Entrevista con Katharina Niemeyer

Katharina Niemeyer‏

Presentamos, en el marco del Subversión, un espacio para pensamiento social contemporáneo, una entrevista que Ilan Lew del CADIS-EHESS de París realizó a Katharina Niemeyer (Alemania,  1980), especialista en mass media. Nostalgia, instagram, Baudrillard y la técnica televisiva del noticiario son algunos puntos que toca esta conversación. Niemayer es una de las estudiosas de la comunicación más significativas de los últimos tiempos.

 

 

 

 

Entrevista con Katharina Niemeyer

 

 

Katharina Niemeyer es una pensadora y analista de la construcción del evento por los medios de comunicación de masas; sus tesis en este campo, tan agudas como originales, han dado lugar a la publicación de numerosos artículos científicos, agradables de leer, lo cual no es una cualidad trivial en el medio académico. La autora ha publicado igualmente un libro titulado De la caída del muro de Berlín al 11 de septiembre 2001. El telenoticiario, las memorias colectivas y la escritura de la historia (ed. Antípodas, Lausanne, 2011). Al final del año 2013 aparecerá publicado en Londres, por la editorial Palgrave Macmillan, el libro Media and Nostalgia – yearning for the past, present and future. Basingstoke: Palgrave Macmillan Memory Studies Series.

Nacida en Kassel en 1980, esta alemana, amante de la cultura francesa, realizó sus estudios y primeras investigaciones en Lyon, las cuales continuó en Ginebra durante seis años, ciudad donde obtuvo un doctorado en ciencias y medios de comunicación. Actualmente katharina es profesora del Instituto francés de prensa (IFP) adscrito a la universidad Paris II (http://ifp.u-paris2.fr). Ella es igualmente miembro del jurado en la sección de series de televisión del festival “todas las pantallas” celebrado en Ginebra y parte del colectivo artístico “investigación conejo” (www.rabbitresearch.com).

En esta entrevista, Katharina Niemeyer nos habla de su enfoque investigativo, de sus preguntas sobre el género del telediario, de Jean Baudrillard y de su esposa, Marina. En primer lugar, ella pone de manifiesto cuáles son los aspectos de los medios de comunicación que terminan por ser “inevitablemente” transformados en sus objetos de estudio, para finalizar platicándonos sobre su pasión por la imagen, fija o en movimiento.  

 

Ilan Lew: En septiembre del año pasado, usted ha organizado en la Universidad de Ginebra un simposio acerca de la nostalgia en los medios de comunicación. ¿Cómo nos podemos imaginar a unos medios de comunicación “nostálgicos” y qué es lo que le interesa de la relación entre nostalgia y medios de comunicación en la representación del pasado?

Katharina Niemeyer: Para responder a su pregunta necesito profundizar un tanto el lenguaje. En sus orígenes, la palabra «nostalgia» era utilizaba para referirse a la nostalgia sentida por el país natal en el cual no se vive más, fue este el significado que le dio quien la inventó en 1688, el médico Johannes Hofer, suizo por cierto, nacido en la ciudad de Mulhouse que en la época estaba ligada a la confederación helvética.

Pienso que hoy en día todos sentimos la tendencia a tener una cierta forma de “nostalgia por el país que dejamos atrás”, sin importar que vivamos en nuestro país natal o no; utilizo la palabra “país” como puedo utilizar la palabra “casa”, una casa de piedra, o un paisaje, o la familia, o incluso todo estado o lugar que nos de felicidad. Buscamos regresar a esta “casa” o a encontrar una, sin querer entrar aquí en generalizaciones. En la nostalgia por “el país dejado atrás”, por “la casa abandonada”, se mezcla igualmente la añoranza de lo que pudiera llamarse los “viejos buenos tiempos”. Se aspira a revivir un estado pasado, nuestra juventud, los objetos que le están ligados. En esta tónica, la conferencia internacional en la universidad de Ginebra abordaba el boom de la nostalgia que se puede observar en los medios de comunicación, desde hace algunos años. Aunque ya no se trate directamente de la “nostalgia por el país natal”, dicho tipo de nostalgia podría también estar presente aquí. Por supuesto, el retro y el la pasión por los objetos antiguos son fenómenos que han existido siempre, particularmente en la moda o la música, frecuentemente inspirados en épocas anteriores, separadas del presente por decenios o siglos de distancia. Lo que me llama la atención hoy en día, es que el retorno al pasado parece reforzarse con la llegada de las nuevas tecnologías, sobre todo con la aparición de las redes sociales.

