Presentamos algunos poemas de León Cartagena (Los Mochis, Sinaloa, 1978). En 2002 fue reconocido con el Premio Nacional de Poesía de la Universidad Autónoma Indígena de México (UAIM). Es poeta y artista gráfico. Los textos que aquí se publican pertenecen al volumen Del monte y otras bestias, publicado en la colección Punto Luminoso de Andraval Ediciones.
Del Monte y otras Bestias
Danza de venado
A René Higuera
La luz penetra en el centro de los girasoles,
a esa hora el monte mantiene atadas a las bestias,
erguidas y delirantes elevan sus dedos coronados
con los frutos rojos hacia el cielo.
El venado colablanca se levanta,
suavemente va pisando
escollos de rocío,
levanta su cabeza y el cuerpo sigue el movimiento.
La luz hace platear el paloblanco,
el venado sabe que anda solo,
mueve la cabeza hacia los lados,
sus cuernos apenas tienen puntas
pero busca hembra.
Aparece un poco de verdor en la llanura,
las aves describen en su trino
la geométrica migración de su bandada.
El venado se deja guiar por el sonido
de una vena de agua que viaja entre huizaches;
una sombra se esconde tras las ramas
y lleva consigo una muerte de madera.
Sabe en su soledad el colablanca
que no llegará a beber del río
y que no verá hembra,
que morirá de sed
y de madera.
Golpe áureo
¡Ah!,
luz,
arde,
rómpeme
en tu silencio;
con geométrico mazo
traza la grieta afilada de un dolor nuevo.
Adivino tu gesto, la perfección del golpe seco que no se da.
Panum
i
El sátiro probó el veneno
en los suaves labios de su flauta,
del carrizo saltaban chispazos
y brotaron cirios del suelo.
Marsias hizo nacer el monte en su elegía:
no era música, era luz bailando por el aire,
gotas de calor que resonaban al romperse
para que dios se reconociera en su ira.
Asalto de la fiebre,
génesis de suelo árido y espinas,
ebrio de musas gritó su pugna,
hiriendo al Olimpo en un costado.
Una vez lanzada la piedra de la osadía,
como salida de la onda de David,
Marsias había instalado una cicatriz
en la armadura de todos los dioses.
ii
Se posaron los pies de dios
sobre las flores y quemaron todo,
nacieron remolinos en el cielo,
y con su lira clamó su némesis.
Los heráldicos cirios verdes se espinaron,
se coronaron solos con rubíes,
rechazaron el agua y sus dones,
olvidaron los colores, se exiliaron.
Dios arrancó las verdes frondas,
las manadas de bestias mansas y educadas,
se llevó todo dejando la tierra seca
y condenó al monte a un infierno implacable.
iii
Dios, magullado,
dio vuelta a la lira y con su cólera
entonó una sinfonía de tormentas,
volvió tierra las piedras y secó los ríos.
Marsias no pudo girar el carrizo;
dios había cobrado venganza:
colgaron al sátiro de la rama de un mezquite,
le arrancaron la piel y de su sangre nació un río.
Hybris, abolladura en la armadura de dios,
padre del poeta que hace nacer cosas vivas
en las hojas blancas, creador extinto,
relámpago, música de astros, racimo de alacranes.
Sobresaliste demasiado,
te fulminó la lira, el silencio de tus amadas,
de la cascada sonora de tu sangre
creció el agreste monte que aún te espera.
Venado, coralillo, palo verde,
no hay constelaciones en el cielo para honrarte,
pero al andar por el monte,
el ritmo de tu flauta ruboriza las pitahayas.
Datos vitales
León Cartagena (Los Mochis, Sinaloa, 1978) Poeta y artista gráfico. Ha publicado en revistas, periódicos y suplementos en el estado de Sinaloa. Sus poemas han aparecido en las antologías Antología de El dorado (La fiesta de los faunos, 2002), Permanencia del relámpago (Praxis, 2008) y Canto a la sombra del venado muerto (Colección Palabras del Humaya, 2012). En 2002 fue reconocido con el Premio Nacional de Poesía de la Universidad Autónoma Indígena de México (UAIM). Ha impartido en talleres de creación y formación literaria en los estados de Sonora y Sinaloa, se ha desempeñado como promotor de círculos de expresión literaria para Save the Children y UNICEF.