secreto del mundo.

A ti, vieja lujuria, te cometí tan poco

y tanto algunas veces, fui más allá del sexo.

Hubo hombres que me amaron, y el amor no es vicioso,

pero a ti te entregué la otra faz del deseo

donde se desvanecen Actos contra naturam

(cuando yo me perdía en las nalgas de Eros)

y hoy palpo en tus palabras -concupiscencia impúdica-

y mi vicio más íntimo acaba en desenfreno.

 

 

 

 

 

 

IMPUDICITIA

 

 

En mi lecho no has sido

el mejor de los amantes, Fabio,

ni has brillado en la guerra

ni en las cacerías.

Pero en el claro de luna

yo lamo el semen de la noche

en tu cuerpo de hombre joven.

Tú te dices poeta

y, aunque no me lo perdones,

Fabio, el poeta soy yo.

 

 

 

 

 


EL AVARO

 

 

Atesoro los bienes de este mundo

como prendas del otro que me espera.

Sé que mi dividendo es infecundo:

reboza desamparo mi cartera.

Sudo frío y me toman por astuto,

por desprecio persigo la riqueza.

Palpo en cada moneda el absoluto,

leo en la muerte como en un poema.

Y mido las palabras, cuento sílabas

como centavos o como minutos.

Almaceno los restos de la vida

(guardo una perla en mis dedos enjutos).

Es avidez, es ambición, codicia.

Y no es nada, es el miedo diminuto

de un Dios que en mí esconde su avaricia

y yo, inconcluso, ayuno y acumulo.

Por su culpa y su abuso yo calculo

los días que me faltan en la cuenta,

la incertidumbre de metal la cubro,

y sólo acopio huesos y promesas.

 

 

 

 

 

IRA                                       

 

Es palabra de Dios (verdad o no):

El colérico atiza las pendencias”,

Proverbios 29.22,

 

 

alimenta con yesca las querellas.

Furia de aire, demencia en miniatura,

la ira vuela. El odio es melancólico,

se enreda su raíz en la cordura.

La ira, si en el agua, es maremoto.

El odio no envejece, se renueva,

renace cada día en los riñones,

no vive de la cólera y la queja,

se cultiva en paciencia y urde el golpe.

El exilio es de ira acumulada.

Construyes una casa sin objeto.

Golpeas a una puerta, está cerrada.

Quieres gritar pero no tienes cuerpo.

Y el versículo sigue imperturbable:

el iracundo multiplica crímenes”.

Te siegan la inocencia con el sable

e indignado y solo, ¿quién te redime?

 

 

 

 

 

 

VIENTO DEL MAR

 

 

Está bien, ganó el viento. Ahora digamos

que he caminado por Montevideo

y hoy llego en sueños a la calle Jackson

esquina Durazno, el portal es ciego.

Portal sin puerta para que entre Alfredo,

y a cielo abierto el corredor, me espera

la humedad de una pieza donde puedo

ver la muerte peinando sus muñecas.

Unos en otros se encajan mis huesos

como recuerdos quebradizos, nombres

para tantear, medir si son espectros

Roque y Esther, Graciela, Juan o Jorge.

Está bien, ganó el viento (siempre gana),

no habrá más preguntas al Ubi sunt.

Una gaviota grazna, está extraviada,

y no sé si soy sombra u hombre aún.

 

 

 

 

 

 

VEJEZ

 

 

Llegaste a un país congelado

y tiritas.

Nunca estuviste en el Edén, Alfredo,

lo del odio de Dios será mentira

y hay golpes en la vida.

Abandona entonces la poesía

y ahora cuídate de esa tos de perro,

de ti mismo

y de las cóleras en frío.

 

 

 

 

 

 

ADÁN

 

 

Cuéntanos, padre Adán, ¿cómo se nace puro?

¿Amaste a tu mujer? ¿Cómo es tener virtudes?

Yo no tengo ninguna y por eso pregunto,

¿a qué olía el Edén? ¿Era su fruto dulce?

¿Por qué estaba prohibido? Un jardín con clausuras

fue un mal comienzo, Adán. ¿Serías como un niño?

¿Y por eso eras bello? ¿Tuviste un alma justa,

ardiente el corazón, prudente el apetito?

¿Para qué te crearon? ¿Para mostrar al mundo

humildad, diligencia, templanza, compasión,

castidad (y la Fuerza en sentido profundo)?

¿Y acabar en pecado?, ¿caer en tentación?

¿No sabía tu padre que no resistirías?,

tan luego Él, tan sabio, que todo lo conoce.

Cuéntanos, padre Adán, ¿comiste con codicia

los frutos del pecado? ¿Recuerdas sus sabores?

Yo sé que te escapaste de velar una infancia

perdida en la memoria. Perdiste un paraíso

con un árbol cargado de imposibles manzanas,

y unos ríos bucólicos. ¿Tal vez sentiste alivio?

Hoy escribo estos versos y no espero respuestas,

son preguntas retóricas, no saldrá una mujer

ni un hombre ni un andrógino con sus falsas promesas

como de tu costilla tan llena de altivez.

Pero sé que estás solo, como se está en pecado,

materia de mis versos, nostalgia del Edén,

eres padre y hermano, el primer humillado

y siempre, siempre, siempre, el último a nacer.

 

 

 

 

 

 

DESPUÉS

 

 

Ahora tras el canto, después de la sirena,

cuando vuelve el silencio a remediar el mundo,

cuando la mano acerca su flor hacia la tierra

y puntea un poema profundo porque es mudo.

Y después de los siete pecados capitales

y de tantas virtudes a las que renunciamos

y de tantos errores, de los imperdonables,

y tan pocos aciertos a los ojos humanos.

(A los ojos de un Dios hemos de ser muñecos

sin voluntad ni fuerza, de la nada a la nada

no viajamos, el viaje nos lleva a pesar nuestro

y somos del destino los caballos de carga).

Y los que cometieron el pecado mortal

de no haber cometido pecado alguno, o casi,

porque el solo estar vivo es condena fatal

de un pecado anterior que hizo esta vida frágil.

Justos o pecadores, que poco importa al polvo,

grabamos nuestra muerte, la historiamos de olvido

para hacer de los huesos brillo ardiente en el lodo

y morder en la noche raíz de paraíso.

 

 

 

 

 

Datos vitales

Alfredo Fressia nació en Montevideo, Uruguay, en 1948. Es poeta, traductor y crítico literario. Desde 1976 reside en São Paulo, Brasil. Su obra poética incluye: Un esqueleto azul y otra agonía (Montevideo, 1973, Premio MEC, Uruguay); Clave final (Montevideo, 1982); Noticias extranjeras (Montevideo, 1984); Destino: Rua Aurora (São Paulo, 1986);Cuarenta poemas (Montevideo, 1989); Frontera móvil (Montevideo, 1997, Premio MEC, Uruguay); El futuro/ O futuro (bilingüe español-portugués, Lisboa, 1998); Amores impares (collage sobre textos de nueve poetas,  Montevideo, 1998); Veloz eternidad  (Montevideo, 1999, Premio MEC, Uruguay); Eclipse  (Montevideo, 2003, este libro existe también en Alforja, México, DF, 2006). Senryu o El árbol de las sílabas, Montevideo, 2008, Premio Bartolomé Hidalgo). En Montevideo, 2009, salió su libro de crónicas y memorias Ciudad de papel y en 2010 la antología Canto desalojado (São Paulo, Lumme Editor).

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