Un buen ejemplo de ello es el instagram, gracias al cual, con el uso de filtros especiales (sepia, negro, blanco, etc.) las fotos del presente se vuelven recuerdos, fotos del pasado, antes de que el tiempo haya tenido tiempo de haber pasado. También podríamos citar como ejemplos la transformación de los videos numéricos para darles una artificiosa apariencia antigua, tipo super 8. De igual manera, los objetos mismos son exhibidos y buscados como antigüedades, sean estos realmente pertenecientes al pasado o elaborados en el presente con formas del pasado, como los discos de vinilo, la moto vespa o las fotografías polaroid. La conferencia de Ginebra no se proponía celebrar simplemente el boom de la nostalgia, sino comprender el porqué y el cómo de esta pasión actual por el pasado. Así que, para responder a su pregunta, los propios medios de comunicación son un tanto “nostálgicos”, porque celebran a menudo su propio pasado a través de materiales de archivo o haciendo del pasado parte la cultura popular, cuando deciden convertirlo en centro de interés de sus producciones. Algunas estaciones radiales incluso llevan el nombre de “Nostalgia”; también tenemos el fenómeno de revitalización de series tales como “Dallas”, para citar un ejemplo. Por supuesto, no son los medios de comunicación en sí mismos los que son nostálgicos, sino aquellos responsables de su contenido. Este retorno al pasado puede ser el resultado del “progreso” que acompaña la rapidez acrecentada de la adopción de nuevas tecnologías. Los medios como la televisión y la radio pueden así adoptar voluntariamente un carácter “envejecido” para algunos, mientras que para otros el retorno al pasado de estos medios puede ser interpretado como una aptitud contestataria frente a dicho “progreso”.

 

IL: Usted ha consagrado la mayor parte de sus investigaciones al estudio de un fenómeno que habita y regula nuestra cotidianidad, lo que llamamos el telenoticiero. ¿Podría explicar a nuestros lectores bajo cual ángulo y con cuáles inquietudes aborda este género noticioso?

KN: El problema del tiempo, como seguramente ha quedado claro con la respuesta a su primera pregunta, me interpela, y quiero comprender de qué manera nuestra cita (antigua, ¿podríamos decir?) del mediodía y de la noche con el telediario o el telenoticiero, un género efímero, puede crear y mantener la memoria colectiva y contribuir de esta forma a una cierta escritura de la historia. Gracias a un análisis de eventos históricos representativos, como la caída del muro de Berlín y el 11 de septiembre del 2001, me ha sido posible mostrar la importancia de la presencia de la técnica televisiva en el momento mismo en que los acontecimientos tienen lugar. La técnica televisiva nos hace participes de la experiencia histórica en el momento presente: los telespectadores que ahora nos leen recuerdan seguramente las imágenes, y las emociones, ligadas a dichos eventos en el momento en que tuvieron lugar y hasta hoy en día. Dado que el primer momento del “vivir” los acontecimientos continúa a lo largo de los años con las conmemoraciones; el telenoticiero participa de una manera muy específica a la escritura de la historia, no sólo de los grandes eventos conocidos por todos, sino igualmente en la escritura histórica de los eventos de la vida cotidiana. El telenoticiero, y de manera más general la televisión, es testigo (y creador) de los pequeños y los grandes acontecimientos y de esa manera hace parte de nuestro patrimonio cultural, al participar parcialmente en la construcción de nuestra historia. Sin medios de comunicación, sin soportes mediáticos y sin actores humanos, no habría historia. Posiblemente esto suena muy idealista, por tanto me permito subrayar que la constitución de tales formas de memoria y de historia no puede ser separada de lo político, puesto que existe evidentemente una selección que discrimina la emergencia de formaciones discursivas alternas. Es por cierto interesante observar las posibilidades de las nuevas tecnologías para incidir en el cambio del “régimen de visibilidad” ofrecido por los medios televisivos.

 

IL: Usted ha tenido la espléndida oportunidad de mantener relaciones intelectuales y amistosas con Jean Baudrillard, este profundo y estimulante pensador de los medios de comunicación y del mundo contemporáneo en general. ¿Qué le gustaría compartirnos de tales encuentros?

KN: Sí, tuve la incomparable oportunidad de conocer a Jean Baudrillard, de sostener conversaciones con él, y si quiere llamarlas así, está bien, conversaciones intelectuales. Referirse a él como a un amigo, me gustaría hacerlo, sería un gran placer, pero desafortunadamente no me fue posible conocerlo suficientemente bien para hablar de amistad, sería grosero si lo hiciera. Una amistad no hace con un click en el ratón del computador. Sin embargo, puedo afirmar que Jean Baudrillard siempre mostró una humildad sorprendente y conmovedora, sea durante nuestro encuentro en Weimar hace ya casi diez años, o un poco más tarde en París. En ese entonces era una joven estudiante y como tal le hacía preguntas que hoy encuentro de cierta manera ingenuas, pero él respondía tomándose el tiempo y con interés. Tras la muerte del filósofo en marzo del 2007, un editor alemán me contactó con el ánimo de publicar una entrevista realizada por mí en París algunos años antes. Esto me permitió contactar a su viuda, Marina Baudrillard, con el fin de pedirle su autorización para una publicación. Desde nuestro primer encuentro telefónico, ella se convirtió en una persona cercana, en una amiga gracias a la cual he podido explorar de otra manera la persona de Jean Baudrillard. Lo que me gusta del pensamiento de este hombre, es su capacidad de hacer viajar al lector en una reflexión que puede ser vivida como un juego, una manera de ver y acercarse, de comprender el mundo, una fotografía que se impone delante de nuestros ojos, una sensación de malestar agradable e interrogativa, une melancolía alegre y cínica. En otro nivel, su pensamiento invita al investigador a leer o analizar la realidad de una forma más intelectual, o si se quiere, más universitaria, aunque no aprecio enormemente estas dos nociones. La posibilidad de emprender una doble lectura de su obra toca mi sensibilidad; sus reflexiones sobre la hiperrealidad y los simulacros no han significado jamás para mí un verdadero desconocimiento de la realidad o la negación de lo concreto. Todo lo contrario, ellas son el signo de la voluntad de no ceder a la idea de la pérdida de lo real y de aceptar la apuesta de retornar a la esencia de la realidad o de las realidades, que pueden ser virtuales, en todo caso.

IL: Usted ha traducido al alemán textos de Jean Baudrillard. ¿Cuáles textos ha trabajado hasta el presente? ¿Nos puede dar a conocer algunos de los esfuerzos que ha debido emprender para no perder la potencia particular de su lenguaje?

KN: Traduje un texto conjuntamente con dos colegas, Manuela Ott y Susanne Faber. Se trata de las reflexiones de Baudrillard acerca del evento, presentadas en la universidad Bauhaus en Weimar, en el marco de una serie de conferencias organizadas por el Instituto Federico Nietzsche. La pequeña obra se titula “Das Ereignis” (El evento), publicada por las ediciones de la universidad Bauhaus en el 2007. La traducción conlleva, por supuesto, una transformación del texto original y me parece que el esfuerzo de ser justos con el original es la problemática de todo tipo de traducciones, incluso antes de comenzar el trabajo. Es necesario sentir la esencia y el sentido del texto inicial, lo cual es extremadamente estimulante, al mismo tiempo que frustrante, pues ciertas palabras no se dejan transponer o transportar realmente a una lengua extranjera.

IL: Usted apela frecuentemente a la fotografía para apoyar su mirada sobre el mundo. ¿De qué forma la fotografía, y de manera más general, la imagen, ha acompañado y acompañará sus futuras investigaciones?

KN: Diría que hace mucho tiempo hay un poder que vive en mi interior y que me lleva a absorber palabras, gestos, movimientos, me encanta observar mi entorno, tengo curiosidad por el comportamiento humano, al punto de estar algunas veces enceguecida, otras veces agotada. Mis fotografías, que pueden gustar o no, hacen parte de mis observaciones sobre la cotidianidad, no tienen ambición artística o profesional, nunca he tomado cursos, no tengo tampoco un diploma en este campo. Ellas hacen parte de lo que se llama generalmente un hobbie, a lo mejor pertenecen a la memoria de un grupo restringido, una memoria privada. La fotografía no es mi mirada sobre el mundo, es el mundo que viene a mí y mi intuición me ordena obturar allí, ahora, en ese instante. Yo concibo el momento efímero de ese instante, como un intercambio entre mi cuerpo y el mundo sensible a través de la lente, es la lente la creadora del puente entre mis emociones y lo que se presenta a mi vista. Así es como la imagen acompaña mis investigaciones, para retomar sus palabras, con la aclaración que mis investigaciones profesionales están íntimamente ligadas a mis investigaciones personales. He podido seguir los dictados de mi intuición en las instituciones universitarias, donde mis superiores me han otorgado la formidable libertad de florecer dentro de una estructura clásicamente rígida, aunque tal rigidez también puede llevar a la creatividad, algunas veces.

IL: ¿Cuáles son los derroteros por los que desea orientar sus trabajos en el futuro cercano?

KN: Nunca he elegido mis temas por cálculo estratégico o político, por tanto no hablaría de “orientar” mis investigaciones, sino de continuar mis reflexiones con nuevas perspectivas y preguntas. En general, pienso continuar mi trabajo sobre los discursos mediáticos en una línea política e histórica. Acabo de colocar el punto final de un artículo sobre la relación entre la teleserie LOST y el 11 de septiembre, escrito a cuatro manos con mi colega Daniela Wentz. En el corto plazo, quiero editar una obra sobre la nostalgia y los medios de comunicación, con una selección de las ponencias de la conferencia de Ginebra del año pasado. Actualmente, mi colega del Instituto francés de prensa, el profesor Frédéric Lambert, me acompaña en un trabajo acerca de la circulación mediática de la desfiguración del fresco del Ecce-homo de Borja (España), resultante de un intento de restauración accidentado llevado a cabo por una octogenaria. En el mediano plazo, quisiera incursionar en un tema europeo de gran envergadura, relacionado con la construcción contemporánea de la temporalidad, pero no puedo decir más por el momento. Todo esto sonará muy académico tal vez, pero al fin y al cabo, es la pasión que anima a los investigadores (por lo menos esa es la idea que me hago), igual que la pasión anima a los músicos, artistas, estudiosos, curiosos… no estamos aquí para orientar, estamos aquí para perturbar.

 

 

 

Katharina Niemayer libro

 

 

Enlaces

De Tchernobyl à Fukushima. Les images télévisées, les mémoires collectives et le nucléaire.

“De la chut  du mur de Berlin au 11 septembre 2001”. Acceso al libro.

Le journal télévisé entre histoire, mémoire et historiographie.

 Rabbit Research

 



[1] Entrevista traducida del francés por Leonardo Rodríguez Pérez (IHEID – Ginebra, Suiza).

 

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